Traducción del texto de la conferencia de Philipe
Baillet, reproducida en el número 1 de la revista Política Hermética, 1987, págs.
49-71. Nosotros mismos hemos tratado esta cuestión en estas mismas páginas (ver
artículo Evola y el Tercer Reich), pero el texto de Baillet aporta una
perspectiva nueva y datos que generalmente se desconocen (incluso en las notas finales).
Al aceptar hablar de la relación de Julius Evola con el fascismo y
el nacionalsocialismo, no creo haber elegido un tema especialmente fácil. Pero
me parece que debería ser posible, en el marco de una conferencia como la
organizada por la asociación "Política Hermética", abordar esta
espinosa cuestión de forma relativamente tranquila y desapasionada.
Hace poco, un colaborador anónimo de la revista tradicionalista de
inspiración evoliana Totalité, tras constatar que los libros de Evola no
se venden tan mal, se preguntaba si se leían, antes de añadir, pensando en
ciertos círculos: "La cuestión merece ser planteada, e incluso se llega
a pensar que los extravagantes rumores que circulan sobre Evola (la 'éminence
grise' de Mussolini, el 'amigo' de Himmler, el 'Rosenberg italiano') (. ...),
rodeándolo de un aura sulfurosa, debe haber influido en el éxito, aunque
relativo, de algunos de sus libros aquí y en el extranjero” (1).
Recientemente, como para confirmar la validez de este análisis, un
pequeño editor parisino que se disponía a publicar la primera traducción
completa al francés de El mito del siglo XX de Alfred Rosenberg,
ideólogo oficial del Tercer Reich, no dudó en sugerir, en el folleto de
presentación del libro, que no había, de hecho, mucha diferencia entre las
ideas de Evola y las de Rosenberg, sirviendo el nombre del primero, en este
caso, para un público cuidadosamente "dirigido", como un respaldo del
segundo. Con esto no quiero decir que los promotores de la iniciativa en
cuestión estén tratando deliberadamente de atraer a Evola hacia el "mito
nazi" por la fuerza, sino, más probablemente, que simplemente ignoran las
posiciones realmente mantenidas por el autor de Révolte contre le monde
moderne durante el periodo de entreguerras. Hay que recordar que la
ignorancia y el diletantismo, vengan de donde vengan, nunca son inocentes,
especialmente cuando se trata de sus consecuencias (2).
Si aquellos para quienes "la nostalgia nunca deja de ser lo
que fue" se sienten tentados de asociar a Evola con Rosenberg, cierto tipo
de literatura de pacotilla, voluntariamente antifascista, hace lo mismo, por
razones opuestas, evidentemente, pero simétricamente. Explotando descaradamente
una mezcla que utilizada a menudo en los años sesenta y setenta -la mezcla de
"ocultismo, nazismo + 'grandes iniciados' actuando entre bastidores de la
historia"- una tal Elisabeth Antebi, que dio una idea de su competencia
sobre el "pensamiento de derechas" precisando que no le gustaba
"la Francia de Gobineau y Achille de la Pouge" (sic), afirmaba
perentoriamente en un libro publicado en 1970: "Julius Evola, que fue
miembro del Ministerio de la Raza. Según algunos, escribió una doctrina
nacionalsocialista para Himmler" (3). Tras lo cual el mismo autor,
para mayor grotesco, añadía, refiriéndose siempre a Evola: "Se murmura
incluso que en su habitación oscura y venenosa (...) se entrega cada semana a
ceremonias de misa negra" (4), sin duda por haberse interesado
demasiado por la "metafísica del sexo...". En una carta a la revista Nouvelle
Ecole, Evola respondió a estos desplantes "alimenticios" de la
siguiente manera: "Ella (E. Antebi) me presenta como la 'éminence
grise' de Mussolini, mientras que yo sólo me reuní con el líder del fascismo
dos o tres veces durante la guerra, y nunca tuve ningún trato con él antes de
eso. Afirma que, en aquella época, yo "mantenía relaciones personales con
Himmler", a quien ni siquiera conocía" (5).
Por su parte, el ocultista Pierre Mariel, oculto bajo el seudónimo de “Werner Gerson”, escribió en 1972 que "la mayor parte de la obra de Julius Evola sólo ha sido confiada a los miembros debidamente seleccionados del Grupo Ur" (6), sin duda para atraer al lector con la promesa de algún secreto a la vez maléfico y delicioso. Pierre Mariel pretendía así ignorar que, en el momento de la aparición de su libro, el Grupo de Ur no existía desde hacía nada menos que cuarenta y tres años, y que todos los escritos de Evola y de sus colaboradores se reeditaban regularmente en Italia desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
A modo de preámbulo, me ha parecido oportuno mencionar estos
rumores bastante lamentables por dos razones principales:
1) porque algunas personas, confiando irreflexivamente en ellos y
sin querer o sin poder obtener información seria, se han sentido muy a menudo
atraídas o, por el contrario, repelidas por la obra de Evola basándose
únicamente en estos rumores;
2) porque estos rumores contienen evidentemente, como todos los
rumores, un elemento de verdad, aunque la verdad esté distorsionada hasta lo
irreconocible.
