domingo, 17 de octubre de 2010

A cuarenta años de mayo del 68 (II de XVI). En las fuentes de la contestación

Publicado: Martes, 15 de Abril de 2008 01:38 
Infokrisis.- En la segunda entrega de esta serie abordamos las fuentes intelectuales lejanas de la contestación. Nuestro análisis nos lleva, primeramente, a los "poetas malditos" franceses del siglo XIX, a las vanguardias artísticas de principios del siglo XX (dadaistas y surrealistas) y, finalmente, a la beat generation norteamericana de la postguerra. Esta excursión intelectual nos llevará por derroteros insospechados: por ls filosofías del nihilismo, por la irrupción de un nuevo modelo de sociedad, por el redescubrimiento de oriente, etc.

1. Los poetas malditos franceses, precedentes de la contestación
No hubiera existido contestación política de no haberla precedido una fuerte contestación cultural. La alternativa cultural hunde sus raíces desde el instante mismo en que la sociedad burguesa se estabiliza a mediados del siglo pasado. La personalidad del contestatario ya está implícita en algunos de las más grandes intelectuales del siglo XIX como Baudelaire (“El Dante del siglo XIX” según Barbey d’Aurevilly e hijo intelectual de Josep de Maestre del que diría: “Me enseñó a pensar”; toxicómano y libertino, admirador de la síntesis artística de Wagner y que tomó conciencia en nombre de los poetas modernos de ser apestados y rechazados por la sociedad moderna a cuyos valores se opone) o Thomas de Quincey (admirado por Baudelaire, con el que le unía su tendencia a compartir su vida con prostitutas y sus toxicomanías, no en vano el primer tomo de su autobiografía se titula significativamente Memorias de un Comedor de Opio, su demonio personal), sin olvidar a Verlaine (cuyos poemas malditos escritos tras una estancia en prisión le dan fama literaria como precursor de los decadentistas) o, finalmente, y a Rimbaud (genio del mal según sus profesores de bachillerato, gustaba escandalizar con blasfemias a los feligreses católicos, amante de Verlaine –de quien recibió un tiro- habitual del hachís, viajero impenitente y traficante de armas)…
Todos ellos fueron hombres de letras y artistas no ortodoxos, hombres que negaron la sociedad que llegó al poder con la revolución de 1789 y que entronizó como modelo a la burguesía; hombres que se situaron en los límites de las experiencias místicas o introducidos en ellas de cabeza a través de la droga. Poetas "malditos" todos ellos, de los que Julius Evola en Cabalcare la Tigre dijo:
"Vivían a la desbandada, frecuentemente eran alcohólicos y mezclaban el genio con un clima de disolución existencial y con una revuelta contra los valores establecidos".( )
En 1884, cuando estalla la revuelta de la Comuna de París, Rimbaud grita: "Hemos vencido al orden" y escribe: "El artista debe ser el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito y el sabio supremo". Él y los que como él vivían su arte como exaltación e ímpetu aventurero, eran espíritus turbulentos, frecuentemente asociales, ansiosos de libertad y buscadores impenitentes de experiencias interiores.
Les siguieron Lautréamont primero, el dadaísmo más tarde y, finalmente los surrealistas. De Lautréamont se dijo que murió de sobredosis de droga, pero de lo que no cabe la menor duda es de que sus Cantos de Maldoror (= Mal d’aurore = Mal de la Aurora) ensalza todo aquello que aborrecía la sociedad burguesa, incluyendo la blasfemia, el crimen, la obscenidad y lo desagradable. Fue el primer surrealista in pectore, el Bosco de la poesía que apostó por la victoria de lo irracional sobre cualquier forma de orden Los surrealistas lo rescataron del olvido y, antes, Tristán Tzara y los dadaístas lo veneraron. Aún hoy su relectura suscita adhesiones desgarradas. Muchos de los que creyeron en Mayo del 68 lo habían leído. Él precedió su espíritu narcisista cuando escribió cien años antes: “Soy hijo del hombre y de la mujer según me han dicho, y eso me extraña, porque creía ser mucho más…”.
A lo largo de todo el primer tercio del siglo, las vanguardias artísticas se sucedieron vertiginosamente. Todas ellas -aparte del exhibicionismo propio a los movimientos de este tipo- pueden ser consideradas como contestaciones más o menos profundas a la sociedad de su tiempo, contestaciones sucesivamente devoradas e integradas por ella, pero cuyo rastro puede seguir aquel que esté interesado en sondear las huellas de la protesta a través de los siglos.
2. Beats: los “golpeados”
La generación surrealista peinaba canas cuando, a principios de los años 50 en la Playa Norte de San Francisco, acampó una nueva comunidad bohemia. Se había marginado voluntariamente de la sociedad y llevaban una vida desenfadada y turbulenta. Coincidieron escritores, filósofos y artistas, junto a desaprensivos. Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, Philipe Lamantia, William Burroughs, entre los mejores, vivieron más o menos de cerca el experimento. Todos ellos debían convertirse luego en las referencias culturales obligadas de los contestarios. En realidad, fueron sus mentores intelectuales especialmente de su rama americana. Deseaban vivir al margen de la sociedad. Inconformistas y consecuentes, habían creado una nueva forma de vivir y la seguían... fueron llamados la generation beat.
beat por que se consideraban "golpeados", porque decían haber logrado descubrir y denunciar todas las coberturas del nihilismo, advertían la inexorabilidad de la muerte y el drama de una humanidad que no tiene nada donde agarrarse para cubrir su vacío existencial... Se consideraban beat porque su música era el jazz. También porque, en palabras de uno de sus miembros -Jack Kerouac- se trataba de alcanzar la "beatitud"... Antimaterialistas, eran también antiautoritarios y anticapitalistas. Se definían por la negación antes que por propuestas en positivo.
