jueves, 14 de febrero de 2019

365 QUEJÍOS (271) – TRAS LA MANIFESTACIÓN DEL 10-F (3 DE 3)


El miércoles 13, el voto parlamentario rechazaba los presupuestos presentados por Sánchez. Éste, que en ese momento debía haber anunciado la convocatoria de nuevas elecciones, ha preferido esperar hasta el viernes para ver si lograba recomponer la situación interna del partido, llegar a un acuerdo in extremis para proseguir el diálogo con los indepes y rezar para que el CIS le dé alguna buena noticia sin necesidad de intervención del chef. ¡Para que luego, la prensa de izquierdas diga que la manifestación del 10-F pinchó! La Vanguardia de ayer intentaba convencer de que esto demostraba que el gobierno autonómico se encontraba en una “posición de fuerza”… Lo que ha ocurrido es muy diferentes. ¡Claro que el independentismo ha tenido que ver con la caída del gobierno, pero no como La Vanguardia lo interpreta! De hecho, ha sido las vaguedades y la ausencia de plan de Sánchez para afrontar la crisis independentista, y la formación de un “frente unido” desde el espacio de centro hasta el de derecha nacional, lo que le ha tumbado.

Los meses que Sánchez ha estado en La Moncloa han sido meses en los que el PSOE ha demostrado de nuevo su motor ideológico: el mundialismo universalista. El triplete formado por “más ideología de género - más memoria histórica - más inmigración masiva”… ha presidido estos meses inenarrables. Han sido los meses en los que el gobierno de una Nación ha pasado a ser una caricatura. Del dontancredismo, ideología de la que hacía gala Rajoy (“dejar que los problemas se pudran y se resuelvan solos”), se pasó a la inanición intelectual del PSOE. Los problemas abiertos con Rajoy, siguen estándolo, especialmente en materia económico-social que es, a fin de cuentas, lo único que interesa para la mayor parte del electorado dispuesto a votar.

A pesar de que Ciudadanos haya experimentado un crecimiento notable en los últimos meses (especialmente por su posición ante la cuestión independentista), lo cierto es que el partido afronta un futuro envuelto en brumas: y la primera de todas ellas es el papel que va a tener Valls después de las elecciones municipales. Se conoce su fórmula: insistir en el centrismo del partido pero levemente escorado a la izquierda. Hoy mismo las “juventudes de Ciudadanos” y las de En Marche -Macron- se han unido en una campaña contra los “populismos y los nacionalismos”, por si alguien tenía la menor duda de esta deriva de Cs...

El comisario enviado por la masonería francesa para evitar que en España se produzca un giro a la derecha similar al que ha tenido lugar en Italia, como venimos diciendo desde principios de año, está aquí para hacerse con el control de Ciudadanos a partir del prestigio que puede darle la alcaldía de Barcelona. Obviamente Cs no dispondrá de los votos suficientes para gobernar en solitario, pero calcula que los socialistas catalanes (con una presencia masónica superior a cualquier otro grupo municipal en la alcaldía), se entenderán fácilmente con él. En logia deben haberse realizado ya los primeros contactos. Y de Barcelona a la presidencia de Cs… El cuento de la lechera de Manuel Valls termina cuando, ya colocado al frente del Cs, cambia el sistema de alianzas, y precipita un gobierno de centro-izquierda con él como presidente. Lo que no fue en Francia, cree que puede serlo en España.

Ante este proyecto insensato e infantil, cabría recordar que si existe Cs es porque en Cataluña apareció un riesgo independentista. No es por casualidad que el partido tuvo su origen en Cataluña ni que haya sido la pasividad del PP primero y la incapacidad del PSOE después, los que han hecho que miles de ciudadanos en todo el Estado, hayan optado por la carta Cs que, al menos, en materia independentista tenía un historial pulcro y impoluto. Pero esto durará lo que dure el problema independentista: en cuanto se resuelva, en cuanto el independentismo no pueda ocultar ya por más tiempo su fracaso, el Cs -como todos los partidos centristas, elevados sobre frágiles bases en tiempos de crisis- corre el riesgo de deshincharse como un suflé. Y, por otra parte, Valls no ha podido evitar que su llegara se produjera justo cuando Vox despegaba finalmente, generando el escenario más temido por la masonería europea: la aparición del enésimo partido populista y euroescéptico en Europa que contribuiría a bloquear las políticas progresistas irresponsables y ciegas, pero tan queridas por la masonería humanista-universalista, que hasta ahora han sido mayoritarias en el Parlamento Europeo.