Mi objetivo aquí es, pues, describir con la mayor precisión
posible, sin pretender ser exhaustivo, las actividades de Julius Evola bajo el
fascismo y el nacionalsocialismo, y hacerlo exclusivamente sobre la base de
datos verificados. Por lo tanto, tendré que citar nombres, títulos de revistas,
artículos, libros, conferencias y fechas, todo lo cual, inevitablemente, hará
un poco árida mi exposición. Pero creo que es la única manera de aclarar una
cuestión bastante compleja, cuyos términos son generalmente ignorados, incluso
por la mayoría de los que se proclaman seguidores de la obra de Evola.
Se trata de una cuestión compleja, pero también paradójica, que
puede resumirse de la siguiente manera:
1) Evola nunca fue fascista; sin embargo, recibió el apoyo de
algunas de las personalidades más “duras” del régimen de Mussolini.
2) Evola siempre fue un "marginal" del fascismo; sin
embargo, hasta el final, no escatimó ni su apoyo ni su lealtad al mismo.
3) Evola nunca fue nacionalsocialista; sin embargo, colaboró en
publicaciones oficiales nacionalsocialistas y mantuvo contactos con ciertos
dirigentes de las SS.
4) En estas circunstancias, ¿por qué Evola consideró necesario
apoyar, aunque a veces de forma muy crítica, a los regímenes fascista y
nacionalsocialista? En el marco necesariamente limitado de este trabajo, sólo
puedo esbozar un principio de respuesta a la última pregunta. En cierto modo,
pues, pretendo presentar las piezas esenciales del caso; luego, cada cual debe
formarse su propia opinión.
Tras la "Marcha sobre Roma", Mussolini obtuvo plenos
poderes el 16 de noviembre de 1922. Evola tenía entonces veinticuatro años.
Conocido únicamente en los círculos literarios y artísticos de vanguardia por
su poesía y su pintura de inspiración dadaísta, acababa de salir de una grave
crisis interior, marcada en particular por experimentos "límite" con
ciertas sustancias alucinógenas, crisis que le llevó casi al borde del
suicidio. Leyó a Rimbaud y a Tristan Tzara, descubrió a místicos como Eckhart y
Ruysbroeck, se sumergió apasionadamente en las obras de Nietzsche (8), se
interesó por el ocultismo y las doctrinas del Extremo Oriente, y finalmente
decidió aprender alemán para leer en el texto a los clásicos del Idealismo.
Aparentemente, era indiferente a los acontecimientos que se desarrollaban en su
propio país.
Pero Evola ya era visceralmente hostil a cualquier forma de
democracia, lo que se explica, al menos en parte, por su origen social: por
parte de padre, pertenecía a la nobleza siciliana y ostentaba el título de
barón. Entonces, ¿qué le impulsó, un poco más tarde, en 1928, a implicarse en
la acción "metapolítica"? Tal vez el inminente fracaso del Grupo de
Ur, que pronto se disolvería y dispersaría, principalmente como resultado de
las diferencias entre Evola y Arturo Reghini, el hombre que le había dado a
conocer la obra de Guénon. O tal vez, simplemente, presintió la llegada de
"años decisivos" para el destino de la civilización europea, una
situación en la que un hombre como él, con temperamento de
"guerrero", tenía que tomar partido.
No obstante, en 1928 Evola publicó uno de sus primeros artículos
políticos en la revista semioficial Critica Fascista, dirigida por el
ministro Giuseppe Bottai, con quien mantenía una estrecha relación, ya que
ambos habían servido en el mismo regimiento de artillería en el frente
austro-italiano. Unos meses más tarde, Evola publicó lmperialismo pagano,
una obra muy polémica -que fue leída por el teórico marxista Antonio Gramsci (9)
y criticada (al parecer) por un tal Giambattista Montini -el futuro Papa Pablo
VI- en la que escribía, por ejemplo: "Si el fascismo es la voluntad del
imperio, será verdaderamente él mismo volviendo a la tradición pagana, podrá
entonces arder con esa llama que aún le falta y que ninguna creencia cristiana
podrá darle (...) El fascismo nace de la voluntad de la tradición pagana. El
fascismo vino de abajo, de exigencias confusas y de fuerzas brutas desatadas
por la guerra europea (...) se nutrió de compromisos, de ambiciones mezquinas
de gente mezquina. El organismo estatal que ha construido es a menudo incierto,
torpe, violento, no libre, no exento de equívocos" (10).
