Acabo de hacer un repaso a los medios de comunicación. La impresión que me he llevado -y de la que he dejado constancia en redes sociales- es que España se ha vuelto, literalmente, loca y que, tras esta locura colectiva de unos y de otros, parece como si nadie (o muy pocos) fueran capaces de ver la realidad y hacia dónde nos dirigimos. Hemos pasado del “me duele España”, al “España me mata… pero de risa”. Hay mucho dramatismo tras el sainete que estamos viviendo. En realidad, parece como si los presidentes que se han sucedido en los últimos 50 años compitieran entre sí para confirmar quién de ellos merece más el título de "peor presidente en la historia de España". Hasta conocer a Pedro Sánchez, parecía muy claro que el titulo le correspondía a Zapatero. Ahora la cuestión es si Sánchez retendrá el título o se lo arrebatará Feijóo. Los dados están lanzados...
Resumo los titulares que he seleccionado hoy mismo: “los okupas de un
instituto (y son 400 africanos) denuncian al Ayuntamiento de Badalona por vulnerar
sus derechos fundamentales”; otro, este ofrecido por Feijóo, que no es
manco: “Tengo la esperanza de que el PSOE evitará que pactemos con Vox”;
luego el inefable Tezanos ofreciendo sus “sondeos precocinados” dando una mayoría
de 17 puntos al PSOE; la chispa la pone una investigadora que se ha topado
inesperadamente con en la biblioteca de la Abadía de Montserrat con un poema
épico escrito en español datado en 1701, sobre Cristóbal Colón; sin salir de
Cataluña, otras dos noticias despipórrenes: “Las quejas contra el uso del
castellano en Cataluña han crecido un 600% en 8 años” y “Menos del 30%
de los jóvenes catalanes tienen el catalán como lengua habitual y de identificación”,
lo dice El Periódico que es como el Boletín Oficial de la gencat de
Salvador Illa; pero la última es la mejor de todas ¡pásmense!: para mañana
14 de octubre los sindicatos tienen convocada un huelga general en solidaridad
con Gaza y ya han pactado los “servicios mínimos”… Lo dicho, España ha entrado
en modo locura.
A esto, naturalmente, hay que añadir las intervenciones de Pedro Sánchez
en la SER, los movimientos de Ábalos y cía en juzgados, un grupo desconocido de
veganas que se carga una pintura histórica sobre el descubrimiento de América,
los vecinos de Hospitalet que ya no pueden más por la presión de la
delincuencia y la incapacidad de la gencat para controlar algo, el reconocimiento
por parte del PSC (en su foto) sobre la realidad de los datos aportados por VOX
sobre las relacionen entre delincuencia e inmigración, los datos sobre la educación
infantil en el País Vasco (“Hay chicas con pene”) que se une al escándalo
por el campamento de niños de Álava, el próximo cierre de la central nuclear de
Almaraz y la negociación de Sánchez con Illa para evitar el cierre de Ascó y
Vandellós, etc, etc, etc.
No creo que valga la pena comentar en detalle todas estas noticias.
Ni siquiera el hecho de que el “borrego de la legión” no haya desfilado como
tenía que desfilar y que algunas unidades que vimos el pasado 12 de octubre,
parecían haber relajado extraordinariamente la disciplina (que se muestra precisamente
en el acompasamiento al desfilar). Los gritos de “Sánchez hijo de puta”
no hacen mella en un cerebro como el suyo, indiferente a la opinión ajena y aturdido
por lo que se le viene encima. Mi opinión es que Sánchez ha empezado a darse
cuenta de que le espera un exilio dorado, seguramente en Marruecos (se lo ha
ganado bien) en cuanto la UCO descubra un par de cadáveres más en el armario.
