Rescato este artículo que había escrito hace 15 años y que se publicó en varias revistas impresas. Alude a cinco películas que tienen como trasfondo la masonería, algunas implícitamente ("Fuerzas Ocultas", rodada durante la ocupación alemana de Francia y que puede verse en youTube) y otras como simples guiños (La Liga de los Hombres Extraordinarios") o como aberraciones imaginativas ("La Búsqueda") e, incluso, como clásicos de Kipling ("El hombre que pudo reinar"). En los últimos diez años el género ha proliferado y nos confirma en la idea de que la escuadra y el compás mantienen su "fotogenia"..
Como mínimo ocho
presidentes de los EEUU en el siglo XX, han sido masones: William McKinley,
Theodore Roosevelt, William Taft, Warren Harding, Franklin Delano Roosevelt,
Harry Truman, Lyndon Johnson o Gerald Ford. El mismo presidente Clinton
perteneció a una asociación de hijos de masones. EEUU es el único país
del mundo en el que la masonería tiene un poder absorbente y está presente en
algunas de las instituciones más importantes del país, en especial en el
Pentágono. Pero también en Hollywood, tradicionalmente, siempre ha existido un
buen número de actores y directores que pertenezcan a la orden. Así pueden
entenderse los guiños de algunas películas producidas en Hollywood y los
argumentos de otras. La masonería está presente en Hollywood.
¿Qué tienen en
común Clark Gable, Glenn Ford, John Wayne, Peter Sellers, Oliver Hardy, Harold
Lloyd, Harpo Marx, Mario Moreno “Cantinflas” o Telly Savalas? Todos son
actores, en efecto, pero hay algo más: todos ellos, un buen día de su vida,
desfilaron con la pernera izquierda del pantalón arremangado y el hombro
izquierdo descubierto, con los ojos vendados, ante logias masónicas
regularmente constituidas. En efecto, todos ellos fueron iniciados en la
masonería. Y son sólo unos nombres extraídos al azar. Hubo y hay muchos más.
Para sus
miembros, la masonería es un grupo que busca el perfeccionamiento del ser
humano. Para sus detractores, una oscura sociedad que protagoniza desde
conspiraciones hasta tráfico de influencias. Como siempre, la verdad ni es
completamente blanca ni negra, sino que está hecha de matices grises y
claroscuros. No es pues éste el momento de realizar un balance crítico de la
masonería, sino solamente recordar en las páginas de cine de IdentidaD,
unas cuentas películas que han tocado algunos aspectos de la sociedad.
“Fuerzas ocultas”: la iniciación masónica filmada
En 1943, Francia estaba ocupada, en buena medida por las tropas del III Reich. Muchos franceses habían decidido colaborar con el ocupante o bien con el Mariscal Petain en la zona donde se mantuvo una administración francesa. En los 10 años anteriores, desde que estalló a finales de 1933, el “escándalo Stavisky” (una estafa piramidal protagonizado por un ciudadano de origen judío en el que se vieron envueltos varios miembros de la masonería francesa), la derecha francesa había adoptado una fuerte actitud antimasónica. Henry Marqués-Riviére, realizó un guión para Nova Films que sería protagonizado por Maurice Remy y dirigido por Paul Riche; su título era significativo: Fuerzas Ocultas.
Las primeras
escenas de la película fueron rodadas dentro de
Algo teatral en
su ejecución, la película muestra lo que ocurre en el interior de las logias
cuando se cierran las puertas. La liturgia masónica, fielmente reproducida,
suscitó en la época adhesiones incondicionales y odios profundos. La moraleja
de la película es que no hay que entrar en lo que no se conoce. El diputado
iniciado, poco después de jurar lealtad a la logia, es requerido para apoyar un
tráfico de influencias, algo a lo que no está dispuesto en absoluto.
“El hombre que
pudo reinar”: el mejor Kipling
En los
siguientes 30 años, la masonería apenas apareció en el cine. A pesar de todo,
esa época, de 1945 a
1975, es el período dorado en el que más actores miembros de la masonería
aparecen en superproducciones. Pero no será hasta ese año, 1975, cuando se unen
tres elementos: una interpretación excepcional, un guión original de
envergadura y una ejecución esmerada. Con estos tres elementos, no es raro que El
hombre que pudo reinar constituyera un éxito cinematográfico y aún hoy
no haya perdido nada de su frescura.
