martes, 28 de octubre de 2025

EN LA RECTA FINAL DEL SANCHISMO: la nueva situación (4ª parte) - Un “don Tancredo Feijóo” superado y a la espera - Lo que puede ocurrir a partir de ahora

Lo más descorazonador de la política española en este momento es la flema y la pasividad de Alberto Núñez Feijóo… Justo en el momento en el que tenía que movilizar a sus diputados y a la calle para poner fin al período más negro en la historia reciente de España, Feijóo opta por esperar acontecimientos, ver como el sanchismo se va desgastando a golpe de informe de la UCO y a la espera de que empiecen a caer las primera sentencias por los primeros escándalos de corrupción (el primero será el del Fiscal General, el segundo el del “hermanísimo” e, incluso es posible que el ”caso Begoña” pase por un juzgado popular a lo largo de 2026).

Una moción de censura “instrumental”, pactada previamente con Junts no estaría de más. Especialmente, si en lugar de proponerse él como candidato, lo hiciera a través de un personaje que no suscitara desconfianzas en los nacionalistas catalanes (el nombre de Miquel Roca, es el que más se baraja en estos momentos). Su función sería descabalgar de una vez por todas al psicópata de la Moncloa y sustituirlo por un gobierno de gestión que durase el tiempo justo para convocar elecciones en el plazo más breve posible. Esta es la única posibilidad que tiene Junts de jugar un papel en la próxima legislatura.

Pero es problemático que PP o Junts acepten este planteamiento que implicaría ofrecer la posibilidad de que Abascal embistiera, preguntando en sede parlamentaria a Feijóo sobre su política de alianzas. Y, en lo que se refiere a Junts, el problema sería más grave porque en Cataluña quedaría a ojos del independentismo como el partido que, gracias a su voto, derrocó a Sánchez y entregó el poder a un gobierno de la derecha estatalista.

También es posible que Feijóo prefiera rehuir el riesgo del cara a cara con Sánchez y opte por dejar que los sucesivos informes de la UCO y las investigaciones periodísticas trabajen por él. Hoy, es prácticamente imposible que el PSOE pueda remontar las previsiones electorales que le son ampliamente desfavorables.

Máxime si la posibilidad de un fraude electoral mantiene abiertos los ojos de los observadores, a la vista de que proliferan las maniobras oscuras de Indra -a cargo del recuento- en varios países iberoamericanos. La norma de fotografiar las “actas electorales” y publicarlas on line, como se hizo en Venezuela, hace que el riesgo de fraude quede conjurado.  Si hay fraude, será en el voto por correo, por supuesto, pero a la vista de cómo están las cosas -y de cómo se irán poniendo- parece muy difícil que el sanchismo remonte e, incluso, que logre salvar los muebles.

Feijóo parece haber decidido optar por el “dontancredismo”: esperar sin moverse, el desgaste del adversario hasta su derrota y mientras seguir votando junto al PSOE en el parlamento europeo para dar muestras de “madurez” de cara al canciller Merz especialmente.

6. Lo que puede ocurrir a partir de ahora

Cuanto más prolongue esta larga agonía del sanchismo, más polarización del voto y más crispación aparecerán. El olor a derrota invade todos los departamentos ministeriales y todas las sedes del PSOE. Nadie se atreve a reconocer que, ya ni siquiera las previsiones del CIS, ni la caterva de tertulianos amamantados por las ubres del poder logran animar al electorado socialistas. En estas circunstancias, empiezan a actuar a la desesperada en ayuntamientos, diputaciones y ministerios.

Es significativo que haya aumentado en las últimas semanas la “publicidad institucional” del “Gobierno de España”… síntoma de que las comisiones generadas en estas postreras campañas están suponiendo un reparto apresurado de sobres, de la misma forma que las subvenciones absurdas e imposibles de seguir a las más inverosímiles campañas humanitarias y a ONGs “sin ánimo de lucro”, improvisadas y ridículas, suponen las últimas mordidas de un gobierno de nulidades, mangantes y ambiciosos sin escrúpulos a imagen y semejanza del capo de tutti i capi.

Mi impresión es que el capítulo de la corrupción socialista no se ha cerrado todavía. Falta un final kolossal a la altura del sanchismo. La posibilidad de pasar años a la sombra, hace que sea cuestión de tiempo el que alguno de los puteros y vividores del sanchismo, piense si no será mejor “colaborar” con la justicia, salvar lo salvable y liberarse de responsabilidades. Creo que todavía nos falta mucho que ver en este terreno y las intentonas de Marlaska de reconfigurar la UCO, indica perfectamente que aún queda mucho por salir. Acaso lo más importante.

Ya no se trata de “lo quede del PSOE en el postsanchismo”, sino de lo que “quede de España”. El país saldrá de este período luctuoso marcado para siempre, con un lastre de casi dos billones de deuda que se proyectará sobre las generaciones posteriores de españoles.

