Nadie con un mínimo de seriedad
-y los medios de comunicación nacionalistas hace mucho tiempo que la han
perdido- pueden dudar de que el “procés” es algo que ya pertenece al pasado y
que difícilmente ocupará algo más que una anécdota en la historia de Cataluña:.
Sugerimos el título de “Cómo volver local a una población” como título de ese
parágrafo tan poco glorioso -incluso tan ridículo- en la historia de la gencat.
De hecho, el gran problema de los independentistas en estas elecciones es cómo
le explican a su electorado los motivos del fracaso y la imposibilidad de la
independencia. No lo harán, a pesar de que son conscientes de lo uno y de lo
otro.
- La CUP, incluso, ya ha explicado en su proyecto de programa electoral que pedirán una “nova consulta” para el 2025… Portentosa falta de imaginación, empecinamiento propio de narcisistas que no se resignan a reconocer su error y falta de categoría política que sigue confundiendo “ilusiones” (propias de ilusos) con políticas reales.
- Luego está Puigdemont que ante con su Waterloo particular. Su nombre está íntimamente ligado al “procés” de tal manera que, renunciar a él, supondría quedarse sin suelo bajo los pies. La realidad es que, en Cataluña, cada vez se habla menos de Carles Puigdemont, es como un recuerdo remoto de otra época del que se cuenta que influye en JxCat, pero que quedará disminuido por ERC.
- El problema de ERC es cómo explica a sus votantes el fracaso estrepitoso del procés. No lo hará, simplemente. Insistirá en todo lo relativo a la libertad de sus presos, el retorno de los autoexiliados y el dejar atrás los procesos por responsabilidades golpeteras. Junqueras, el primero, toda la dirección de ERC sabe que, si en 2017 no se alcanzó la independencia, un nuevo proceso va a ser imposible. En realidad, ERC, más que “represión”, sufrió un leve tirón de orejas que ha sido suficiente para que su dirección tome nota.
A decir verdad,
ya que hablamos de esta cuestión: los juicios por la asonada independentista
se están saldando con penas casi simbólicas. Nadie parece querer hacer excesivamente
sangre. Los magistrados consideraron que la locura ilusa de quienes impulsaron
el proceso merece poco más de un cachete en el cogote. Y eso es lo que le
han dado con las sentencias. ¿“Represión”?
Poca, desde luego, para quienes alteraron la convivencia, generaron alarma
social, trastocaron la utilidad de la institución autonómica de la Generalitat
y la convirtieron en embrión de un nuevo Estado. Desviaron fondos,
engañaron a las instituciones, mintieron, incluso estafaron porque algunos de
ellos no querían más que beneficiarse de los negocios realizados a la sombra de
un nuevo Estado, pero, en
su conjunto, todos ellos eran pobres diablos, perdidos en sus desvaríos e
intoxicados por su propia autopropaganda.
Ganará el
nacionalismo de ERC y las otras dos formaciones perderán más o menos, pero
perderán. Y ERC ganará, no gracias a su programa, sino a que para TV3, para el
RAC y para Catalunya Radio todo sigue como antes del seudo-referéndum de 2017.
Mucho más
interesante es la evolución entre los no nacionalistas. Fuera del grupito de la
Colau y de las
candidaturas de extrema izquierda que tienen su público sensible a las
consignas de más ecologismo, más energías limpias, más feminismo, más inmigración
y más okupas, todavía es pronto para decir si el PSC avanzará algo, se
estancará o retrocederá: mucho más que la opinión de Iceta, lo que cuenta
para la sigla es lo que haga o diga Pedro Sánchez. Y este dirá lo que le
garantice seguir al frente del gobierno del Estado, por mucho que perjudique a
todas las federaciones del PSOE. No hay que olvidar que los apoyos recabados
por Sánchez para aprobar sus presupuestos, se han orientado hacia los indepes catalanes
y vascos, verdadera bofetada a los socialistas periféricos y a todos aquellos
que creen todavía en la tarea de su partido como factor de unificación del
Estado.
Y luego están
las tres siglas del centro derecha: PP, Cs y Vox. En primer lugar, podemos estar
seguros de que Cs no revalidará ni por asomo el 1.109.732 voto, y ese 25,37%
obtenido hace cuatro años. Desde entonces ha llovido mucho: Cs llegó
entonces a su cénit, pero los errores de Rivera precipitaron su progresiva desintegración.
Es cierto que ésta ha sido frenada en parte por Arrimadas, pero no lo
suficiente como que la erosión no haya sido palpable. En 2017, Cs era el “voto
más seguro” contra el independentismo. Ahora ya no lo es tanto: por un
parte, quienes quieran una actitud combativa y decidida contra los indepes,
votarán a Vox. Por otra, el PP, a pesar de que no se ha recuperado del batacazo
de aquellas elecciones, tampoco ha retrocedido y, si bien es cierto, que
algunos votos se irán para Vox, también es cierto que otros los recuperará de
Cs e, incluso, del PSC (un 0’5 según las encuestas de GESOP).
