La versión oficial dice que el PSOE es un partido “resiliente” que
se recupera pronto de sus crisis. Pero esto tiene poco que ver con la realidad:
el PSOE es un partido como otro cualquiera, con una historia a sus espaldas
poco edificante y que, de no responder a las exigencias del electorado corre el
riesgo de entrar en estado gaseoso. Es cierto que el PSOE soportó bien la
crisis que entraño su “desmarxistización” y su conversión a la “socialdemocracia”.
Tras el ciclo felipista, el PSOE se encontró con una crisis de liderazgo.
Entonces apareció ZP, “bambi”, un tontorrón que supo encandilar al electorado
con un discurso “buenista” e ingenuo-felizote. Eran los tiempos en los que el
electorado de izquierdas creía en su “superioridad moral”. ZP asumió todos los
temas de los que mensualmente traía noticias El Correo de la UNESCO:
estudios de género, igualdad hombre mujer, discriminación positiva, wokismo,
pacifismo, mundialismo, corrección política, globalización, relativismo,
memoria histórica, aborto, etc, etc, etc. Su política, desde el principio,
no fue “socialdemócrata”, sino una extraña mezcla de temas del pasado con
obsesiones injertadas por los muñidores de la Agenda 2030. Y la cosa se
mantuvo con sus coñas de “Alianza de Civilizaciones” hasta la crisis económica
de 2007-2011. A partir de ese momento, el proyecto “socialdemócrata” entró en
banca rota y la propia Internacional Socialista (hoy presidida por Sánchez) perdió
influencia (e incluso algunas de sus secciones europeas) apareciendo sustitutos
regionales como “el Grupo de Puebla” del que forma parte el PSOE, Sumar y
Podemos.
Los vientos ya no soplaban a favor de la socialdemocracia, sino
muy en contra: lo normal hubiera sido sacrificar la sigla “PSOE”, cuando aún
había tiempo, a un proyecto de “unión de la izquierda”; pero la cuestión era
que faltaba liderazgo y sobre todo temática: ¿en base a qué puede unirse la
izquierda? ¿para contrarrestar a la derecha? ¿en base a qué proyecto? el
paquete wokismo-corrección-LGTBIQ+-welcomerefugies, etc, ¿puede encontrar eco
en el electorado?
Cada una de estas salidas se presenta como más problemática que la
anterior, así que finalmente, el PSOE cayó en manos de una camarilla de
desaprensivos, sin doctrina, sin proyecto, con dos únicos fines: lucrarse
con el ejercicio del poder y saquear al Estado y a la sociedad. Ese es el
pedrosanchismo. ¿La sigla PSOE? Vacía, amortizada y sin futuro. ¿la “unión de
la izquierda”? ¿para qué? Si a lo mejor, es con la derecha con la que conviene
alinearse según la vía alemana…
Y, a fin de cuentas, ¿qué importa todo esto si de lo que se trata
de “pillar de lleno” y procurar que se extienda el mayor tiempo posible el
permanecer con las llaves de la caja…? ¿Y luego? Siempre habrá un país en el
que recalar con unas cuantas maletas repletas de “chistorras”. A fin de
cuentas, factótum del socialismo italiano Bettino Craxi hizo lo mismo antes de
tomar las de Villadiego camino de Túnez. La camarilla sanchista, es de suponer,
que ya habrá elegido un destino dorado para eludir la justicia española.
Marruecos, con seguridad, no sea que tanto Venezuela, como Colombia, como
Chile, sigan el camino de Argentina, Bolivia o Perú y terminen dando un giro
copernicano.
El problema del PSOE en este momento es que el sanchismo ha
vaciado el partido. Ya no queda “militancia”, tan solo un grupo de individuos
sin oficio ni beneficio que solamente saben ganarse la vida a la sombra del
erario público. Y eso, solamente si las
elecciones les son favorables y logran conservar un mínimo de poder. El “proyecto
socialista” se ha difuminado por completo. Incluso los disidentes del sanchismo
-léase, “los que se quedaron fuera del reparto de poltronas”- solamente
alcanzan a proponer un retorno a la vieja y desgastada socialdemocracia.
Desde el zapaterismo, la base electoral del PSOE se ha ido
marginalizando y hoy no pasa de ser un cuerpo funcionarial dirigido por una banda
de salteadores de caminos, dentro de la cual ninguno se fía del de al lado. Y todo ello en medio de la mayor incompetencia en la gestión de sus
departamentos. Las Juventudes Socialistas, si siguen existiendo, es a título
póstumo. UGT, se ha desvinculado por completo del PSOE y, como todo el mundo
sindical, es una sombra de lo que fue en los años 30 y nunca más volvió a ser.