Era una generación, en parte dramática, compuesta por desesperados que advertían el sinsentido de la vida, la inquietud angustiosa de la guerra fría y la subsiguiente posibilidad de desaparecer en cualquier momento; percibían el progreso como una ilusión y sentían la vida como una aventura solitaria: "Dentro de mi no hay nadie" se decían, y también "Fuera de mí no tengo nada"... para ellos el problema radicaba en seguir viviendo con ese convencimiento. No todos lo lograban y aunque no fuera específicamente beat ahí está Ernest Heminway que no resistió esta tensión: el suicidio selló el punto final de su negación.
Walt Whitman, poeta místico y disidente temprano, fue uno de los mentores de la generación "beat". Inspiró directamente el Aullido de Ginsberg, leído en público en 1955 que será, poco más o menos, el manifiesto del grupo. En esa época Ferlingheti publica sus mejores obras y su editorial se convierte en el foco difusor de lo que pasará a llamarse "cultura beat".
3. En el camino del arte y de la poesía Beat
En 1957 Jack Kerouac publica En el camino y por boca de sus protagonistas define su propia concepción del mundo: no hay que detenerse, no hay que parar el flujo de la vida, no hay que dormirse, hay que gozar, seguir adelante, marchar, estar siempre en movimiento; estar "en el camino", tal es la consigna.
Se percibe en ello un espíritu eminentemente moderno: un espíritu activista y frenético de aquellos que -por emplear una terminología oriental- voluntariamente se han situado en el perímetro exterior de la rueda que gira, donde la velocidad es más elevadas; intuyen, con impotencia, la quietud del centro de la rueda, allí donde radica la serena estabilidad de quienes han pasado del Devenir al Ser. Algo que la mayoría de beats no terminan de comprender. Hacerlo hubiera supuesto desengancharse de la modernidad, algo que no entraba en los planes de ninguno de ellos.
La poesía beat es específicamente americana, no debe nada a Europa y busca su inspiración en la realidad de los EEUU en contraposición a otros disidentes de la civilización yankee. T.S. Elliot y, sobre todo, Ezra Pound, que tienen los ojos puestos en el viejo continente y en la cultura clásica. Aunque ambas tendencias sean antitéticas, Ginsberg y Pound, denuncian el espíritu burgués y su afán insaciable de lucro y usura; ambos intentan abrir nuevos horizontes para el espíritu.
Queda por analizar otro escritor marginal que puede situarse entre los mentores directos de la contestación: Herman Hesse, aunque no era americano de nacimiento, el Nuevo Mundo supuso para él una tierra de promisión. En realidad Hesse ha influido en todas las contestaciones de este siglo ¿puede ser considerado como un post-romántico? Desde luego es algo más que eso, sus novelas son seguimientos de la vida de sus protagonistas en la búsqueda de sí mismos. Demian es una nueva forma de novela llena de simbolismo, mística y lirismo. Con Sidharta, Hesse abre las puertas del budismo: gracias a el muchos occidentales irán a encontrar en Oriente aquello que ya se extinguió en Occidente hace siglos: la técnica del conocimiento del yo. Las obras de Hesse gozaron de una gran difusión en los EEUU durante los años cincuenta y sesenta, constituyendo uno de los basamentos de la contracultura.
La literatura de la contestación tiene múltiples formas y estilos, pero una temática común: la necesidad de vivir la vida, de no arrodillarse ante el fatum, porque arrodillarse es aceptar lo que existe, la convicción de que hay estados de conciencia más profundos a los que se puede acceder mediante tres vías: el sexo en el orgasmo, los estados de meditación profunda, o la droga, en la medida en que estas tres experiencias suspenden la conciencia ordinaria. Otro disidente europeo, Julius Evola añadirá otras vías: el riesgo en sus múltiples variantes, desde el combate hasta la aventura de la escalada... pero unos y otros buscarán estados de conciencia en que la intuición y el acto no pensado, intuitivo y directo, inmediato, priven sobre la razón discursiva...
Los beat tuvieron conciencia de marginación, pero no se recrearon en ella, se limitaron a constatarla simplemente como una forma de no-estar, de no ser cómplices del sinsentido de los tiempos modernos, de vivir consecuentemente con lo que se piensa.
Clellon Holmes en la revista Esquire definió a esta generación diciendo que "en el fondo de su personalidad están mirando hacia arriba". Kerouac ya dijo a mediados de los años 50 que el impulso de esta generación es religioso: pretendían "hallarse a sí mismo y hallar a Dios". Kearouac ya había incorporado temas orientales a la temática de sus novelas Vagabundos del dharma o En camino. En la introducción a Protesta pueden leerse estas lúcidas palabras: "Y si Dios es demasiado remiso a mostrar su faz, y la generación abatida es una generación de huérfanos, sin pasado y sin padres terrenos, endurecida para todo sentimiento, el corazón de Satanás guardará al Padre como una reliquia" (...) "De este modo la generación abatida puede sugerir muy bien una generación de buscadores de basura que esperan hallar el Misterio y la Magia encerrados en una botella, una aguja o un cuerno abandonados".
Fue el desencanto por la civilización y el estilo de vida americano, lo que impulsó a la beat generation; estos hombres, para los que "Dios ha muerto", tuvieron una necesidad desesperada de encontrar algo más allá del square; buscadores de lo absoluto, fueron lo suficientemente lúcidos como para no seguir por los caminos del calvinismo, el anabaptismo y sus derivados, rechazando, incluso explícitamente, el ocultismo y el espiritismo, su búsqueda necesariamente iba a orientarse hacia otros horizontes. La situación geopolítica de la beat generation -agrupados en la Costa Oeste sobre el Pacífico- iba a facilitar los intercambios con el exótico Oriente. La beat generation anuncia en el horizonte la llegada de los gurús y de las doctrinas orientales. Y estos llegaron a caballo con la contracultura.