Sin embargo, publicado en un momento verdaderamente inoportuno, en
vísperas de los Acuerdos de Letrán (11 de febrero de 1929) sobre la
conciliación entre la Iglesia y el Estado fascista, Imperialismo pagano
no tuvo, en opinión del propio Evola, "práctica y políticamente,
ninguna resonancia" (11). Sin embargo, hizo falta más que esto para
desanimar a nuestro autor: a principios de 1930, Evola fundó la revista
quincenal La Torre, cuyo "moderador invisible"
(expresión de Evola) era un hombre muy extraño, Guido De Giorgio (1890-1957),
un católico bastante inusual, amigo de Guénon y fuertemente influido por su
encuentro, en Túnez, con representantes del esoterismo islámico. De Giorgio, a
su vez, iba a ejercer una influencia decisiva sobre Evola para
"reorientarlo" hacia la ortodoxia tradicional y hacerle abandonar
progresivamente, sin conseguirlo nunca del todo, ciertos puntos de vista
modernos, "superhumanistas", prometeicos y esteticistas (12).
A propósito de las posturas adoptadas por los dos hombres, que en
aquella época hablaban con facilidad de un "superfascismo", Piero Di
Vona escribe en su notable ensayo Evola e Guénon. Tradizione e civiltà: "Ser
superfascista era estar contra el nacionalismo, contra la concepción profana y
moderna de la guerra, contra el principio del número y la campaña demográfica,
contra toda forma velada de socialismo o democracia (...) Era establecer el
dominio de lo espiritual sobre lo temporal" (13).
La apreciación del profesor Di Vona me parece tanto más pertinente
cuanto que se ve confirmada por el siguiente extracto del editorial del primer
número de La Torre: "Nuestra consigna, a todos los niveles, es
el derecho soberano de lo que fue privilegio ascético, heroico y aristocrático,
sobre todo aquello que es práctico, condicionado, temporal y que se deja medir,
por así decirlo, por la pasión y la utilidad, sea individual o colectiva; es la
firme protesta contra la insolente invasión de la tiranía económica y social, y
contra el hundimiento de todo punto de vista superior en el más mezquino punto
de vista humano" (14). El número 3 de La Torre fue prohibido
por calificar de "aberrante" la campaña demográfica lanzada por el
régimen fascista. El editorial del número 5, titulado "Aclaraciones e
ideas claras", decía: "No somos ni fascistas ni antifascistas.
El antifascismo no es nada (...) Nos gustaría un fascismo más radical, más
intrépido (...) inaccesible a cualquier compromiso" (15).
Después de haber atacado los compromisos doctrinales en la sección
"El Arco" de su revista, Evola no duda en denunciar, en la sección
"La Maza", los compromisos y las malas prácticas humanas, demasiado
humanas, de un cierto número de fascistas de alto rango, de los que dirá más
tarde: "(...) aquellos que fueron particularmente señalados por la
"Maza" eran auténticos gángsters, hombres desprovistos de toda
cualificación, a los que, por el mero hecho de ser antiguos
"escuadristas" o de mostrar un fanatismo obtuso, se les había
concedido el derecho de interpretar a los arrogantes representantes del
"pensamiento" y la "cultura" fascistas, con el resultado de
que daban un espectáculo lamentable" (16). Los ánimos no tardaron en
caldearse entre La Torre y las críticas de los "escuadristas".
Pero Evola no contaba con el mismo apoyo sólido que sus adversarios, que
ejercieron presión para lograr el resultado deseado: se ordenó a todas las
imprentas de Roma que no imprimieran La Torre. Consternado, Evola no
insistió: el décimo y último número de su revista apareció el 15 de junio de
1930.
Parece que Evola comprendió en ese momento que "para poder
actuar, o al menos tener vía libre, era necesario asegurarse algún tipo de base
dentro de la ciudadela" (17) de la prensa fascista. Pero, como era de
esperar, el primer gran apoyo que recibió procedió de un dirigente fascista
atípico, por no decir heterodoxo, Giovanni Preziosi (1881-1945), sobre el que
conviene decir unas palabras. Doctor en filosofía y antiguo seminarista (hasta
diciembre de 1912), "había participado en Nápoles, en los primeros años
del siglo, en el movimiento democristiano de Romolo Murri, colaborando
activamente en la revista quincenal de este último Cultura sociale (1898-1906)"
(18) , antes de orientarse hacia el tradicionalismo católico, cuya visión de la
historia, a menudo "conspirativa", propugnaba, caracterizada por el
antisemitismo y una virulenta hostilidad hacia la masonería.
Describo a Preziosi como un fascista "atípico" por dos
razones:
1) era un hombre cuya formación intelectual no debía nada al
fascismo, sino casi todo a las diversas corrientes del catolicismo de
principios de siglo;
2) su antisemitismo y su antifascismo, lejos de integrarlo
fácilmente en el discurso fascista oficial de finales de los años veinte, lo
situaban en los márgenes.
