domingo, 17 de octubre de 2010

Los sinarquistas y la revolución nacional. De Henri Coston

Infokrisis.- Reuniendo material para otros temas, nos hemos encontrado con el libro de Henri Coston "Con dinero rueda el mundo", publicado en 1957 por Samarán Ediciones, cuyo capítulo XI (págs. 115-130) hemos escaneado para nuestros migos y lectores. En otras ocasiones hemos hablado de "sinarquía" en estas mismas columnas de infokrisis y siempre hemos procurado remontarnos a las fuentes originarias. Incluso en la obra Gaudí y la Masonería aludimos ampliamente a la sinarquía. Todo lo que se suele repetir sobre la sinarquía en los últimos años deriva de este capítulo de Henri Coston que ha sido manejado, adulterado, retorcido por escritores posteriores en busca de la "conspiración perdida". El propio Coston percibe, durante su estudio que la sinarquía es algo "extraño". Inicialmente creía que se trataba de un proyecto masónico, pero cuando examina el programa del M.S.E. percibe que es más bien el de una formación casi tradicionalista. Todavía no se ha escrito la última página sobre la sinarquía. Cuando se escriba, sin duda, será la continuación de estas líneas de Costón.


CAPITULO XI
LOS SINARCAS DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL

1940. Francia vencida -momentáneamente vencida, piensan algunos- se entrega al viejo jefe que la había salvado en Verdún.
El régimen parlamentario se ha hundido. Los dirigentes de ayer se han dado a la fuga. Un personal renovado, si no enteramente nuevo, ha tomado su puesto. Hay allí, en torno al mariscal Pétain, exministros de la difunta República, hombres, políticos, soldados y marinos. Hay también hombres de negocios y banqueros, que representan esas “coaliciones de intereses económicos” que el jefe del Estado espera poder meter en cintura:
«Dos principios esenciales van a guiarnos, declara: la economía debe ser organizada y controlada; "la coordinación por el Estado de las actividades privadas debe acabar con la potencia de los Irus1s y su poder de corrupción"” (1).
He aquí algo que no interesa a las «potencias del dinero». Estas se encuentran demasiado bien colocadas en Vichy, para no oponer a la «revolución nacional» una fuerza de inercia capaz de agostar el movimiento. ¿Se ha dado cuenta de ello el mariscal Pétain?
En agosto de 1941 afirma «querer vencer la resistencia de todos estos adversarios del nuevo orden y acabar con sus empresas diezmando a sus jefes».
«En cuanto a la potencia de los trusts, proclama, ha buscado la manera de afirmarse de nuevo, utilizando para sus fines particulares la institución de los Comités de Organización Económica. Estos Comités habían sido creados, no obstante, para enderezar los errores del capitalismo... Estos organismos provisionales, creados bajo el imperio de una necesidad acuciante, han sido demasiado numerosos, demasiado centralizados y demasiado posados. Las grandes sociedades se han atribuido en ellos una autoridad excesiva y un control muchas veces inadmisible.
A la luz de la experiencia, corregiré la obra emprendida y emprenderé, contra el capitalismo egoísta y ciego, la lucha que los soberanos de Francia han entablado y ganado contra el feudalismo.
Quiero que nuestro país se vea libre de la más despreciable de las tutelas: la del dinero» (2).
Estas palabras eran pronunciadas pocos días después de la publicación, en el periódico de Marcel Déat, de un artículo muy notado, contra la Banca Worms, acusada de «colonizar» el gobierno del mariscal Pétain:
«Hablábamos ayer, escribe el editorialista de "L’Oeuvre", del equipo adoctrinado, sostenido e impulsado hacia el poder por la Banca Worms, a la que, por otra parte, sería mejor llamar la... banda Worms. Es ella quien después de la siniestra calaverada del 13 de diciembre, domina en Vichy» (3).
Seguía una diatriba contra ciertos ministros y secretarios de Estado pertenecientes a la «banda Worms». Y el redactor concluía: “En todo caso, Francia vale más que la Banca Worms”.
Creemos, no obstante, que seria injusto querer ver en una u otra personalidad que el periódico de Marcel Déat ponía en el paredón a un falso patriota e incluso a un vulgar soporte de la finanza internacional. Había entre ellos excelentes franceses; a decir verdad, eran raros los agentes de la Alta Banca.