4. La orgía contracultural
En 1952, Bill Haley, inspirado en la música afro-americana crea con su guitarra de cuerda un nuevo sonido que hace del ritmo el tema central. Pero no sería sino hasta 1954 cuando Haley logró grabar su "Rock Around the Clock": Había nacido el Rock’n roll. Tras Haley saltaron a la fama Elvis Presley, Chuck Berry, Paul Anka... Unos pocos años más tarde el disc-jockey Alan Freed bautizaría a esta corriente musical con el nombre que lo conocemos hoy: rock and roll.
Ritmo trepidante, sincopado, extático, agresivo, siempre se ha atribuido al rock un gran poder destructivo. Y todo induce a pensar que ciertamente es así. Ningún otro movimiento musical ha pagado tan cara su dinámica interior como el rock. Víctimas de la droga, el alcohol, los accidentes y la violencia, tres generaciones de rockeros han visto como sus más conocidos líderes morían unos tras otros, presas de lo que se ha dado en llamar "la maldición del rock".
Alan Fredd, la personalidad más influyente en la música americana de finales de los años 50, sería el primero en inaugurar la lista de víctimas del rock. Luego le seguirían docenas de líderes rockeros: Budy Holly, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Brian Jones, Jhon Lenon, Sid Vicious, entre los más conocidos; pero entre los segundones las víctimas pueden contarse por docenas...
Al compás de la música rock y paralelamente a ella, fueron apareciendo tribus urbanas cada vez más agresivas. En un principio se preocuparon por establecer una "filosofía de la vida" y justificar sus comportamientos en novelas y relatos autobiográficos. El rock nació paralelamente a la "beat generation". Ya hemos visto como gracias a estos escritores, vieron la luz las mejores páginas de la literatura americana de este siglo. Cuando se perdió el impulso intelectual de los "beatniks", la agresividad, el comportamiento violento y desesperado pasó a ser una actitud vital, no un razonamiento ideológico.
Así se llegó a los "teddy boys" norteamericanos, los "halbstarken" alemanes, los "holigans", que convirtieron alcohol, rock y violencia, en su nueva trinidad. Lo que había tras esta actitud no era sino un intento desesperado de cubrir el nihilismo mediante un "furor de vivir" y una actividad situada siempre en espacios límite. Con el cerebro oscurecido por el alcohol y después de horas de escuchar música sincopada, la agresividad contra el "enemigo tribal" (otros grupos de jóvenes, la familia, las instituciones, contra sí mismos) les ayudaba a olvidar lo vacío de sus vidas y lo desesperado de su situación ante una sociedad en la que no encontraban lugar. Se revelaban contra Todo por que no tenían cabida en ese Todo.
5. El “diablo” del Rock
El movimiento rock, desde los orígenes, no fue unitario. Se dividió pronto en torno al tratamiento de los temas y al instrumento central: guitarra de cuerda o guitarra eléctrica, canción protesta y comprometida o canción de tintes dionisíacos. A finales de los años cincuenta algunos cantantes quieren resucitar la canción popular americana y darle un nuevo contenido de denuncia contra la opulencia y la guerra: ahí estarán Bob Dylan y Joan Baez.
En el festival de Newport, Dylan actuará por primera vez con guitarra eléctrica dando a luz el “folk-rock”; la fama de los Beatles había saltado el perímetro de Liverpool, seguidos a corta distancia por los Rolling y más tarde por Janis Joplin y Jimmy Hendrix, que terminarían mal su experiencia en el mundo de la drogas. A este conjunto se le llamará genéricamente "música pop". De la experiencia hippie nacerá el "acid rock", mientras que el "folk rock" se prolongará hasta una época relativamente tardía y post-contestataria con Paul Simon y Art Garfunkel... Preferimos no entrar en la evolución del rock durante los años 70: queda, en cualquier caso constancia de su diversidad y globalidad temática.
Vale más detenerse en el punto álgido del movimiento pop a finales de los sesenta. Habíamos hablado antes del vitalismo de la generación "beat", ese mismo vitalismo es el que reencontramos en las canciones de un Presley y en su mismo estilo o en un Gene Vincent con "Be-Bob a lula".
Y es que el pop fue el revulsivo contra la anterior música melódica para la cual solo existían los temas edulcorados y románticos, una música que se musitaba y se bailaba plácidamente al susurro de promesas de amor burgués. El rock rompió toda esa placidez con su insolencia y sus estridentes notas al servicio de un ritmo frenético y salvaje. Era el "furor de vivir" frente al "seguidismo de la vida".
Algunos cantantes rock y especialmente folk-rock, si bien no eran intelectuales en el sentido estricto de la palabra, eran artistas de su tiempo y finos poetas: cantaban a la juventud que empezaba a revolverse y le daban buenos motivos para la revuelta; las canciones se convirtieron en himnos de las barricadas y de los tiempos nuevos, sentenciaban el fin del "sueño americano" y exaltaban el amor, la protesta contra la guerra de Viet-Nam y contra la prepotencia de las instituciones...
Dylan en su oda a Woody Guthie habla de aquella nación, los EE.UU., "muerta y que apenas si acaba de nacer". A esta seguirá su "Blowin in the Wind", canto de un poeta pesimista que no ve horizontes claros en el futuro: "Eso, amigo mío, sólo lo sabe el viento, escucha la respuesta en el viento". Pero en 1964, cuando aparece su maravilloso album "The times they are a-changin" (Los tiempos están cambiando) las primeras revueltas han estallado en las universidades americanas y las europeas calientan motores.
