sábado, 16 de octubre de 2010

Los hijos de los últimos cátaros: agotes en Navarra, cagots en Francia

Infokrisis.- Hasta hace pocas décadas existió una etnia maldita en pleno Pirineo cuyo radio de acción abarcó el sur-oeste de Francia y parte de la zona pirenaica española, desde Jaca hasta el Cantábrico. Concretamente en la ventiente española, en el Valle del Baztán, subsisten restos de la misma etnia maldita. Rastreando por el barrio de Bozate y aledaños, puede todavía hoy reconocerse a un tipo racial diferenciado, probablemente producto de la endogamia de estas comunidades.

    "Agotes" en España, "Cagots" en Francia, y otros nombres, son los apelativos con los que se conoció a una comunidad marginada hasta lo aborrecible y cuyos orígenes, los historiadores son incapaces de explicar.

    Por nuestra parte, no albergamos ninguna duda que se trata de antiguas comunidades cátaras segregadas. Llegamos a esta conclusión por tres motivos: 1) las áreas de expansión del catarismo occidental y el de esta etnia maldita son correlativas. 2) ambos aparecen en fechas superponibles en el tiempo y, finalmente, 3) los oficios que históricamente ejercieron los cátaros eran idénticos a los que hasta hace poco desarrollaron los cagots.

    La gravedad de la segregación de que fueron objeto solo pudo producirse en la medida en que, como comunidad participaron, en alguna disidencia religiosa. Esta solo pudo ser el catarismo.

    El "Noble Valle y Universidad del Baztán" se extiende por cuatrocientos kilómetros cuadrados y agrupa catorce pueblos (Almándoz, Aniz, Arizcun, Arrayoz, Azpilicueta, Berroeta, Ciga, Elvetea, Errazu, Garzain, Irurita, Lecároz, Maya y Oronoz). Su capital es Elizondo. El Valle está administrado por la Junta General compuesta por 15 jurados -cada una de ellos elegido por una de las villas en Navidad y cuyo mandato es de dos años- y 4 junteros, electos por cada uno de los cuatro cuarteles en los que se divide el valle. El escudo de todos ellos es evocador: un tablero de ajedrez y la leyenda: "Generoso con los extranjeros, pero no soportamos su yugo".

LAS PRIMERAS REFERENCIAS A LOS AGOTES

    Otto Rhan, el investigador alemán, miembro del Estado Mayor Personal de Himmler, alude en una sola ocasión a los cagots, solo para decir que "la desaparición total de un movimiento tan importante como el catarismo ha parecido tan improbable que con frecuencia se ha creído que los cagots o agotes eran los descendientes de los cátaros". 

    Otras interpretaciones se nos antojan débiles. No existe ni una sola prueba de que fueran godos arrianos, tal como han sostenido algunos eruditos. Para Guilbeau, procederían de Francia expulsados por Felipe el Luengo en el siglo XIV; creemos, más bien, que la marginación se remontó una centuria atrás, cuando las piras ardían en Minerva y Montsegur. Muchas menos huellas indican que se trate de descendientes de musulmanes. Agotes y cagots solían ir a misa e incluso, no sólo parecían, sino que además eran buenos cristianos.

    Según la "Enciclopedia Vasca" se menciona a los agotes ya en textos del siglo XIII. Lo que, en su brevedad, la locución "agote" no menciona, es que aparecen más adelante en el Fuero General de Navarra, con el nombre de "gafos". Antes, el Código de las Siete Partidas había prohibido insultar a un hombre "gafo", sin serlo. No hay ninguna duda que estos "gafos" son los agotes posteriores.

    En Francia los "cagots" son mencionados por primera vez en 1288, pero décadas antes ya se les conocía con el nombre de "crestias".

UNA ODIOSA DISCRIMINACION

    Podían poseer tierras pero no vender los productos agrícolas o de ganadería y tuvieron que dedicarse a ser carpinteros, ebanistas y carniceros. Más tarde se hicieron albañiles  tejedores. Ningún agote se tenía por siervo. Gozaban, bajo la protección y jurisdiccion de la Iglesia, de entera libertad; los límites era que se les exluía totalmente de la comunidad. Esto da que pensar sobre si los antiguos herejes se reconciliaron con la Iglesia, pero ésta, deseosa de que no volvieran a reproducirse infecciones disidentes, predicó contra ellos ante el pueblo llano hasta cubrirlos con las infamias que hemos enumerado. Esto explicaría, tanto su segregación, como su pasado herético, así como el hecho de que luego fueran católicos practicantes.