No obstante, unos y otros pertenecían a una camarilla, a un clan, puede que a un grupo que les ligaba estrechamente a estos “intereses económicos” de los que hablaba el mariscal Pétain. Una vez más no son los hombres lo peor en el sistema. No son los «capitalistas» (4), es el mismo capitalismo, el capitalismo que corrompe a veces a los que se le acercan y que los marca para siempre.
Sirviendo al mariscal Pétain pensaban servir al Estado y, muchas veces, lo servían realmente.
Pero la buena voluntad no es bastante en semejante asunto, y el Estado, entidad un poco abstracta, no es todo. Existe también la nación y existe también el pueblo. Un Estado entregado a una oligarquía financiera puede parecer fuerte y dar la sensación de la honestidad y el orden. No es más que una fachada dorada, tras la cual todo un pueblo oculta su miseria.
Y esto es el mayor reproche que haremos a estos hombres de los trusts y de la finanza, convertidos, de golpe, en ministros. Creyeron, sin duda, con la mayor buena fe, que Francia era una sociedad anónima que podía dirigirse como una empresa. La administraron lo mejor que supieron (5). Pero lo hicieron como corrientemente lo hacen los administradores de las sociedades, no para la masa de los accionistas, sino para los grupos que se repartían la administración y las ventajas del negocio. Lo hicieron por cuenta de los consorcios, de los trusts, de las bancas, de los que eran ya altos empleados o representantes. Prisioneros de su medio, de sus amistades, de sus intereses, no han podido romper las ataduras que les impedían ser los grandes representantes de Francia.
Al poner a M. Hypolite Worms en evidencia, Marcel Déat respondía a un reflejo natural, el mismo del labriego cuando se encuentra en presencia de un hombre de negocios. A la desconfianza del labriego, cuya hucha se ha vaciado desde hace un siglo para enriquecer al financiero, se ha unido la hostilidad del intelectual «de izquierda» y del burgués “de derecha” (6). Al denunciar el dominio de la Banca Woms sobre Vichy, Marcel Déat cedía a su instinto.
No decimos que jamás se equivocara. Nosotros, que hemos sido sus adversarios y que estábamos de acuerdo con él para denunciar la ingerencia de la alta finanza en los asuntos de Francia, sabemos muy bien que cometió graves, muy graves errores. Pero ante este francés que volvió a la fe de sus padres en la dureza del exilio, agonizando lejos de esta tierra de Francia, que había amado con pasión, a su manera sin duda, pero con todo su corazón, nos es imposible no echar un velo de olvido sobre cuanto antes pudo separarnos (7). Al igual que nos es difícil de olvidar que aquel a quien había acogido cerca de sí, y formado como a un hijo, está hoy al servicio de estos mismos Worms que él fustigaba con tanto ardor.
¿Es posible, como se ha hecho tantas veces, asimilar la casa Worms a una «Banca judía»? ¿Se puede clasificar a M. Hypolíte Worms entre los sinarcas?
Es más fácil responder a la primera pregunta que a la segunda. M. Hypolite Worms, que tuvo bastantes dificultades pese a su patronímico peligroso (8), no era considerado como «judío» por la legislación del Estado francés. Nacido en París el 26 de mayo de 1889, hijo de M. Lucien Worms y de Mme. Virginia Adela Houcke, su esposa, M. Hypolite Worms es el nieto del fundador de la casa, de la que lleva el apellido. Su madre, que era cristiana, le hizo bautizar poco después de su nacimiento. Habiendo roto con el judaísmo de su familia paterna. M. Worms casó el 14 de febrero de 1912 con una cristiana, Mlle. Gladys Mar Lewis-Morgan, en la ig1esia de All Saints-Mararet Street, parroquia de Marylebone, en el condado de Londres, «de acuerdo con los ritos y las
caremonias de la Iglesia establecida». Su hija única, Mlle. Marguerite Viviane, se casó a su vez con un cristiano, M. Robert Wilfrid Kennet Clive, hijo de M. Robert Henry Clive, embajador de Inglaterra en el Japón (9).
Así pues, a la vista de los decretos y ordenanzas de 1940-1944, M. Hypolite Worms no era “judío”. Pero uno de sus socios, M. Michel Goudeaux, y Mme. Labbé, de soltera Daudehaux, comanditaria de la casa, lo eran.
