En síntesis: no logro
entender por qué, el zapaterismo puso tanto énfasis en combatir el tabaquismo
hasta el punto de dejar como delincuentes a los que nos fumamos algún purito de
tanto en tanto y porqué hoy uno está obligado a respirar aroma a porro o permitir
que sus hijos o nietos jueguen en algún parque en el que un grupo de empanaos
consume canutos a destajo. Cuando en 2002 escribí con el seudónimo de “Rafael
Pi” ¿Fumas
porros gilipollas?, la verdad es que no pensaba que las cosas podían ir
tan lejos. En aquella época, lo que se llevaba era el botellón y lo
incomprensible era que por la tele se veían jóvenes cuya máxima aspiración era
emborracharse antes y emborracharse más y mejor que sus colegas. ¿Qué ha
cambiado desde entonces?
La crisis económica de 2007 y el empobrecimiento del mercado
laboral -cada vez más competitivo- generaron cientos de miles de ni-nis. El
sector de la construcción registró un paro brusco y extremo. Existía riesgo de que la crisis económica
generase una crisis social que, desembocara en procesos revolucionarios,
protestas generalizadas y movimientos reivindicativos. Así que el sistema
se blindó con tres armas:
- el entertaintment, es decir, el desarrollo de una poderosa industria del ocio basada en las nuevas tecnologías, los vuelos low-cost, la ampliación de la audiencia de los deportes de masa y los productos culturales basura que se hicieron accesibles a unos precios increíbles hasta ese momento.
- los subsidios de dimensión suficiente como para jóvenes que vivían con sus padres pudieran disponer de efectivo para la “triple P”: “Pizza – Paddle - Porro”, es decir, “comida basura – videojuegos – somnolencia”, suficiente para bloquear cualquier impulso desestabilizador del Estado.
- descenso de la presión sobre el tráfico de drogas realizado en nombre de la “libertad de opción”. Bastaba simplemente, con que los sectores “sensibles” encontraran nuevas distracciones accesibles e incluso que pudieran convertir su afición en negocio. Fue así como aparecieron decenas de “ferias del cannabis”, establecimientos grow-shop, clubs de cannabis.
Es necesario recordar que en España la época de la “permisividad
ante la droga” se inició cuando la democracia se estabilizó. En 1982 se
calculaba que los 2.000.000 de porreros, cocainómanos y heroinómanos de la
época, votaron masivamente el PSOE, gracias a su propuesta de “despenalización
del consumo de drogas”. Sería aventurado y unidimensional unir esta propuesta a
la epidemia de heroinómanos que sufrió España entre 1984 y 1992 que coincidió
con la extensión del SIDA, pero lo cierto es que los años del “felipismo”
fueron los años en los que la sociedad española empezó a caer en picado: en los
medios de comunicación abundaban predicadores que querían que se legalizaran
todas las drogas. Alegaban incluso que si estaba muriendo gente víctima de la heroína
se debía a que estaba adulterada, pero que en estado puro y bien dosificada
resultaba inocua. Más benigna que una caja de Donuts.
Imposible saber cuántos toxicómanos se quedaron en la cuneta
y cuántas familias sufrieron por las adicciones de sus familiares. En ese ciclo
político el único responsable del desastre fueron las siglas PSOE con sus 202
diputados y sus 10.000.000 de votos. Luego vino Aznar y algunos pensaron “Es un hombre de derechas, arreglará todo
este desastre”. Pero no, la
permisividad continuó y se amplió. En esos años, buena parte de los
accidentes laborales en algunos sectores solamente podían explicarse porque los
operarios estaban bajo la influencia del cannabis. La derecha, se negó a legislar y a actuar decididamente contra el
tráfico de drogas.
Por lo demás, estaba claro que la guerra de Afganistán era
una “guerra de la droga” y que, después de 2001 se reemprendió el cultivo de la
amapola bajo protección de los marines y de la bandera de las barras y
estrellas. La “ruta de la seda”, volvió a ponerse en marcha, conduciendo
toneladas de heroína hasta el “corredor turco de los Balcanes”, extendiéndose
desde Albania a toda Europa. ¿Entendéis porque para los EEUU era necesario que
existieran “repúblicas islámicas” en la antigua Yugoslavia y por qué era
necesario bombardear al pueblo serbio? ¿Objetivo? Debilitar a Europa, off curse.
