> EEUU Y LA “ESTRATEGIA DEL CAOS”
Desde que se inició el mandato de
Donald Trump, el primer presidente que no pertenecía al “stablishment” (al
menos desde el presidente Eisenhower quien ya denunció en el acto de traspaso
de poderes, la asfixiante presencia del “complejo militar-industrial”), este
nuevo ciclo de la política norteamericana se ha convertido en una lucha
dialéctica por desmantelar las políticas anteriores impuestas desde la primera “era
Bush” y las dificultades para llevar a cabo tal desconexión. Las
resistencias que ha encontrado Trump son muchas y en su núcleo esencial
proceden del viejo “complejo militar-industrial”. Trump, en tanto que
empresario, es consciente de algo que no puede asumir el “stablishment”: que es
preciso renovar infraestructuras públicas en el país (EEUU se ha quedado
atrasado en este terreno), que eso implica detener las intervenciones
militares en el exterior (generan excesivo gasto y nunca terminan con
victorias claras), que es preciso crear puestos de trabajo para los
norteamericanos (y que esto pasa por adoptar medidas proteccionistas).
Pero todo esto no se puede realizar
de un día para otro, especialmente porque nuevas políticas, insertadas en un país
que arrastra dinámicas perniciosas desde la independencia y en donde el lobbysmo
y la presencia de grupos de presión, suponen barricadas infranqueables y
con las que la misma presidencia debe bregar. Para colmo, el “stablishment”
ha optado por tratar de ganar en los tribunales (mediante el “empeachment”)
lo que no ha ganado en las urnas.
Solamente teniendo en cuenta estos
elementos, puede entenderse las oscilaciones de la política exterior norteamericana.
Trump ha reconocido que la intervención
en Afganistán e Irak no ha servido absolutamente para nada bueno. Los EEUU
han perdido en ambos conflictos más de 7.500 hombres y por el país deambulan
15.000 mutilados (físicos o mentales) que son el recordatorio visible de aquel
desastre que solamente beneficio a contratistas del Pentágono y a caciques
locales. Trump es perfectamente consciente, también, de que la intervención en Siria
se ha saldado con el tercer fracaso… a pesar de haberse implicado
infinitamente menos que en los dos conflictos anteriores. Y esta es la
clave: “implicación”. Rusia se ha implicado en la defensa de su aliado. EEUU
no. Por eso, Rusia ha vencido y los EEUU han salido derrotados.
Hace falta añadir algo sobre los motivos
de esa falta de implicación: cuando el presidente Obama llegó al poder, cambió
la estrategia de Bush adoptada en 2001: ya que era imposible estabilizar una
presencia norteamericana en Afganistán e Irak, se trataba de impedir que estos
países pudieran reconstruirse y caer en manos del adversario geopolítica.
Por tanto, había que crear una situación que garantizara inestabilidad
permanente. A fin de cuentas, la historia demostraba que, si Israel seguía
incólume a pesar de estar rodeada por enemigos, se debía a que estos mantenían altos
niveles de conflictividad en sus políticas interiores e incluso en sus
relaciones internacionales. A esto se le ha llamado “estrategia del caos”:
allí donde no puedas dominar e imponerte, siempre el caos para que nadie más lo
haga.
Esto explica el por qué los EEUU,
directamente o, en su momento a través de Turquía, han trabajado para crear movimientos
islamistas que luego han escapado a su control y se han convertido en actores
de una estrategia que no era la suya: la del “caos”.
Pero Trump es mucho más realista (e
incluso “humano”): es un hombre de negocios y sabe que los negocios huyen de la
inestabilidad. Sabe que invertir en generar y mantener el caos en Siria es
demasiado costoso y que, la proximidad rusa y su alianza con Siria, harán que
el gasto, por mucho que crezca, siga siendo improductivo. Sin olvidar que la “estrategia
del caos”, por sí misma, ha debilitado a la OTAN en su flanco sur: Turquía.
Convertir Siria en un nuevo
escenario de la “estrategia del caos”, ha supuesto reavivar el por fantasma turco:
el terrorismo kurdo y el movimiento separatista dirigido por el PKK. Los
turcos temen que se establezca un “corredor del terror” en la zona norte de
Siria, controlada por las milicias kurdas que afecte a su propia integridad
nacional.
El efecto de la “estrategia del
caos” ha sido perjudicial para Turquía país que ha oscilado de ser en 2011
uno de los que más firmemente apoyaron a la oposición siria, entregando armas y
medios, para desandar lo andado en los últimos 75 años con la OTAN y
aproximarse inequívocamente a las posiciones rusas: a mediados de 2019,
Turquía decidió comprar un sistema antimisiles de fabricación rusa, valorado en
2.000 millones de dólares. Dicho sistema será operativo en 2020. El acuerdo
había sido torpedeado por todos los medios por los EEUU y desaconsejado por la
OTAN y por las cancillerías occidentales. Los EEUU, incluso anularon la
presencia turca en el programa del super-caza F-35, del que debían construirse
más de 100 unidades en Turquía con un coste de 9.000 millones de dólares.