De hecho, y esto podría demostrarse con bastante facilidad -pero
una digresión de este tipo me alejaría demasiado del tema- el antisemitismo y
la antifrancmasonería, de hecho, inseparables del fenómeno nacional-socialista,
no fueron en absoluto consustanciales al fascismo, al menos (en el caso del
antisemitismo) hasta 1938, año en que se promulgó la "legislación
racial" en Italia (19).
Hay que añadir que Preziosi no era un chupatintas antisemita de
bajo nivel, sino un hombre de cierta talla intelectual, como demuestra el hecho
de que varios representantes importantes de la cultura italiana colaboraran en
su revista La Vita Italiana (1913-1945) entre 1913 y 1926: el filósofo
Benedetto Croce; el sociólogo Vilfredo Pareto y su amigo el economista Maffeo
Pantaleoni; el jurista Carlo Costamagna, del que volveremos a hablar en breve.
Evola, por su parte, colaboró muy activamente en la revista de Preziosi, desde
marzo de 1931 (nº 216) hasta julio de 1943 (nº 364), con su propio nombre y con
dos seudónimos. En total, escribió un centenar de artículos para La Vita
Italiana, número que aumentó entre 1937 y 1943, con dos artículos cada mes.
A partir de 1934, también aparecieron artículos de Evola en la revista mensual Lo
Stato (1931-1943), publicación dirigida por Costamagna, hombre de
sensibilidad monárquica. Esta revista también publicó textos del jurista y
politólogo Carl Schmitt y tradujo capítulos -a veces ligeramente modificados
para un público italiano más sensible a las contingencias políticas- de algunos
libros de René Guénon (20). Evola también publicó artículos en las revistas Vita
Nova y La Rassegna Italiana, así como en publicaciones más oficiales
como Bibliografia fascista (1926-1943), dirigida por Alessandro Pavolini
-futuro ministro de Cultura Popular de la República Socialista- y La Difesa
della Razza, después de 1938.
NOTAS
Para las obras extranjeras citadas o referenciadas aquí, se ha indicado sistemáticamente el lugar de publicación; sólo se ha hecho para las obras extranjeras traducidas y para las obras francesas cuando se trataba de ciudades distintas de París, con el fin de evitar repeticiones tediosas.
1. "Groupe Nord", On n'est jamais si mal compris que par
les siens, en Totalité, 21-22 (a Un révolté contre le monde moderne:
Julius Evola), otoño de 1985, pp. 235-236.
2. La traducción francesa del Mythus ha aparecido desde que
hablamos en la conferencia Politica Hermetica. He aquí las referencias: Alfred
Rosenberg, Le mythe du XX. Bilan des combats culturels et spirituels de
notre temps, Avalon, 1986. La ignorancia y el diletantismo de los que
hablamos eran particularmente evidentes en el folleto de presentación
distribuido por el editor a principios del año pasado. Decía así: "...Le
mythe du xx' siècle es un documento esencial de la historia de las ideas. Las
reflexiones de su autor influyeron no sólo en el régimen nacionalsocialista
alemán, sino también en multitud de escritores políticos de nuestro tiempo,
como Julius Evola, cuya Revuelta contra el hombre moderno (...) reflejaba
algunas de las conclusiones de Alfred Rosenberg".
3. Elisabeth Antebi, Ave Lucifer, Calmann-Lévy, 1970; y
"J'ai lu", 1973, p. 9.
4. Ibidem, p. 223.
5. Cf. Nouvelle Ecole, 20, sept.-oct. 1972, p. 117.
6. Werner Gerson, Nazisme société secrète, "J'ai
lu", 1972, p. 183.
7. Todos los artículos de J. Evola aparecidos en Ur y Krur
han sido traducidos recientemente. Cf. Julius Evola, Ur et Krur. a
Introduction d la Magie a, Ur 1927, Arché, Milano 1983; idem, Ur et Krur.
"Introduction d la Magie", Ur 1928, Arché, Milano 1984; idem, Ur
et Krur. a Introduction d la Magie", Krur 1929, Arché, Milano 1985;
idem, Ur et Krur (1927-1928-1929). "Introduction à la Magie"
(1955) (Escritos firmados Arvo-Agarda-lagla), Archè, Milano 1986 (trad.: G.
Boulanger para los tres primeros volúmenes. Y. Tortat y G. Boulanger para el
cuarto).