Lo más
interesante de estas elecciones va a ser los resultados de la candidatura de
Vox: en principio, está
claro que uno de sus temas será el anti-independentismo, pero hará falta ver el
lugar que ocupará el otro tema estrella, la lucha contra la inmigración masiva
y la inacción del gobierno del Estado, la pasividad consuetudinaria de la Unión
Europea, y el llamamiento de la alcaldesa de Barcelona para recibir con los
brazos abiertos a marroquíes y argelinos en la Ciudad Condal. Si Vox no
convierte este argumento en central, a pesar de tener aquí y ahora, mucha más
actualidad que el fracaso del “procés” o cualquier otro tema de su programa,
cometerá un gran error. Si la lucha contra la inmigración pasa a ser su tema
estrella, avanzará y, posiblemente supere incluso en votos y diputados al PP. Sería
el “sorpasso” en la derecha, un peligroso precedente para el PP y para
su vocación centrista.
Lo sorprendente
de la encuesta de GESOP publicada en octubre de 2020 es que Vox, no solamente
recoge votos del PP y de Ciudadanos, sino que, además, un 1,1% de sus votos
procedería del PSC y un 0’8% de la galaxia Podemos. ¡Incluso un 0’3% vendría de
ERC y un 1,4% de la CUP! Lo que demuestra que la fidelidad a una sigla es cosa
del pasado y que los votos migran de una sigla a otra en función del día a día.
El problema
de Vox va a ser, luego, lo que digan sus diputados electos en el Parlament:
si no muestran combatividad suficiente, si no muestran lucidez y preparación política,
si no combinan la exacta proporción de temas “populistas” en su justa medida, y
si se filtran restos de franquismo o actitudes propias de la derecha liberal o
conservadora de toda la vida, olvidando que su objetivo debería ser convertirse en hegemónicos en
zonas del cinturón industrial de Barcelona, jamás lograrán ir más allá
del voto coyuntural de protesta.
Para Vox, el
éxito en Cataluña es fundamental. Veremos si los candidatos están a la
altura.
No hay que
hacerse ilusiones en ningún terreno: el voto va a solucionar poco. De hecho,
votar nunca soluciona nada y las elecciones no pasan de ser un convencionalismo
para hacer una fotografía de la opinión del electoral y elegir unos diputados
en función de las actitudes del momento. Pero, difícilmente encontraríamos un
episodio histórico en el que unas elecciones hayan resuelto los problemas de
una sociedad. Y estas elecciones no serán diferentes: los indepes, aunque con
el rabo entre las piernas, seguirán con sus obsesiones. El independentismo y el
nacionalismo no se curan jamás y siempre encuentran nuevas razones para el
victimismo.
Pero que
nadie se engañe: el “procés” es cosa del pasado, en realidad, era una idea del
siglo XIX surgida en la “primavera de las naciones”. Se reavivó con la
desintegración de los Imperios Centrales tras la Primera Guerra Mundial, cuando
Europa ya se encontraba en la época de los Estados-Nación consolidados y
solamente aparecían micronacionalismos en las periferias del continente (en los
países bálticos, en el magma balcánico y en un extremo de las islas británicas).
Eran fenómenos socio-políticos propios de las dos primeras revoluciones
industriales. Andamos por la cuarta y en el siglo XXI la época de los
Estados-Nación ha dejado paso a las grandes federaciones continentales. Los micronacionalismos como el
catalán, no tienen nada que ofrecer en esta época, salvo el orgullo de llamar “maquinari”
al hardware, “programari” al Software y “ratolí” al mouse… Si eso
les llena de orgullo y satisfacción se lo pueden comer con patatas fritas.
Con el victimismo se movilizan a nostálgicos y románticos, pero no a las
perciben que un Estado desarrollado en el siglo XXI tiende a construcciones más
amplias, no a la fragmentación micro nacionalista.
Sin embargo, no
es por romanticismo, por lo que el independentismo catalán no se ha hundido en
las encuestas: es porque los medios de comunicación catalanes y la sociedad
civil están subvencionadas a cambio de mostrar una fidelidad perruna hacia los
ideales nacionalistas. Mientras
no se exija neutralidad a los medios de comunicación catalanes, el fuego fatuo
independentista seguirá alumbrando como los restos de un cadáver en descomposición
en los cementerios.
Si se nos apura,
las tres exigencias que debería tener una candidatura para recibir mi
voto en estas próximas elecciones son:
- Exigencia de neutralidad política en los medios de comunicación dependientes de la gencat o subsidiados por ella.
- Exigencia de una enseñanza en lengua castellana para quienes lo deseen, ya sea dependiente de la Conselleria de Ensenyament o del Ministerio de Educación y Formación, con libertad de elección lingüística.
- Exigencia de un control de la inmigración en Cataluña, cese en la entrada de inmigrantes ilegales, aceleración de las repatriaciones a los países de origen, juicios rápidos, ingreso en prisión inmediata y expulsión al terminar la condena de delincuentes extranjeros detenidos y preferencia nacional en la distribución de subsidios y subvenciones por parte del Estado.
Si el
programa de Vox refleja todo esto, será casi obligado votarle, como se vota en
democracia: sin fe, ni respeto, sin esperar que colocar un papelito en una urna
sirva para nada más que para fijar la fotografía del estado de cabreo de la
opinión pública.