Esta semana se entregará el informe sobre Ángel Víctor Torres que todas
las fuentes califican como “demoledor”. Sánchez sigue defendiendo la inocencia
de su mujer y de su hermano, cuando las pruebas acumuladas contra ellos, son
tantas que más le valdría pedir perdón. Si no lo hace e insiste en la inocencia
es solamente porque debió ser él en persona quien convenció a su Begoña de
sacar un sobresueldo con la coña de una increíble cátedra a través de la que podía
pasar desapercibido el tráfico de influencias y de colocar a su hermano en
Extremadura: “Tranquilos, no pasará nada; yo soy el presidente”. Olvidó
que Betino Craxi murió en el exilio y que Nicolás Sarkozy entrará en la cárcel durante
cinco años…
Lo más extraño:
¿cómo es que todavía no se ha producido un
estallido de cólera?
Con todo, lo extraño es que, todavía no se haya producido un estallido
de cólera incontrolable en España. Las “condiciones objetivas” favorables
para un motín son muchas:
- Extendido deseo de cambio.
- Nula credibilidad en las informaciones y los sondeos procedentes del gobierno.
- Presión fiscal insoportable, especialmente a través del IRPF y de la DGT.
- Ausencia absoluta de esperanzas en que el gobierno pueda enderezar la situación.
- Aumento asindótico de la delincuencia en los últimos 8 años.
- Continuos signos de mala gestión gubernamental.
- Desaparición efectiva del partido que apoya el gobierno, reducido a un grupo de funcionarios que ostentan cargos públicos nombrados a dedo, pero desaparecido a nivel popular.
- Incumplimiento absolutamente de todas las promesas electorales, especialmente en materia de vivienda.
- Toma de conciencia cada vez mayor de que delincuencia e inmigración son vasos comunicantes.
- Una corrupción imposible de ocultar en el entorno presidencial.
- Deterioro absoluto de todas las instituciones del Estado desde la monarquía hasta los gobiernos municipales.
- Despilfarro absoluto de fondos en lugar de contención en el gasto público.
- etc., etc., etc.
La lista es interminable. Hay dos razones por las que ese estallido
no se produce: una de ellas es ese “fatalismo” propio del Mediterráneo que induce
a la pasividad y a que la olla a presión sin espita, no termine nunca
estallando: fútbol, fútbol femenino, salsas rosas, streamings, productos
culturales narcotizantes, subsidios, promesas, leyes y más leyes, decretos-ley
acumulados sobre decretos-ley pronto olvidados, esperanza de un día que se
disipa al siguiente y se renueva con otra medida fake al tercer día: esa es
nuestra historia en los últimos siete años…
El otro es la esperanza en que estos próximos dos años pasen pronto,
acabados los cuales, se inicie una nueva era de “progreso, paz y prosperidad”. Nadie se quiere jugar unos palos propinados por antidisturbios azuzados
por Marlaska, perder el puesto de trabajo, o correr cualquier riesgo, si sabe que
el tiempo del sanchismo se está agotando. El problema es que, tras Sánchez,
Feijóo. Y aquí si que hay que realizar algunas advertencias.
La “era Feijóo” no se presenta muy lustrosa
En primer lugar, vale la pena recordar que Feijóo, ganó las
anteriores elecciones, pero las simetrías parlamentarias no le permitieron
formar gobierno. Ganará, por poco que se esfuerce, las próximas, pero no
obtendrá mayoría absoluta. Tendrá que pactar. Cuando ocupó la secretaría
general del PP, sus primeras declaraciones ya indicaron que su “primera
opción de pactos” era con el PSOE. Luego, a la vista de las críticas,
moderó su posición: “de un PSOE liberado del peso de Pedro Sánchez”…
Pero, ahora ha vuelto a repetir la propuesta: “Tengo la esperanza de que el
PSOE evitará que pactemos con Vox”. La declaración es de esta semana.
Feijóo se ha visto reforzado desde su “victoria pírrica” de 2023,
por el hecho de que el canciller alemán Merz, se impuso en las pasadas
elecciones alemanes con una campaña de crítica contra el SPD, para, al día
siguiente de las votaciones formar gobierno, precisamente, con ese mismo SPD. Feijóo
quiere algo parecido para España. Un pacto entre el PP victorioso y un PSOE
vencido y con riesgo de dejar en el paro a la mitad de sus “militantes”. Eso es
lo que Feijóo ha aprendido de Europa.