    El trato que recibían era inhumano e infamante. Cuando visitaban los pueblos vecinos, sus habitantes quemaban manojos de paja en las viviendas para evitar una improbable "contaminacion". Se decía que eran leprosos. De hecho la "gafedad" es una enfermedad bien conocida que encorva los dedos de las manos y los pies dándo forma de garras. "Gaffel" en holandés significa horquilla y la misma raíz da en hebreo la idea de encorvar. La palabra "gafe", aun hoy indica personas que atraen la mala suerte sobre otros. Se decía que todos eran leprosos, algunos insinuaban, incluso, que se trataba de penitentes que habían regresado de Tierra Santa con esta enfermedad, muy común en la época. Los rectores de algunas iglesias les daban la Comunión colocando la Sagrada Forma en el extremo de un palo para evitar acercarse y, aun pueden verse en Saint Savin, Cominges, Luz y Libourne, iglesias que tienen una pequeña puerta lateral para el acceso de los agotes y cagots.

    En Francia, se les impedía incluso el entierro en lugar sagrado; su único lugar para el descanso eterno era una fosa. Cuando un cagot francés intentó enterrar a su hija en el cementerio, fue recibido a pedradas. Era el siglo XVIII, el siglo de las "luces". Incidentes parecidos se produjeron en 1718 cuando doce cagots quisieron entrar en la iglesia de Rivière-Saas, por la puerta principal. Más humillante incluso era la costumbre de retorcer el saco donde los fieles depositaban la limosna tras haber introducido los agotes sus monedas; se impedía así que, incluso, los óbolos de unos pudieran mezclarse con los de los agotes. Cuando iban a trabajar a una casa que no era de las suyas, debían utilizar plato y jarra reservados para ellos. Más curiosa es todavía la costumbre que existía en Arizcun cuando veían a un agote descalzo. Le increpaban a calzarse o de lo contrario, decían, que quemaría la tierra sobre la que caminaba; para convercerlos les lanzaban púas al suelo. Se decía, igualmente, que pudrían todo cuanto tocaban. Podíamos seguir enumerando los gestos discriminatorios, pero es suficiente como para darse una idea de la precaria vida de un agote en el valle del Baztán. A ambos lados de la frontera, desde Bayona a Jaca, y de Hendaya a Cominges, son idénticas y se ven afectadas por prejuicios similares a los que pesaron sobre los agotes del Baztán.

DE LOS CATAROS A LOS AGOTES PASANDO POR LOS LEPROSOS

    Como si respondiera a un tabú atávico, del cual todos han perdido la memoria, estas comunidades fueron consideradas malditas. Gerard de Sede cuenta que los cagots franceses llevaban una pata de oca bordada en paño rojo y cosida sobre el hombro del vestido. No parece que esa costumbre haya sido general. Difícilmente encontraríamos una huella de esta práctica entre nuestros agotes. Si, es cierto que la pata de oca era un símbolo de reconocimiento entre herejes, en la medida en que una mítica dama tolosana, Clemencia Isaura, ostentaba un pie palmeado. Era, por tanto, uno de los distintivos mediante los que los cátaros clandestinos se reconocían.

    Pero no es ésta, sin duda, la razón que nos lleva a pensar en una identidad entre cátaros y agotes, sino, más bien, su simultaneidad en el tiempo. Es justo cuando arrecia la persecución inquisitorial contra los cátaros, cuando aparecen los cagots y agotes... parece existir una correlación causa-efecto. Los agotes y cagots dan la sensacíón de ser el efecto de la represión contra el catarismo.

    Muchos cátaros tras ser juzgados y condenados, se reconciliaron con la Iglesia; sus vecinos, vieron en ellos oportunistas o, simplemente, consideraron su conversión como insincera. Tal pudo ser uno de los motivos de secregación. La acusación de leprosos, no sería más que un insulto adicional para cargar las tintas sobre su maldad.

    Gerard de Sede apunta que incluso tal acusación resultase injustificara y fuera solo un malentendido lingüístico. En efecto, se sabe que el adjetivo "cagot" es posterior en el tiempo a otro con el que fueron designados antes: "crestias" que significa en occitano, a la vez, "cristiano", "leproso" y "cretino". Argumenta, no sin agudeza, de Sede, que el Evangelio define al cristiano como "pobre de espíritu" (cretino) aludiendo a un estado de simplicidad interior e igualmente que Lázaro es el amigo de Cristo, muerto y que "ya olía", cuando el Maestro lo resucitó, tratándose, evidentemente, de una parábola iniciática en la que a un estado de muerte espiritual (y descomposición) sigue la resurrección a una vida nueva (por eso las leproserías en la Edad Media se llamaron "lazaretos", como promesa de salud futura).

