lunes, 13 de enero de 2020

Alemania 1930: 107 diputados con camisa parda (5 de 10) - UNA NUEVA CONCEPCIÓN DEL PARTIDO Y UN NUEVO MENSAJE


El gobierno Muller cayó sin necesidad de muchas presiones, demostrando así el escaso apoyo que tenía detrás, no sólo el gobierno sino la misma República. Hitler, estaba ofreciendo lo imposible: la reconstrucción del poder y de la sociedad alemana, la reorganización del Estado fuera de los principios democráticos que en diez años habían aportado solamente miseria, inseguridad, intranquilidad y enriquecimiento de corruptos.

Los discursos de Hitler en aquellos años muestran a un político que dice al pueblo alemán lo que este había barruntado durante diez años en silencio o en los pequeños círculos familiares o sociales, pero que ningún político había sabido, podido o querido encarnar: les dijo que era preciso apelar a los valores superiores de la persona (el idealismo, la generosidad, el espíritu de sacrificio y de entrega), les dijo que debían gobernar los mejores y que bajo Weimar solamente habían gobernado los cobardes, los traidores y los incapaces. Llamó a reaccionar heroicamente ante el momento y tener fe en la “comunidad del pueblo” y en su voluntad de reconstrucción de la nación alemana.

Quienes escucharon sus discursos a partir de las primeras semanas de 1930 creyeron advertir que ese era el hombre que sabía lo que había que hacer. Por eso, cuando llegó al poder tres años después y sus propuestas empezaron a dar resultados, aquel hombre que, en principio, antes de 1929 era una curiosidad política, casi una anécdota, se convirtió en el Führer y en un tiempo inverosímil consiguió realizar transformaciones en profundidad en el Estado, en la sociedad y en todos los campos de actuación.

Hitler, en un período inconcreto, pero, en cualquier caso, situado entre la segunda mitad de 1929 y principios de 1930, rectificó su concepción del partido. Hasta ese momento, había albergado la creencia de que el NSDAP debería ser un “partido de cuadros”, una élite de la nación, compuesto, como máximo, por 150.000 afiliados. Pero, a partir de ese momento, supo, no solamente que el NSDAP podía transformarse en un “partido de masas”, sino que además, debía realizar esa transformación lo antes posible. Supo que vender una doctrina política era lo más parecido a vender una camisa: hacían falta distintas tallas adaptadas a cada cliente, esto es, a cada grupo social.

Hasta ese momento, el partido era un conjunto de afiliados distinguidos sólo por su pertenencia a la “milicia” (SA) o a la organización sin uniforme (OP). Había que crear un máximo de organizaciones sectoriales y círculos de afinidad que formasen una “estructura vertical” de la organización, complemento de la “estructura horizontal”, la constituida por la OP y las SA.

Así se hizo a partir de ese momento apareciendo un número extraordinariamente diversificado de organizaciones más o menos importantes que desde las Hitler Jugend, hasta la Liga de Muchachas Alemanas (BDM o Bund Deutscher Mädel) organización de mujeres, el Servicio Nacional del Trabajo (Reichsarbeitsdients), el Cuerpo Técnico (NT o Technischen Nothilfe), la Federación Nacional-socialista de Profesores (NSL o Nationalsozialistische Lehrerbund), la Federación de Funcionarios del Reich (RDB o Reichsbund der Beamten), la Federación de Juristas Alemanes (BNSJ o Bund Nationalsozialistischer Juristen), la Organización Nacional-socialista del Trabajo Manual, Negocio y Comercio (NS-HAGO o Nationalsozialistische Handwerks, Handels un Gewerbeorganisation), los Maestros del Deporte, el Ejercicio y la Gimnasia (TSG o Turn-Sport-und-Gymnastyklehrer), la Federación Nacional-socialista del Reich para la Educación Física (NSRL o Nationalsozialistischen Reichsbund für Leibesübungen), la Federación del Reich de Jardineros (RBK o Reichsbund Kleingärtner), la Unión de Mujeres Nacional-socialistas (NSF o Nationalsozialistisches Frauenschaft), el Cuerpo Aéreo Nacional-socialista (NSFK o Nationalsozialistisches Fliegerkkorps), la Obra Social Nacional-socialista (NSV o Nationalsozialistisches Volkswohlfahrt) y un larguísimo etcétera de organizaciones sectoriales menores, algunas de ellas de implantación regional o local que respondían simplemente al impulso de quien estaba dispuesto a reunir en grupo de afinidad y redes sociales a los simpatizantes en una actividad concreta que, en poco tiempo, lograron encuadrar y atraer a decenas de miles, a millones de simpatizantes.

