lunes, 11 de febrero de 2019

365 QUEJÍOS (269) – TRAS LA MANIFESTACION DEL 10-F (1 de 3)


Tal como podía preverse, hay guerra de cifras. Pero lo primero que se observa es que ni una ni otra parte esgrimen los datos concretos, sino que, por el contrario, unos presentan descalificaciones (la prensa catalana que habla de “pinchazo”), otros más prudentes aluden a “miles de personas” (El País, El Mundo), los periódicos de la derecha aluden a una “Plaza de Colón que se salía” (ABC) y La Razón cifra la asistencia en 168.000 personas, mientras los organizadores la elevan a 200.000 y la guardia urbana a 45.000. Al pobre Blas Piñar no tenia problema en llenar la plaza de Oriente, pero luego, los votos se iban a cualquiera menos a él. Los indepes han llegado a hablar en 2012 de “dos millones de asistentes al 11-S” (El Alcázar cifró en 1.500.000 los que fueron a la Plaza Oriente en 1980…), lo que implicaba que uno de cada tres catalanes estaba allí… especialmente cuando el voto nacionalista en las siguientes elecciones autonómicas se quedó por debajo de esa cifra. Pero, a estas alturas, parece claro que, lo importante no es cuánta gente acude a una manifestación, sino los efectos políticos de la misma y, sobre todo, lo que se escenifica.
Por sí mismas, las manifestaciones de masas no son efectivas: lo que es efectivo es la demostración de que tras los manifestantes, muchos o pocos, existe una voluntad política asumida por organizaciones concretas que están dispuestas a llevar esta voluntad a las instituciones. De lo contrario, ocurre lo que siempre ocurrió los 20-N post-franquistas: había “masas oceánicas” en la calle, pero no existía clase política, no correas de transmisión mediáticas, que tradujeran esas masas en peso político específico. Las masas no podían transformarse en "capital político".

Los efectos de la manifestación del 10-F no se han dejado esperar. ¿Cuáles han sido esos efectos inmediatos?

1) La reacción de un siempre desubicado y troglodítico Torra que lo único que tiene en la mano para negociar es su apoyo a los presupuestos de Sánchez. Quiere cambiar apoyo a los presupuestos por convocatorio de un referéndum de autodeterminación, consciente de que, Sánchez puede encontrarse ante la presión de los “patas negras” del PSOE y aplicar él mismo el artículo 155. La manifestación ha indicado a Torra que se le acaba el tiempo. Si apoya los presupuestos rebaja la tensión con Sánchez (y más que con él, con los “barones” socialistas)… pero abre una brecha con las indicaciones que el de Waterloo le ha indicado como línea a seguir.

2) La manifestación de ayer era importante, porque más que el número de asistentes, lo que se dirimía era si un “frente anti-PSOE” saldría a la superficie en todo el país o sería un fenómeno local andaluz. Y ha salido a la superficie: ahora ya nadie duda de que el eje Cs-PP puede desplazar al PSOE del poder, siempre y cuando… tenga el apoyo de Vox

3) Una cosa eran los convocantes y la composición de la tribuna y otra muy diferente, la correlación de fuerzas entre los manifestantes. A nadie -ni, por supuesto, a los organizadores- se le escapó que una mayoría significativa de allí presentes, apoyaban a Abascal. Los gritos en favor de Vox, los aplausos, etc, jugaban a favor del partido recién llegado al festival de los grandes. Menos a Casado y menos aún a Ribera.

4) Manuel Valls no estuvo en la tribuna por decisión propio. Dijo que jamás se fotografiaría con alguien de “extrema-derecha”, en alusión a Abascal. Así que fue paseando su cara de mal humor y a ratos congestionada entre los manifestantes. Para Valls, la mejor salida es un gobierno de centro-izquierda (Cs+PSOE) o, al menos, esa fue la intención con la que llegó. A la vista de la situación, me da la sensación de que empieza a dudar de que haya sido una buena idea venir a España y plantear una escalada de tres peldaños: primero alcaldía de Barcelona, segundo presidente de la gencat y tercero, ya como secretario general de Cs, presidencia del gobierno. Ahora que conoce mejor la distribución y la mentalidad de la derecha, el centro y la izquierda, su posición es más realista y quizás reproche a quienes le han enviado a España no haberle advertido de la indigencia intelectual de la izquierda.

5) El PP, por su parte, ha iniciado lo que estima será una “ofensiva de la victoria” que culminará con la convocatoria de elecciones generales antes del verano (según la previsión de Casado). El miedo de Casado es la facilidad con que pueden producirse trasvases de votos del PP a Vox y el no terminar de encontrar un discurso propio que genere confianza, toda vez que los años de Rajoy están demasiado próximos y que cualquier promesa electoral desde la oposición tiene como respuesta el “¿Y por qué no lo habéis hecho antes cuanto estabais en el poder hace menos de un año?”. El problema del PP es que se ha lanzado a la carrera pre-electoral cuando aún no ha recuperado un perfil propio entre el centrismo de Cs y la derecha nacional de Vox.