Todos los cantantes "pop" casi sin excepción, reconocen haber compuesto buena parte de su obra bajo el efecto de las drogas. Los Beatles, desde 1967, habían experimentado con drogas psicodélicas; ellos colaboraron, tanto como Thymoty Leary, en la difusión del LSD entre la juventud. La confusión entre el efecto psicodélico de la droga y las experiencias espirituales, determinó que los Beatles se orientaran hacia el seudomisticismo hindú, integrándose temporalmente en la comunidad del gurú Maharishi....
Los Beatles simplemente hicieron el ridículo y Lenon pudo dedicar al gurú Maharishi una canción "Sexi Sadie": "Maharishi, hemos hecho el idiota por tu culpa". Pero la imagen de los Beatles cubiertos con túnicas hindúes y con beatífico aspecto, siguiendo al curioso santonzuelo, impactó a muchos jóvenes que se sintieron atraidos por el misticismo oriental; otra docena de gurús del mismo estilo, así como los escritos de Allan Wats y Norman Brown, difusores del Zen entre la contracultura y el mismo Hesse, parecían confirmar que "de oriente viene la luz". Este impulso sirvió para que otros se volvieran hacia Krisnhamurti, Aurobindo, pero la mayor parte siguió a las sectas más desaprensivas.
La contestación y la revuelta de la juventud fueron un ritmo antes que un programa político y poesía antes que ideología. El rock confirmó en la contestación ese aire de gozo erótico, de búsqueda mística y de desesperación reciclada en voluntad de vivir intensamente... No hay autoridad, los viejos mitos de la democracia -de la revolución burguesa, se entiende- se desmontan al paso de los nuevos estilos: beat, pop,. op, rock, folk... Se trata del estilo de una raza aparte, la juventud.
En 1969, el festival de Woodsktock fue la cima de todo aquel movimiento: 500.000 jóvenes durante tres días escucharon a los ídolos del pop. Un año después se estrenaba la ópera rock "Hair" y Stanley Kubripck estrenada "2001, Odisea Espacial", dos producciones que anunciaban respectivamente la "Era de Acuario", la primera y el nacimiento del hombre cósmico la segunda. Un año antes el albúm de los Beatles, "Sargento Peper’s", había abierto las puertas al "verano del amor". Las costumbres sexuales de la burguesía americana se habían conmovido.
6. El papel de las drogas
Sería incomprensible la contestación sin examinar el papel que jugaron en ella las drogas, dos especialmente, el cannabis y el LSD. Su empleo no fue solo por motivos exclusivamente hedonistas: gracias a ellas los contestarios experimentaban una apertura de conciencia que permitió a Allen Ginsberg escribir: "Lo primero es darse cuenta de que estamos en un estado de conciencia disminuida. Esta es la base de la conducta de los jóvenes: se dan cuenta de que se les está timando el paraíso". El LSD o ácido lisérgico es un producto químico sintetizado a partir del cornezuelo de centeno, hongo parasitario, cuya ingestión provoca alteraciones en la percepción, una distorsión de la realidad con aparición de visiones alucinógenas, aumento de la sensibilidad y, por tanto, de la capacidad creativa, discontinuidad de los sentidos y, al igual que el cannabis, una sensación de paz interior y armonía con todo lo que rodea, con el universo entero.
No es por casualidad que a este tipo de drogas se les haya llamado "psicodélicas" y a todo el movimiento que giraba en torno suyo -en su mayor parte contracultura- "psicodelia" de los términos griegos "psico" y "delum", "alma" y "mostrar", drogas que ayudan a buscar el alma, es decir, los estratos más profundos de la personalidad.
En la práctica ambas drogas provocan una ruptura de la conciencia ordinaria y la apertura a nuevas capacidades y percepciones. Una experiencia con LSD es, ante todo, una experiencia que muestra el "rostro oculto" del mundo y aumenta la percepción interior. Gracias a estas drogas aumenta -articialmente, pero aumenta- la sensación de Existir. Otro tanto ocurre con el cannabis que introduce en el universo de la armonía, del cese de las contradicciones y de la vacuidad... y como corolario de todo ello dos palabras que resumen las aspiraciones de la contracultura: amor y libertad. La droga, en este sentido, es un vehículo de liberación (vehículo transitorio y puntual). no puede extrañar el éxito inmediato y fuera de medida de los libros de Carlos Castaneda que decía haber sido instruido por un brujo yaqui que le administró distintas drogas psicodélicas. Castaneda y toda la temática que le rodea está ya a caballo entre la Contracultura y la Nueva Era.
Precisamente la experiencia de la droga y la sensación interior de la paz y del amor, era lo que daba fuerza y convicción a los movimientos contraculturales en su lucha contra el sistema: "los jóvenes se dan cuenta de que se les está escatimando el paraiso", repetía Ginsberg una y otra vez.
Durante los primeros años de la contestación, entre 1964 y 1968, Thimoty Leary y Richard Alpert fueron ese apostol misionero que precisaba el LSD para su difusión. Solían iniciar sus alocuciones aconsejando: "Relájate, colócate y sintoniza"... era el ritual de su técnica del consumo de LSD... Esto, dicho a adolescentes inmaduros tuvo efectos absolutamente demenciales.