8. La influencia de Nietzsche sobre el joven Evola fue muy fuerte
y, es esencial subrayarlo, anterior en varios años a la de Guénon. Es
particularmente notable en el texto de Evola (en francés) Par-delà Nietzsche,
publicado en la revista 900 ("Cahiers d'Italie et d'Europe"),
2, invierno de 1926-1927. Este texto tiene bastante historia: originalmente fue
una conferencia pronunciada por Evola el 6 de diciembre de 1925 en la
"Logia Teosófica Independiente" de Roma, dirigida por Decio Calvari,
que también era director de la revista Ultra, en la que colaboraba el
joven Evola. El texto apareció por primera vez en lgnis, revista
dirigida por Arturo Reghini, bajo el título Dioniso (11-12, nov-dic 1925). Poco
antes de su muerte, Evola publicó una versión revisada: Dioniso e la via
della "Mano Sinistra", en Vie della Tradizione, III, 10,
abril-junio de 1973, pp. 53-59 (trad.: Dionysos et la voie de la Main Gauche,
en Révolution intérieure, 2, 1978. pp. 1-2). Para más detalles, véase la
nota bibliográfica de Renato Del Ponte en Julius Evola, L'individuo e il
divenire del mondo, Arthos, Carmagnola 1976, pp. 25-29. La influencia de
Nietzsche también es evidente en la primera edición del libro de Evola sobre el
tantrismo, L'Uomo come Potenza. I Tantra nella loro metafisica e nei
loro metodi di autorealizzazione magica, Atanor, Todi-Roma 1925. y en su Imperialismo
pagano (véase más adelante). Esta influencia está bien analizada por
Roberto Melchionda, Il volto di Dioniso. Filosofia e arte in Julius Evola.
Basata, Roma 1984, especialmente pp. 214-231.
9. Cf. Antonio Gramsci, Quaderni dal carcere, Einaudi.
Turín 1975. vol. IV, p. 2433. IV, p. 2433. Debo esta información a Piero Di
Vona, Evola e Guénon. Tradizione e civiltà, Società Editrice Napoletana,
Napoli 1985, p. 179.
10. Julius Evola, Imperialismo pagano. Il fascismo dinanzi al
pericolo euro-cristiano, con una appendice sulle reazioni di parte guelfa,
Atanor, Todi-Roma 1928; ed: Ar, Padova 1978. Las citas proceden de Julius
Evola. Le Chemin du Cinabre (trad.: P. Baillet), Archè-Arktos,
Milano-Carmagnola 1983, p. 73. Según el autor (anónimo) de la nota
introductoria a la segunda edición de Imperialismo pagano (p. VII),
Montini atacó el libro de Evola en la revista Studium sin nombrarlo.
Cabe señalar que Evola prohibió en vida la reedición de esta obra. En este
libro, se basó en particular en el ensayo de Louis Rougier, La scolastique
et le thomisme (Gauthier-Villars. 1925), obra juzgada poderosa (p. 106,
nota 1). Aparte del hecho de que Evola abandonaría pronto toda tentación
neopositivista de interpretación de la esfera religiosa y lamentaría el
carácter excesivamente polémico de Imperialismo pagano, la razón más
profunda de su deseo de no ver reeditado este libro parece haber sido el hecho
de que consideraba que sería mejor publicarlo en una nueva edición, al hecho de
que se sentía en parte "manipulado" por ciertos elementos de la
facción fascista de la masonería italiana (entre los que destacaba el
"neopagano" Arturo Reghini), que aún no habían renunciado a su
intento de desbaratar la conciliazione entonces bien encaminada entre la
Iglesia católica y el Estado fascista. También hay que señalar que la editorial
que publicó Imperialismo pagano, Atanor, estaba dirigida por un masón, Ciro
Alvi. En su documentado libro Massoneria, fascismo e chiesa caaolica,
Laterza. Roma-Bari 1980, Gianni Vannoni escribe, refiriéndose al Imperialismo
pagano, que Evola "añadió un apéndice (...) en el que, en respuesta
a artículos de la prensa católica, pudo afirmar que no era masón en absoluto.
Lo cual era cierto. Pero ése era precisamente el ardid de los círculos que se
escondían detrás de él, círculos con los que rompió poco después" (p.
282, nota 59). Sin embargo, cuando se publicó el libro, como señala el propio
Evola, "el propio Reghini se mantuvo al margen y vio con malos ojos el
hecho de que yo hubiera retomado y desarrollado algunas de sus ideas, a pesar
de que habíamos estado de acuerdo tácitamente al respecto" (Le
Chemin du Cinabre, cit., p. 75). Sobre la relación Evola-Reghini, véase
también: G.M., Guénon, De Giorgio et la “réorientation” de Julius Evola,
pp. 29-32, 41, en Guido De Giorgio, L'instant et l'éternité, et autres
textes sur la Tradition (trad.: P. Baillet y G. Boulanger), Archè, Milano
1987. El imperialismo pagano fue atacado amplia y violentamente en la famosa Revue
Internationale des Sociétés Secrètes de Mons. Jouin (cf. A. Tarannes, Un
sataniste italien, J. Evola, en R.I.S.S., XVII. 4, 1º de abril de 1928 e
Idem, Le "Fasciste" Evola et la mission transcendante de l'Eglise,
en R.I.S.S., XVIII, 2, febrero 1929; estos dos artículos se reproducen
íntegramente en: J. Evola, Ur et Krur (1927-1928-1929), cuarto volumen,
cit, pp. 371-402). No podemos resistirnos al placer de citar algunos de los
ataques al R.I.S.S., escritos en el inimitable e involuntario (¿?) estilo
cómico de sus colaboradores, que también atacaban regularmente a René Guénon: "Él
mismo (Evola) es uno de esos Tantras, un mago sarpeladano, un superteósofo, que
ha alcanzado la cumbre de la perfección ocultista en su género" (p.