Pero es una enseñanza errónea. En Alemania el pacto entre la
CDU-CSU y el SPD ha propulsado a AfD como primer partido del país con un
formidable avance en las pasadas elecciones municipales de hace menos de un
mes. AfD ya es “dueño político” indiscutible de los länders del Este alemán.
Veremos lo que dura la coalición, porque lo cierto es que una parte importante
del propio partido de Merz, es de la opinión que hay que dejarse de prejuicios
y pactar, no con un partido decrépito, gastado y en disolución, sino con un
partido consolidado, que avanza de forma arrolladora y que, además, moviliza
militancia en las calles. La misma situación se está dando en Francia, donde
cada día que pasa el “cinturón sanitario” trazado en torno al RN/FN se está disolviendo
como un azucarillo. Feijóo al anunciar su voluntad de pactar con lo que
quede del PSOE, él mismo, se está amputando a su propia clientela.
¿Y el PSOE? ¿Qué será de él en el postsanchismo?
Y a todo esto ¿qué está pasando en el PSOE? Allí, como ya se
sabe, rige la ley del miedo desde tiempo inmemorial: ha pasado del “quien se
mueva no sale en la foto”, a aquello otro del “quien no aplauda hasta
sangrar a Sánchez, a la puta strassen que dicen los alemanes”. Así que
no esperéis nada bueno del “aparato” del partido: está hecho a imagen y semejanza
del sanchismo, una mezcla de pobres espabilados, choricetes, mangantes, barrigas
agradecidas, inútiles en puestos de responsabilidad, todos ellos ligados por la
“omertá” al “capo de tuti i capi”. Ahí ya no quedan ni militancia, ni más
ilusiones que las de que ocurra un milagro.
Sin embargo, en los últimos días se empiezan oir voces, no en el
interior del partido, sino de antiguos aparatchiks, desplazados por el
sanchismo: Elena Valenciano, Tomás Gómez, y unos pocos más, jaleados por los
medios de la derecha, especialmente. Fueron algo, pero ya no son nada.
Vale la pena recordar que la Valenciano fue una de las socialistas que más apoyaron
a Zapatero en su permisividad ante la inmigración. En cuanto a Tomás Gómez, su
cargo en la alcaldía de Parla hizo que su nombre rondara varios escándalos de corrupción
(entre ellos la Operación Púnica) y mala gestión municipal. No son, desde
luego, las personas más adecuadas para hacer “creíble” una rectificación de
pasados errores, sino más bien, una reiteración de los mismos.
Por otra parte, al ser preguntados estos “disidentes” sobre la
línea política que querrían imprimir a la sigla PSOE, la respuesta es completamente
decepcionante: “la socialdemocracia europea”… en un momento en el que esa
socialdemocracia, después de demostrar que, tras 100 años de proclamar que “defendían
a los trabajadores”, en el momento en el que estalló la crisis económica de
2008-2011, se pusieron del lado de la banca y todos sus esfuerzos consistieron
en endeudar a sus respectivos países con dinero público ¡para salvar a la banca o, en España, además, a la patronal de la construcción!
Desde entonces, la socialdemocracia europea se ha ido batiendo en
retirada, hasta desaparecer por competo en algunos países o estar al borde de
la inanición en otros: Reino Unido (con un Starmer bajo mínimos), Italia y
Francia, con partidos socialistas desaparecidos o poco menos, Alemania con un
SPD en sus horas más bajas. Y, finalmente, con una “Internacional Socialista” cuyo
poder y peso es un remoto recuerdo, completamente inservible y, acaso por ello,
dejada en manos del socialista más odiado y desprestigiado del continente: Pedro
Sánchez.
Si puede aplicarse la lógica en política es mucho más fácil prever
que los partidos socialdemócratas, incluido el PSOE, terminan disolviéndose en proyectos
de “unión de las izquierdas”, mucho más que entrando en la vía muerta de la
Internacional Socialista. Y en esto hay que
reconocer que Sánchez e, incluso Zapatero, lo tuvieron claro, apoyando, no a
los “partidos socialistas” iberoamericanos, sino al “Grupo de Puebla” que, promueve
esas “uniones de izquierdas”.