6) Y luego está Vox. ¿Para qué acudir como tercero en discordia a una manifestación que, de haberla convocado el propio partido de Abascal hubiera tenido, poco más o menos, idénticas dimensiones? Es simple: Vox tiene voluntad de hacer política, no testimonialismo. Y si quiere hacerla, sabe que debe subir una serie de peldaños: el primero de todos, descabalgar al PSOE y para ello, la única forma, es recurrir a pactos con otras fuerzas políticas próximas. Pero Vox está delante de un dilema: o se contenta con restar votos de la derecha liberal (PP), con lo que la situación no variaría excesivamente (sube Vox, pero baja el PP, con lo que el conjunto de fuerzas de la derecha sigue siendo, poco más o menos, el mismo), o bien asume los rasgos de un partido transversal, imprimiendo una fuerte carga social a sus propuestas, sin miedo y sin contemplaciones, para atraer:
  • el voto de protesta, harto de las promesas incumplidas de la derecha liberal, cansado de la corrupción que afecta a todos los partidos, grito de rabia de los damnificados por la globalización
  • el voto joven, harto de una clase política que le ha hurtado el futuro y de una izquierda que le ofrece ideología de género, permisividad ante el porro, inmigración masiva, un sistema de enseñanza hundido a todos los niveles (desde la prescolar hasta el postgrado) y que está ante la posibilidad de la emigración o del subempleo.
  • horadar el centro (especialmente sumando a las propuestas sobre la cuestión catalana, la de devolución de las competencias en materia de educación y sanidad al Estado por parte de TODAS las comunidades autónomas, a la vista de que, por el momento, desmontar el andamiaje del Estado Autonómico es, no por necesario, ilusorio, y
  • apuntar a la izquierda proponiendo programas sociales, anteponiendo los intereses de las familias a los de las inmobiliarias, reconociendo que los EEUU están en una crisis y que la OTAN es una organización arcaica, inútil y peligrosa, denunciando corrupción, grupos sociales subvencionados, inmigración masiva, políticas agrarias del PP y del PSOE de cara a la UE, etc, etc.
Para Vox ahora, se trata de elegir: o un programa y una actitud transversal o contentarse con estar a la derecha de la derecha; o jugar la carta populista y atraer a un electorado descontento con las opciones tradicionales, incorporando altas dosis de sensibilidad social, o mantener los tics liberales del programa económico aznariano… inviables entonces e inasumibles ahora.
La situación en estos momentos es buena para Vox: las encuestas le otorgan un “gran avance” y posiblemente obtenga en torno al 15% de los votos, quizás más, cuanto más tarden las elecciones en convocarse. Por el momento, los intentos de aislar a Vox están fracasando, el partido ha despegado, hay euforia por los avances y el problema es que no tenga un crecimiento demasiado rápido, cuando aun queda mucho por andar en cuestión de programa, cuadros, consignas, etc., que no se resolverán sino hasta la celebración de su congreso.

7) Se han terminado los tiempos de las mayorías absolutas y de los gobiernos monocolores, hemos entrado de lleno (y durará todo el tiempo que dure esta constitución) en la época de las coaliciones. Vale la pena que los electores se hagan a la idea de este fatum y que la clase política se habitúe a las negociaciones. La manifestación del domingo, era una muestra de esta nueva situación y un mensaje al electorado: “habituaros a ver este tipo de actos, negociaciones y compromisos a la hora de formar gobiernos del Estado y de las Autonomías. En estos momentos, las posibles coaliciones son:
  • O bien una “coalición de centro-derecha” formada por PP y Cs que, en las actuales circunstancias no obtendría mayoría absoluta, salvo con el apoyo externo de Vox (con las consiguientes contrapartidas)
  • O bien una “coalición de fuerzas democráticas” (PP+PSOE+Cs) versión española de la “gran koalition” a la alemana (que es la propuesta de la masonería francesa realizada a través de Valls). Esta opción implica: aislamiento de los populistas.
  • O bien una “coalición de derechas” en la que Vox estuviera integrada de pleno derecho y que contara con un PP desgastado, un Cs en pérdida y con problemas interno y un Vox en fase de ascenso.
  • O bien una “coalición de izquierdas” (PSOE+Podemos) que contaría con la oposición de los “patas negras” y que resulta de todas la mas inviable habida cuenta de los estropicios de Podemos en los Ayuntamientos y en comunidades autónomas.
Obviamente, hemos clasificado estas opciones en función de sus posibilidades de concreción. Serán las elecciones municipales y autonómicas de marzo y las elecciones europeas de mayo las que marcarán la pauta que, creemos, no diferirá mucho de estas posibilidades. Y, por el momento, salvo las previsiones del chef del CIS, el resto de encuestas que van apareciendo, apuntan a la primera opción (PP+Cs con apoyo exterior de Vox). Una posibilidad así cerraría de una vez y para siempre la “cuestión independentista” y situaría a Vox en posición para forzar, en el siguiente ciclo electoral, la opción c).