martes, 28 de enero de 2020

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA DE SIRIA (2 de 3)


> EEUU Y LA “ESTRATEGIA DEL CAOS”

Desde que se inició el mandato de Donald Trump, el primer presidente que no pertenecía al “stablishment” (al menos desde el presidente Eisenhower quien ya denunció en el acto de traspaso de poderes, la asfixiante presencia del “complejo militar-industrial”), este nuevo ciclo de la política norteamericana se ha convertido en una lucha dialéctica por desmantelar las políticas anteriores impuestas desde la primera “era Bush” y las dificultades para llevar a cabo tal desconexión. Las resistencias que ha encontrado Trump son muchas y en su núcleo esencial proceden del viejo “complejo militar-industrial”. Trump, en tanto que empresario, es consciente de algo que no puede asumir el “stablishment”: que es preciso renovar infraestructuras públicas en el país (EEUU se ha quedado atrasado en este terreno), que eso implica detener las intervenciones militares en el exterior (generan excesivo gasto y nunca terminan con victorias claras), que es preciso crear puestos de trabajo para los norteamericanos (y que esto pasa por adoptar medidas proteccionistas).

Pero todo esto no se puede realizar de un día para otro, especialmente porque nuevas políticas, insertadas en un país que arrastra dinámicas perniciosas desde la independencia y en donde el lobbysmo y la presencia de grupos de presión, suponen barricadas infranqueables y con las que la misma presidencia debe bregar. Para colmo, el “stablishment” ha optado por tratar de ganar en los tribunales (mediante el “empeachment”) lo que no ha ganado en las urnas.

Solamente teniendo en cuenta estos elementos, puede entenderse las oscilaciones de la política exterior norteamericana.

Trump ha reconocido que la intervención en Afganistán e Irak no ha servido absolutamente para nada bueno. Los EEUU han perdido en ambos conflictos más de 7.500 hombres y por el país deambulan 15.000 mutilados (físicos o mentales) que son el recordatorio visible de aquel desastre que solamente beneficio a contratistas del Pentágono y a caciques locales. Trump es perfectamente consciente, también, de que la intervención en Siria se ha saldado con el tercer fracaso… a pesar de haberse implicado infinitamente menos que en los dos conflictos anteriores. Y esta es la clave: “implicación”. Rusia se ha implicado en la defensa de su aliado. EEUU no. Por eso, Rusia ha vencido y los EEUU han salido derrotados.

Hace falta añadir algo sobre los motivos de esa falta de implicación: cuando el presidente Obama llegó al poder, cambió la estrategia de Bush adoptada en 2001: ya que era imposible estabilizar una presencia norteamericana en Afganistán e Irak, se trataba de impedir que estos países pudieran reconstruirse y caer en manos del adversario geopolítica. Por tanto, había que crear una situación que garantizara inestabilidad permanente. A fin de cuentas, la historia demostraba que, si Israel seguía incólume a pesar de estar rodeada por enemigos, se debía a que estos mantenían altos niveles de conflictividad en sus políticas interiores e incluso en sus relaciones internacionales. A esto se le ha llamado “estrategia del caos”: allí donde no puedas dominar e imponerte, siempre el caos para que nadie más lo haga.

Esto explica el por qué los EEUU, directamente o, en su momento a través de Turquía, han trabajado para crear movimientos islamistas que luego han escapado a su control y se han convertido en actores de una estrategia que no era la suya: la del “caos”.

Pero Trump es mucho más realista (e incluso “humano”): es un hombre de negocios y sabe que los negocios huyen de la inestabilidad. Sabe que invertir en generar y mantener el caos en Siria es demasiado costoso y que, la proximidad rusa y su alianza con Siria, harán que el gasto, por mucho que crezca, siga siendo improductivo. Sin olvidar que la “estrategia del caos”, por sí misma, ha debilitado a la OTAN en su flanco sur: Turquía.


> TURQUÍA O CÓMO PASAR DE UN BANDO A OTRO

Convertir Siria en un nuevo escenario de la “estrategia del caos”, ha supuesto reavivar el por fantasma turco: el terrorismo kurdo y el movimiento separatista dirigido por el PKK. Los turcos temen que se establezca un “corredor del terror” en la zona norte de Siria, controlada por las milicias kurdas que afecte a su propia integridad nacional.

El efecto de la “estrategia del caos” ha sido perjudicial para Turquía país que ha oscilado de ser en 2011 uno de los que más firmemente apoyaron a la oposición siria, entregando armas y medios, para desandar lo andado en los últimos 75 años con la OTAN y aproximarse inequívocamente a las posiciones rusas: a mediados de 2019, Turquía decidió comprar un sistema antimisiles de fabricación rusa, valorado en 2.000 millones de dólares. Dicho sistema será operativo en 2020. El acuerdo había sido torpedeado por todos los medios por los EEUU y desaconsejado por la OTAN y por las cancillerías occidentales. Los EEUU, incluso anularon la presencia turca en el programa del super-caza F-35, del que debían construirse más de 100 unidades en Turquía con un coste de 9.000 millones de dólares.