El partido avanzaba especialmente en la juventud de entre 18 y 30 años. Era quizás este sector social, especialmente la juventud estudiantil, la que rechazaba de manera más masiva a la República de Weimar. Las primeras victorias electores las obtuvieron a lo largo del curso 1926-1927. Antes de convertirse en un partido de masas, el NSDAP fue el partido de la juventud: en algunas regiones como Hamburgo, dos terceras partes de los afiliados eran menores de treinta años. En Halle este porcentaje llegaba incluso al 80% y, desde luego, en ningún lugar era inferior al 40%. Baldur von Schirach fue jefe de la Hitler Jugend a los veintiséis años, Goebbels fue gauleiter con ventiocho años, Himmler con veintiocho recibió el mando de las SS.

A partir de 1929 era evidente que Hitler podía tener la tentación de limitarse a ofrecer salarios más altos, impuestos más bajos, trabajo para los parados y créditos para la industria, con el fin de congraciarse con los distintos sectores sociales afectados por la crisis. Esa es la salida habitual que corresponde a los demagogos. Era, por lo demás, lo que hacían todos los partidos políticos. Hitler no asumió esa dirección (a pesar de que es habitual que incluso en libros de historia se le califique como “demagogo”). Opinaba que era preciso, sobre todo, distanciarse de los enemigos. No bastaba con decir lo mismo que otros, haciendo simplemente más ruido. Era preciso variar el mensaje, tender a otra dirección:

“No prometo felicidad ni buena vida, sólo puedo decir una cosa: queremos ser nacionalsocialistas; queremos reconocer que no poseemos el derecho de ser nacionales y gritar “Deutschland, Deutschland über alles”, cuando millones de los nuestros nada poseen ara vestirse y han de ir a sellar el paro”[1].


El gran hallazgo de Hitler fue darse cuenta antes que nadie que el problema del pueblo alemán era sobre todo psicológico y que jamás admitiría una propuesta de programa político perfectamente razonada y elaborada por técnicos, sino que precisaba algo más profundo y arraigado en cada persona. Y puesto que, a fin de cuentas, el problema de la crisis tenía una dimensión psicológica, se trataba también de dar una respuesta en el estrato psicológica de la persona, no en la racionalidad. La economía para Hitler no era todo. Creía en valores superiores y era a ellos a los que remitía en sus discursos. Claro que entendía la miseria y las privaciones de la población (él mismo las había padecido durante su estancia en Viena antes de la Primera Guerra Mundial), así que sabía muy bien lo que estaba ocurriendo en la sociedad: simplemente les decía que en esos momentos solamente podía pedirles más esfuerzos y sacrificios, confianza en un futuro mejor y en el que toda la “comunidad del pueblo” lograría alcanzar un futuro mejor. Pero, antes, había que romper barreras, ponerse en marcha, dotarse de la voluntad inquebrantable de reformar las instituciones y con las ruinas de la República construir un nuevo Reich que debería tener en cuenta las responsabilidades pasadas y en el que las actuaciones de la clase política serían juzgadas con severidad. Este mensaje era radicalmente diferente a todo lo que los alemanes habían oído hasta ese momento y de lo que la mayor parte de la sociedad se había separado ya. De ahí su éxito.

Hubo un frente en el que los esfuerzos del NSDAP tuvieron menos resultados: el mundo sindical. No es que la clase obrera fuera completamente impermeable y refractaria al nacional-socialismo, es entre ella, los partidos marxistas habían arraigado extraordinariamente y en 1933 tenían cinco millones de afiliados. Cuando a partir de 1928 empezó a haber cierta actividad de la Organización de Células Nacional-socialista de las Empresas (NSBO o Nationalsozialistische Betriebszellenorganisaton), las formaciones marxistas reaccionaron con extrema violencia.

A la consigna de Goebbel “Ni un lugar de trabajo sin una célula nazi”, el Partido Comunista respondió: “¡Expulsad de las empresas a los fascistas! ¡Pegadles donde los encontréis!”. En esas circunstancias y con una violencia extendida a toda la sociedad de manera creciente, era difícil poder avanzar en el mundo sindical. De todas formas, Johannes Engel y otros miembros del NSDAP que trabajaban en grandes fábricas en la zona de Berlín empezaron a organizarse en 1927, tomando como modelo las células de empresa de la organización sindical comunista. En 1928 esta red de células dio origen a la NSBO que ya contaba en 1930, a pesar de las dificultades, con 300.000 afiliados. La mayoría habían ingresado a raíz de la campaña HIB, iniciales de “Hinein in die Betriebe!” (¡A entrar en las fácbricas!). El sindicato alcanzó gran implantación en algunas zonas (en Nordhorn concretamente en donde consiguieron derrotar a los comunistas a principios de 1933).

