Dele una pistola a un niño y seguro que hace un destrozo.
Entregue tecnologías avanzadas a trogloditas y conseguirá alegrarlos tanto como
si le da a un tonto un lápiz, pero el problema es que solamente les servirá
para hacer el ganso. Fíjense en el uso del móvil, sin ir más lejos.
¡Qué bueno un “teléfono móvil” que, además, nos evite cargar
con el compact, el iPod, las agendas electrónicas, las cámaras fotográficas, la
cámara de vídeo, la linterna o la cinta métrica, e incluso el e-reader, el
ladtop y la cónsola de videojuegos: ahora, todo eso lo tiene usted en un
artefacto extraplano de apenas 7 x 15 cm, de menos de 150 grs. Y, además, mire
usted, sirve incluso para hablar, chatear, enviar correo, reforzar tus redes
sociales y como alternativa a la tarjeta de crédito en algunos casos. No
solamente cuando se inició la era de la informática (allá por los primeros años
80) uno podía prever que viviría tales adelantos, sino que, incluso, después,
cuando irrumpió la telefonía móvil primero, internet después, nunca pensábamos que
estas tecnologías iban a avanzar a tal velocidad. Esto es algo que lo todos
sabemos y no va por ahí mi quejío. ME QUEJO DE LOS QUE NO UTILIZAN ESTAS
TECNOLOGÍAS DE MANERA RESPONSABLE.
Sin ir más lejos:
1) ¿A mí qué diablos me importan las conversaciones
telefónicas de la gente que viaja a mi lado en cualquier transporte público o
que camina a mi paso en la calle?
2) Y lo que es peor: a mí ¿qué diablos me puede interesar la
música del primer cretino que me cruzo con el móvil a todo volumen exhibiendo
su mal gusto musical?
En los años 70 se criticaba a los que iban a la playa con el
radiocasete a todo volumen. Era el
sinónimo del cutrerío. A nadie con un mínimo de educación y estilo se le
hubiera ocurrido hace unas décadas ir exhibiendo sus gustos musicales.
Especialmente, porque suelen ser malos. El otro día, haciendo un alto en un
semáforo se me puso un gilijibia con el móvil atronando un rap. Se me escapó
decirle: “¿Cómo diablos tienes tan mal
gusto musical?”. No me entendió, claro, iba completamente empanao. Pero es
así: por algún motivo, falta de
educación, falta de sensibilidad musical y estupidez siempre van de la mano.
HASTA LOS AÑOS 50 EXISTIÓ LA ASIGNATURA DE “URBANIDAD”. SE
ENSEÑABA EN LOS COLEGIOS A LOS NIÑOS A SER “EDUCADOS”. A DONDE NO LLEGABAN LOS
PADRES, LLEGABA LA ESCUELA. La asignatura desapareció pronto (en los 60) y en
los 80, para los nuevos planes de estudio socialistas, esto era un síntoma de “fascismo
y dictadura”. El resultado es que hoy, tenemos a una nueva generación que ni
siquiera se ha enterado que tiene mal gusto musical, sino que estos gipsykings
han llegado a adultos sin tener ni idea de lo que es la corrección social, la
educación o el estilo. Y LO MÁS TRÁGICO ES QUE NUNCA SABRÁN QUÉ ES TODO ESTO.
Alguien dijo que “el estilo es la vida”. Parafraseándolo se podría decir que “quien
carece de estilo ignora lo que es la vida”. O dicho de otra manera: “un mal
estilo conduce a una mala vida”.
Que quede claro:
- no me interesa ninguna de las conversaciones que me veo obligado
a oír en las calles.
- no me interesa esa mala música que me obligan a oir y que
solamente muestra el cutrerío de quien la exhibe.
ME QUEJO DE UN ESTADO QUE HA RENUNCIADO A EDUCAR A SUS
CIUDADANOS (quizás los alumnos que han superado la primaria, sepan los que es
la Constitución, pero no sepan que eso de comerse los mocos está mal visto) Y
DE UN SISTEMA SOCIAL QUE HA PERDIDO CUALQUIER NORMA Y CUYO ESTILO ES EL CUTRERÍO
MÁS ACRISOLADO.
¿MI LEMA? ¡SOLO PARA TUS OIDOS, GILIPOLLAS!