INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

lunes, 14 de diciembre de 2020

ELECCIONES CATALANAS 2021: sepelio del procés y recomposición del estatalismo

Nadie con un mínimo de seriedad -y los medios de comunicación nacionalistas hace mucho tiempo que la han perdido- pueden dudar de que el “procés” es algo que ya pertenece al pasado y que difícilmente ocupará algo más que una anécdota en la historia de Cataluña:. Sugerimos el título de “Cómo volver local a una población” como título de ese parágrafo tan poco glorioso -incluso tan ridículo- en la historia de la gencat. De hecho, el gran problema de los independentistas en estas elecciones es cómo le explican a su electorado los motivos del fracaso y la imposibilidad de la independencia. No lo harán, a pesar de que son conscientes de lo uno y de lo otro.

- La CUP, incluso, ya ha explicado en su proyecto de programa electoral que pedirán una “nova consulta” para el 2025… Portentosa falta de imaginación, empecinamiento propio de narcisistas que no se resignan a reconocer su error y falta de categoría política que sigue confundiendo “ilusiones” (propias de ilusos) con políticas reales.

- Luego está Puigdemont que ante con su Waterloo particular. Su nombre está íntimamente ligado al “procés” de tal manera que, renunciar a él, supondría quedarse sin suelo bajo los pies. La realidad es que, en Cataluña, cada vez se habla menos de Carles Puigdemont, es como un recuerdo remoto de otra época del que se cuenta que influye en JxCat, pero que quedará disminuido por ERC.

- El problema de ERC es cómo explica a sus votantes el fracaso estrepitoso del procés. No lo hará, simplemente. Insistirá en todo lo relativo a la libertad de sus presos, el retorno de los autoexiliados y el dejar atrás los procesos por responsabilidades golpeteras. Junqueras, el primero, toda la dirección de ERC sabe que, si en 2017 no se alcanzó la independencia, un nuevo proceso va a ser imposible. En realidad, ERC, más que “represión”, sufrió un leve tirón de orejas que ha sido suficiente para que su dirección tome nota.

A decir verdad, ya que hablamos de esta cuestión: los juicios por la asonada independentista se están saldando con penas casi simbólicas. Nadie parece querer hacer excesivamente sangre. Los magistrados consideraron que la locura ilusa de quienes impulsaron el proceso merece poco más de un cachete en el cogote. Y eso es lo que le han dado con las sentencias. ¿“Represión”? Poca, desde luego, para quienes alteraron la convivencia, generaron alarma social, trastocaron la utilidad de la institución autonómica de la Generalitat y la convirtieron en embrión de un nuevo Estado. Desviaron fondos, engañaron a las instituciones, mintieron, incluso estafaron porque algunos de ellos no querían más que beneficiarse de los negocios realizados a la sombra de un nuevo Estado, pero, en su conjunto, todos ellos eran pobres diablos, perdidos en sus desvaríos e intoxicados por su propia autopropaganda.

Ganará el nacionalismo de ERC y las otras dos formaciones perderán más o menos, pero perderán. Y ERC ganará, no gracias a su programa, sino a que para TV3, para el RAC y para Catalunya Radio todo sigue como antes del seudo-referéndum de 2017.

Mucho más interesante es la evolución entre los no nacionalistas. Fuera del grupito de la Colau y de las candidaturas de extrema izquierda que tienen su público sensible a las consignas de más ecologismo, más energías limpias, más feminismo, más inmigración y más okupas, todavía es pronto para decir si el PSC avanzará algo, se estancará o retrocederá: mucho más que la opinión de Iceta, lo que cuenta para la sigla es lo que haga o diga Pedro Sánchez. Y este dirá lo que le garantice seguir al frente del gobierno del Estado, por mucho que perjudique a todas las federaciones del PSOE. No hay que olvidar que los apoyos recabados por Sánchez para aprobar sus presupuestos, se han orientado hacia los indepes catalanes y vascos, verdadera bofetada a los socialistas periféricos y a todos aquellos que creen todavía en la tarea de su partido como factor de unificación del Estado.

Y luego están las tres siglas del centro derecha: PP, Cs y Vox. En primer lugar, podemos estar seguros de que Cs no revalidará ni por asomo el 1.109.732 voto, y ese 25,37% obtenido hace cuatro años. Desde entonces ha llovido mucho: Cs llegó entonces a su cénit, pero los errores de Rivera precipitaron su progresiva desintegración. Es cierto que ésta ha sido frenada en parte por Arrimadas, pero no lo suficiente como que la erosión no haya sido palpable. En 2017, Cs era el “voto más seguro” contra el independentismo. Ahora ya no lo es tanto: por un parte, quienes quieran una actitud combativa y decidida contra los indepes, votarán a Vox. Por otra, el PP, a pesar de que no se ha recuperado del batacazo de aquellas elecciones, tampoco ha retrocedido y, si bien es cierto, que algunos votos se irán para Vox, también es cierto que otros los recuperará de Cs e, incluso, del PSC (un 0’5 según las encuestas de GESOP).