Trump se apresuró a tratar de confirmar el “vínculo estratégico” que unía a su país con Turquía, pero el mensaje no ha sido recogido en Ankara. Las conversaciones entre Putin y Erodgan se han saldado con arreglos que permiten a Turquía traspasar la frontera siria sin inquietar al gobierno de Damasco, para perseguir, golpear y conjurar a las milicias kurdas, siempre y cuando las tropas regresen a sus bases de partida tras la operación. Erdogan tiene suficiente con tener garantizada la integridad de sus fronteras y su seguridad interior. En cambio, la “estrategia del caos” garantizaba la creación de una franja en el norte del país en donde se asentaría un Estado Kurdo independiente, que constituiría el verdadero santuario para las operaciones independentistas en el interior del Kurdistán turco.

Hay también que tener presente, que solamente después de estos acuerdos, la flora rusa ha realizado maniobras y desembarcos espectaculares en Tartus. Ahí está una base naval rusa que da salida al Mediterráneo Oriental a su flota. La potencia de esa flota todavía está por debajo del de la VIª Flota de los EEUU que opera en las aguas mediterráneas, pero es, en cualquier caso, especialmente significativa para Turquía.

¿Por qué las maniobras de Tartus? Es simple: Siria, Rusia y Turquía han elaborado el proyecto de un gaseoducto que atraviese territorio sirio desde las bolsas de petróleo y gas del Este del país (consideradas como una de las reservas más importantes del mundo), hasta el mediterráneo, sin pasar por el Canal de Suez, ni por el Estrecho de Ormuz. Es la vía más directa y más corta para que el petróleo sirio llegue al Mediterráneo.

Ese gaseoducto desembocaría en el puerto de Tartús apenas a 160 kilómetros de Damasco. Con estas maniobras, Rusia intentaba, simplemente, contener la “estrategia del caos”, demostrar que tenía fuerza y recursos suficientes para hacerlo y defender su “espacio vital”, ofreciendo a Turquía que hiciera otro tanto.

Además, muchas cosas han cambiado en ese país en los últimos 20 años. Hasta 2010, Turquía insistió una y otra vez en llamar a la puerta de la Unión Europea. Pero Turquía no podía estar dentro del “espacio común europeo” porque eso significaba la marcha de 20 millones de turcos hacia Europa Occidental, acelerando una islamización que ya había causando suficiente alarma social. A los sucesivos portazos sufridos por Turquía, se ha unido la parálisis de la Unión Europea y su mala respuesta ante la crisis económica de 2008. Y así ha ocurrido que Turquía, cuya opinión pública pensaba en 1989 que la disolución del Pacto de Varsovia implicaría una remodelación y una disolución de la OTAN, pero que la permanencia en ella mientras durase, era necesario para avalar su ingreso en la UE (como le ocurrió a España en los 80).

Ahora Turquía permanece más distante de la UE y en la práctica ha estructurado una política exterior no centrada en el ingreso en la UE, y por tanto, su presencia en la OTAN constituye más un riesgo que una ventaja. Si a esto unimos, las consecuencias deletéreas de la “estrategia del caos” y la habilidad del presidente Putin para sentar a Erdogan en la mesa de negociaciones y ofrecerle propuestas sólidas, claras y concretas, a nadie le puede extrañar el cambio de actitud turca.


> NO ES UNA DERROTA TÁCTICA,
ES UN FRACASO ESTRATEGICO

En cuanto a EEUU, la renuncia a la “estrategia del caos” de Obama, indica la tendencia de este país a replegarse en sí mismo, que ya estaba anunciada e implícita en la campaña electoral de Donald Trump.

Ahora bien, la salida progresiva pero constante de EEUU de la zona de Oriente Medio, supone, no solamente una disminución de su paso militar en el mundo, sino también de su poder económico: habitualmente, potencia militar y poder económico caminan juntos, si uno disminuye, el otro merma igualmente. Y esta es la cuestión: que EEUU, tardíamente, ha reconocido que la “unilateralidad” que nació después de la Guerra Fría, ya no es viable y que el mundo va a entrar en una “multilateralidad” en la que los EEUU solamente pueden aspirar a ser uno de los actores importantes, pero no el único, ni siquiera el más importante (China se ha propuesta alcanzar la hegemonía económica mundial entre 5 y 10 años).

Por tanto, la importancia del conflicto sirio evidencia que los EEUU son, hoy, un “imperio cansado”. Ni están dispuestos, ni pueden, ni tienen posibilidades de seguir manteniendo bases en todo el mundo, ni siquiera tienen la “decisión” de seguir siendo el “único poder global”.  La cuestión es: ¿podemos olvidar que el dólar sería hoy una moneda que habría perdido el 80% de su valor de no estar avalada por los marines, los B-52 y el poder nuclear de los EEUU? Porque, a fin de cuentas, la crisis militar de los EEUU preludia y es, al mismo tiempo, un reflejo de su crisis económica.

PRIMERA PARTE : CONFLICTOS SUPERPUESTOS
SEGUNDA PARTE : VENCEDORES YPERDEDORES