El ministro de sanidad de la pandemia, el licenciado en filosofía,
antiguo secretario de organización del PSC, ha logrado mantenerse en el poder
como “presidente de la Generalidad” sin que su prestigio se haya menoscabado
particularmente. Ahora bien, tampoco ha logrado hacerse más popular. Ha
incorporado a su gobierno algunos temas del independentismo, ha ganado a
funcionarios de ERC y de Junts, siempre dispuestos a arrimarse al pilón del poder,
sea quien sea quien lo ocupe, pero, a decir verdad, el gobierno catalán es como
una barca que ha perdido el timón en alta mar. Navega según soplen los vientos.
Y vienen de todos los puntos cardinales.
En primer lugar, cabe recordar que Cataluña es la región más “orwelliana”
del Estado, en donde existe una “verdad oficial”, proclamada ayer por La
Vanguardia y hoy por TV3, que siempre ha insistido en que “en Cataluña no
pasa nada”. Todos los problemas aparecen en la otra orilla del Ebro. En
Cataluña, pues, todo es una balsa de aceite: el “oasis catalán”. En realidad,
es todo lo contrario.
La gran diferencia que hay entre antes y después de las elecciones de 2024, es que el proceso de degradación social que estaba abierto en Cataluña, y que los nacionalistas en el poder desde tiempo inmemorial habían conseguido ocultar, es percibido a pie de calle. Hoy zonas de Cataluña, zonas obreras, principalmente, completamente islamizadas. La delincuencia se ha disparado, en localidades de tamaño medio como Mataró hay 500 casas okupadas. Zonas, como la montaña catalana, de la que ha partido el fenómeno Orriols, que viven de la ganadería porcina, paradójicamente, tienen una presencia masiva de inmigración islámica. Mas de la mitad de residentes en Barcelona, no han nacido en España. La vivienda se ha encarecido hasta lo imposible, no hay natalidad “catalana” (en donde las dos partes tengan apellidos catalanes), la natalidad “española” (un solo apellido catalán y otro castellano) es mínima, pero la musulmana triplica estas cifras, entre magrebíes y, más aún, entre subsaharianos. Y esa masa, que ha optado por asentarse en Cataluña, supone una losa, un peso muerto para la economía de la región, que tiene, en grandísima medida, que mantenerla.
La obsesión lingüística y el mantenimiento de la política de “inmersión”
en la enseñanza podía hacerse mientras el grueso de los alumnos eran catalanes
o hijos de castellanoparlantes que la aceptaron sin grandes resistencias. En el
fondo castellanos y catalanes eran grupo “contiguos” sin muchas diferencias.
Pero el problema, ahora, es que, el número de alumnos magrebíes y subsaharianos
ha crecido en las aulas: estos dos grupos étnicos dan muy poca importancia a la
formación y suponen un lastre conflictivo en las aulas, mientras que los
procedentes de Hispanoamérica se desinteresan por la enseñanza en catalán que
rechazan abiertamente.
El resultado ha sido que Cataluña se haya convertido en el
farolillo rojo de la educación en Europa. Este tema, que no es nuevo, lleva
arrastrándose como mínimo desde finales del milenio anterior, pero ahora ha
alcanzado proporciones insoportables.
Illa, amparándose en estadísticas y datos que atribuye a
organismos estatales, sigue sosteniendo que “aquí no pasa nada”. Pero, el
problema para él, es que la calle piensa justo lo contrario, especialmente en
municipios que más habían apostado por la “integración de los inmigrantes”,
habitualmente gobernados por socialistas.
El parlamento de Cataluña está compuesto por 135 diputados… En
las últimas elecciones regionales Vox obtuvo 11 diputados. Hoy llegaría a 20-22
como mínimo, superando ampliamente al PP. Pero es que los 2 diputados de
Aliança Catalana, hoy, serían 20 y, mañana, probablemente superen esa cifra: en
total, más de 40 diputados antiinmigracionistas ¡un tercio del parlamento!
Y diputados, además, que se dirigen hacia dos sectores muy bien definidos: los hispanoparlantes
y los catalanoparlantes, ambos tocando los temas que preocupan extraordinariamente
en la calle y, para colmo, muy preocupados en ambos casos, por el derrumbe
moral y ético de la sociedad y de la política catalana.