¿Dos bloques "estables" en la política española?
A medida que se prolongue la legislatura, lo más probable es que
el PSOE siga descendiendo en las encuestas reales (y aumentando de votos en las
imaginativas de Tezanos) con lo que es muy probable que quede por debajo de los
90 diputados. A lo que se unirá retrocesos en las municipales y autonómicas.
Los analistas y tertulianos pro-sanchistas y pro-Feijóo insisten
en que la política española está dividida en dos bloques: derecha e izquierdas;
interiormente pueden cambiar los votos entre formaciones de centro-derecha a la
extrema-derecha y de centro-izquierda a la extrema-izquierda, pero nada más. Error.
Las tendencias que se registran no son esas, sino que más bien están marcadas
por:
1) Pérdida creciente del voto obrero por parte de la izquierda: los trabajadores ya no creen en las promesas de la izquierda. Se han hecho conservadores y ultraconservadores los que viven en zonas con gran presencia inmigrante. El ejemplo más claro es el desplazamiento del voto del PSC en zonas obreras catalanas, hacia Vox.
2) Derechización del voto juvenil, una tendencia común en toda Europa. Cada vez hay menos jóvenes en partidos de izquierdas y más jóvenes en formaciones de derechas y de extrema-derecha.
3) Aumento, en unos 3.000.000 los votos de antiguos inmigrantes naturalizados como españoles y que la izquierda cuenta poder retener y cubrir así las bajas generadas por la deserción del voto obrero.
4) Aumento del número de damnificados por la delincuencia, las agresiones sexuales o, simplemente, las molestias de todo tipo generados por la inmigración: este número, lejos de descender irá en aumento. La delincuencia no distingue entre votantes de derechas y de izquierdas, pero los de izquierdas, una vez saqueados tienen tendencia a hacerse, no de derechas, sino de extrema-derecha, mientras que los de derecha tienden a exigir al PP medidas radicales (que Feijóo no está dispuesto a asumir) previo tránsito a la extrema-derecha.
5) Desmoralización en el seno de las izquierdas históricas al ver que el lugar antes ocupado por obreros, organizaciones sindicales y vecinales, es ocupado ahora por “movimientos sociales”: transexuales, feministas radicales, drags, okupas, etc, etc. Y que está tendencia está implícita tanto en el PSOE como en Sumar o en Podemos.
Las “nuevas fuerzas” políticas en España
En otras palabras: los “bloques” políticos han sido “cerrados”,
mientras no existía nada sólido ni asentado a la derecha o a la izquierda, pero,
a partir de 2011, tras la crisis económica, aparecieron tanto a la derecha del
PP como a la izquierda del PSOE fuerzas nuevas que han tenido un desarrollo
desigual:
1) Ciudadanos, nació, creció y murió en menos de una década. De pasa a ser el partido más votado en Cataluña (su existencia se justificaba por la corrupción de CiU y por la “fuga hacia adelante) del “procés”, pasó a la irrelevancia cuando no supo situarse en el mapa político español: quiso presentarse como de “centro-izquierda” pensando que Zapatero había dejado vacío ese espacio. Los errores se pagan y Cs pagó el suyo.
2) Podemos suscitó esperanzas, primero, en todos los que pensamos que era urgente y necesario renovar el mapa político español. La ilusión se disolvió pronto, cuando comprobamos que los “campamentos de los indignados” estaban repletos de marginales de izquierda y que, en el fondo, el propio partido no estaba formado más que por antiguos militantes de Izquierda Unida que se habían cansado de “estar en el banquillo” y reclamaban un “espacio vital”. Desde el momento en el que Podemos entró en el primer gobierno Sánchez y demostró en qué tenía la cabeza, el grupo empezó a desmoronarse. Hoy sigue dirigido por hombres deconstruidos y “chicas loquitas”.