En las primeras ocasiones que el contestatario fumaba o ingería ácidos, el no tener conciencia exacta de la experiencia por la que iba a pasar, le inducía a adoptar una actitud mental de espera, es decir, aproximadamente de neutralidad mental. Pero a medida que se habituaba al LSD o al cannabis esa actitud variaba: ya no se trataba de "esperar", sino de "revivir" la experiencia, de "perseguirla", recordarla y ansiarla, pasar por ella otra vez: el deseo de obtener la apertura mental y la búsqueda consciente del éxtasis, bloqueaba la experiencia. No es raro que en las experiencias místicas de las distintas escuelas se repitan frases como esta: "La búsqueda del Nirvana hace huir al Nirvana"... Don Juan, el brujo yaqui de Carlos Castaneda, le advierte del riesgo: "Quien conoce de verdad la hierba del diablo se siente devorado por el deseo".
Tal fue lo que les ocurrió a buena parte de los "contraculturales": la fuerza del movimiento, especialmente en EE.UU. era en buena medida la fuerza de las drogas que lo motivaban. El hábito en su consumo, la persecución desesperada y el deseo irrefrenable de repetir las primeras experiencias, bloquearon el tránsito a esos estados de conciencia diferenciada, el movimiento perdió empuje y se disolvió. En 1969 quedaba poco del movimiento hippi y la contracultura estaba en fase de transformación.
Sin embargo, un cierto número de antiguos contestatarios fueron conscientes de lo que había sucedido: esos "paraísos" que la sociedad del consumo "escatimaba", seguían existiendo más allá de la conciencia ordinaria y se podía llegar a ellos a través de otras técnicas. No es raro, pues, que ya desde aquellos años las técnicas de meditación y de realización del Ser, perdidas en Occidente durante centurias vivieran un nuevo amanecer siendo reinjertadas desde el lejano oriente.
Fue el amanecer del Tantra, el florecer del Zen, incluso la aurora del sufismo... y con ellos, también de las sectas que los deformaron y caricaturizaron...
Las drogas que vinieron luego no eran ya psicodélicas, es decir, ya no buscaban el alma interior del individuo, sino su expansión exterior: anfetaminas, "éxtasis", "venus", metanfetaminas y, sobre todo, cocaína... los tiempos seguían cambiando, como en la canción de Dylan, solo que ahora el viento soplaba en dirección opuesta.
7. La liberación sexual
Otros factores modificaron la escena. A principios de los años 60, el Concilio Vaticano II opera una profunda transformación en la Iglesia: desde el ritual a la teología, pasando por la tarea pastoral, se abre a los jóvenes, a los obreros, al tercer mundo, al pueblo en general, en todos los aspectos "avanza" sus posiciones al ritmo de los tiempos nuevos. Solo en un terreno permanece en las mismas posiciones que en Trento: el sexo. Y fue precisamente eso, lo que hizo que todos los demás "aggiornamentos" no sirvieran absolutamente para nada, porque mientras los prelados debatían en los altos muros del Vaticano la forma de que su mensaje no se extinguiera, fuera, habían sucedido tres fenómenos aparentemente sin relación con la teología, pero que cambiaron los hábitos de conducta de occidente: las enfermedades venéreas retrocedían, los sexólogos hablaban del orgasmo clitórico y se popularizaba el Enovid, la famosa "píldora"...
Efectivamente, hasta el Vaticano II la sociedad occidental, mayoritariamente impregnada de catolicismo aceptaba, mal que bien, pero aceptaba, el hecho de que la sexualidad solamente sirviese para la procreación. A parte de la amenaza teológica, existía el riesgo de contraer peligrosas enfermedades venéreas que limitaban también la práctica de la sexualidad. Y, por lo demás, el riesgo del embarazo y la marginación de las madres solteras, constituían un peligro adicional.
Pero todo esto iba a cambiar en poco menos de cinco años: aparece la píldora anticonceptiva, experimentada desde 1956, eliminando el riesgo de embarazo. Comercializada a partir de mediados de los 60, todavía no se tenía conciencia clara de los efectos secundarios que podía producir, simplemente eliminaba el riesgo de procreación no querida.
Entre 1950 y 1960 las enfermedades venéreas retroceden y quedan casi eliminadas por una década: la sífilis, azote de la sexualidad occidental se bate en retirada ante los diversos antibióticos cada vez más fuertes.
Una modista londinense tiene la brillante idea de acortar las faldas femeninas un palmo y medio: nace la minifalda y la mujer pasa a enseñar partes cada vez más amplias de su anatomía. En las playas se populariza el bikini. Y en el cine películas como la serie 007 en sus primeros títulos y "Barbarella", entre otros, crean una nueva ola de erotismo no a nivel de élites, sino para consumo popular. "Barbarella" llegaría a España en 1975 cuando el cadáver de Franco estaba aun caliente.
Finalmente grupos de sexólogos norteamericanos e ingleses empiezan a analizar el orgasmo femenino: advierten que éste no se genera en la vagina, donde las terminales nerviosas son escasas, sino en el clitoris en donde existe una verdadera acumulación de centros sensibles... la consecuencia es inmediata, por una parte, la mujer no necesita de la penetración del hombre para gozar. De esta observación partiría toda la teorización y legitimidad "científica" del Women’s Lib". Los estudios sobre el orgasmo evidenciaron que el cuerpo de la mujer no está esculpido solo para parir, sino también para gozar; la función reproductora coincide solamente con el gozo por pura casualidad. Todo esto llevó, no solamente a la ideología de la liberación de la mujer, sino también a unas relaciones entre los sexos mucho más directas. Es en esa época cuando se extienden -incluso en la católica España- las relaciones prematrimoniales.
Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia se "aggiorna" dentro de un marco asexuado... pero el sexo estaba presente en todas partes. La iglesia se vio de repente, en cuestión de pocos años, abandonada por los jóvenes que no podían limitar su sexualidad a cuantos apareamientos en aras de la procreación. Se vio abandonada por aquellas familias que por sus cargas económicas tuvieron que aceptar la píldora, anatemizada por la Iglesia. Se vio abandonada por otra parte, por aquellos que concebían la Iglesia en términos de ritual tradicional y peremnidad y no se reconocían en las nuevas formas... La Iglesia empezó a perder influencia en Occidente. La principal barrera moral que impedía la liberación sexual se desleyó en apenas una década.
El psicoanálisis y sus derivados aportaron elementos teóricos para la revolución sexual. Se releyó a Eric Fromm y Wilhem Reich. Herbert Marcusse revisó el marxismo y lo apareó con el freudismo. Reich fue leído en los años de la contestación abundantemente, incluso por cristianos progresistas, no en vano afirmaba que Cristo era un "ser orgónico", en la medida en que reconocía en Cristo un "ser de amor". Reich y Fromm aportaron el soporte teórico para la revolución sexual.
Una de las piezas de la ópera "Hair" se titulaba precisamente "Orgasmo" y su letra está prácticamente compuesta por las palabras tabúes rotas por entonces: "felación", "coito", "cunilingus"... Estas palabras penetraron en occidente a través de textos orientales muy antiguos: Kama-sutra, Ananga-Ranga, etc. Se supo que había un arte de amar y una técnica para gozar. Se aceptó que el sexo, además, de ser un medio de procreación y de gozo, también era un método para acceder a estados de conciencia diferenciados a través del orgasmo...
8. La contestación en el arte: Andy Warhol
Paralela a la contestación política, precediéndola estalló la contestación artística. Hemos visto como influyó en literatura y música. En las artes plásticas se tradujo en el pop-art y en el op-art luego. América fué el paraiso de todas estas tendencias.
Este tipo de arte, en sus inicios supuso una ruptura con respecto a lo anodino del arte de la postguerra. Superó en audacia incluso a las vanguardias artísticas de principios de siglo. En primer lugar se trató de un arte anónimo. Desde el Renacimiento el arte había ido íntimamente ligado a la firma del artista, se trataba de un arte personalizado que pretendía ser, no la expresión de una determinada idea o fuerza de la naturaleza, sino de la visión que el artista tenía de esa idea. Se trataba, en definitiva, de un arte subjetivo.
La fuerza del pop-art radicó en que reflejaba exactamente lo que era la civilización moderna, un arte tan anónimo como todo lo que lo rodeaba. Y los artistas que participaron de la primera ola pop tenían conciencia exacta de que había que superar el consumismo, se negaban a transformar sus creaciones en piezas de museo o en objetos decorativos Andy Warhol decía que se trataba de "obtener un cuadro tan despreciable que nadie se atreviera a colgarlo en la pared".
El mismo Warhol utilizaba distintas técnicas para denunciar la vacuidad y la masificación e una civilización mecanicista: Warhol durante años había estado alimentándose de una sopa preparada, la sopa "Campbell’s", con un embase caraterístico. a partir del diseño de la lata de sopa, realizó serigrafías, repitiendo un mismo tema, sin variaciones, hasta lo obsesivo.
Utilizando los retratos de los monstruos sagrados del cine, a Marilyn Monroe o a Elvis Presley, Warhol realizó collages serigráficos variando solamente el color de las tintas y repitiendo el rostro de la actriz hasta lo infinito: así representaba el rostro de lo anónimo, de lo masificado, la faz terrible de una sociedad en la que el principio de individuación ha sido abolido.
Warhol, como Oldemburg y el resto de artistas op eran nihilistas puros. Usaban técnicas de reproducción serigráfica con una zafiedad deliberada, tomaban las viñetas de los comics americanos de Dick Tracy, acentuando lo grosero de sus tramas de colores. El pop art y el op art -arte óptico, en el que el volumen pesaba más que en el pop- fueron estilos de denuncia y como tales contribuyeron a matizar la importancia cultural de la contestación. Quizás, sin ese arte horrorizante y provocador, sin esas reiteraciones pegadas toscamente a un lienzo gigantesco, sin esas simplificaciones de lo banal, sin todo eso que era impactante, festivo como el hapening -la fiesta en la calle, expontánea, basada sobre lo cotidiano- que vino luego, seguramente no hubieran bastado las denuncias de los ensayistas e intelectuales contra el consumismo y la sociedad burguesa que lo había hecho posible.
9. El origen del “Tercer Gran Despertar” americano
Esto fue la contracultura. Nada más. Cabalgando sobre ella se renovó el fenómeno sectario. Se había iniciado el "tercer gran despertar" del neo-espiritualismo americano; las circunstancias eran propicias para que hicieran su irrupción gurús y mesías llegados de Oriente y Occidente, incluso emergido del mismísimo infierno.
La colusión de todos estos factores, junto con los elementos coyunturales de carácter político -fundamentalmente la guerra del Vietnam y la lucha por los derechos civiles y la integración racial- fueron los elementos catalizadores de la contracultura y de la contestación. En EE.UU., más que en ningún otro lugar, alcanzaron un carácter de masas. Especialmente en California. Cuando el movimiento entró en reflujo, un pequeño grupo de irreductibles prosiguieron su acción y nuevas ideas surgidas de la evolución de lo que había aparecido en el marco contracultural, dieron como resultado el movimiento "New Age".
Cuando Nixon ordenó la retirada de las tropas americanas de Viet-Nam, todo el movimiento pacifista quedó privado de su motivación principal. Esto se unía al desgaste de la contracultura y al reciclado de muchos de sus miembros que, andando el tiempo se convertirían incluso en líderes consevadores. La mayoría, una vez acabados sus estudios, debieron enfrentarse a los problemas de supervivencia y algunos se dieron cuenta que solo dominaban unas pocas habilidades: tirar las cartas, levantar horóscopos, dar conferencias, liderar movimientos sociales alternativos, animar reuniones o, simplemente, hacer yoga. Estos, abandonaron los aspectos más radicales y problemáticos de la contracultura, y procuraron rentabilizar sus conocimientos y convertirlos en un medio digno de vida. Fue así como nació el Movimiento de la Nueva Era.