La película está
basada en la obra de mismo nombre escrita por Rudyard Kipling, él mismo
francmasón. Interpretada por el dúo Michael Caine – Sean Connery, ambos en el
cenit de su fama, y con Christopher Plummer en el papel de Kipling, consiguen
uno de las mejores interpretaciones de la historia del cine. La película es
relativamente fiel a la novela de Kypling y se desarrolla en el actual
Afganistán, demostrándonos que aquel país no ha cambiado nada en 125 años.
Caine y Connery,
sargentos mayores del ejército británico destacado en la India , son masones y, de
paso, aventureros, vividores y estafadores. Pero tienen un extraño sentido
masónico de la lealtad y traban amistad con el también masón Kipling ante el
cual firman su proyecto de convertirse en reyes del Kafiristán. El llevar
colgada del cuello la escuadra y el compás, les facilitará la tarea pues, no en
vano, es el símbolo que dejó Alejandro Magno en la fabulosa ciudad de Iskandar
fundada por él.
En la película aparecen por primera vez en el cine algunos símbolos y frases de reconocimiento utilizados por la masonería. John Huston, dueño del lenguaje cinematográfico, fue el artífice de esta gran película.
En la película aparecen por primera vez en el cine algunos símbolos y frases de reconocimiento utilizados por la masonería. John Huston, dueño del lenguaje cinematográfico, fue el artífice de esta gran película.
Sherlock Holmes
versus el Jack el Destripador
El éxito de la
película de Huston todavía no se había disipado cuando Bob Clark, director
sobrio y buen artesano, lanzó un imaginativo producto que aunaba el interés por
la personalidad de Sherlock Holmes –que siempre ha ocupado por derecho propio
un lugar particular en la historia del cine- y el morbo por los asesinatos de
Sherlock Holmes. Hacía poco que Billy Wilder había lanzado su extraordinaria Vida
privada de Sherlock Holmes y faltaban todavía unos años para que el
tema de Jack el Destripador se convirtiera en remake habitual en los años 80 y 90 con media docena de títulos,
todos ellos de singular interés (desde Jack el destripador con
Michael Caine, Armand Asante y Jane Seymour, hasta Desde el infierno
con Jhonny Deep). Pero nadie había intentado una síntesis entre el personaje literario
creado por Conan Doyle (francmasón, dicho sea de paso) y el mito del crimen,
Jack el Destripador. Bob Clark se atrevió.
Imaginemos qué
ocurriría si la investigación sobre los crímenes de Whitechapel en el misérrimo
East End londinense de finales del XIX, hubiera sido encargada a Sherlock
Holmes. Indudablemente, el pintoresco detective habría llegado hasta el final y
desenmarañado la trama urdida en torno a los truculentos crímenes.
A poco de
irrumpir en la investigación, Holmes –interpretado por Christopher Plummer-
percibe que una sociedad secreta está implicada en los crímenes. Para él, las
crueles incisiones realizadas por el asesino reproducen las que Hiram Abi, el
arquitecto del Templo de Salomón, recibió de los “tres hermanos”: Jubelas, Jubelos
y Jubelum, los “tres jewes” que, en la época, se confundió con “tres judíos”.
Holmes realiza
ante las cámaras los gestos rituales, los saludos y signos de reconocimiento
con los responsables de la investigación. De hecho, es rigurosamente cierto que
Scotland Yard, la policía británica, históricamente siempre ha tenido un número
inusualmente alto de francmasones y si un funcionario quiere prosperar dentro
de la institución siempre se le recomendará ingresar en logia.
Finalmente, la
propia masonería resuelve el problema de uno de sus miembros, enloquecido –que
resultará ser Jack el Destripador- realizándole una precisa lobotomía.
