El gobierno Muller cayó sin
necesidad de muchas presiones, demostrando así el escaso apoyo que tenía
detrás, no sólo el gobierno sino la misma República. Hitler, estaba
ofreciendo lo imposible: la reconstrucción del poder y de la sociedad alemana,
la reorganización del Estado fuera de los principios democráticos que en diez
años habían aportado solamente miseria, inseguridad, intranquilidad y
enriquecimiento de corruptos.
Los discursos de Hitler en aquellos
años muestran a un político que dice al pueblo alemán lo que este había
barruntado durante diez años en silencio o en los pequeños círculos familiares
o sociales, pero que ningún político había sabido, podido o querido encarnar:
les dijo que era preciso apelar a los valores superiores de la persona (el
idealismo, la generosidad, el espíritu de sacrificio y de entrega), les dijo
que debían gobernar los mejores y que bajo Weimar solamente habían gobernado
los cobardes, los traidores y los incapaces. Llamó a reaccionar heroicamente
ante el momento y tener fe en la “comunidad del pueblo” y en su voluntad de
reconstrucción de la nación alemana.
Quienes escucharon sus discursos a
partir de las primeras semanas de 1930 creyeron advertir que ese era el hombre
que sabía lo que había que hacer. Por eso, cuando llegó al poder tres años después y sus propuestas
empezaron a dar resultados, aquel hombre que, en principio, antes de 1929 era
una curiosidad política, casi una anécdota, se convirtió en el Führer y en un
tiempo inverosímil consiguió realizar transformaciones en profundidad en el
Estado, en la sociedad y en todos los campos de actuación.
Hitler, en un período inconcreto,
pero, en cualquier caso, situado entre la segunda mitad de 1929 y principios de
1930, rectificó su concepción del partido. Hasta ese momento, había albergado
la creencia de que el NSDAP debería ser un “partido de cuadros”, una élite de
la nación, compuesto, como máximo, por 150.000 afiliados. Pero, a partir de ese momento,
supo, no solamente que el NSDAP podía transformarse en un “partido de masas”,
sino que además, debía realizar esa transformación lo antes posible. Supo que
vender una doctrina política era lo más parecido a vender una camisa: hacían
falta distintas tallas adaptadas a cada cliente, esto es, a cada grupo social.
Hasta ese momento, el partido era un
conjunto de afiliados distinguidos sólo por su pertenencia a la “milicia” (SA)
o a la organización sin uniforme (OP). Había que crear un máximo de
organizaciones sectoriales y círculos de afinidad que formasen una “estructura
vertical” de la organización, complemento de la “estructura horizontal”, la
constituida por la OP y las SA.
Así se hizo a partir de ese momento
apareciendo un número extraordinariamente diversificado de organizaciones más o
menos importantes que desde las Hitler
Jugend, hasta la Liga de Muchachas Alemanas (BDM o Bund Deutscher Mädel) organización de mujeres, el Servicio Nacional
del Trabajo (Reichsarbeitsdients), el
Cuerpo Técnico (NT o Technischen Nothilfe),
la Federación Nacional-socialista de Profesores (NSL o Nationalsozialistische Lehrerbund), la Federación de Funcionarios
del Reich (RDB o Reichsbund der Beamten),
la Federación de Juristas Alemanes (BNSJ o Bund
Nationalsozialistischer Juristen), la Organización Nacional-socialista del
Trabajo Manual, Negocio y Comercio (NS-HAGO o Nationalsozialistische Handwerks, Handels un Gewerbeorganisation),
los Maestros del Deporte, el Ejercicio y la Gimnasia (TSG o Turn-Sport-und-Gymnastyklehrer), la
Federación Nacional-socialista del Reich para la Educación Física (NSRL o Nationalsozialistischen Reichsbund für
Leibesübungen), la Federación del Reich de Jardineros (RBK o Reichsbund Kleingärtner), la Unión de
Mujeres Nacional-socialistas (NSF o Nationalsozialistisches
Frauenschaft), el Cuerpo Aéreo Nacional-socialista (NSFK o Nationalsozialistisches Fliegerkkorps),
la Obra Social Nacional-socialista (NSV o Nationalsozialistisches
Volkswohlfahrt) y un larguísimo etcétera de organizaciones sectoriales
menores, algunas de ellas de implantación regional o local que respondían
simplemente al impulso de quien estaba dispuesto a reunir en grupo de afinidad
y redes sociales a los simpatizantes en una actividad concreta que, en poco
tiempo, lograron encuadrar y atraer a decenas de miles, a millones de
simpatizantes.
El partido avanzaba especialmente en
la juventud de entre 18 y 30 años. Era quizás este sector social, especialmente
la juventud estudiantil, la que rechazaba de manera más masiva a la República
de Weimar. Las
primeras victorias electores las obtuvieron a lo largo del curso 1926-1927. Antes
de convertirse en un partido de masas, el NSDAP fue el partido de la juventud:
en algunas regiones como Hamburgo, dos terceras partes de los afiliados eran
menores de treinta años. En Halle este porcentaje llegaba incluso al 80% y,
desde luego, en ningún lugar era inferior al 40%. Baldur von Schirach fue jefe
de la Hitler Jugend a los veintiséis
años, Goebbels fue gauleiter con
ventiocho años, Himmler con veintiocho recibió el mando de las SS.