Y llegó la crisis de 2007. Los gobiernos aplicaron contramedidas para evitar crisis revolucionarias. Uno de ellos fue convertir al cannabis en una “droga simpática”. Tenía algo de psicodélica, era barata, se podía cultivar en una maceta, generaba risas, era comunitaria y parecía claro que se trataba de una “droga blanda” que, para colmo tenía propiedades analgésicas y sedantes. No se podía pedir nada más. Así que los servicios de seguridad del Estado descendieron la presión contra el tráfico de cannabis y se empezó a promover una “industria del cannabis”.
Por toda la geografía nacional empezaron a aparecer “ferias
del cannabis” que ofrecían todo lo necesario para el “cultivo in door”. Muchos
ni-nis pensaron si no sería una buena inversión cultivar ellos mismos su propio
cannabis. Por lo demás, el haschisch producido en el valle del Rif, tras haber
llegado a límites máximos con Aznar, había remitido algo. Esa era la buena
noticia. La mala que, si había remitido era porque para los exportadores
marroquíes, resultaba mucho más rentable aprovechar las redes y las rutas para traer
cocaína a España, a la vista de que la presión policial en Galicia cerraba las
puertas de esa ruta.
La última fase de esta
historia tiene lugar en los años de gobierno de Rajoy. Nuevamente, el PP, no
solamente no hizo nada para detener el avance de la toxicomanía, sino que, como
era habitual en Rajoy, miró hacia otro lado. Cuando una moción de censura
se lo llevó por delante, en ciudades como Barcelona habían proliferado, sólo en
torno a las Ramblas, 400 “clubs de cannabis” que incluso se anunciaban como
atractivo turístico: “Mas barato que en Ámsterdam”. Incluso empanaos holandeses
prefieren hoy venir a Barcelona para comprar aquí variedades inexistentes de
cannabis en su propio país, u otras presentes, pero mucho más baratas en el
territorio de la Colau…
Seamos realistas:
prohibir hoy el consumo de cannabis es algo que ya no está al alcance de la
mano. Los porreros no son 2.000.000 como en 1982, sino, un número indeterminado
que oscila -según la UE- en el 17% de la población de entre 15 y 34 años. En
algunas zonas, seguramente mucho más. Y, por otra parte, la estadística no
registra a los mayores de 34 años, ni a los menores de 15, quizás por pudor…
Así que olvidaros de que algún partido
que aspire a obtener mayoría incluya en su programa elementos de lucha, no ya
para la eliminación del porro, sino, simplemente, para un encarrilamiento de su
consumo. El PSOE, por aquello del sostenella
y no enmendalla, sigue en vanguardia. Y a nadie le sorprenderá que Podemos
vaya en la misma dirección, ni, por supuesto, que Ciudadanos se haya mostrado partidario de legalizar la marihuana desde
2015.
Y esto es lo que resulta incomprensible: que se haya puesto tantas trabas al tabaco y que nadie
ose alegar nada contra el cannabis, especialmente cuando en las salas de
urgencia y de psiquiatría de los hospitales no existe la más mínima duda sobre
la deriva que genera y que tiene sus hitos en “psicosis cannábica” que deriva
hacia esquizofrenia. La medicina ha establecido, perfectamente, que el THC,
el tetrahidrocannabinol, principio activo del cannabis, es una llave que abre
la puerta de la esquizofrenia. ¿El primer toque de atención? Las reacciones
violentas del empanao cuando alguien contradice su voluntad o le impone alguna
obligación… contradictoria con esa fama que tiene de ser la droga de los “pacíficos”
y de la risa.
Recordemos que el
tabaco solamente ha visto limitado su uso y consumo cuando las estadísticas han
indicado que los ingresos del Estado por impuestos son inferiores a los gastos
sanitarios que conlleva el tratamiento de los cánceres que genera. Pero
esto se ha producido más de un siglo después de que pudieran empezar a intuirse
esos efectos. ¿Ocurrirá otro tanto con el cannabis? Igual o peor.