Lo que va de la contracultura a esta nueva etapa es lo que va de lo artesanal a lo industrial; en efecto, se trata de dos estadios de evolución de un mismo paquete temático. El paralelismo con el desarrollo de las fuerzas productivas tal como lo enunció Carlos Marx, resulta evidente. Incluso en el momento actual, los grupos de Nueva Era que se muestran más activos y dinámicos, son aquellos que tienen una dimensión multinacional (tercera fase de crecimiento acumulativo del capital en la jerga marxista). Ya ha pasado el tiempo de los grupos independientes de carácter local agrupados en torno a un pequeño núcleo de individualidades inquietas o brillantes; ahora es el momento de las grandes redes capaces de realizar ciclos de conferencias de sus gurús o dirigentes por todo el mundo, que tienen sedes centrales en las que se forman cuadros, se expiden títulaciones y se extienden patentes o se publican libros. El mundo se ha quedado pequeño para el radio de acción de todos estos grupos: su actividad es frenética, su líder puede estar hoy dando un cursillo en un país, mientras que en otro situado en las antípodas se están realizando conferencias y campañas de lanzamiento para conseguir clientela para ese mismo cursillo que el mismo personaje desarrollará en el otro extremo del mundo solo dos días después. Y todo este mecanismo funciona. Los fondos fluyen de secciones implantadas en los más recónditos lugares, y alimentan el aparato central del movimiento. En ocasiones el conjunto adquiere una dimensión verdaderamente monstruosa en todo similar a una gran corporación industrial. Pero lo que se está vendiendo es "Nueva Era".
Enrique de Vicente, hoy director de la revista "Año Cero" y antes redactor de "Muy Interesante" publicó en esta revista en 1988 uno de los primeros artículos aparecidos en prensa española donde se exponían las líneas maestras del movimiento de la Nueva Era. El artículo se subtitulaba "¿Renacimiento espiritual o montaje comercial?" que ya de por sí desvela una de las pautas por las que discurre la exposición. Escribe de Vicente: "… abruma la cantidad de anuncios que denotan la amplitud del mercado Nueva Era: alimentos y cosméticos naturistas, vitaminas y minerales, toda clase de equipamiento para ejercicio físico y psicofísiológico; cursos por correspondencia, cassettes y vídeos para todos los gustos; congresos, seminarios y conferencias; estancias o vacaciones saludables en centros nueva Era multiuso; cursos de sanación en Brasil o obre el "camino del guerrero" en Perú; viajes metafísicos a "lugares sagrados" de todo el mundo; artefactos de cuarzo y otros talismanes o acumuladores energéticos; miles de libros al año que incluyen unos cuantos "best-sellers" permanentes, como Shirley McLaine o Carlos Castaneda" (...) "La moda ha llegado al punto de que "New Age" es una mágica etiqueta que todos los fabricantes quisieran colocar en sus productos en la seguridad de que se venderán, siempre que puedan encajarlos en la nueva tendencia. ¿Nos enfrentamos a un nuevo engañababos del que la sociedad de consumo se vale para mantener atrapados a insatisfechos, revolucionarios y buscadores espirituales? La pregunta adquiere un preocupante sentido cuando hablamos de lo que desde hace más de una década se conoce como psychic business o negocio de la conciencia, un mercado en constante crecimiento desde los años 70, que abarca una amplísima gama de enseñanzas y prácticas psíquicas o espirituales".
No es raro que hayamos empezado por considerar la "Nueva Era" como una etiqueta comercial; para los más activos, para quienes tienen una mayor influencia y penetración en todo este movimiento así es efectivamente: la Nueva Era es un zoco en el que cada cual puede poner a la venta su producto, con la seguridad de que tendrá éxito a costa de que sepa imprimirle una buena dosis de originalidad y plantear una política de marketing adecuada al producto. No estamos hablando de vender alfombras o abanicos, estamos hablando de productos que son escuelas espirituales, terapias alternativas, sistemas de auyo-ayuda, cursos de esoterismo, aparatos para relajar la tensión, iniciaciones miríficas, etc.
Bien, dejando establecido que los antiguos contestatarios intentaron rentabilizar sus conocimientos, falta ahora saber en función de qué lo hicieron y cómo se produjo la transformación. El batacazo había sido muy fuerte. Los sectores más radicales y gesticulantes de la contestación fueron constantemente procesados y muchos de ellos visitaron las cárceles, ante la hostilidad creciente de un pueblo fundamentalmente conservador como el americano. El "proceso a los ocho de Chicago" considerados como responsables de los altercados producidos durante la Convención Republicana, fue el canto de cisne de la contracultura, el underground y la protesta. Aquello supuso un shock para toda una generación de contestatarios. Algunos buscaron razones para justificar su abandono de la militancia de manera elegante, presentándolo, no como una opción personal comprensible, un huir de allí donde hay riesgo, sino como una reflexión ideológica "en profundidad". Merilyn Fergusson, expuso lo esencial de esta rectificación: "El activismo social de los años sesenta y la "revolución de la conciencia" de los primeros años setenta parecían converger en una síntesis histórica: el advenimiento de una transformación social como consecuencia de la transformación personal, cambio de dentro afuera". Ya que era imposible conquistar el mundo exterior y transformarlo, porque el agente de la transformación no estaba aún transformado, había que partir de éste, convertirlo en un "hombre nuevo" que a su vez cambiara al mundo. La consigna era "el mundo cambiará cuando nosotros cambiemos". Pero ¿cuándo tenemos nosotros plena conciencia de qué hemos cambiado efectivamente? Y por lo demás ¿quien nos asegura que en el momento en que cambienos no cambiará también nuestra percepción sobre las necesidades del mundo?
