sábado, 26 de mayo de 2018

365 QUEJÍOS (27) ¿CERCANÍAS O BORREGUEROS?


Cuando estoy en España, evito al máximo bajar a Barcelona. Lo que ocurre es que algunas veces resulta inevitable. Suelo ir en tren… la R1, línea de cercanías. Acaso la peor línea de cercanías que alguien pueda concebir. A determinadas horas, creo que más del 50% de viajeros va si billete. Pero no me quejo de eso –aunque también- sino de los niveles de salvajismo que he llegado a ver en esa línea y que creo es único en España. Esa línea ha dejado de ser un tren de cercanías y se ha degradado en un borreguero de hace más de medio siglo: en efecto, en sus vagones circula mucho ganao de la peor especie.

No me extraña que cada año suban los billetes de RENFE: si cada vez pagan menos, alguien tiene que pagar más. Por supuesto, desde 2006 ó 2007, RENFE ha renunciado a que vayan revisores en el interior de los vagones. En aquellos años, ya intentaron linchar a alguno que se obstinaba en ser riguroso en su trabajo. A esto siguió la incorporación de seguridad, mucha seguridad en el interior de los trenes y en las estaciones. Por supuesto no sirve para nada: en las estaciones, los vigilantes tienden a ubicarse en los sitios menos expuestos y, deliberadamente, se alejan de los lugares por los que se cuelan los que quieren ir sin billete. Y los que iban en el interior de los trenes acompañando a los revisores hace tiempo que han desaparecido. Si en alguna ocasión hay una pareja, se limita a recorrer el tren de un extremo al otro, bajar en la siguiente estación y hacer otro tanto con el siguiente. Así que, primera queja: LA “SEGURDAD” EN LOS TRENES NO SIRVE ABSOLUTAMENTE PARA NADA. EN LAS ESTACIONES SIRVE AUN PARA MENOS.

En Canadá cuando vas a subir a un tren, hay un cartel que dice: Tickets pour l’honeur (Billetes, por el honor). Ni hay revisor, ni tienes que marcar el billete a la entrada, sino que simplemente, se te dice que puedes subir al tren dado que “por tu honor”, se da por supuesto, que tienes billete. En un país como España en donde el honor es algo que desde los años 80 no cuenta y que se ha retirado de la vida pública, un cartel así haría reír a los desaprensivos.

Pero lo peor no es que un cada vez más elevado porcentaje de viajeros vaya sin billete, lo peor es el ganao que corre por esa línea. Existen varios modelos:

1) aquel que sube al tren hablando por teléfono y 20 estaciones después sigue hablando a voz en grito (esto es particularmente grave entre andinos, africanos, chinos y magrebíes).

2) Luego está el colgao, empanao de los pies a la cabeza, con olor a porro ya impregnado hasta en el tuétano; hay que decir que es el que da menos problemas, simplemente se queda frito destilando ese olor característico que en la R1 ya es habitual y forma parte de la explosión de olores que el viajero experimenta al subir a uno de estos trenes (orines, sudores, porros).

3) También está el extranjero maleducado que ha salido de uno de los 750 clubs de cannabis existentes en Barcelona y antes de subir ha aprovechado para comprarse unas birras. Borrachuzos y colgados que no ahorran gestos para molestar a los viajeros y que les importa un pito lo que se pueda pensar de ellos o la sensación que puedan dar. Simplemente, no se enteran de nada.

4) Luego está el payaso que se cree que todos tenemos la obligación de escuchar su música. Música de mierda, claro está. Con móviles de mala calidad, atronando en el vagón.

5) No pueden faltar el gitano rumano con su música infumable, luego el rumano que pone pañuelos de papel con un mensaje escrito (que nunca me he molestado en leer) y que al cabo de un rato vuelve para recoger los beneficios (un día uno se olvidó un paquete cerca de mí, lo abrí y aquellos pañuelos parecían papel de lija del nº 3). Y así sucesivamente.

En fin de semana es todavía peor y si es a altas horas de la noche, peor todavía. Uno tiene la sensación de tener una experiencia similar a la descrita por Joseph Conrad en El Corazón de las Tinieblas (llevado al cine por Coppola en Apocalypse Now): a medida que la línea avanza (el río Congo en la novela y el Mekong en la película), el entorno se va haciendo cada vez más hostil y sombrío. Al final, el viajero tiene la sensación de que ha conocido “el horror”. Eso es la R1. Una de las líneas que merecen figurar como una de las más insoportables de los ferrocarriles mundiales.

DE ESO ME QUEJO Y SOBRE TODO DE QUE ESTO NO SEA UNA SITUACIÓN ANÓMALA Y RECIENTE, SINO QUE LA LLEVO EXPERIMENTANDO CADA VEZ QUE COJO ESTA LÍNEA, COMO MÍNIMO DESDE EL AÑO 2009… Porque lo peor de toda esta historia es que los poderes públicos ya se han resignado a que estas situaciones sean irreversibles. RENFE, por supuesto, aplaza la incorporación de nuevos convoys más cómodos y modernos. ¿Para qué si dentro de unos días van a estar destrozados, pintados y repintados por fuera y poblados por frekys y monstruitos llegados de los cuatro rincones del planeta y los ciudadanos que cada día acuden a su trabajo, pagan su billete, no dicen nada, protestan, ni se rebelan? DE ESO SI QUE ME QUEJO.