Con el zapaterismo cayó la socialdemocracia, pero la sigla “PSOE”
resistió. Con el sanchismo será el PSOE el que caiga para siempre. A partir de entonces sus últimos mohicanos estarán obligados a
pactar con otros grupos la formación de una “unión de las izquierdas” que tardará
en volver al poder si se mantiene enrocado en los principios mundialistas,
woke, en el Welcome refugies, en los derechos LGTBIQ+ y en la defensa de los
okupas, formado por una élite universitaria educada en todos estos “valores” y
que espera recibir el voto de los “nuevos españoles” a condición de proponer
más subsidios y subvenciones a todo.
Paradójicamente, la única tabla de salvación a la que podrán agarrarse
los restos del PSOE en el postsanchismo, es el PP y la idea, tan repetida por
sus líderes de que la democracia española es hija de los consensos de 1977-78
y, por tanto, al igual que la UE, es el resultado del acuerdo entre el
centro-derecha y la socialdemocracia para constituir un sistema estable. Feijóo
y la actual dirección del PP miran mucho más que en ninguna otra época
anterior, a “Europa” y harán lo que les recomienden los democristianos
alemanes: seguir siendo fieles al proyecto originario de la UE y evitar que
pase lo que ha ocurrido en Francia, a saber, que la desaparición del Partido
Socialista ha generado una inestabilidad congénita en el sistema.
Y no nos cabe la menor duda de que Feijóo hará caso de las recomendaciones
del canciller Merz, incluso a costa de decepcionar a parte de su electorado,
para “salvar el sistema político europeo”. Si Feijóo tiene que elegir entre ser
el primero en “romper el cordón sanitario” para aislar a la “ultraderecha” y
arriesgarse a perder a un 30% de su electorado como mínimo, para salvar el “sistema
de equilibrios europeo”, aislando a Vox y pactando con los restos del PSOE, no
albergamos la menor duda de que optará por esta última opción.
4. El test extremeño
María Guardiola es, de todos los “barones” del PP la que está
situada en posiciones más centristas. De hecho, en todos los rubros, propone lo
mismo que el PSOE, pero sin el puño y la rosa (por eso Vox no ha aprobado sus
presupuestos). Esto se comprobó justo después de las últimas elecciones
autonómicas cuando empezó ninguneando a Vox, incluso insultando al único
posible aliado para su investidura. No es ningún lince, precisamente, María
Guardiola, ni siquiera es una mujer bregada en política o que entienda cómo
funciona la política en España. No es una mujer “de partido”: es ella, nada más
que ella la que decide…
De ahí que haya cometido el error de convocar elecciones
anticipadas en el momento en el que su partido decidía qué iba a convocar un
gran fin de semana electoral adelantando elecciones en comunidades autónomas
hoy bajo su control.
Si estas elecciones eran muy peligrosas para el PP, porque, podían
demostrar que, efectivamente, el PSOE iba desgastándose hasta quedar en fuera
de juego, el riesgo era que el PP subiera solo unas décimas de punto y se
produjera una eclosión del voto hacia Vox. El PP
quedaría así en una difícil situación de cara a las generales y Feijóo cada vez
sentiría más en el cogote el aliento de Abascal.
Y entonces María Guardiola convoca elecciones anticipadas para el
21 de diciembre…
En 2023, Vox obtuvo un 8,13% de los votos y 5 diputados,
suficientes para operar el desempate entre PP y PSOE, ambos con 28 diputados, a
la vista de que Podemos-IU había obtenido 4. Pero ahora, si bien los escándalos
protagonizados por el “hermanísimo” de Sánchez y la camarilla de socialistas
locales ha hecho perder votos al PSOE, el PP apenas avanza, mientras que Vox,
en la encuesta más reciente (27.10.2025) estaría próxima a duplicar sus diputados,
mientras que la extrema izquierda, prácticamente desaparecería.
Así pues, es posible que, a María Guardiola, ese “ripio libre” del
PP, residuo de la época de Casado, le salga el tiro por la culata: seguirá
siendo presidenta de la comunidad, pero habrá confirmado las peores expectativas
de Feijóo: Vox crece más que el PP. Un mal augurio para este partido.
Mucho peor todavía para el PSOE que, no solamente puede perder un
mínimo de dos escaños, sino ver como su eventual aliado, Podemos-IU, lejos de
recuperar esos votos, se sume en una crisis aun mayor, pudiendo quedar sin
representación parlamentaria, anticipo del peor escenario para la izquierda.
Si este adelante electoral se hubiera realizado en otras regiones,
incluso en aquellas en donde Vox ha tenido problemas internos y ha debido
reconstruir sus filas, el resultado podría ser incluso más decepcionante para
el PP: es el ganador, sí, pero su avance es lento, sin entusiasmo, sin jóvenes,
sin trabajadores, sin ideas claras que transmitir al electorado.










