Lo sé: todos nos hemos quejado alguna vez de la clase
política, pero en este inventario de mi tiempo no podía faltar. La existencia
de nuestra clase política es el reflejo de que el sadomasoquismo es la
parafilia más extendida en el siglo XXO: los odiamos, los aborrecemos, nos aburren, nos saquean…
y, sin embargo, los votamos hasta en cuatro ocasiones en ciclos de cuatro-cinco
años. Mal asunto esto de que te sodomicen sin que te guste y, además, no
solamente les pagues la cama, sino los mantengas. Pues bien, eso es la clase
política, seguramente el oficio más odioso del mundo.
Lo que le reprocho a la clase política y de lo que me quejo
es, fundamentalmente
1) No de que vivan de la política (ya se sabe, “el que sirve
al altar debe vivir del altar”), sino de que ni siquiera ejerzan bien su
oficio. Es normal, si tenemos en cuenta que nadie les exige nada y que ellos
mismos crean sus propios controles de calidad.
2) Que crean que un acto supersticioso, casi animista
(entregarles nuestra inmarcesible parcela de soberanía en una papeleta),
extraordinariamente banal, les crea con derecho de hacer y deshacer a su antojo
y de obtener unos beneficios personales que usted y yo, y cualquier mortal, nos
cuesta mucho disfrutar (si lo conseguimos alguna vez).
3) Que estén completamente desprovistos (y sin excepción
alguna) de cualquier criterio ideológico o proyecto político y de otra voluntad que no sea el
estricto lucro personal y el perseguir el máximo beneficio con el mínimo
esfuerzo.
4) Que den muestras de ceguera e incompetencia absolutas:
todos son muy buenos para criticar al de enfrenta, todos son geniales a la hora
de discursear, pero absolutamente ninguno tiene la más mínima idea de cómo
hemos llegado hasta donde estamos, de cuáles son los verdaderos problemas de la
sociedad y de cómo resolverlos. Todos ellos se entregan a las corrientes
dominantes, siguen las modas y no son capaces de hacer otra que lo que les
impone un guión que nunca han escrito ellos y que nunca cuestionarán.
5) Que para ellos el futuro no importe en absoluto: ni
tengan noción de lo que es un Estado, ni una Nación, ni el sucederse de las
generaciones, ni la construcción del futuro, ni lo que implican a medio y largo
plazo, sus actos de hoy. Para un
político no hay más futuro que los cuatro años hasta las siguientes elecciones.
El resto, simplemente no existe.
Podría seguir, lo sabéis vosotros y lo sé yo: lo que se
puede haber reprochado a la actual clase política es que DISPONIENDO DE TODOS LOS
ELEMENTOS –CIENTÍFICOS, ECONÓMICOS, TECNOLÓGICOS E HISTÓRICOS- PARA REALIZAR LA
UTOPÍA QUE HABÍA RESULTADO IMPOSIBLE PARA LAS GENERACIONES PASADAS, HAYAN
COMPROMETIDO NUESTRO FUTURO Y COLOCADO A UN PAÍS Y A UN PUEBLO, ANTE EL ABISMO.
¿Lo peor de todo esto?
LO PEOR ES QUE NO HAY REMEDIO. La actual clase política no
tiene opciones alternativas. Cuando aparece un partido nuevo, lo hace
adaptándose inmediatamente a la situación y convirtiéndose en lo que han
criticado. Es ley de vida: simplemente, no hay remedio. Para que lo hubiera,
debería de aparecer una clase política provista de valores más allá de los
simplemente utilitaristas, con visión de futuro, con preparación suficiente,
con capacidad de comprensión sobre los procesos deletéreos que se están
desarrollando en la modernidad, con imaginación y, sobre todo, con honestidad
suficiente para decir a la población, no aquello que la población desea oír (y
el electorado “de izquierdas” y el de “derechas” quiere escuchar lo que le
satisface EN ABSOLUTO LA VERDAD) y todo para obtener un miserable voto que les
permitirá gozar del Olimpo de la política.
Y esto es de lo que me quejo en definitiva: NO SOLAMENTE DE
LA MISERABILIDAD DE LA CLASE POLÍTICA ACTUAL, SINO DE QUE NO HAY NI LA MÁS
REMOTA POSIBILIDAD DE QUE SEA SUSTITUIDA POR OTRA. Me quejo, así mismo, de la
INGENUIDAD DE QUIEN PIENSA QUE HAY EXCEPCIONES: lo diré más claramente, el
hecho de que aparezca tal o cual rostro nuevo, lo único que implica es que esa
persona se ha dado cuenta de qué forma se vive mejor esforzándose menos. ESO ES
TODO.