El problema es que, mientras, el consumo de cannabis aumenta: ayer me veo en horas lectivas a un grupo de jóvenes liando porros en el centro del pueblo. La policía municipal pasa y, por supuesto, no osa decirles nada. En esa misma zona, padres y abuelos pasean a sus nietos. Hay zonas de la ciudad (y zonas de la Gran Barcelona) que tienen como olor dominante el del porro. Es fácil identificar en qué zonas hay pisos donde se cultiva marihuana. En los trenes de cercanías, en el metro, sube y baja gente que ya tiene el olor del cannabis incorporado a su anatomía. Los vemos liar porros para tenerlos dispuestos en cuanto pongan un pie en el andén. A primera hora de la mañana he visto gente con el porro encajado entre los labios para empezar bien el día. ¿Jóvenes sólo? En Villena no hace tanto, estuve a punto de atropellar a una anciana de no menos de 80 años que iba fumando y cruzando la calzada de manera suicida. He visto albañiles en las obras, subidos a los andamios, empanaos por completo. Pero donde ya me resulta muy difícil aceptar los hechos consumados es cuando un grupo de empanaos se pasa el porro a dos metros de donde están jugando mis nietos…
El “legislador” alega: están previstas multas por consumir
drogas en espacios públicos. La mentira institucionalizada afirma con una seriedad
pasmosa, que multar con entre 601 euros y 30.000 a un empanao servirá para
algo. Como aquellas multas de 300 euros por rebuscar en la basura… Casi un chiste.
Y nadie hace nada. Ni
-desengañaros- nadie hará nada porque una medida para limitar el consumo de
cannabis en lugares públicos, puede suponer una merma de votos tanto para el PP
como para Ciudadanos… Con ellos, la permisividad no va a cambiar: y de la
misma forma que el gobierno Sánchez y todas las administraciones socialistas
que le han precedido, han publicado cientos de spots publicitarios contra el
tabaco, no veréis ninguno que denuncie los riesgos del consumo de cannabis. De
hecho, hay genios que ni siquiera consideren que inhalar THC por los pulmones
sea “fumar” … lo que, por si mismo, evidencia el estado de caos mental.
El realismo nos dice
que ya es tarde para poder cortar el consumo de cannabis, pero lo que sí se
puede hacer es regularlo. El fumador de cannabis debe de estar alertado por
la autoridad médica competente sobre los riesgos de su adicción y las
implicaciones a corto, medio y largo plazo. No es de recibo porqué en las
cajetillas de tabaco el 60% del especio debe de estar obligatoriamente dedicado
a propaganda anti-tabaco y no ocurre nada parecido. Una legislación correcta
debería de fijar claramente espacios para fumar y grabar la actividad comercial
movida en torno al cannabis para que sea ella misma la que compense los gastos
sanitarios que genera por sí misma. ¿Los progres quieren legalizar la
actividad? Legalicémosla: pero también eso implica establecer penas por vender
y consumir cannabis para menores de edad, y servicios a la comunidad para los
que fumen en lugares inapropiados. Por el momento, no hay ningún partido que proponga
nada por el estilo. Creo que la sociedad española empieza a estar harta también
de ver como cada día más sectores de la juventud andan empanaos y engrosan las
filas de fracasados en los estudios, fracasados en el trabajo a causa de algo
que, en principio, dijeron que era inofensivo y que luego resulta no serlo
tanto.
Dicho sea con afán constructivo:Lo que más me sorprende es que en los 100 puntos del programa electoral de Vox no hay ni una sola
referencia ni a los porros, ni a las drogas, ni a las toxicomanías. Creo
que no estaría de más que introdujeran algo sobre la cuestión porque, en los
años que vienen, el empobrecimiento social y cultural del país, el aumento de
grupos sociales subsidiados y el alza en los costos de la sanidad generados por
el aumento en el consumo de porros, van a aumentar asindóticamente. Creo que
una “Ley de Empanaos y Colgaos” sería el gran logro de la próxima legislatura…