Infokrisis.-  En mayo del 68, los maoístas criaron la fama, tal como sentencia el  viejo refrán castellano, pero fueron los trotskystas quienes cardaron la  lana. Al menos en cierta medida, porque si el papel del maoísmo es  discutible (léase todo lo escrito en relación a la Operación CHAOS), el  del trotskysmo no lo es menos. La diferencia estriba en que, mientras  hacia 1975 ya no quedaban ni los restos del maoísmo francés, el  trotskysmo ha conseguido sobrevivir, con distintos azares de la fortuna,  hasta nuestros días. A 40 años de los sucesos de mayo, vamos a intentar  establecer cuál fue el papel del trotskysmo en las tres próximas  entregas.
Habría  que hablar más bien de “los trotkysmos” pues, en 1968 no había uno sino  varias corrientes que se reclamaban con mayor o menor razón, “de la  IVInternacional”. Y eso que en el ámbito francés no estaba presente el  “posadismo”, esa escisión trotskysta a medio camino entre el marxismo  revolucionario y el pensamiento sectario puro y duro. Un amigo que  estuvo en su momento próximo al Partido Obrero Revolucionario  (trotskysta) que existió en los últimos años 60 y principios de los 60,  me comentaba que sus miembros tenían por costumbre dormir con la ventana  abierta previendo la llegada de los extraterrestres considerando que  estos serían… “trotskystas”. Y el razonamiento era sorprendente: si son  extraterrestres es ue pueden viajar de un planeta a otro, osea que  disponen de una tecnología científica extremadamente desarrollada y si  eso es así, no puede ser más que porque hayan asumido el marxismo como  método científicos. Y, claro está, de entre todas las corrientes del  marxismo, el trotskysmo es la más refinada. Ergo: los marcianos son  trotskystas. Y, habría que decir, siguiendo esta locura, que seguramente  también son posadistas.
Desde  el asesinato de Trotsky –que algo debía de saber sobre trotskysmo- la  IV Internacional por él fundada, sufrió un continuo proceso de  escisiones, recomposiciones, seguidas de nuevos cismas, que dura ya 70  años. Y en eso siguen imperturbables. 
1. IV Internacional y servicios de inteligencia
La  cuestión es que, han tenido la habilidad de plantear todas estas  escisiones como conflictos doctrinales o diferencias de enfoques. Todas  las fracciones, sin embargo, por lo bajini, han acusado unas o otras de  “ser agentes de la CIA” o del “FBI”. Las acusaciones han sido repetidas  con tanta insistencia que es muy posible que hubiera algo de cierto. De  todas formas, lo más sorprendente no es eso –a fin de cuentas los  servicios especiales de cualquier país tienen la obligación de controlar  a los elementos que juzga desestabilizadores y el radicalismo  trotskysta seguramente tiene algo de inquietante, así que es probable  que el entrismo, la infiltración y la manipulación entraran dentro de  las perspectivas de los servicios secretos norteamericanos, por muchos  motivos, como veremos. No, esto no es sorprendente, en absoluto. Lo  sorprendente es que la inmensa mayoría de jefes de filas del  neo-conservadurismo norteamericano que ha constituido la guardia blanca  de George W. Bush, casi sin excepción, durante su juventud, es decir, en  los años 60 y 70, militaron en el trotkysmo. Como ex trotskysta es  también Lyndon Larouche que constituiría la extrema-derecha  norteamericana propiamente dicha. Decididamente hay algo extraño en el  trotskysmo y en sus distintas variantes. 
Es  evidente que, cuando se produce una escisión –y el viejo proverbio  dice: “dos trotskystas un partido, tres una escisión” – tanto los que se  van como los que se quedan enconan sus posiciones unos contra otras y  siempre tienen a flor de piel las acusaciones más inverosímiles, la  cuestión es si el trotskymo podía ser, considerado objetivamente, una  estructura que conviniera infiltrar o mediatizar para algún servicio de  inteligencia. Y ahí las cosas se presentan desde un punto de vista más  verosímil.