373); "... un Evola puede parecer a primera vista un excéntrico y un
charlatán; en realidad, puede ser igualmente un agente de la masonería
cabalística y entrelazada (...) unos pocos tantras iluminados son así los
verdaderos amos del mundo" (pp. 378-379); "... como tantra,
vive por encima y más allá de las supersticiones y concupiscencias de la
humanidad" (p. 385); "En lugar de cantar y defender la
romanidad, celebraba Oriente, sus blancos minaretes, el violento azul de sus
cielos (!). Este marinettisme exótico era al menos inocente. Luego, como el
mundo desdeñó leer sus versos, el segundo Evola juró vengarse del mundo, y
ahora se hace pasar por el Gran Hechicero de un Imperio Invisible, a la manera
del Ku Klux Klan" (p. 393).
Cuando sabemos que la palabra tantra no designa en modo alguno un
título, sino que significa (como indica su raíz tan = "extender,
continuar, desarrollar", "tratado", "exposición",
"lo que procede", "lo que sigue de" (para calificar la
extensión de las enseñanzas tradicionales contenidas en los Vedas, luego en los
Brahmanas. Upanishads y Purânas), nos hacemos una pobre idea de la competencia
de este colaborador de la R.I.S.S. sobre ciertos temas. A no ser que se trate
de una crasa ignorancia fingida, pues nos vemos obligados a constatar que, si
ciertas personas hubieran querido desacreditar el catolicismo tradicional,
convirtiéndose aparentemente en sus paladines más fanáticos, no habrían actuado
de otro modo. Esto es algo que los integristas de hoy todavía no han
comprendido, y son tan hostiles a Guénon como sus predecesores de los años
veinte y treinta, si no francamente odiosos. No le perdonan, entre otras cosas,
haber percibido muy pronto que la R.I.S.S. era ella misma, y sin duda sin que
lo supiera Mons. Jouin, una oficina bastante "entreverada" y
objetivamente anti-tradicionalista (cf. a este respecto las respuestas a los
ataques a la R.I.S.S. en: René Guenon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le
Compagnonnage, vol. I, éd. 1, éd. Traditionnelles, 1977, passim; y Jean
Robin, René Guénon témoin de la Tradition, IIª éd, Guy Trédaniel, 1986,
pp. 269-284).
11. Julius Evola, Le Chemin du Cinabre, cit, p. 75.
12. Sobre la persona y la obra de Guido De Giorgio, cf. la
colección L'instant et l'éternité, cit. Esta colección reúne todos los
artículos de De Giorgio aparecidos en las revistas Ur, Krur, La Torre
y la mayoría de los aparecidos en Dioroma filosofico (véase más
adelante), así como otros textos. Cf. también, del mismo autor: La
Tradizione Romana. Flamen, Milán 1973 y Dio e il Poeta, La Queste,
Milán 1985.
13. Piero Di Vona, op. cit. p. 199.
14. Citado en: Julius Evola, Le Chemin du Cinabre, op. cit,
pp. 93-94.
15. Ibidem. p. 95.
16. Ibidem, pp. 95-96.
17. Ibidem, p. 97.
18. Renato Del Ponte. Apéndice histórico-bibliográfico, en Julius
Evola, Saggi di dottrina politica, Mizar, Sanremo 1979, p. 275. Sobre
Preziosi, cf. Renzo De Felice, Giovanni Preziosi e le origini del fascismo
(1917-1931), en Rivista storica del socialismo, V. 15-16, sept.-dic. 1962,
pp. 493-555; ídem, Storia degli ebrei italiani sono il fascismo, Turín
1972, passim; Norman Cohn, Histoire d'un mythe. Gallimard. 1967. pp.
243-245; Renato Del Ponte, cit. pp. 274-277.