Lo más interesante de estas elecciones va a ser los resultados de la candidatura de Vox: en principio, está claro que uno de sus temas será el anti-independentismo, pero hará falta ver el lugar que ocupará el otro tema estrella, la lucha contra la inmigración masiva y la inacción del gobierno del Estado, la pasividad consuetudinaria de la Unión Europea, y el llamamiento de la alcaldesa de Barcelona para recibir con los brazos abiertos a marroquíes y argelinos en la Ciudad Condal. Si Vox no convierte este argumento en central, a pesar de tener aquí y ahora, mucha más actualidad que el fracaso del “procés” o cualquier otro tema de su programa, cometerá un gran error. Si la lucha contra la inmigración pasa a ser su tema estrella, avanzará y, posiblemente supere incluso en votos y diputados al PP. Sería el “sorpasso” en la derecha, un peligroso precedente para el PP y para su vocación centrista.

Lo sorprendente de la encuesta de GESOP publicada en octubre de 2020 es que Vox, no solamente recoge votos del PP y de Ciudadanos, sino que, además, un 1,1% de sus votos procedería del PSC y un 0’8% de la galaxia Podemos. ¡Incluso un 0’3% vendría de ERC y un 1,4% de la CUP! Lo que demuestra que la fidelidad a una sigla es cosa del pasado y que los votos migran de una sigla a otra en función del día a día.

El problema de Vox va a ser, luego, lo que digan sus diputados electos en el Parlament: si no muestran combatividad suficiente, si no muestran lucidez y preparación política, si no combinan la exacta proporción de temas “populistas” en su justa medida, y si se filtran restos de franquismo o actitudes propias de la derecha liberal o conservadora de toda la vida, olvidando que su objetivo debería ser convertirse en hegemónicos en zonas del cinturón industrial de Barcelona, jamás lograrán ir más allá del voto coyuntural de protesta.

Para Vox, el éxito en Cataluña es fundamental. Veremos si los candidatos están a la altura.

No hay que hacerse ilusiones en ningún terreno: el voto va a solucionar poco. De hecho, votar nunca soluciona nada y las elecciones no pasan de ser un convencionalismo para hacer una fotografía de la opinión del electoral y elegir unos diputados en función de las actitudes del momento. Pero, difícilmente encontraríamos un episodio histórico en el que unas elecciones hayan resuelto los problemas de una sociedad. Y estas elecciones no serán diferentes: los indepes, aunque con el rabo entre las piernas, seguirán con sus obsesiones. El independentismo y el nacionalismo no se curan jamás y siempre encuentran nuevas razones para el victimismo.

Pero que nadie se engañe: el “procés” es cosa del pasado, en realidad, era una idea del siglo XIX surgida en la “primavera de las naciones”. Se reavivó con la desintegración de los Imperios Centrales tras la Primera Guerra Mundial, cuando Europa ya se encontraba en la época de los Estados-Nación consolidados y solamente aparecían micronacionalismos en las periferias del continente (en los países bálticos, en el magma balcánico y en un extremo de las islas británicas). Eran fenómenos socio-políticos propios de las dos primeras revoluciones industriales. Andamos por la cuarta y en el siglo XXI la época de los Estados-Nación ha dejado paso a las grandes federaciones continentales. Los micronacionalismos como el catalán, no tienen nada que ofrecer en esta época, salvo el orgullo de llamar “maquinari” al hardware, “programari” al Software y “ratolí” al mouse… Si eso les llena de orgullo y satisfacción se lo pueden comer con patatas fritas. Con el victimismo se movilizan a nostálgicos y románticos, pero no a las perciben que un Estado desarrollado en el siglo XXI tiende a construcciones más amplias, no a la fragmentación micro nacionalista.

Sin embargo, no es por romanticismo, por lo que el independentismo catalán no se ha hundido en las encuestas: es porque los medios de comunicación catalanes y la sociedad civil están subvencionadas a cambio de mostrar una fidelidad perruna hacia los ideales nacionalistas. Mientras no se exija neutralidad a los medios de comunicación catalanes, el fuego fatuo independentista seguirá alumbrando como los restos de un cadáver en descomposición en los cementerios.

Si se nos apura, las tres exigencias que debería tener una candidatura para recibir mi voto en estas próximas elecciones son:

- Exigencia de neutralidad política en los medios de comunicación dependientes de la gencat o subsidiados por ella.

- Exigencia de una enseñanza en lengua castellana para quienes lo deseen, ya sea dependiente de la Conselleria de Ensenyament o del Ministerio de Educación y Formación, con libertad de elección lingüística.

- Exigencia de un control de la inmigración en Cataluña, cese en la entrada de inmigrantes ilegales, aceleración de las repatriaciones a los países de origen, juicios rápidos, ingreso en prisión inmediata y expulsión al terminar la condena de delincuentes extranjeros detenidos y preferencia nacional en la distribución de subsidios y subvenciones por parte del Estado.

Si el programa de Vox refleja todo esto, será casi obligado votarle, como se vota en democracia: sin fe, ni respeto, sin esperar que colocar un papelito en una urna sirva para nada más que para fijar la fotografía del estado de cabreo de la opinión pública.