3) Sumar formado por Yolanda Díaz, cuyo afán de supervivencia le indujo a contar con una parte de Podemos, Izquierda Unida, coalición formada por el PCE en los años del felipismo, En Comú, el partido de Ada Colau en Cataluña y con Compromís en Valencia, de cara a sustituir a Podemos en un futuro gobierno de coalición con Sánchez. El resultado de Sumar ha sido dramático. Hoy solo existe como “grupo parlamentario”, pero como coalición, hace tiempo que no existe. Es problemático que Sumar pueda presentarse a las próximas elecciones y si lo hace, no se ve quién podría liderarlo. Yolanda Díaz está quemada y chamuscada por su participación en el “gobierno de los chorizos”, ¿con qué cara puede presentarse a unas nuevas elecciones cuando ya no le queda ni un atisbo de dignidad?
4) Vox, es la única fuerza que ha logrado consolidarse e, incluso, crecer hasta dar el “sorpasso” en Cataluña al PP. Su trayectoria se ha desarrollado en dos fases: en una primera se constituyó como una especie de derecha dura, o si se prefiere como un “PP(auténtico)” o PPbis. No dio resultado: siempre que hay una clon, el electorado prefiere al original que a la copia. Esta era la línea defendida por Espinosa de los Monteros y consorte. Pero, en una segunda fase fue capaz de identificar el gran problema que tiene España planteado en estos momentos: la inmigración masiva, la pérdida de identidad y la delincuencia vinculada a estos fenómenos. Espinosa dejó el partido denunciando que “estaba en manos de falangistas” (alusión excesiva a Buxadé y a Ortega Smith). Pero es esa línea la que se ha impuesto y ha consolidado el partido convirtiéndolo en una alternativa creíble en la misma línea que RN/FN, AfD, el partido de Farage, etc, etc. Y, al igual que esas formaciones, parte de la fuerza y de la potencia de Vox procede de haber interpretado el sentir popular en los barrios hasta ahora dominados por la izquierda y cuyos habitantes -hasta hora votantes de opciones de izquierda- han visto como se iban deteriorando y la convivencia se les hacía cada vez más difícil.
Así pues, los bloques políticos en España no son “cerrados”, sino “abiertos”.
Y, si se nos apura, cada vez más abiertos.
¿Cuál es el riesgo de la situación actual?
No hay mal que cien años dure, ni político que mire más allá de
los cuatro años de una legislatura. El sanchismo está muerto y enterrado, con el
aliciente de que su entierro, presumiblemente, será también el de la sigla
PSOE. En realidad, si no hay “alternativa al pedrosanchismo” dentro del PSOE es
porque ese partido pertenece a otro tiempo: lo que los “disidentes” aspiran
es un simple relevo de rostros para recuperar la posibilidad de hacer realidad
pasadas ambiciones apisonadas por la psicopatía del actual “gran timonel” del partido.
La referencia de los “disidentes” a la “socialdemocracia”, hace sonreír.
Tendrán que pensar en algo mejor para vestir sus viejas ambiciones.
El problema es lo que vendrá después. Hasta hace siete años, se
creía que lo peor que le podía haber pasado a España era un Zapatero con su
discurso “buenista”, ser errático en materia de
política internacional con proyectos absurdos (la “Alianza de Civilizaciones”…),
endeudar a la nación cuando existía en caja un superávit de 20.000 millones de euros
al llegar al poder y un déficit de ¡medio billón de euros cuando lo abandonó!,
vender prácticamente todo el oro del Banco de España, decir amén a todos los
desmanes de la UE en materia económica, abrir de par en par las puertas a la
inmigración… Pero Zapatero ha sido superado ampliamente por Pedro Sánchez al
que le corresponde el título de “peor presidente en la historia de España”.
Pero, por bajo que pueda estar el listón, hará falta ver si Feijóo no logra rebajarlo
aún más. Lo sabremos al cabo de 24 horas de conocerse el resultado de las
próximas elecciones. De momento, va camino.
Por el momento, la única certidumbre es que, durante el mandato de Pedro Sánchez, este país ha sido gobernado por una banda de corruptos, locos de atar e impresentables y ¡aquí no pasa nada! Hemos entrado en “modo locura” y, como decía la canción “la vida sigue igual”.