19. En cuanto a la inexistencia de antisemitismo en la génesis del
fascismo, citaremos la obra de Renzo De Felice, que es una autoridad en la
materia: "Ya hemos visto que Mussolini, ya en 1919, contaba con varios
judíos en su entorno inmediato: pero el apoyo y la adhesión de los judíos al
fascismo fueron mucho más allá de estos casos particulares (...). ...] En la
región de Ferrara, no cabe duda de que muchos judíos apoyaron activamente al
fascismo y al 'escuadrón' de Italo Balbo; algunos grandes terratenientes judíos
desempeñaron un papel nada desdeñable. Además, algunas cifras son, en su misma
aridez, ya significativas: entre los participantes en la fundación de los
Fascistas Combatientes en Milán el 23 de marzo de 1919, los famosos
"San-Sepulcristianos", había sin duda al menos cinco judíos (uno de
los cuales, Cesare Goldmann, fue quien consiguió la sala); tres judíos (Duilio
Sinigaglia, Gino Bolaffi, Bruno Mondolfo) aparecen en el martirologio oficial
de la "revolución fascista" (...) doscientos treinta judíos
participaron en la 'marcha sobre Roma' (o, al menos, recibieron el certificado
que acreditaba su participación) (...) al mismo tiempo, unos setecientos
cincuenta judíos estaban inscritos en el PNF o Partido Nacionalista (cuyos miembros
se afiliaron al Partido Fascista en marzo de 1923)" (Storia degli
ebrei italiani sono il fascismo, cit, pp. 73-74). Cabe añadir que, en los
años veinte, miembros de la comunidad judía italiana ocuparon puestos
importantes en el aparato estatal fascista: fue el caso de Aldo Finzi
(subsecretario del Interior), Dante Almansi (subdirector de la Policía) y Guido
Jung (ministro de Hacienda). Más tarde, se creó una escuela naval en
Civitavecchia para proporcionar entrenamiento militar a los militantes
sionistas de Zeev Jabotinsky. Por último, después de 1938, la "legislación
racial" en vigor chocó a menudo con la hostilidad de varios jerarcas, en
particular de Italo Balbo.
Emile Poulat resumió muy bien la cuestión de las relaciones entre
el fascismo y la masonería, tal como se planteó justo antes y poco después de
la llegada de Mussolini al poder, cuando escribió: "Los vínculos del
primer fascismo con el Palazzo Giustiniani -el Gran Oriente de Italia- no eran
un secreto para nadie, y el anticlericalismo de sus partidarios era tan abierto
como la violencia de sus escuadristas. Mussolini comprendió muy pronto que
necesitaba aclarar las cosas, "normalizar", si quería ganarse a la
opinión pública. Tardó cuatro años en conseguirlo, combinando la limpieza
interna y las medidas antimasónicas con la liquidación de la oposición
parlamentaria" (Catolicisme, democratie et socialisme. Le mouvement
catholique et Mgr Benigni de la naissance du socialisme à la victoire du
fascisme, Casterman, Tournai 1977. p. 455).
Es imposible comprender la relación entre fascismo y masonería si
ignoramos la derivación típicamente masónica del nacionalismo italiano. Tras la
escisión que se produjo en el seno del Gran Oriente de Italia en 1908, que dio
lugar a dos grandes obediencias -a menudo denominadas en Italia por la
dirección de sus respectivas sedes-, a saber, el Gran Oriente (Palazzo
Giustiniani), atea y positivista, y la Gran Logia de Italia (Piazza del Gesù),
"espiritualista" y la única reconocida entonces por las logias
inglesas, nació una especie de competición para ver qué fracción de la masonería
se arrogaría el monopolio del recurso a la nación, "dinamita a
utilizar contra el Papado y el Imperio de los Habsburgo, según la tradición
mazziniana que la masonería guardaba como un fuego sagrado" (Gianni
Vannoni, Massoneria, fascismo e chiesa cattolica, cit., p. 23). Hablar
de la "fuerte influencia" de la masonería en la génesis y los
primeros años del fascismo sería quedarse corto; el término
"hegemonía" sería sin duda más apropiado. Algunos datos: "Los
'arditi' fueron creados como secciones de asalto en la primavera de 1917 por el
general Luigi Capello, alto funcionario del palacio Giustiniani, después de que
el mayor Cristoforo Baseggio (también masón) hubiera ensayado la fórmula con su
Compañía de la Muerte" (ibidem. p. 26); “el Manifiesto-programa del
Partido Político Futurista (septiembre de 1913), redactado por el propio
Marinetti, pretendía ser un anticlericalismo de acción, violento y decidido a
librar a Italia y a Roma de su Edad Media teocrática, que podría elegir una
tierra adecuada en la que morir lentamente", y se proponía liberar "a
Italia de una vez por todas de las iglesias. de curas, frailes, monjas,
Madonnas, velas y campanas" (citado en Vannoni, p. 26); el primer
Fascio Italiano de Combate fue fundado por una centuria de masones de Milán,
como reconoció abiertamente el Gran Maestre Domizio Torrigiani (Palacio
Giustiniani) en una entrevista concedida al Giornale d'Italia el 30 de
diciembre de 1922; el cuadrumvirato encargado de organizar y dirigir la Milicia
fascista para la "marcha sobre Roma" estaba compuesto íntegramente
por masones: Balbo, Michele Bianchi, Emilio De Bono, Cesare De Vccchi. Un
fascista tan "duro" como Roberto Farinacci era él mismo masón: se
unió a la obediencia del Palazzo Giustiniani en 1915 y a la obediencia rival de
la Piazza del Gesù en 1921. Desde el principio, la masonería prefirió a
D'Annunzio, "el prestigioso poeta-soldado, políticamente mucho más
ingenuo, y además afiliado a la logia XXX de Octubre de Fiume"
(Vannoni, p. 37), frente a Mussolini, considerado con razón bastante
incontrolable.