Según una información pericial efectuada después de la liberación por el Tribunal de Justicia, se desprende que las autoridades alemanas fijaron su atención sobre la Banca Worms, «tanto por el origen parcialmente israelita del capital como por la importancia de la actividad de la sociedad y por la personalidad de M. Worms, cuyas relaciones familiares anglosajonas eran conocidas» (10).
Aun cuando M. Goudchaux y Mme. Labbé habían transferido a sus hijos sus participaciones en la sociedad y que M. Hypolite Worms, anticipándose a los acontecimientos, habían hecho designar por el ministro de Hacienda de entonces un comisario provisional (M. Olivier de Seze), las autoridades de ocupación nombraron, el 25 de octubre de 1940, un “administrador ario”.
Pese a este handicap, el Banco pudo proseguir sus actividades. El apoyo que recibía de los medios oficiales franceses se lo permitía. Por otra parte, según propia confesión de M. Barnaud, los comisarios alemanes jamás habían sido incorrectos y jamás habían usado de sus poderes en perjuicio de la casa Worms (11).
Las operaciones de la Banca, principalmente se han relacionado con el aumento de capital en favor de las sociedades que, directa o indirectamente, estaban bajo su control.
¿Cómo se ha llegado a identificar la casa Worms con la Sinarquia? Parece ser que la presencia de M. Barnaud en la dirección de la Banca sea la causa originaria de esta acusación.
M. Jacques Barnaud, ex inspector de finanzas, ex director adjunto del Movimiento General de Fondos, socio de la casa Worms, amigo de Jean Coutret, el animador de la Sinarquia (12), era, en efecto, uno de los miembros activos de esta sociedad secreta, que contaba con numerosos adeptos en las altas esferas de Vichy.
M. Pierre Nicolle, ex presidente del Comité de Salud Económica, anota en su diario (13), en fecha 3 de junio de 1941: «Sé habla, en voz baja, de una organización secreta (Sinarquia) que agrupa a los politécnicos”.
Después, en fecha 14 de julio:
«Durante el día me entero de fuentes muy distintas que la Sinarquia ha sido descubierta y conocida. Esta revelación causaría grandes dificultades a sus miembros. Según la investigación llevada a cabo por los adictos al mariscal, se afirma que ciento cuarenta personas serán detenidas».
¿Qué es esta famosa Sinarquia y cómo ha sido revelada su existencia?
Es durante la guerra y en plena ocupación que un ex venerable de una logia masónica, M. Jean Mainy, llamado Paul Riche, publicó un día por la mañana en “L’Appel” (14) el archivo de cierta organización secreta de teócratas y de financieros. Los hechos que revelaba y que habían permanecido casi secretos hasta entonces parecían demostrar que el Estado francés estaba no sólo investido, sino literalmente invadido por los adherentes al Movimiento Sinarquista del Imperio (M. S. E.).
El autor, que relacionaba la agrupación con la franc-masonería, exageraba tal vez la influencia de los afiliados al M. S. E., pero no por esto parecía menos informado sobre sus intenciones y sobre su identidad. Las autoridades alemanas -no olvidemos que la censura de la Propagandaslaffel alteraba considerablemente los textos que le eran sometidos (15)- había suprimido buena parte del texto inicial, después de haber dudado sobre la oportunidad de tal publicación. En cuanto el ministro del Interior tuvo conocimiento de tal divulgación lanzó una orden de arresto contra el autor del artículo y contra el director de la publicación (16).
La intervención de M. Pierre Pucheu se comprende tanto más cuanto que se sentía personalmente señalado por estas revelaciones. Acababa de separar a M. Chavin, inspector general de la Seguridad Nacional en Vichy, autor de una información sobre esta misma Sinarquía. Estando en relación con los principales dirigentes del M. S. E. su gesto de mal humor en relación con M. Chavin y los periodistas parisienses se comprende perfectamente.