La frase era una excusa brillante para luchadores desmovilizados y militantes cansados, pero solo era eso. En realidad esta tendencia estaba ya implícita en el movimiento de las comunas que sacudió Estados Unidos a lo largo de los sesenta. Las gentes de las comunas se veían incapaces de cambiar el mundo así que decidieron vivir conforme a sus principios, como si se tratara de refugiarse en un islote batido por los vientos y rodeado de hostilidad. Era la "moral de resistencia" de aquellas buenas gentes para las cuales la experiencia duró poco. Sin embargo, la idea de vivir según los propios principios y partiendo casi de cero, quedó en el ambiente como un bello proyecto. Solo sobrevivieron unas pocas comunas, fundamentalmente porque supieron ser viables económicamente y por tener a su frente a gurús reputados de estar en contacto con entidades sobrehumanas de las que recibían "canalizaciones"; desde la más remota antigüedad el poder nunca se discute si emana de una entidad superior a lo humano. Gracias a las "inspiraciones" y mensajes "canalizados" a través de Eileen Caidy, la Comunidad de Findhorn pudo transitar del período contracultural a la Nueva Era sin traumas y pasando a ser uno de los referentes del movimiento.
La moderación que fue adquiriendo el sector ex-contestario, fue a confluir con otras componentes que habían tenido pocas relaciones con ellos en tiempos anteriores. Por una parte existía toda una tendencia mística y teosófica, muy vinculada a los organismos internacionales fundados a partir de 1945. Una parte de la teosofía había intentado mantener relaciones con organizaciones mundialistas nacidas en el período de las entreguerras y luego asistieron entusiasmadas a laa fundación de las Naciones Unidas. Estos sectores pasaron completamente desapercibidos durante el período contracultural, pero no dejaron de estar en actividad y experimentar un relativo crecimiento. Derivados del pensamiento de Alice Ann Bailey, su moderantismo político no casaba bien con el radicalismo contracultural, pero luego, cuando entró en reflujo los moderados pudieron imponer sus criterios. Por otra parte, algunos admiradores del hinduismo, estaban situados en la misma línea. "Auroville", la utópica ciudad inspirada en el pensamiento de Sri Aurobindo, empezó a edificarse en 1968 con las subvenciones y el apoyo de distintos organismos de cooperación internacional.
Estos grupos no exigían militancia frenética y, en realidad, aun cuando tenían opinión política, eran más bien "grupos de meditación". Estaban convencidos de que reuniéndose a determinado momento, a una hora convenida, en todo el mundo, su meditación cóordinada contribuiría al establecimiento de la paz mundial y al advenimiento del tiempo nuevo. En 1987 tuvo lugar el primer Festival Mundial de Convergencia Armónica, pero los grupos inspirados en Alice Ann Bailey ya recitaban su "Gran Invocación Mundial", desde finales de los años cuarenta. Este festival fue llamado el "Woodstock de los 80" y sumando los participantes que acudieron a los 350 puntos de encuentro de los EE.UU. participaron probablemente doscientas mil personas, más de las 144.000 que su promotor José Argüelles consideraba necesario para obtener resultados apreciables... Diez años después los grupos de este tipo habían proliferado extraordinariamente, se habían extendido a todo el mundo y por todas partes surgían redes diferentes de meditadores. Lo cual no implicaba que las guerras y las catástrofes no proliferaran igual que antes.
La contracultura presenció una inflación de gurús llegados de oriente. Fue Maharishi quien comprendió que su clientela norteamericana no quería vivir el Nirvana después de un largo e intensísimo camino, sino que buscaba relajación y optimización de sus posibilidades humanas. Esto coincidió con nuevos rumbos de la psicología norteamericana, el planteamiento de una psicología transpersonal y fue a unirse con algo todavía más sencillo: la fiebre por la "auto-ayuda". Gurús orientales que vendían técnicas de relajación combinando la psicoterapia con la mística oriental, fueron a reunirse con psiquiatras disidentes del freudismo que vendían justo lo contrario, terapias psicológicas adobadas con un toque místico-ocultista y finalmente convergieron con autores de libros sobre "auto-ayuda" y "crecimiento interior". Esta tendencia es, con mucho, la que suscita un mayor favor entre las masas y la que está experimentando un crecimiento más sostenido. La idea de todo este sector era tan antigua como el pensamiento humano: conocerse a sí mismo.
Tampoco se había inventado nada nuevo en el terreno de la salud, todo se había limitado a rescatar corrientes terapéuticas que ya habían aparecido a mediados del siglo pasado y que tuvieron su mejor momento hacia finales del XIX. El desarrollo de la medicina oficial y sus éxitos arrinconaron a todo esta corriente que no terminó por desaparecer del todo. En los años sesenta se exportaron a Occidente algunas técnicas terapéuticas orientales que lograron cuajar, particularmente la acupuntura. Pero a principios de los años setenta la medicina oficial empezó a ser cuestionada desde todos los frentes, especialmente por lo que tiene de mecánico e inhumano su administración, fue entonces cuando algunos volvieron la mirada hacia esas técnicas antiguas y vieron en ellas una alternativa. Los inspiradores del movimiento de la Nueva Era agruparon todas estas técnicas en un mismo saco y lo etiquetaron como "medicina holística". "Lo holístico" se fue abriendo paso en la Nueva Era.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.com