Desde  este punto de vista, vale la pena plantear las cosas remontándonos a  los orígenes: desde el punto de vista de los EEUU y de sus doctrinas  sobre la seguridad nacional, el marxismo, en sí mismo, no es un riesgo  que mereciera más consideración que cualquier otra doctrina política. El  problema era que el marxismo era un peligro solamente en la medida en  que existía un cordón artificial entre los Partidos Comunistas  nacionales y la URSS, cuyo PCUS, no lo olvidemos, tenía en sus manos al  competidor de los EEUU desde el final de la II Guerra Mundial. 
Es  cierto que el marxismo era “ateo” y hasta cierto punto “anticristiano”  (aunque no para todos), pero todo esto no eran más que las excusas que  se daban para combatir a lo que se consideraba como una quinta columna  del expansionismo soviético. 
Desde  este punto de vista, el trotskysmo era una variante del marxismo, pero  su interés no radicaba, por supuesto, en su filosofía y a nadie con dos  dedos de frente le podían interesar las discusiones para iniciados  propias de comunistas stalinistas y comunistas trotskystas y no digamos  entre las distintas fracciones del trotskysmo en las que es fácil  perderse y contemplar que se producen escisiones por un simple matiz.  No, el interés de los servicios de inteligencia por el trotskysmo, a  partir de los años 40 procedía de su doble condición de oposición al  stalinismo con posibilidades de debilitar tanto a la URSS como a los  partidos comunistas en la órbita de Moscú. 
El  hecho de que Trotsky fuera expulsado de la URSS y que la IV  Internacional mantuviera una política esencialmente stalinista, era el  elemento esencial que debió hacer en los años 40 que los nacientes  servicios de inteligencia norteamericanos se fijaran en el pequeño grupo  de intelectuales que llamaban a la “reconstrucción de la Internacional”  y a la lucha contra el stalinismo. 
Por  otra parte, el trotskysmo siempre ha mantenido lo que podríamos llamar  cierto “relativismo estratégico”. La estrategia se adapta a lo que más  conviene en cada momento. Y hoy mucho más. Es frecuente que los  trotskystas practicaran el “entrismo” en los más inverosímiles partidos y  organizaciones de masas. ¿Por qué no iban, a nivel de cúpula, aceptar  ayuda y medios procedentes del odiado enemigo, si estos medios les  ayudaban a combatir a los odiados stalinistas. Ningún estratega ignora  la imposibilidad de combatir en dos frentes contra el stalinismo (que  los asesinaba) y contra el “capitalismo” algunos de cuyos servidores los  miraban con cierta condescendencia sabedores de que un grupúsculo  extremista y dogmática está abocado a seguir siendo per in secula seculorum, un grupúsculo.
Hay  otro elemento sorprendente. Cuando examinamos la documentación de  nuestro archivos personales, procedente del mismo mes de mayo de 1968 y  que recogimos a principios de los años 70, sorprende que algunos  autores, que difundían “información averiada” sobre los grupúsculos de  mayo del 68, insistieran, con una extraña unanimidad, en atribuir la  responsabilidad en la revitalización del trotskysmo francés,  especialmente a los servicios secretos de Alemania Oriental (ya lo  veremos más adelante). Intentando justificarlo como una forma de  desestabilizar Europa Occidental. 
El  planteamiento no resiste un análisis: Trotsky fue asesinado por los  esbirros estalinistas. Era difícil que sus émulos aceptaran ayudas y  connivencias de quienes habían fusilado a militantes trotskystas en el  interior de la URSS o en las vendettas que se produjeron en la Europa de  la postguerra, por lo hablar de las purgas stalinistas que sacudieron  España y que liquidaron al trotskysmo sin miramientos y de un plumazo.  Por maquiavelicos que fueran los dirigentes trotskystas de los años 60,  difícilmente podían admitir algún contacto y mucho menos alguna ayuda de  quienes consideraban como sus enemigos mortales. Y con razón.
Pero  hay algo más: la opinión de los propios trotskystas. No podemos  liquidar los rumores y acusaciones que las propias fracciones  trotskystas se han cruzado unos contra otros y la extremada floración de  escisiones que han sufrido y que indican un grado supino de  desconfianzas interiores. Ninguna de las fracciones ha acusado a la otra  de estar pagados “por el stalinismo” (ni siquiera cuando en los años 80  y 90 algunas fracciones trotskystas terminaran haciendo causa común con  los odiados stalinistas: por ejemplo el PORE y la LCR que terminaron en  Izquierda Unida). Sin embargo, las acusaciones mutuas de “agentes de la  CIA” han sido proverbiales y manejadas en el fragor del todos contra  todos. 