“La Búsqueda”:
el apogeo de lo secreto
En 2004 una
película sabrá interpretar el nuevo clima de la época generado tras los
atentados del 11-S: algo no encaja, una verdad oculta parece escapar de las
crónicas de los diarios, como si algo bullera entre bambalinas y no
entendiéramos lo que ocurre porque no estamos al corriente de la acción de las
“fuerzas ocultas”. Éstas han existido siempre, así pues vale la pena mirar
atrás para intentar percibir su influencia y su radio de acción. En ese
contacto generado entre 2001 y 2004, aparece la primera entrega de La Búsqueda , a
la que seguirá una secuela tres años después, del mismo carácter.
La masonería ha
tenido una gran influencia en los EEUU desde su fundación. La mayor parte de
los firmantes de la
Declaración de Independencia eran masones y el propio George
Washington aparece en la iconografía de aquel país, con el mandil masónico. La
película nos cuenta que el tesoro de los templarios, por indecibles caminos,
llegó a los EEUU y allí fue custodiada por los “padres de la independencia”
que, finalmente, lo escondieron… pero dejaron algunas pistas que el
protagonista, Nicolas Cage –que realiza también una de sus habituales
actuaciones inexpresivas- sigue hasta, por supuesto, encontrarlo.
La película, en
el fondo, se hace eco de la tradición defendida por cierta masonería de tener
un origen templario. Los símbolos masónicos aparecerán a lo largo de toda la
película y las referencias a personajes históricos de la orden.
La segunda
parte, La Búsqueda :
el diario secreto, irá en la misma dirección e incluso será algo más
dinámica girando en torno a otro misterio de la historia norteamericana: el
asesinato de Lincoln. Las referencias a la masonería están más atenuadas pero
se alude a la carta de la
Reina Victoria de Inglaterra al General Albert Pike que será
uno de los grandes maestres de la masonería norteamericana al que el
mistificador “Leo Taxil” considerará en sus libelos antimasónicos como el
primer servidor de Satanás en la masonería. La película cita también la figura
de Frederic Bartholdi, el escultor masónico que diseño la Estatua de la Libertad y que, según el
filme, debió dejar una pista de dónde está oculto en nuevo tesoro buscado por
el inexpresivo Cage.
“La Liga de los Hombres Extraordinarios”
Allan Moore y Kevin O’Neill realizaron un cómic en el que reunieron a todos los iconos de las novelas de terror de finales del siglo XIX y principios del XX. Ahí estaban todos: era
Nemo es un
nacionalista hindú resentido con el Imperio Británico y que se ha convertido en
una especie de tecnopirata habiendo diseñado una nave prácticamente
invulnerable que pone al servicio de sus ideales pacifistas llevados hasta el
extremo de hacer la guerra a quien no los comporte.
Conclusiones:
mucha ficción, poco realismo
Dejando aparte
la calidad de estas películas –que oscila de lo brillante a lo convencional-
casi todas ellas tienen en común dedicar mucho más tiempo a pintar una
francmasonería fantástica que tiene muy poco que ver con la realidad de la
institución. Hay que reconocer que la cinta que presenta más elementos
realistas sobre la masonería es, precisamente, la primera que se filmó durante
la ocupación alemana.
Es cierto que el
filme Fueras ocultas se resiente del clima de la época y que la
película se realizó bajo la ocupación alemana, pero no hay que olvidar que el
guión fue realizado por un antiguo franc-masón que se limitó a aportar dos
elementos inestimables: la reproducción exacta y rigurosa de una iniciación
masónica como no había hecho hasta entonces –y como no se volvería hacer nunca
más– ninguna película, y la presentación de la masonería como una organización
que ejerce el tráfico de influencias.
Los miembros de
la orden rechazan esta última atribución e insisten en presentarse como una
organización que busca solamente el perfeccionamiento del ser humano y en cuyo
interior está prohibido hablar de política, negocios o religión. Pero la
historia de la orden masónica desdice en buena medida estos nobles ideales: la
masonería fue el motor intelectual de las revoluciones liberales desde el siglo
XVIII a mediados del siglo XX, y con demasiada frecuencia ha confundido la
fraternidad masónica con la complicidad entre masones. Fraternidad no es
amiguismo.
