martes, 28 de octubre de 2025

EN LA RECTA FINAL DEL SANCHISMO: la nueva situación (3ª parte) – El deterioro imparable del PSOE - El test extremeño


La versión oficial dice que el PSOE es un partido “resiliente” que se recupera pronto de sus crisis. Pero esto tiene poco que ver con la realidad: el PSOE es un partido como otro cualquiera, con una historia a sus espaldas poco edificante y que, de no responder a las exigencias del electorado corre el riesgo de entrar en estado gaseoso. Es cierto que el PSOE soportó bien la crisis que entraño su “desmarxistización” y su conversión a la “socialdemocracia”. Tras el ciclo felipista, el PSOE se encontró con una crisis de liderazgo. Entonces apareció ZP, “bambi”, un tontorrón que supo encandilar al electorado con un discurso “buenista” e ingenuo-felizote. Eran los tiempos en los que el electorado de izquierdas creía en su “superioridad moral”. ZP asumió todos los temas de los que mensualmente traía noticias El Correo de la UNESCO: estudios de género, igualdad hombre mujer, discriminación positiva, wokismo, pacifismo, mundialismo, corrección política, globalización, relativismo, memoria histórica, aborto, etc, etc, etc. Su política, desde el principio, no fue “socialdemócrata”, sino una extraña mezcla de temas del pasado con obsesiones injertadas por los muñidores de la Agenda 2030. Y la cosa se mantuvo con sus coñas de “Alianza de Civilizaciones” hasta la crisis económica de 2007-2011. A partir de ese momento, el proyecto “socialdemócrata” entró en banca rota y la propia Internacional Socialista (hoy presidida por Sánchez) perdió influencia (e incluso algunas de sus secciones europeas) apareciendo sustitutos regionales como “el Grupo de Puebla” del que forma parte el PSOE, Sumar y Podemos.

Los vientos ya no soplaban a favor de la socialdemocracia, sino muy en contra: lo normal hubiera sido sacrificar la sigla “PSOE”, cuando aún había tiempo, a un proyecto de “unión de la izquierda”; pero la cuestión era que faltaba liderazgo y sobre todo temática: ¿en base a qué puede unirse la izquierda? ¿para contrarrestar a la derecha? ¿en base a qué proyecto? el paquete wokismo-corrección-LGTBIQ+-welcomerefugies, etc, ¿puede encontrar eco en el electorado?

Cada una de estas salidas se presenta como más problemática que la anterior, así que finalmente, el PSOE cayó en manos de una camarilla de desaprensivos, sin doctrina, sin proyecto, con dos únicos fines: lucrarse con el ejercicio del poder y saquear al Estado y a la sociedad. Ese es el pedrosanchismo. ¿La sigla PSOE? Vacía, amortizada y sin futuro. ¿la “unión de la izquierda”? ¿para qué? Si a lo mejor, es con la derecha con la que conviene alinearse según la vía alemana

Y, a fin de cuentas, ¿qué importa todo esto si de lo que se trata de “pillar de lleno” y procurar que se extienda el mayor tiempo posible el permanecer con las llaves de la caja…? ¿Y luego? Siempre habrá un país en el que recalar con unas cuantas maletas repletas de “chistorras”. A fin de cuentas, factótum del socialismo italiano Bettino Craxi hizo lo mismo antes de tomar las de Villadiego camino de Túnez. La camarilla sanchista, es de suponer, que ya habrá elegido un destino dorado para eludir la justicia española. Marruecos, con seguridad, no sea que tanto Venezuela, como Colombia, como Chile, sigan el camino de Argentina, Bolivia o Perú y terminen dando un giro copernicano.

El problema del PSOE en este momento es que el sanchismo ha vaciado el partido. Ya no queda “militancia”, tan solo un grupo de individuos sin oficio ni beneficio que solamente saben ganarse la vida a la sombra del erario público. Y eso, solamente si las elecciones les son favorables y logran conservar un mínimo de poder. El “proyecto socialista” se ha difuminado por completo. Incluso los disidentes del sanchismo -léase, “los que se quedaron fuera del reparto de poltronas”- solamente alcanzan a proponer un retorno a la vieja y desgastada socialdemocracia.

Desde el zapaterismo, la base electoral del PSOE se ha ido marginalizando y hoy no pasa de ser un cuerpo funcionarial dirigido por una banda de salteadores de caminos, dentro de la cual ninguno se fía del de al lado. Y todo ello en medio de la mayor incompetencia en la gestión de sus departamentos. Las Juventudes Socialistas, si siguen existiendo, es a título póstumo. UGT, se ha desvinculado por completo del PSOE y, como todo el mundo sindical, es una sombra de lo que fue en los años 30 y nunca más volvió a ser.