    Las palabras "gafos" y "gavots" (otro nombre por el que se llamaba a los leprosos en Occitania) tienen, desde el punto de vista lingüístico una sílaba básica común, derivan del mismo término. Los "gavots" son, además, en Francia, el sobrenombre por el que se conocen a los "Compañeros Carpinteros del Deber de la Libertad", una hermandad corporativa francesa a la que pertenecieron muchos cátaros inculpados por la Inquisición.

    Etnicamente, los "cagots" franceses responden, más o menos, a un mismo arquetipo. De baja estatura, con alta proporción de rubios y de ojos azules, y lo más significativo, con las orejas desprovistas de lóbulos. Pero buscaríamos vanamente esta característica entre los agotes españoles. Se trata de algo privativo de algunas zonas francesas. Sin duda, tales características fueron aceradas con el correr de los siglos a base de fuertes dosis de endogamia.

LOS AGOTES ESPAÑOLES

    En territorio español los núcleos numéricamente más significativos han subsistido hasta el presente siglo en el valle del Baztán y, más en concreto, en el barrio de Bozate, anexo a la villa de Arizcun.

    El señorío del Baztán fue instituido por Sancho el Mayor de Navarra hacia 1025 y entregado a Semen I Ochaniz, señor de los castillos de Jauregizar, Maya y Soba. Desde el siglo XII hasta mediados del XIII la zona vió la lucha entre distintos señores feudales y luchas entre iglesia y señores.

    Lope de Vega en su "Jerusalén Conquistada" dedicó varios versos en loor de don Enrique del Baztan quien con 100 hidalgos asistió a la conquista de Tierra Santa junto al infante don Ramiro de Navarra. Los reyes de navarra reconocieron y honraron a los habitantes del Baztán. Alfonso I de Navarra y Aragón se tituló rey de su nombre en 1213. Un año antes Sancho el Fuerte les había concedido el escudo por el valor con que se comportaron en la batalla de las Navas. Hay un estandarse guardado en el Ayuntamiento de Elizondo que se cree arrebatado a los almohades en esta batalla. Estas glorias iban parejas al desprecio por los agotes.

    En Bozate, anexo a Arizcun se localizó la comunidad de agotes más numerosa del país junto con los barrios de Bayona, pero como veremos en la descripción de la ruta, existieron "agotes" en los valles del Roncal y Salazar, también en las diócesis de Huesca y Jaca y, en la parte francesa en las de Dax y Bayona. En todas estas zonas, o bien se tiene constancia de la existencia bien documentanda de núcleos cátaros (Huesca y Jaca), o bien se trata de zonas periféricas de Occitania en la que el catarismo no fue reprimido con la misma virulencia que allí.

    Algún observador ha notado que la mayor parte de los pueblos segregados en la Península Ibérica (pasiegos, vaqueiros, maragatos), y los mismos "agotes" y "cagots", se encuentra en la ruta de Santiago de Compostela. Puede tratarse de una casualidad, sin embargo, no hay que olvidar que una de las penitencias que los inquisidores utilizaban para lavar las culpas de los herejes acusados de delitos de menor gravedad, consistía en realizar una peregrinación. Dicha penitencia se realizaba, a veces, en Tierra Santa, mientras que otros extinguieron sus culpas arrodillándose ante la tumba de Santiago en Galicia. También existía la dura pena del destierro, casi equivalente en la mentalidad antigua, a una condena a muerte. Núcleos de antiguos herejes resultaron exiliados y muchos de ellos fueran obligados a peregrinar; estos, no quisieron regresar a sus lugares de origen, horrorizados por las hogueras y los excesos inquisitoriales que habían dejado atrás. Se asentaron allí donde pudieron, intentaron olvidar su origen; el adversario, los predicadores y la inquisición, los cubrieron de las peores infamias. Los propios segregados quisieron olvidar los motivos de su segregación y subsistió solo la leyenda que justificaba la marginación más extrema. Este, para nosotros, es el origen más plausible de todas estas comunidades de agotes o cagots.