A partir de 1929 era evidente que
Hitler podía tener la tentación de limitarse a ofrecer salarios más altos,
impuestos más bajos, trabajo para los parados y créditos para la industria, con
el fin de congraciarse con los distintos sectores sociales afectados por la
crisis. Esa es la salida habitual que corresponde a los demagogos. Era, por lo
demás, lo que hacían todos los partidos políticos. Hitler no asumió esa
dirección (a pesar de que es habitual que incluso en libros de historia se le
califique como “demagogo”). Opinaba que era preciso, sobre todo, distanciarse
de los enemigos. No bastaba con decir lo mismo que otros, haciendo simplemente
más ruido. Era preciso variar el mensaje, tender a otra dirección:
“No prometo felicidad ni buena vida, sólo puedo decir una cosa: queremos
ser nacionalsocialistas; queremos reconocer que no poseemos el derecho de ser
nacionales y gritar
“Deutschland, Deutschland über alles”,
cuando millones de los nuestros nada poseen ara vestirse y han de ir a sellar
el paro”[1].
El gran hallazgo de Hitler fue darse
cuenta antes que nadie que el problema del pueblo alemán era sobre todo
psicológico y que jamás admitiría una propuesta de programa político
perfectamente razonada y elaborada por técnicos, sino que precisaba algo más
profundo y arraigado en cada persona. Y puesto que, a fin de cuentas, el problema
de la crisis tenía una dimensión psicológica, se trataba también de dar una
respuesta en el estrato psicológica de la persona, no en la racionalidad. La
economía para Hitler no era todo. Creía en valores superiores y era a ellos a
los que remitía en sus discursos. Claro que entendía la miseria y las
privaciones de la población (él mismo las había padecido durante su estancia en
Viena antes de la Primera Guerra Mundial), así que sabía muy bien lo que estaba
ocurriendo en la sociedad: simplemente les decía que en esos momentos
solamente podía pedirles más esfuerzos y sacrificios, confianza en un futuro
mejor y en el que toda la “comunidad del pueblo” lograría alcanzar un futuro
mejor. Pero, antes, había que romper barreras, ponerse en marcha, dotarse
de la voluntad inquebrantable de reformar las instituciones y con las ruinas de
la República construir un nuevo Reich que debería tener en cuenta las
responsabilidades pasadas y en el que las actuaciones de la clase política
serían juzgadas con severidad. Este mensaje era radicalmente diferente a
todo lo que los alemanes habían oído hasta ese momento y de lo que la mayor
parte de la sociedad se había separado ya. De ahí su éxito.
Hubo un frente en el que los esfuerzos
del NSDAP tuvieron menos resultados: el mundo sindical. No es que la clase obrera fuera
completamente impermeable y refractaria al nacional-socialismo, es entre ella,
los partidos marxistas habían arraigado extraordinariamente y en 1933 tenían
cinco millones de afiliados. Cuando a partir de 1928 empezó a haber cierta
actividad de la Organización de Células Nacional-socialista de las Empresas
(NSBO o Nationalsozialistische
Betriebszellenorganisaton), las formaciones marxistas reaccionaron con
extrema violencia.
A la consigna de Goebbel “Ni un
lugar de trabajo sin una célula nazi”, el Partido Comunista respondió: “¡Expulsad de las empresas a los fascistas!
¡Pegadles donde los encontréis!”. En esas circunstancias y con una
violencia extendida a toda la sociedad de manera creciente, era difícil poder
avanzar en el mundo sindical. De todas formas, Johannes Engel y otros
miembros del NSDAP que trabajaban en grandes fábricas en la zona de Berlín
empezaron a organizarse en 1927, tomando como modelo las células de empresa de
la organización sindical comunista. En 1928 esta red de células dio origen
a la NSBO que ya contaba en 1930, a pesar de las dificultades, con 300.000
afiliados. La mayoría habían ingresado a raíz de la campaña HIB, iniciales de “Hinein in die Betriebe!” (¡A entrar en
las fácbricas!). El sindicato alcanzó gran implantación en algunas zonas (en
Nordhorn concretamente en donde consiguieron derrotar a los comunistas a
principios de 1933).