Respondiendo a la verdadera "mística de la nación" que
inflamaba entonces a la masonería italiana, y más aún a sus adeptos fascistas,
la revista Fede e Ragione, órgano de los "católicos
integrales", afirmaba en 1921: "El fascismo es pagano, como pagana
es la masonería, y tiende a la reconstrucción de una Italia donde el único
concepto dominante es el exaltado por el paganismo: el Capitolio y el circo (...)
Hoy, el medio más adecuado, en el pensamiento de la secta (...) para alcanzar
sus objetivos en el momento actual, es la deificación, la divinización del
ideal patriótico. ¡La patria! Ésta es la divinidad, la única divinidad ante la
que toda mente y toda conciencia deben inclinarse; éste es el último Moloch, al
que todos deben sacrificarse" (artículo del 3 de mayo de 1921, firmado
"Spectator" [Don Paolo De Toth o Mons. Benigni, citado en Emile
Poulat, op. cit. pp. 449-450).
Concretamente, tras las opciones realizadas por Mussolini, el
antimasonismo oficial se plasmó en la ley sobre las sociedades secretas, cuyo
ponente fue el católico Emilio Bodrero, aprobada el 19 de mayo de 1925 y
promulgada por el Rey el 26 de noviembre. Pero ya el 12 de febrero de 1923, el
Gran Consejo había aprobado por unanimidad de sus 28 miembros (menos 4
abstenciones) el siguiente comunicado: "El Gran Consejo del Fascismo,
abordando el tema "Fascismo y Masonería" incluido en el orden del día
de la reunión del 12 corriente; considerando que los últimos acontecimientos
políticos y ciertos valores y actitudes de la Masonería permiten considerar
fundado que ésta persigue programas y adopta métodos que están en contraste con
los que inspiran toda la actividad del Fascismo; invita a los fascistas que
sean masones a elegir entre la afiliación al Partido Nacional Fascista y la
Masonería, ya que para los fascistas sólo hay una disciplina: la disciplina del
fascismo; una sola jerarquía: la jerarquía del fascismo; una sola obediencia
[el texto del comunicado juega aquí con la ambigüedad de la palabra obbedienza,
que significa tanto 'obediencia' como 'obediencia'): obediencia absoluta,
devota y cotidiana al Líder y a los dirigentes del fascismo" (citado
en Vannoni, p. 109). Según Vannoni, tras haber jugado la carta del fascismo
extremista y republicano, la tendencia profascista de la masonería italiana
(representada principalmente por la obediencia de Piazza del Gesù), disuelta
pero no destruida, pasó a jugar la carta de la corriente monárquica y
conservadora, apoyándose en particular en Badoglio, nombrado Jefe del Estado
Mayor en 1925, y en las élites técnico-administrativas y militares. En general,
los orígenes ampliamente masónicos del fascismo responden de hecho a una lógica
profunda, al menos si aceptamos esta definición de la masonería moderna,
definición debida al politólogo Eric Voegelin: "un centro activo de
propagación de la escatología inmanentista" (citado en Vannoni, p.
12).
20. Cf. sobre este tema: Alessandro Campi, Organicismo, ides imperiale e dottrina della razza. Evola collaboratore de "Lo Stato", en Trasgressioni, I, 1, mayo-agosto 1986, pp. 39-59; Carl Schmitt, Scritti politico-giuridici, 1933-1942. Antología de "Lo Stato", Bacco e Arianna, Perugia 1983 (esta recopilación, con prefacio de A. Campi, incluye ocho artículos de Carl Schmitt aparecidos en Lo Stato entre 1933 y 1942, así como dos artículos aparecidos en Il Borghese en 1951 y 1957 respectivamente); el artículo de René Guénon, Suggestioni sociali, democrazia ed élite, en Lo Stato, VII, 4, abril de 1936 y su traducción francesa: Suggestions sociales, démocratie et élite, en Nouvelle Ecole, 41, otoño de 1984, pp. 96-100. Este texto es en realidad una versión ligeramente revisada del capítulo VI de La crisis del mundo moderno, "El caos social".
ENLACES:
LA RELACIÓN DE JULIUS EVOLA CON EL FASCISMO Y ELNACIONALSOCIALISMO (1)
LA RELACIÓN DE JULIUS EVOLA CON EL FASCISMO Y ELNACIONALSOCIALISMO (2)
LA RELACIÓN DE JULIUS EVOLA CON EL FASCISMO Y EL NACIONALSOCIALISMO (3)