El “informe Chavin”, titulado «Informe confidencial sobre la sociedad secreta politécnica, llamada M. S. E. (Movimiento Sinarquista del Imperio) o C. S. R. (Convención Sinarquista Revolucionaria», revelaba que dicho movimiento había sido acaparado por grupos que no se limitaban a querer reemplazar al Gobierno parlamentario por otro gobierno autoritario, sino que se proponían instaurar un régimen en el que, «todos los poderes estarían concentrados entre las manos del gran patronato y de los representantes debidamente designados por los grupos bancarios, especialmente designados en cada país. En resumen, añadía, el sistema propuesto consiste en dar a cada país una constitución política y una economía nacional de estructura peculiar, organizada conjuntamente con el propósito de:
1º. Colocar el Poder político directamente entre las manos de mandatarios de los grupos interesados;
2º. Realizar una concentración máxima dentro de cada rama de la industria, con el objeto de suprimir toda competencia;
3º. Ser dueños absolutos de los precios de todas las mercancías;
4º. Encerrar al obrero dentro de un cuadro jurídico y social que no le permita más ejercer acción reivindicadora alguna.»
Este informe y las notas confidenciales que le siguieron no han sido conocidos del público en general hasta después de la liberación. Pero a partir de 1941, gracias a L’Appel, primero, y a los «Documentos masónicos» (17) luego, se sabía lo que era la Sinarquia.
Los dos estudios publicados por esta última revista comprendían una historia de la Sinarquia y una exposición critica de su doctrina y de su organización. Se explicaba en ellos que a la muerte de Saint-Yves, ocurrida en 1909, el grupo que lo había fundado pareció vegetar, falto de un animador de prestigio. Pero en 1922 un “Movimiento Sinarquista de Imperio” había nacido de la necesidad, según un documento citado, “de definir por el pensamiento, por la experiencia y por la acción el sentido de la actual "Revolución mundial”. Este movimiento se proponía preparar una revolución sinarquista en Francia, o más exac1ainente en el imperio federal francés.
Los documentos citados hablan sido descubiertos durante las pesquisas efectuadas en casa de los francmasones, especialinerite en casa del ex diputado Gaston Martin, masón importante y autor obras históricassobre la francmasonería. Se habían encontrado igualmente en Lyon, en un templo martinista de la calle de los Macabeos, sede de la “Orden Martinista”, ilustrada por Papus, y de la “Orden de Momphis y Misraïm”, reorganizada por el difunto patriarca Juan II (en lo civil, M. Jean Bricaud), en ocasión de una investigación efectuada el 25 de septiembre de 1941 por la policía de Vichy.
Estos documentos se presentaban bajo la forma do libros. Uno de ellos, en cieloestilo, llevaba el siguiente título:
«Los 13 puntos fundamentales y las 598 proposiciones del Pacto Sinarquista Revolucionario para el Imperio francés (P. S. R.)».
El segundo impreso se titulaba:
«Esquema del arquetipo social» (18).
Una de estas obras publicaba en primera página esta advertencia:
«Toda posesión ilícita del presente documento expone a sanciones sin límite previsible», sea cual fuere el conducto por el que se ha recibido. Lo mejor, en este caso, es quemarlo y que no se hable más. La Revolución no es una broma, sino la acción implacable recogida por una ley de hierro.»
A la página siguiente, una «explicación más cortés» afirmaba que la obra era confidencial y debía seguir siéndolo durante la fase de la «Revolución invisible».
«Esta, añadía, es la base de la «Convención Sinárquica Revolucionaria» del Imperio francés, (C. S. B.), cuyo objetivo es apoderarse del Poder para la instauración, cueste lo que cueste, de un régimen sinárquico apropiado» (P. VI.)
Y precisaba:
«1º. Que se trata de una "Revolución que debe hacerse desde arriba". No se hará la "Revolución desde abajo", con su secuela de motines populares.
2º. Que durante el periodo preparatorio habrá de permanecer en secreto y hacer la propaganda "de la boca al oído", y así "hasta el día en que se haya alcanzado el punto de cristalización sinárquica del país".»
En la página siguiente figuraba el texto del «Pacto Sinárquico Revolucionario», que copiamos, presentado en un círculo:
“Yo, el que firma, habiendo reconocido a través de los "trece puntos fundamentales" del M. S. E. la línea general de la revolución que conviene a la civilización francesa en su fase actual, aceptó, por el presente Pacto Sinárquico Francés, ligarme al C. S. R. con los promotores del Movimiento por la Francia Metropolitana y los países que de ella depende.
Por mi parte, garantizo este pacto, y comprometo en él mi vida.
Me comprometo a no romper este pacto, pase lo que pase, antes de que sea instaurado en el Imperio Francés un régimen sinárquico apropiado.