Trump se apresuró a tratar de
confirmar el “vínculo estratégico” que unía a su país con Turquía, pero el
mensaje no ha sido recogido en Ankara. Las conversaciones entre Putin y
Erodgan se han saldado con arreglos que permiten a Turquía traspasar la
frontera siria sin inquietar al gobierno de Damasco, para perseguir, golpear y
conjurar a las milicias kurdas, siempre y cuando las tropas regresen a sus
bases de partida tras la operación. Erdogan tiene suficiente con tener
garantizada la integridad de sus fronteras y su seguridad interior. En
cambio, la “estrategia del caos” garantizaba la creación de una franja en el
norte del país en donde se asentaría un Estado Kurdo independiente, que
constituiría el verdadero santuario para las operaciones independentistas en el
interior del Kurdistán turco.
Hay también que tener presente, que
solamente después de estos acuerdos, la flora rusa ha realizado maniobras y desembarcos
espectaculares en Tartus. Ahí está una base naval rusa que da salida al
Mediterráneo Oriental a su flota. La potencia de esa flota todavía está por
debajo del de la VIª Flota de los EEUU que opera en las aguas mediterráneas, pero
es, en cualquier caso, especialmente significativa para Turquía.
¿Por qué las maniobras de Tartus?
Es simple: Siria, Rusia y Turquía han elaborado el proyecto de un gaseoducto
que atraviese territorio sirio desde las bolsas de petróleo y gas del Este del
país (consideradas como una de las reservas más importantes del mundo), hasta
el mediterráneo, sin pasar por el Canal de Suez, ni por el Estrecho de Ormuz.
Es la vía más directa y más corta para que el petróleo sirio llegue al
Mediterráneo.
Ese gaseoducto desembocaría en el
puerto de Tartús apenas a 160 kilómetros de Damasco. Con estas maniobras,
Rusia intentaba, simplemente, contener la “estrategia del caos”, demostrar que
tenía fuerza y recursos suficientes para hacerlo y defender su “espacio vital”,
ofreciendo a Turquía que hiciera otro tanto.
Además, muchas cosas han cambiado
en ese país en los últimos 20 años. Hasta 2010, Turquía insistió una y otra vez
en llamar a la puerta de la Unión Europea. Pero Turquía no podía estar dentro
del “espacio común europeo” porque eso significaba la marcha de 20 millones de
turcos hacia Europa Occidental, acelerando una islamización que ya había
causando suficiente alarma social. A los sucesivos portazos sufridos por
Turquía, se ha unido la parálisis de la Unión Europea y su mala respuesta ante
la crisis económica de 2008. Y así ha ocurrido que Turquía, cuya opinión
pública pensaba en 1989 que la disolución del Pacto de Varsovia implicaría una
remodelación y una disolución de la OTAN, pero que la permanencia en ella mientras
durase, era necesario para avalar su ingreso en la UE (como le ocurrió a España
en los 80).
Ahora Turquía permanece más
distante de la UE y en la práctica ha estructurado una política exterior no
centrada en el ingreso en la UE, y por tanto, su presencia en la OTAN constituye
más un riesgo que una ventaja. Si a esto unimos, las consecuencias
deletéreas de la “estrategia del caos” y la habilidad del presidente Putin para
sentar a Erdogan en la mesa de negociaciones y ofrecerle propuestas sólidas,
claras y concretas, a nadie le puede extrañar el cambio de actitud turca.
> NO ES UNA DERROTA TÁCTICA,
ES UN FRACASO ESTRATEGICO
En cuanto a EEUU, la renuncia a la “estrategia
del caos” de Obama, indica la tendencia de este país a replegarse en sí
mismo, que ya estaba anunciada e implícita en la campaña electoral de Donald
Trump.
Ahora bien, la salida progresiva
pero constante de EEUU de la zona de Oriente Medio, supone, no solamente una disminución
de su paso militar en el mundo, sino también de su poder económico:
habitualmente, potencia militar y poder económico caminan juntos, si uno
disminuye, el otro merma igualmente. Y esta es la cuestión: que EEUU,
tardíamente, ha reconocido que la “unilateralidad” que nació después de la
Guerra Fría, ya no es viable y que el mundo va a entrar en una “multilateralidad”
en la que los EEUU solamente pueden aspirar a ser uno de los actores importantes,
pero no el único, ni siquiera el más importante (China se ha propuesta alcanzar
la hegemonía económica mundial entre 5 y 10 años).
Por tanto, la importancia del
conflicto sirio evidencia que los EEUU son, hoy, un “imperio cansado”. Ni
están dispuestos, ni pueden, ni tienen posibilidades de seguir manteniendo
bases en todo el mundo, ni siquiera tienen la “decisión” de seguir siendo el “único
poder global”. La cuestión es: ¿podemos
olvidar que el dólar sería hoy una moneda que habría perdido el 80% de su valor
de no estar avalada por los marines, los B-52 y el poder nuclear de los EEUU? Porque,
a fin de cuentas, la crisis militar de los EEUU preludia y es, al mismo tiempo,
un reflejo de su crisis económica.
PRIMERA PARTE : CONFLICTOS SUPERPUESTOS
SEGUNDA PARTE : VENCEDORES YPERDEDORES
PRIMERA PARTE : CONFLICTOS SUPERPUESTOS
SEGUNDA PARTE : VENCEDORES YPERDEDORES