DOS ANEXOS
El misterio de Luis Buñuel y su Ángel Exterminador
Buñuel sin duda
es uno de los padres del cine español, aunque buena parte de su obra se realizó
desde México o desde Francia. En 1962 dirigió El Ángel Exterminador,
producción mexicana protagonizada por Silvia Pinal que siguió a Viridiana,
el éxito internacional que propulsó de nuevo la carrera de Buñuel. Es una
película extraña: unos altos burgueses acuden a una cena, pero no pueden salir
de la habitación en la que tiene lugar el ágape. La comida empieza a escasear,
las relaciones personales se van deteriorando y el salvajismo va sustituyendo a
las maneras burguesas del inicio. Tal es la trama de esta película, cuyo título
estuvo inspirado por una idea de Bergamín.
La película es
considerada como una de las grandes obras del cine mexicano y figura entre las
mejores 1.000 películas de la historia del cine según The New York Times.
Buñuel hubiera preferido haber rodado la película en París o Londres, sin
embargo, el presupuesto era limitado y muy modesto. No es ningún secreto que en
aquel momento gobernaba en México el Partido Revolucionario Institucional,
buena parte de cuyos cuadros estaban vinculados a la masonería. Quizás fuera
por eso que Buñuel lanzó varios guiños a la masonería.
Uno de los
protagonistas resulta ser miembro de la Logia Amanecer nº
21 del Oriente de México. En una de las escenas dos personajes se dan la mano y
se transmiten la palabra de paso del Grado de Compañero. También se oye a uno
de los personajes lanzar el grito masónico de ayuda.
Buñuel no era
masón, pero todo induce a pensar que conocía la temática masónica muy a
la perfección. De hecho, él mismo era autor del guión.
La llamada
“Orden Independiente de los B’nai B’rith” o “Hijos de la Alianza ” es una curiosa
organización que solamente admite a judíos sionistas y se estructura a modo de
una organización masónica. Fue fundada en Nueva York en 1843 por Henry Jones y
otros 11 compañeros. Se suele decir que es la “masonería judía” y ha sido la
matriz de otras organizaciones de defensa de los derechos humanos como la Liga Antidifamación
de los EEUU. Tiene el estatuto de Organización No Gubernamental.
Está presente en
58 países y cuenta con 50.000 miembros en todo el mundo, 7.000 de los cuales
están distribuidos en 28 países europeos. Está presente en el Parlamento
Europeo y en el Consejo de Europa, así como en las delegaciones de la ONU en Ginebra y en la UNESCO en París. Su
objetivo es la “lucha contra el antisemitismo, el racismo, la xenofobia y la
defensa del Estado de Israel”, así como defender la identidad, la cultura y
el patrimonio judíos.
En el ejercicio
de estas funciones, los b’nai b’trih norteamericanos, al percibir la
extraordinaria fuerza del séptimo arte a mediados de los años 20, instalaron
varias logias en Hollywood cuyos miembros participaron en la creación de
la industria del cine. El 1927, el presidente de los B’nai B’rith, firmó un
acuerdo con el organismo regulador de la industria del cine para evitar los
temas antisemitas. Más tarde, cuando Cecil B. de Mille rodó Rey de Reyes,
la orden consiguió que cambiara algunas escenas para evitar que la
responsabilidad de la muerte de Cristo recayera sobre los judíos.
En los años 40, lo
logia de los B’nai B’rith en Hollywood llegó a contar con ¡1.600 afiliados!
Logias de la orden se interesaron en los años 70 por la industria de la
televisión. Fruto de esa actividad fue la extraordinaria proliferación de
series cinematográficas que en los años 70 trataron el tema del Holocausto.
Los B’nai B’rith
son una estructura diferente a la franc-masonería, pero su estructura interior
es idéntica: estructuración en grados, ritos de iniciación, existencia de una
jerarquía rectora. Habitualmente, la relación entre ambas organizaciones es
buena. Resulta imposible desvincular algunas tendencias de Hollywood del peso
que los B’nai B’rith tienen en la industria de Hollywood.