Me comprometo a cumplir con todas mis fuerzas cada misión que me sea confiada para tal fin.
Me comprometo a no proponer este pacto a ningún súbdito francés, sea cual fuere, y a ningún extranjero ya orientado, más que bajo prueba y caución y sólo bajo la indicación de un mandatario del C. S. R.
En fe de lo cual firmo aquí y sello el Pacto Sinárquico Francés, en plena libertad de mi conciencia.
Hecho en ……… el ………….. en presencia de mi fiador y de mis jueces.»
Por debajo de este texto, el recipiendario había estampado su firma secreta, las letras C. S. R. (Convención Sinárquica Revolucionaria), seguidas de su número de orden en esta organización. Sobre una página anexa se encontraban las mismas letras con otro número de orden.
Un examen precipitado de los trece puntos daba la impresión de que el Movimiento Sinárquico: era un movimiento nacional inclinado a la derecha. En efecto, desde las primeras proposiciones, desde las severas apreciaciones sobre el parlamentarismo “régimen de importación extranjera”, sobre el sufragio universal y el uso que de él hace el pueblo, «este soberano eternamente menor», parece indicar que estamos en presencia de un movimiento realista o fascista. Tanto más cuanto que se afirma altamente que, «la Revolución Sinárquica, en el eje de la vida no puede destruir ninguno de los valores tradicionales elaborados durante el curso de nuestra civilización nacional y que han quedado en los instintos, en el corazón y en los cerebros, en las costumbres de la gran mayoría de los pueblos de Francia.»
De hecho, las proposiciones que siguen contradicen tales afirmaciones, demostrando que la Sinarquia quiere, por métodos antiparlamentarios y antidemocráticos, establecer un régimen tan alejado de la República como de la Monarquía.
Por otra parte, la proposición 424 especifica que «toda propiedad debe ser un servicio público, una función social», y la 433 precisa que, «el esfuerzo de la Revolución sinárquica debe tender a terminar con el régimen de la escasez y a instaurar el reino de la abundancia, que hará toda propiedad indeseable, como un motivo de preocupaciones molestas, reemplazando entonces el pleno disfrute personal de los bienes a la relativa posesión personal de los mismos».
El sistema sinárquico se proponía, pues, una socialización general. Los bienes de todos estarían colocados bajo la dependencia de algunos privilegiados, que ejercerían un poder casi discrecional sobre el conjunto.
El cuadro previsto por esta experiencia excede en mucho al plan nacional. Francia, por ejemplo, estaría integrada en una Europa sin Rusia y sin Inglaterra, a la que se uniría la parte del África que no es inglesa: «El Imperio sinárquico francés se quiere ya que sea como el promotor de la Paneuroáfrica, la futura Unión Federal de los pueblos y de las naciones liberadas de Europa y de Africa.» (Proposición 586.)
«"La Paneuroáfrica" se impone del mismo hecho de la existencia de una "Europa superpoblada", dinámica y sobreequipada, al lado de un "Africa subpoblada, estática y retrasada".» (Proposición 587.)
«La Unión Europea debe salir, tarde o temprano, de un justo equilibrio o de una conjugación sinárquica de los impulsos romanos, germánicos, eslavos, en juego en la Europa actual. "El Movináento Sinárquico del Imperio reconoce todos estos impulsos y los sirve a todos".” (Proposiciones 582 y 583.)
Al lado de esta Paneuroáfrica y del Commonweall británico se constituirían tres grandes imperios federales raciales (19): Paneurasia (U. R. S. S.), Panamérica y Panasia.
He aquí algo que se parece raramente a las concepciones de M. Jean Monnet -o a las que se le atribuyen-, y se comprende que algunos (20) hayan visto en él al ejecutor testamentario de M. Jean Coutrot, uno de los dirigentes del M. S. E., muerto misteriosamente algunas semanas antes de las revelaciones del informe Chavin y de la publicación de “L’Appel”.
Toda la organización del M. S. E. descansaba sobre un grupo de afiliados, extraordinariamente activos y bien situados.
«Cuando se estudia la naturaleza de los afiliados del M. S. E., las funciones sociales ejercidas por ellos, se les encuentra exclusivamente situados en la alta administración civil y militar del Estado, en los puestos directivos de las grandes administraciones privadas (Banca, industria, comercio, etc.), en el seno de los organismos directivos de los principales partidos políticos y de las grandes, organizaciones sindicales, en el Parlamento o en asambleas análogas, e incluso algunas veces en los consejos gubernamentales» (21).