Hitler, por lo demás, conocía muy
bien a la clase obrera. Durante su juventud fue un proletario, bohemio por su
vocación artística, pero vivió como un proletario en Viena. Sabía que las privaciones y las
necesidades de supervivencia, hacían muy difícil la extensión de un discurso
como el que planteaba entre los obreros. En alguna ocasión llegó a decir que
los obreros solamente querían “pan y circo”. Era, así mismo, consciente de que
las organizaciones marxistas habían hecho del proletariado su banco de pesca:
proletarios dirigidos por intelectuales desarraigados. El esfuerzo empleado en
penetrar en las fábricas como movimiento sindical era muy superior al que podía
permitirse en esos momentos el NSDAP. Por otra parte, a partir de 1929 el
número de parados dentro del partido fe aumentando. Solamente entre las SA de
Hamburgo compuestas por 4.500 hombres, 2.600 eran parados, el 60%. Se dieron
casos en que algunas unidades no pudieron asistir a desfiles por poder
costearse el uniforme. Uno de los frentes de actividad fueron las colas
del paro en las que las SA repartían la hoja Der Arbeitslose (el parado), mal toleradas por los comunistas
que las convirtieron en frecuentes teatros de violentísimos incidentes.
A principios de 1933, en Alemania,
especialmente en las zonas obreras donde intentaba implantarse el NSDAP existía
una verdadera guerra civil que se prolongaba desde marzo de 1929, se produjo un
choque en Dithmarsehen entre miembros de las SA y del Rotem Frontkämpferbund (Frente Rojo de Combate). Resultaron
asesinados dos miembros de las SA, Hermann Schmidt y Otto Streibel,
respectivamente campesino y carpintero, al tiempo que otras treinta resultaban
heridas de gravedad. Dithmarsehen era una pequeña localidad rural, poco a poco
los incidentes se fueron trasladando a las zonas urbanas más pobladas. El 1 de
mayo de 1929 se produjeron los primeros incidentes de inusitada violencia en
Berlín con un balance de diecinueve muertos y cuarenta heridos de extrema
gravedad. Josep Goebbels había decidido desafiar al KDP en la capital alemana,
en donde precisamente la desigualdad de fuerzas entre la extrema izquierda y el
NSDAP era mayor y donde aquellas se creían más invulnerables. El objetivo de
Goebbels era conseguir un principio de implantación en los distritos
proletarios del norte y sur de la ciudad. Y lo hicieron utilizando las mismas
técnicas del enemigo, incluida la de desmoralizar al enemigo mediante ataques
imprevistos y brutales. En ese contexto se produjo el asesinato de Horts Wessel.
Era frecuente que en el curso de cada mitin, Goebbels situara en la tribuna
presidencial a los heridos en los últimos enfrentamientos: era una forma de
demostrar que el desafía continuaba y que la virulencia de los ataques sería
contestada con otra violencia de intensidad superior.
El partido, a medida que iba
creciendo y enzarzándose en disputas con la extrema-izquierda se hizo objeto de
la represión. En
junio de 1930, el gobierno bávaro prohibió el uso de uniformes. El de Prusia le
siguió prohibiendo específicamente la camisa parda (a partir de ese momento,
las SA lucieron camisa blanca). A finales del mismo mes una ley estatal
prohibía a los funcionarios la pertenencia al NSDAP y al KPD. Cuando Hitler fue
nombrado canciller, desde principios del año 1930 se habían incoado 40.000
procesos penales contra miembros del NSDAP, cuyos militantes sumaban 14.000
años de cárcel y habían afrontado el pago de un millón y medio de marcos en
sanciones de todo tipo[2].
Mientras, la República se iba
deshaciendo como un azucarillo. La penúltima fase en la historia de la caída de
Weimar la marca la caída del canciller socialdemócrata Hermann Müller el 27 de
marzo de 1930 y el nombramiento de Heinrich Brüning (del Zentrum). La discusión
fatal para el gobierno socialdemócrata había girado en torno a si la aportación
patronal para el seguro de desempleo debía ascender o no del 3,5% al 4%. Hasta
ese momento gobernaba Alemania una coalición inestable entre el SPD y el DVP.
Previamente, la muerte del canciller Stresemann supuso la pérdida de la única
persona con energía y sentido común para encarrilar la situación. La crisis de
1929 hizo lo demás. El SPD se negó a dejar a Müller margen de maniobra para
negociar el problema de la aportación patronal al seguro de paro. Su caída era
inevitable. El presidente Hindemburg, durante ese tiempo y a la vista del
empantanamiento creciente del panorama político estuvo a punto de gobernar por
decreto, clausurando el parlamento, estudiando la formación de un gobierno
antiparlamentario y antinacionalista. Finalmente, el centrista Brüning fue
nombrado canciller el 30 de marzo. Sus primeros problemas aparecieron cuando
intentó reducir el gasto público y aumentar la presión fiscal del Estado por
decreto de urgencia. El parlamento rechazó la medida. Los socialistas
presentaron una moción para que se retirase el decreto que resultó apoyada por
el NSDAP y salió triunfante[3].
El problema era que la constitución
de Weimar, en su artículo 48 prescribía que si un decreto firmado por el
presidente era rechazado por el parlamento, el presidente tenía la potestad de
disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones en el plazo de sesenta
días… que fue exactamente lo que ocurrió. Las elecciones fueron fijadas para
el 14 de septiembre.