Con el zapaterismo cayó la socialdemocracia, pero la sigla “PSOE” resistió. Con el sanchismo será el PSOE el que caiga para siempre. A partir de entonces sus últimos mohicanos estarán obligados a pactar con otros grupos la formación de una “unión de las izquierdas” que tardará en volver al poder si se mantiene enrocado en los principios mundialistas, woke, en el Welcome refugies, en los derechos LGTBIQ+ y en la defensa de los okupas, formado por una élite universitaria educada en todos estos “valores” y que espera recibir el voto de los “nuevos españoles” a condición de proponer más subsidios y subvenciones a todo.

Paradójicamente, la única tabla de salvación a la que podrán agarrarse los restos del PSOE en el postsanchismo, es el PP y la idea, tan repetida por sus líderes de que la democracia española es hija de los consensos de 1977-78 y, por tanto, al igual que la UE, es el resultado del acuerdo entre el centro-derecha y la socialdemocracia para constituir un sistema estable. Feijóo y la actual dirección del PP miran mucho más que en ninguna otra época anterior, a “Europa” y harán lo que les recomienden los democristianos alemanes: seguir siendo fieles al proyecto originario de la UE y evitar que pase lo que ha ocurrido en Francia, a saber, que la desaparición del Partido Socialista ha generado una inestabilidad congénita en el sistema.

Y no nos cabe la menor duda de que Feijóo hará caso de las recomendaciones del canciller Merz, incluso a costa de decepcionar a parte de su electorado, para “salvar el sistema político europeo”. Si Feijóo tiene que elegir entre ser el primero en “romper el cordón sanitario” para aislar a la “ultraderecha” y arriesgarse a perder a un 30% de su electorado como mínimo, para salvar el “sistema de equilibrios europeo”, aislando a Vox y pactando con los restos del PSOE, no albergamos la menor duda de que optará por esta última opción.

4. El test extremeño

María Guardiola es, de todos los “barones” del PP la que está situada en posiciones más centristas. De hecho, en todos los rubros, propone lo mismo que el PSOE, pero sin el puño y la rosa (por eso Vox no ha aprobado sus presupuestos). Esto se comprobó justo después de las últimas elecciones autonómicas cuando empezó ninguneando a Vox, incluso insultando al único posible aliado para su investidura. No es ningún lince, precisamente, María Guardiola, ni siquiera es una mujer bregada en política o que entienda cómo funciona la política en España. No es una mujer “de partido”: es ella, nada más que ella la que decide

De ahí que haya cometido el error de convocar elecciones anticipadas en el momento en el que su partido decidía qué iba a convocar un gran fin de semana electoral adelantando elecciones en comunidades autónomas hoy bajo su control.

Si estas elecciones eran muy peligrosas para el PP, porque, podían demostrar que, efectivamente, el PSOE iba desgastándose hasta quedar en fuera de juego, el riesgo era que el PP subiera solo unas décimas de punto y se produjera una eclosión del voto hacia Vox. El PP quedaría así en una difícil situación de cara a las generales y Feijóo cada vez sentiría más en el cogote el aliento de Abascal.

Y entonces María Guardiola convoca elecciones anticipadas para el 21 de diciembre…

En 2023, Vox obtuvo un 8,13% de los votos y 5 diputados, suficientes para operar el desempate entre PP y PSOE, ambos con 28 diputados, a la vista de que Podemos-IU había obtenido 4. Pero ahora, si bien los escándalos protagonizados por el “hermanísimo” de Sánchez y la camarilla de socialistas locales ha hecho perder votos al PSOE, el PP apenas avanza, mientras que Vox, en la encuesta más reciente (27.10.2025) estaría próxima a duplicar sus diputados, mientras que la extrema izquierda, prácticamente desaparecería.

Así pues, es posible que, a María Guardiola, ese “ripio libre” del PP, residuo de la época de Casado, le salga el tiro por la culata: seguirá siendo presidenta de la comunidad, pero habrá confirmado las peores expectativas de Feijóo: Vox crece más que el PP. Un mal augurio para este partido.

Mucho peor todavía para el PSOE que, no solamente puede perder un mínimo de dos escaños, sino ver como su eventual aliado, Podemos-IU, lejos de recuperar esos votos, se sume en una crisis aun mayor, pudiendo quedar sin representación parlamentaria, anticipo del peor escenario para la izquierda.

Si este adelante electoral se hubiera realizado en otras regiones, incluso en aquellas en donde Vox ha tenido problemas internos y ha debido reconstruir sus filas, el resultado podría ser incluso más decepcionante para el PP: es el ganador, sí, pero su avance es lento, sin entusiasmo, sin jóvenes, sin trabajadores, sin ideas claras que transmitir al electorado.