Hitler, por lo demás, conocía muy bien a la clase obrera. Durante su juventud fue un proletario, bohemio por su vocación artística, pero vivió como un proletario en Viena. Sabía que las privaciones y las necesidades de supervivencia, hacían muy difícil la extensión de un discurso como el que planteaba entre los obreros. En alguna ocasión llegó a decir que los obreros solamente querían “pan y circo”. Era, así mismo, consciente de que las organizaciones marxistas habían hecho del proletariado su banco de pesca: proletarios dirigidos por intelectuales desarraigados. El esfuerzo empleado en penetrar en las fábricas como movimiento sindical era muy superior al que podía permitirse en esos momentos el NSDAP. Por otra parte, a partir de 1929 el número de parados dentro del partido fe aumentando. Solamente entre las SA de Hamburgo compuestas por 4.500 hombres, 2.600 eran parados, el 60%. Se dieron casos en que algunas unidades no pudieron asistir a desfiles por poder costearse el uniforme. Uno de los frentes de actividad fueron las colas del paro en las que las SA repartían la hoja Der Arbeitslose (el parado), mal toleradas por los comunistas que las convirtieron en frecuentes teatros de violentísimos incidentes.


A principios de 1933, en Alemania, especialmente en las zonas obreras donde intentaba implantarse el NSDAP existía una verdadera guerra civil que se prolongaba desde marzo de 1929, se produjo un choque en Dithmarsehen entre miembros de las SA y del Rotem Frontkämpferbund (Frente Rojo de Combate). Resultaron asesinados dos miembros de las SA, Hermann Schmidt y Otto Streibel, respectivamente campesino y carpintero, al tiempo que otras treinta resultaban heridas de gravedad. Dithmarsehen era una pequeña localidad rural, poco a poco los incidentes se fueron trasladando a las zonas urbanas más pobladas. El 1 de mayo de 1929 se produjeron los primeros incidentes de inusitada violencia en Berlín con un balance de diecinueve muertos y cuarenta heridos de extrema gravedad. Josep Goebbels había decidido desafiar al KDP en la capital alemana, en donde precisamente la desigualdad de fuerzas entre la extrema izquierda y el NSDAP era mayor y donde aquellas se creían más invulnerables. El objetivo de Goebbels era conseguir un principio de implantación en los distritos proletarios del norte y sur de la ciudad. Y lo hicieron utilizando las mismas técnicas del enemigo, incluida la de desmoralizar al enemigo mediante ataques imprevistos y brutales. En ese contexto se produjo el asesinato de Horts Wessel. Era frecuente que en el curso de cada mitin, Goebbels situara en la tribuna presidencial a los heridos en los últimos enfrentamientos: era una forma de demostrar que el desafía continuaba y que la virulencia de los ataques sería contestada con otra violencia de intensidad superior.

El partido, a medida que iba creciendo y enzarzándose en disputas con la extrema-izquierda se hizo objeto de la represión. En junio de 1930, el gobierno bávaro prohibió el uso de uniformes. El de Prusia le siguió prohibiendo específicamente la camisa parda (a partir de ese momento, las SA lucieron camisa blanca). A finales del mismo mes una ley estatal prohibía a los funcionarios la pertenencia al NSDAP y al KPD. Cuando Hitler fue nombrado canciller, desde principios del año 1930 se habían incoado 40.000 procesos penales contra miembros del NSDAP, cuyos militantes sumaban 14.000 años de cárcel y habían afrontado el pago de un millón y medio de marcos en sanciones de todo tipo[2].

Mientras, la República se iba deshaciendo como un azucarillo. La penúltima fase en la historia de la caída de Weimar la marca la caída del canciller socialdemócrata Hermann Müller el 27 de marzo de 1930 y el nombramiento de Heinrich Brüning (del Zentrum). La discusión fatal para el gobierno socialdemócrata había girado en torno a si la aportación patronal para el seguro de desempleo debía ascender o no del 3,5% al 4%. Hasta ese momento gobernaba Alemania una coalición inestable entre el SPD y el DVP. Previamente, la muerte del canciller Stresemann supuso la pérdida de la única persona con energía y sentido común para encarrilar la situación. La crisis de 1929 hizo lo demás. El SPD se negó a dejar a Müller margen de maniobra para negociar el problema de la aportación patronal al seguro de paro. Su caída era inevitable. El presidente Hindemburg, durante ese tiempo y a la vista del empantanamiento creciente del panorama político estuvo a punto de gobernar por decreto, clausurando el parlamento, estudiando la formación de un gobierno antiparlamentario y antinacionalista. Finalmente, el centrista Brüning fue nombrado canciller el 30 de marzo. Sus primeros problemas aparecieron cuando intentó reducir el gasto público y aumentar la presión fiscal del Estado por decreto de urgencia. El parlamento rechazó la medida. Los socialistas presentaron una moción para que se retirase el decreto que resultó apoyada por el NSDAP y salió triunfante[3].

El problema era que la constitución de Weimar, en su artículo 48 prescribía que si un decreto firmado por el presidente era rechazado por el parlamento, el presidente tenía la potestad de disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones en el plazo de sesenta días… que fue exactamente lo que ocurrió. Las elecciones fueron fijadas para el 14 de septiembre.



[1] Citado por J. Fest., op. cit.,  pág. 308.
[2] Ídem, pág. 313.
[3] I. Kershaw, op .cit., págs. 324-327.