Illa en la Plaza de San Jaime, como Sánchez en la Moncloa,
atrincherados, respondiendo mal a las críticas (el odio de Illa hacia Silvia
Orriols es irreprimible y, cada vez que ésta toma la palabra, las cámaras nos
muestran a un Illa crispado hasta las puertas del colapso), siguen la costumbre
de adoptar decisiones absurdas e incoherentes como forma de contentar a socios.
Ayer, Illa pactó con Comuns, la creación de una “unitat antidesnonaments” y
un “registre de gran tenidors”… la “unidad anti desahucios” de la gencat,
¡cuando el problema real no son los desahucios, sino las okupaciones
responsables en grandísima medida del alza del precio de los alquileres! Y, en
cuanto al registro de grandes propietarios tenderá a demostrar que no son
tantos como parecen y, a la postre, implicará el cese en seco de la inversión
inmobiliaria privada en Cataluña, mientras no se restablezcan garantías
jurídicas para los propietarios… A cambio de esto, Illa suelda un poco más
el pacto de gobierno con Comuns. Pero no es eso lo que esperaba la “Cataluña
real”, sino más bien un “unidad antiokupas” y un registro de “inquiokupas
profesionales”.
Illa, hombre poco imaginativo, sigue en esto las políticas del
sanchismo. Nada de impulsar la obra pública, nada de iniciar la construcción de
viviendas, ni siquiera para emplear a parados y resolver el problema de la
escasez de viviendas… mejor trasladar a lo “privado” un problema que tendría
que solucionar lo “público”: ¡que la escasez de viviendas la pague la
sociedad, no el Estado, ni la gencat! ¡que sean los particulares los que vean
peligrar su patrimonio en lugar de ser el Estado el que debería ayudarles a
salvaguardarlo! ¡que sean los particulares los afectados por las okupaciones y
no la gencat! Y, por favor, nada de recordar que en los años 50 y 60 se
construyeron cientos de miles de viviendas por iniciativa pública para absorber
el chabolismo. Mejor quitar las placas con el yugo y las flechas, no sea que
alguien vaya a recordar que Franco, además de fusilar a torturadores como
Grimau o fusilar a personajes nefastos como Companys, construía edificios sociales
a destajo, barrios enteros en Barcelona y en el cinturón industrial. Para Illa,
la peregrinación anual a la tumba de Companys se ha convertido en un rito tranquilizador
para ERC.
La situación en Cataluña se está degradando a tal velocidad que
los resultados electorales de hace año y medio ya no se corresponden con la
realidad. Solo que Illa no lo ha advertido aún. Veremos
si sale indemne de los informes de la UCO (algo que parece improbable si
tenemos en cuenta que fue el “ministro de la pandemia” y que con él se desató
la fiebre de las mascarillas el gran pelotazo de los corruptos). Cuanto más
tiempo pase, más degradada estará la situación, mas que maquillarán los
informes sobre delincuencia, más se insistirá en la “inmersión lingüística”,
más inmigración inintegrable llegará a Cataluña, menos inversión privada llegará
a Cataluña, más saturados estarán los servicios públicos (especialmente la
sanidad), más aumentará la opresión fiscal para mantener tranquila a la
inmigración subsidiada (y hoy Cataluña es la región del Estado con más presión
fiscal, más deuda y una burocracia más paquidérmica).
Pero, todo esto, generará el que la crisis del PSOE en el
postsanchismo, repercuta también en Cataluña en el PSC. El proyecto, iniciado
con ZP y seguido por Sánchez de reemplazar los votos perdidos entre los trabajadores,
por el voto de los “nuevos españoles”, es problemática y, en cualquier caso,
genera hostilidad tanto entre el voto “españolista” como en el votante “catalanista”.
Illa está cogido en la misma trampa que Sánchez, como si Cataluña
fuera la fotocopia reducida de España: sus aliados le exigen cada día
concesiones -la última, la “unidad anti desahucios” -quizás la medida más loca
en la materia aprobada por la gencat- para que Comuns se anote un éxito y la creación
de un bufonesco “cuerpo diplomático catalán”, promesas de ”financiación
singular” e incorporación de cuadros en “paro” procedentes de ERC a la gencat
para satisfacer a este sector político. Cesión, concesiones, medidas
cosméticas, aumento de la burocracia, de la deuda catalana (que no habrá
condonación que la soporte), una permanente locura que se inició en tiempos de
Maragall y que hoy, alcanza cotas máximas en medio de un giro del electorado
hacia posiciones anti-inmigracionistas.