No hay que olvidar, además, que, durante unos años, las nuevas opciones que nacieron con la década -Podemos a la izquierda y Cs en el centro- recogían el voto de protesta. Pero ahora hay otra sigla en mejores condiciones de transformar ese mismo voto, incluso de amplificarlo en una dirección inédita. Ahora, a toro pasado, podemos completar lo que preveíamos en 2008 cuando decíamos que la crisis económica iba a generar crisis social y que esta desembocaría en crisis política. Ahora sabemos que la “crisis política” ha tenido tres fases:
  • Una primera fase caracterizada por la “apertura a la izquierda” con la aparición del “movimiento de los indignados” y el nacimiento de Podemos. Apertura fracasada desde el momento en el que se evidenció que Podemos era una especie de Izquierda Unida bis, solo que con un alejamiento mayor de los intereses y perfiles mayoritarios del electorado y empantanado en discusiones sobre feminismo, ideologías de género, okupas, porreros y zambulléndose en las concepciones de lo que hemos llamado “izquierda marciana”.
  • Una segunda fase caracterizada por la “apertura al centro” que ya se preveía desde que el PSOE flaqueó en su defensa de la unidad del Estado, dando origen al sarpullido que supuso UPyD. Luego, ya en plena “crisis política”, esta tendencia dio origen a Cs que sí ha logrado consolidarse. Pero, a estas alturas, y a la vista de la situación interior del partido, cabe pensar que en las próximas elecciones Cs obtendrá sus máximos resultados y, a partir de la bajada presumible de dramatismo de la cuestión independentista, y de la orientación que impondrá Valls en caso de hacerse con las riendas del partido, sus apoyos empezarán a remitir.
  • Una tercera fase, en la que se ha entrado desde el período inmediatamente anterior a las últimas elecciones autonómicas andaluzas, en la que ha irrumpido lo que, a falta de una definición propia, podemos considerar como “derecha nacional” o “populismo euroescéptico” que, en las próximas elecciones demostrará su techo y sus posibilidades, pero que, según las encuestas electorales se quedará en unos niveles que podrían situarse entre el 10 y el 15% del electorado. Claro está que esta opción, como cualquier otra, no está completamente exenta de sombras: la primera de todas es si superará el liberalismo inherente a su programa económico y mirará más hacia Europa que hacia la cocina de la Casa Blanca (ver artículo: “Ideólogos” de la derecha – circo de las confusiones”). Si lo logra, el camino está allanado para superar el segundo obstáculo: evitar ser un partido situado a la derecha de la derecha, para ser -como cualquier otro partido “populista y euroescéptico”- un partido transversal.
¿Y las fuerzas que levantaron el régimen de 1978? ¿En qué situación se encuentran? 

Resumimos:
  • PNV: con una cómoda situación en la sociedad vasca, pero con un problema notorio: ya no hay quien dé los palos para que el PNV recoja los frutos. Los bonzos suicidas de ETA, los matarifes, se han ido a su casa dejando un reguero de crímenes impunes y de condenas conmutadas… y el PNV es perfectamente consciente de que el fracaso del independentismo catalán le indica que ya ha alcanzado el máximo techo autonómico y que, a partir de ahora, si quiere seguir gobernando debe procurar evitar fugas hacia el independentismo.
  • Nacionalismo moderado catalán: deshecho. Simplemente, se ha evaporado. Primero por los casos de corrupción y en segundo lugar por el “procés” independentista. Del magma en el que se ha convertido ese ambiente, la única fuerza con cierta coherencia interior es ERC que puede optar por reconducir su andadura histórica desde las posiciones independentistas en las que nació hasta intentar imitar al PNV y mantener esos ideales… sin ejercerlos. Eso o el lento desmoronamiento del área nacionalista, tal como ha ocurrido en el Quebec franco-canadiense.
  • Partido Popular: de todos los partidos de la derecha europea, el PP es el que se ha mostrado más ambiguo ante la irrupción de un partido “populista y euroescéptico”. Esto es lo que ha alarmado a sus socios europeos. Sin embargo, esta posición deriva de la convicción -no errónea por otra parte- de que en las actuales circunstancias, cuando se han acabado los tiempos de las mayorías absolutas, solamente puede volver al gobierno mediante acuerdos con otras fuerzas del centro y de la derecha. Casado tiene la sensación de ser el “mediador” entre Vox y Cs y el drama de no poder prescindir ni de uno ni de otro.
  • Partido Socialista Obrero Español: perdida Cataluña, perdida Andalucía, este partido tampoco volverá a rozar jamás una mayoría absoluta. Sus opciones son insostenibles: salvo que Valls se imponga dentro de Cs, su única opción es volcarse a la izquierda (Podemos) que le exige algo que el PSOE no está dispuesto a dar, ni puede dar, especialmente en política exterior. El margen de maniobra del PSOE es cada vez menor y de todos los partidos que dieron vida a la constitución y que siguen existiendo es, sin duda, el que tiene un futuro más oscuro.

Pero, no debemos olvidar que la constitución de 1978 se realizó “por consenso”, pero no, como suele decirse por un acuerdo entre franquistas y oposición democrática, sino por consensos entre clase política, grupos empresariales que precisaban nuevos mercados en Europa y grupos mediáticos. Y si estas fuerzas llegaron a un “consenso” fue porque, en el exterior, había grupos económicos y multinacionales que veían a España como un mercado prácticamente virgen y con salarios mucho más bajos que en la Europa democrática; pero también porque la OTAN y el Pentágono especialmente precisaban el concurso de España para dar “profundidad” a la Alianza Atlántica en unos años en los que se daban como ciertas las intenciones agresivas de la URSS.

Todo esto ha cambiado… todo, menos la constitución de 1978 que ya no responde a la realidad política. De hecho, el principal problema que tienen los “constitucionalistas” (básicamente PP y Cs) es no reconocer el hecho consumado de que esta constitución es una rémora: sirvió para evitar un enfrentamiento en 1977-79, pero no sirve para gestionar el día a día de España en el siglo XXI. Y lo mismo ocurre con la existencia de la UE: en 1979 el “objetivo nacional” era integrarse en “Europa”. Ahora que el proyecto europeo está embarrancado y cabría preguntar qué tipo de reforma de la Unión Europea es la que conviene aplicar y, sobre todo, cuáles son los criterios que deben regir esta institución que precisa una reforma tanto como la constitución española.

Así pues, estamos en la “tercera fase” de la crisis del sistema político español. Las elecciones autonómicas andaluzas supusieron la colocación de los nuevos actores -Vox- en la meta de salida. La manifestación del 10-F, escenificó que había una estrategia política para desalojar a los socialistas del poder. Cuatro días después, el gobierno Sánchez entonaba el morituri, dándose dos días de plazo para tratar de salvar lo salvable.

Para que luego los “tertulianos” y la prensa catalana dijeran que la manifestación “había pinchado”.