Lo he dicho muchas veces: soy amante de los animales y he tenido perros siempre que he podido
(es decir, cuando he vivido en casas de campo con amplios espacios de libertad
para mí y para mis perros). Son una buena compañía (como las ocas con las que
se llevan tan mal: ya se sabe que pelo y plumas nunca encajan), pero ME TEMO
QUE ALGO SE HA DESMADRADO Y QUE HAY DEMASIADOS PERROS. Oficialmente, en una
ciudad como Barcelona (1.500.000 de habitantes) un hogar de cada 10 tiene, como
mínimo, un perro. Es decir que, como mínimo existen entre 50 y 100.000 perros
con todo lo que ello implica. Por este orden:
1) Unos cuantos
cientos de metros cúbicos de pis arrojados por todas partes (los pipican
distan mucho de estar en todas partes) y alguna que otra tonelada de mierda por
las calles (y, poco importa, si sus dueños arrojan los zurullos a papeleras).
Podemos imaginar el efecto que todo esto tiene especialmente en verano.
2) A una sociedad en
la que el nivel educativo es cada vez más bajo, corresponden perros sin el
más mínimo adiestramiento, cuyos ladridos suponen una música de fondo más en
ciudades ya de por sí ruidosas. Cuatro individuos con perro se encuentran y
hablan (llevar un perro se ha convertido en una forma fácil de ligar)… mientras
sus perros no dejan de ladrar a no importa qué hora…
3) La muestra del
empobrecimiento de las relaciones sociales entre humanos: el perro es
frecuentemente el sustitutivo de los hijos o el compañero del alma de los
abuelos. Pero la soledad no se resuelve con un perro (ni con una pecera, ni con
una jaula con plumas). El perro “no entiende”, parece que lo haga, pero es pura
ilusión: se mueve por instintos, así que no se engañen.
4) Una creciente
confusión de la escala de valores: un perro es un ser vivo y merece un
respeto y un trato digno; pero no es un humano, no piensa, se mueve sólo por
instinto, se adapta al medio mejor que usted y yo y no se le puede tratar como
a un humano (so pena de desvalorizar lo humano y de que perdamos la noción de
lo que es y no es humano).
5) La evidencia del
fracaso de la educación en las familias: especialmente cuando se compra un
perro para satisfacer el deseo de un niño, ignorando que los niños se
desinteresan pronto por los juguetes nuevos y que el ciclo de vida de un perro
se prolonga entre 10 y 14 años. Y, por cierto, ¡cuidado con meter en un piso de
50-70 m2 un niño pequeño junto a un perro! Puede ser que nos
enteremos de que el perro tiene determinada enfermedad gracias a los síntomas
presentados por el niño…
6) El empobrecimiento
del terreno político en el que aparecen partidos dedicados a defender los “derechos
de los animales”, como si no hubiera otros problemas infinitamente más
acuciantes, llegando frecuentemente a extremos casi grotescos.
Todo esto me genera un profundo quejío, especialmente porque
hay perros que viven en pisos pequeños, cuyos dueños no los sacan a la calle, y
el marco urbano no es, en ningún caso, el mejor para tener un perro. Los perros
que he tenido han vivido en el campo, nunca han entrado en la casa, cuando han
tenido frío ellos mismos han generado pelo inmediatamente para protegerse, la
grasilla y la densidad de su pelo les cubre de la lluvia. Les he alimentado
bien, pero ¡por Dios! no con esas “croquetas” hechas de residuos
inaprovechables de animales, corchopán, harinas y serrín. Ellos mismos -¿habéis
visto sus colmillos? son propios de depredador- se han procurado su alimento, han
cazado pájaros ejercitando sus habilidades como depredadores que son, de la
misma forma que su instinto les dice qué hierbas comer o cómo resolver sus
problemas gástricos. Son puro instinto. Así que no hagamos de ellos una
reproducción de los humanos (esos seres con el instinto disminudo…).
Me quejo, en
definitiva, de que muy pocos propietarios de perros, son conscientes de lo que
tienen, de lo que son sus perros y de que la gran mayoría los trate como al
niño mimado de la familia (he visto propietarios que les habían comprado
botas e incluso que los llevaban de aquí para allá en carritos)…
Me quejo, en
definitiva, de que la superabundancia de perros sea la “respuesta europea” a
las bajas tasas de natalidad. Tienen razón los moros cuando dicen que los
europeos aman más a los perros que a sus hijos.