No tenemos la menor duda de que Feijóo evitará, por todos los medios, hundir al PSOE, renunciará a sacar toda la bazofia que hay debajo de las alfombras de los ministerios (si es que queda alguna que no se hayan llevado los socialistas). Lo normal en el día 1 de su gobierno sería que se auditaran todos los ministerios para saber exactamente la situación del país y la magnitud del agujero negro dejado por los socialistas. Como “lo normal” hubiera sido que Rajoy, cuando llegó al poder, hubiera realizado una investigación exhaustiva de lo ocurrido el 11-M… Ni ayer Rajoy, ni mañana Feijóo tienen la más mínima intención de hundir por completo al PSOE. Esa es la tristísima realidad.

No va a ser un período fácil. Estamos persuadidos de que Feijóo preferirá pactar con los restos del PSOE o bien formar un gobierno monocolor sin participación de Vox (y Vox demostraría poca sensatez si por tener prisa en “tocar poder”, accediera a jugar en un futuro gobierno presidido por Feijóo el mismo papel que está jugando Yolanda Díaz en el sanchismo).

Ahora bien ¿quién será el “líder socialista” que asuma la herencia envenenada del sanchismo? No hay ni una sola figura de alcance nacional que pueda sustituir a Sánchez, ni mucho menos posibilidades de reconstruir un proyecto socialdemócrata creíble. Una “gran coalición” puede ser solamente “grande”, si los dos partidos que la forman están más o menos igualados y muestran estabilidad interior. Y eso no ocurre: en el PP, la posibilidad de pactar con el PSOE “liberado de Sánchez”, es una posibilidad que rechaza de partida una parte sustancial de su electorado. Por su parte en el PSOE las cosas no van mucho mejor: un partido que siempre ha ido de “primera” o “segunda opción” para los electores, no puede quedar en tercer o cuarto puesto sin sufrir un trauma interior. Y esto es lo que puede ocurrir con el PSOE en varias comunidades, incluidas algunas provincias andaluzas. Por eso el PP se ha equivocado, o más bien ha sido María Guardiola adelantándose y convocando elecciones en Extremadura, cuando Andalucía o Valencia, con mucho más peso específico, eran las adecuada para generar adelantos con repercusiones en la política nacional.

Descartada la moción de censura, descartada la presentación de un “candidato instrumental” para la convocatoria de elecciones, con un Sánchez aferrado al poder y rezando para que se produzca un milagro que lo salve de pasar de la poltrona de La Moncloa al banquillo de los acusados, podemos decir que estamos en la “medianoche oscura de España”.

Los problemas, podridos por décadas de ignorarlos, no los va a resolver Feijóo en su mandato: ¿cómo podrían resolverse el tema de los, entre 200 y 400.000 okupas diseminados por toda España? ¿con una simple ley? ¿dónde van a ir a parar? No es un problema que se soluciones de un día para otro.

¿Y la inmigración masiva? ¿cómo se va a detener la islamización progresiva de algunas zonas del Estado? Si se ofrecen incentivos para la natalidad, está más que claro que la inmensa mayoría irán a parar a manos magrebíes y subsaharianas. Si se construyen viviendas sociales, como no quede claro que son para “españoles”, se ampliará la colonización extranjera de barrios enteros. Todo lo que no sea “remigración” no es la solución.

Si el Estado reduce ministerios, restringe gastos, sin planes de reconstrucción industrial, ni reducción de la presión fiscal, el número de parados puede dispararse en pocos meses. Si no se cortan de una vez por todas subsidios a los sindicatos (“el que quiera un sindicato, que se lo pague”), estos residuos de otros tiempos volverán a convocar “huelgas generales”, paros y manifestaciones, a pesar de que solo tengan a la “mafia de la cultura” detrás. Si no se reordena la educación y la sanidad (y para ello sería necesario que el Estado recuperara la totalidad de la gestión en esas áreas), estos dos servicios públicos van a ser cada día más y más inservibles.

No, la España que heredará Feijóo es un “regalo envenenado”, quien se haga cargo tiene por delante un largo período de angustia, especialmente, si no es capaz de actuar al margen de las directivas de la UE. Y Feijóo no es capaz, desde luego.

La hora de Vox no ha llegado todavía. Llegará -como está llegando la hora del Rassemblement National en Francia o de Acción por Alemania, del Partido por la Libertad holandés (como se verá el próximo 29 de octubre), la de Chega! en la nación hermana portuguesa, la del FPÖ austríaco, como ha llegado la hora de Orban o de la Meloni, y así sucesivamente.

Solo hay que tener un poco de paciencia. Estamos en puertas de un cambio radical en la política española. El hecho de que los resultados obtenidos en las elecciones generales de 2023 o en las pasadas elecciones catalanas de 2024, ya no sean los que se obtendrían hoy, sugieren que la “movilidad” del electorado es máxima y nunca antes vista en la España democrática, síntoma inequívoco de grandes cambios.

 El problema es hasta cuándo se prolongará esta fase terminal de un ciclo (el iniciado en 1978) y cuándo se entrará en el “nuevo curso”. Para ello hace falta que las viejas opciones pierdan toda credibilidad y que las nuevas se afirmen definitivamente.