La acción de los sinarquistas fué, al parecer, determinante en la famosa disidencia del Africa del Norte. Hoy día es cosa sabida que la empresa había sido cuidadosa y secretamente organizada por los miembros del M. S. E. (22). En un editorial de «Je suis parleul», bajo el título «Rocambole, príncipe del real secreto, o historia de los trece», Robert Brasillach escribía:
«Es cosa cierta que la Sinarquía es uno de los nombres del capitalismo. Tiene incluso su plan para la "victoria": los rusos son sólo instrumentos; hay que servirse, pues, de ellos, pero con cuidado. Para esto es necesario que la Alemania vencida no se encuentre desamparada. La Renania y el Rhur, ya los americanos nos lo han dicho muy seriamente, quedarán bajo control anglosajón. Pero no se les permitirá bolchevizar a Alemania. Se les dará un buen rey católico y con sentido común: no hay que decir que el Vaticano está de acuerdo (23). Lo esencial es desembarazarse del nacionalsocialismo, que es el enemigo de las potencias del dinero. Está tendida una cadena desde América hasta Alemania, y en todos los países no faltan los hombres que favorecen este plan magnífico, del que, con palabras encubiertas, habla Vichy desde hace meses. El asunto de Africa ha aclarado el plan de la Sinarquia. Y de la Masonería. La Masonería está en Londres, en Washington, claro está. Está en Argel, donde se han abierto de nuevo las logias. Está en Vichy y se encuentra a menudo en París, bajo todas las máscaras. Y la Sinarquía está por todas partes, y en particular en Argel, con Pucheu. Cae por su peso que los únicos armadores judíos que ha habido después de Noé están a la cabeza de la Sinarquía en Francia. Si Hirani corresponde al Thibet, confesemos que todo ocurre como si la Masonería y la Sinarquía trabajasen de acuerdo para el triunfo de la IV República capitalista» (24).
La presencia cerca del general Giraud de M. Pose, de la «Banca Nacional del Comercio y de la Industria», de M. Lemaigre-Dubreuil, de los «Aceites Lésicur», y de diversas personalidades eminentes del mundo de los negocios, demuestra claramente que «la calaverada de Argel» no era ajena a las preocupaciones de la finanza. Incluso allí la dualidad Standard-Royal-Dutch es visible. La victoria de la segunda sobre la primera explica la evicción del “americanófilo” Giraud en provecho del “anglófilo” De Gaulle. Es cierto que en todo esto la casa Worms jugó un papel de primer plano. La mayor parte de los conspicuos estaban más o menos ligados a ella, incluso el desgraciado Pucheu, que encontramos como administrador de Japy Freres, firma controlada por la Banca.
Al mismo tiempo “pétenista” en Vichy, “colaboracionista” en París, “pro-nazi” en Berlín (25), «giraudista» en Argel y «gaullista» en Londres, la alta Banca no ha cesado de jugar, con o sin Worms, con o sin la Sinarquia, el doble juego que causa la admiración de los picaros.
Como lo ha dicho un día Dominique Sordet, «el fin de los fines (para los financieros) era jugar por la colaboración franco-alemana, al contado; y por la victoria anglo-americana, a término.»
Gracias a esta política hábil, los señores André Dobray (26), André Postel-Vinay (27) y Frangois Bloch-Lainé (28) han podido financiar los movimientos de la Resistencia sin ser deportados ni fusilados por los alemanes, y M. Hypolite Worms no ha conocido la suerte de su amigo Pucheu o de su adversario Robert Brasillach (29).


Notas a pie de página

(1) “Méssage” del 11 de octubre de 1940.
(2) “Méssage” del 12 de agosto de 1941.
(3) «L’Ouvre», 3 de agosto de 1941.
(4) O sus «fideicomisarios», altos empleados o representantes-
(5) La administración financiera de M. Bouthilier, por ejemplo, es una realización magnífica, si se toma en cuenta la presencia, del ocupante.
(6) M. Worms pasaba ya por un conservador.