LA LARGA MARCHA HACIA LA INTEGRACION   

    A finales del siglo XVI, por decreto del Parlamento de Burdeos y a petición de la población, se ponían en vigor viejas disposiciones legislativas que segregaban a los agotes implacablemente. La situación llegó a ser tan agobiante que, en 1514, los agotes navarros escribieron al papa Leon X para ser relevados de las restricciones infamantes que se les venía imponiendo en las prácticas del culto. El papa les dió la razón; pero un pontífice radicado en Roma difícilmente podía borrar por decreto un tabú tan ancestral. Los Enciclopedistas -recuerda Gerard de Sede- que adoptaron la defensa de todas las minorías oprimidas, solamente citan dos veces a los "cagots", ¡por su fama de hipócritas!

    Nada cambió hasta el siglo XIX. Las Cortes de 1817 y 1818, hicieron todo lo posible por destruir la marginación de los agotes. Se prohibió el uso del nombre infamante y se les concedió prenitud de derechos. Mendizábal, el desamortizador de sangre judía conversa (otra etnia maldita), fue el gran corrector de este error histórico. El 27 de diciembre de 1817, el Conde de Ezpeleta, firmaba un decreto en el que los agotes pasaban a ser hombres iguales a los demás. Curiosamente, en el mismo texto legal se aludía a su origen: "conjeturan ser descendientes de las reliquias disipadas del gran ejército albigense, que fue derrotado en el año 1214 por el Conde Simón de Monforte, junto al castillo de Murello [Muret], sito a las márgenes del Garona".
   
EN TORNO A LA TORRE DE LOS URSUA

    Una de las más antiguas familias del valle es la de los Ursúa, señores ya desde el siglo XI. No se trata de la única familia noble del pueblo. De hecho, recorrer las calles de Arizkun supone casi un tratado de heráldica. Muchas son las casas que ostentan escudos señoriales; el contraste con el cercano barrio de Bozate es, por esto, todavía más evidente. Aquí las casas son modestas, inútilmente buscaríamos escudos de rancio abolengo. Bozate fue creado por los Ursúa para alojar a los agotes. Casi setecientos años después de ver llegar a los primeros agotes, aun hoy salta a la vista la diferencia entre esta zona y el resto de poblaciones del Baztán. Las construcciones son más modestas y pobres, todo parece como más gris. Félix Urabayen en "El barrio maldito" escribía "¿En que os distinguís los de Arizkun de nosotros? En nada. Sabemos cantar y hacer versos en vascuence; somos más finos, más rubios, mejores musicos y, sin embargo, en cuanto un agote sale carretera adelante va pregonando que es e Arizcun; en cuanto tiene dos reales se va a Sumillao  a Irún; jamás dirá que es de Bozate. Nosotros mismos reconocemos nuestra inferioridad. Nos humilláis a cada paso y a pesar de ello os admiramos (...) Somos mansos, somos tristes, somos un pueblo que solo sabe llorar". En este fragmento se perciben tanto el estado de ánimo como los rasgos físicos de esta comunidad. Miner Otamendi que también dedicó unas páginas a los agotes cuenta que los de Bozate "son rubios y guapos en su mayoría. Los niños si. Los hemos visto ir a la escuela junto con los de Arizkun. Se expresan en euskera probablemente mejor que en castellano. A lo mejor sus "aitona" les hablaron de los Ursua, junto a cuya torre-palacio se extienden los maizales".

    El mismo Miner Otamendi cuenta que en el siglo XVIII el ministro de Hacienda, Goyeneche, fundó cerca de Alcará de Henares un "pueblecito al que bautizaron con el añorante nombre de Nuevo Bastán. Para poblarlo llevaron agotes de Bozate; pero la añoranza fue más fuerte que la esperanza de mejorar y los emigrados regresaron pronto a su barrio, querido por maldito que fuese". Inútilmente, pues, buscaríamos agotes en las proximidades de Alcalá. Sin embargo, en las poblaciones navarras de Lesaca, Urdax, Maya, Elvetea, Irurita, Elizondo, Oyeregui, San Esteban de Lerin, Lanz, Larrasoana, Isaba, Echavarri, Urroz, Burgui, Estella, Arandigoyen, Monreal, Lumbier, Cirauqui, Puente la Reina, Mendigorria, Berasoain, Aibar, Sangüesa, Artajona, Tafalla, Cáseda, Allo, Larraga, Gallipienzo, Olite, Mélida y Miranda de Arga, existieron núcleos agotes, como mínimo hasta el siglo XVI. En siglos sucesivos, se fueron difuminando y, entrado ya el XX, solo en Bozate existía un núcleo de población agote.

    Hoy, setecientos años después del final de la epopeya cátara, solo queda el recuerdo. Mejor el recuerdo que la persistencia en la discriminación.

© Ernest Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Se prohíbe la reproducción de este artículo sin indicar procedencia