(7) Esto estaba escrito cuando la prensa nos informa de la muerte de Marcel Déat en Italia. Hemos, en efecto, polemizado y sin amenidad con el leader del R. N. P. durante la ocupación. Sus últimos artículos en el «L’Oevre» contra “el más hombretón de los submaurrasianos” y el “Loriquel” datan de febrero de 1944.
(8) Menos afortunado, su homónimo Pierre Worms, hermano del banquero Edouard-Rapháel Worms y padre del periodista Roger Stéphane, fue asesinado durante la guerra.
(9) Cf. «Les Documents, febrero de 1949
(10) Cf. «Les Documents, abril de 1952, pág. 20.
(11) Commision parlémantaire d’Enquete sur les evénemenis survenus en France du 1933 á 1945. Declaraciones, tomo VIII, págs. 2.288-2.889.
(12) Creó con él, y en último término con su colaboración, “Les Neuveaux Cahiers ...” donde se encontraban los miembros más notables de la Sinarquia.
(13) Pierre Nicolle, «Cinquante mois d’Armislice».
(14) «L’Appel», 21 de agosto de 1941.
(15) Esto no se notaba mucho en la prensa ya que la redacción del periódico censurado debía obligatoriamente llenar los «blancos» con otros textos aceptados por la
Censura.
(16) Los policías no habrían podido ejecutar su mandato.
(17) Les Documents maónniques, febrero y abril, 1944.
(18) O “Esquema del tipo perfecto del Estado Social”.
(19) Para los sinarcas, una raza, «es el conjunto de individuos visibles e invisibles que han alcanzado la conciencia de la unidad religiosa de sociabilidad racial”.
(20) «Les Documents», agosto, septiembre, octubre y noviembre de 1952.
(21) Geoffrey de Charnay, Op. Cit., pág. 16.
(22) Geoffrey de Charnay, Op. cit., pág. 23.
(23) Este “rey”, ¿no sería el bueno del presidente Adenauer?
(24) «Je suis partoul», 18 de diciembre de 1942.
(25) Hay que recordar que ni el doctor Schacht, synarc y masón alemán, ni M. Von Papen, ligado a la gran industmria renana, han sido alcanzados en Nuremberg, mientras que ha sido condenado a muerte el anticapitalista Julius Streicher. Si el primero fue el gran argentero de Hítler hasta el final, y el segundo desplegó toda su diplomacia en favor de la Alemania nazi durante la guerra, el turbulento antisemita del Sturmer había sido separado, desde 1939, de «todos los puestos oficiales que ocupaba a causa de su oposición a la guerra».
(26) M. André Dobray, muerto en junio de 1954, en el momento de asumir la presidencia de la WINAREP (Sociedad Financiera de Petróleos), era un alto empleado de la Banca de París y de los Países Bajos, habiendo ejercido, durante la ocupación, el cargo de tesorero del Comité Nacional de la Resistencia («Entreprise», del 15-VII-1954 le designa como uno de los tres “argenteros” de los movimientos clandestinos.)
(27) Inspector de Hacienda.
(28) Véase nuestro capítulo sobre la Banca Lazard fréres et Cie.
(29) Los «capitalistas» de la colaboración, los gordos, en general han salido bastante bien parados. Aquellos que se enfrascaron en los grupos que ellos comanditaban, han tenido menos suerte. En cuanto a los antisinarquistas, los tribunales de Depuración, no les han olvidado: Paul Riche, autor de los estudios aparecidos en el «Appel» (21-VIII-1941 y 13-VII-1944) ha sido fusilado. Paul Benedix, que había desenmascarado la «tecnocracia humanista» de Coutrot, desde antes de la guerra. (“Courrier Royal”, 16-1-1937) ha sido condenado a veinte años de reclusión. Los dirigentes de “Documents maçonniques”, M. Bernard Fay, el comandante Labat, el coronel de Verchére y Jacques de Boistel, han sido, respectivamente, condenados a trabajos forzados y perpetuidad (para los dos primeros) y a quince años de la misma pena (para los otros dos). Dos de entre ellos han muerto en la cárcel: el comandante Labat, muerto por un guardia del campo de concentración de Noé y el coronel de Verchéres, enviado a la cárcel de fuerza, de Caen. En cuanto a su jefe y amigo, el almirante Platón, colocado en “residencia forzosa” por el presidente Pierre Laval, en pleno maquis perurgino, fué raptado y asesinado en julio de 1944.