A  diferencia de la Operación CHAOS, la infiltración en el ámbito del  trotskysmo se inicia mucho antes, probablemente incluso antes del inicio  de la II Guerra Mundial. El hecho de que el trotskysmo fuera  prácticamente hegemónico en algunos países iberoamericanos (Bolivia, por  ejemplo) y tuviera cierta importancia en el movimiento comunista de los  EEUU, confirma el interés que los servicios secretos norteamericanos  podían tener en esta excrecencia que había surgido en su “patio  trasero”. Por el contrario, no parece probable que esas operaciones  influyeran en Europa. No será sino hasta mediados de los años 50 cuando  la CIA empiece a realizar operaciones especiales fuera del continente  americano y de su precedente el OSS no consta que lo hiciera como no  fueran trabajos de inteligencia en el marco de la guerra contra Alemania  y, posteriormente, durante la ocupación de éste país. 
Sin  embargo, a partir de 1966, el trotskysmo francés –y, por extensión, el  europeo– registra signos de revitalización. Y, es curioso, porque ese  mismo año es cuando debuta la Operación CHAOS. Da la sensación de que se  echa mano a estructuras que hasta ese momento apenas habían merecido  atención. A partir de ahora, las dos ramas del trotskysmo francés  universitario, darán mucho que hablar.
2. La Jeunesse Communiste Revolutionnaire
La  Juventud Comunista Revolucionario, JCR, nace, como no podía ser de otra  forma, en 1966 y de la nada. Es el mes de marzo de ese año y 450  estudiantes de la Unión de Estudiantes Comunistas, ligada al Partido  Comunista de Francia, se escinden en París y en provincia y constituyen  esta organización que, de partida, asume la etiqueta trotskysta con gran  entusiasmo del que hasta ese momento era el partido trostkysta  histórico: Parti Communiste Internationaliste de Pierre Frank.
Pierre  Frank era el “gran viejo” del trotslysmo francés… y esto a pesar de  haberse opuesto a la consigna de trotsky de permanecer en el interior  del socialismo francés en contra de la decisión de Trotsky de  escindirse. Esto excluirá a Frank del Mouvement pour la Quiatrième  internacional. Funda luego el grupo La Commune y, cuando se inicia la II  Guerra Mundial se establece en Londres desde donde publicara la revista  Imprecor. Al acabar la guerra vuelve a Francia y desde entonces hace  campaña por la unificación de las capillas trotskystas francesas. De ahí  saldrá el Partido Comunista Internacionalista que sobrevivirá hasta  1968. En 1948 se une a la IV Internacional, junto a Ernest Mandel y  Michel Pablo y pertenecerá al Secretariano Unificado de la IV  Internacional desde 1963. Antes, en 1952, en la primera fase de la  Guerra Fría, el PCI de Frank sufre una escisión que le vale la pérdida  de buen número de sus estudiantes que terminarán constituyendo la  Organisation Communiste Internacionalista (OCI) dirigida por Pierre  Lambert, la otra fracción trostksysta. EL PCI saludará con júbilo la  creación de la JCR y su toma de posición en mayo del 68 con una  inusitada violencia verbal le costará la disolución junto al resto de  grupúsculos que participaron en la revuelta. . 
Inicialmente,  el núcleo dirigiente de la JCR está formado por Alain Krivinne y Pierre  Goldberg, jefe de su servicio de orden y reputado como “duro entre los  duros”.A pesar de que Goldberg intentara “abrirse” hacia la clase  obrero, lo cierto es que la totalidad de los 450 primeros miembros de la  JCR son estudiantes, muchos de ellos pertenecientes a familias  acomodadas o muy acomodadas o incluso, extremadamente acomodadas. En  1967, el grupo se ha hecho prácticamente con el control de los Comités  de apoyo al Vietcong (Comités Vietnam de Base). Inicialmente, el grupo  solamente está unido en apariencia. Los “sindicalistas” (es decir, los  partidarios de realizar sindicalismo en la Universidad) suelen tener  tensiones con los “duros”. Goldberg, jefe de esta tendencia, aspira a  crear grupos dechoque protoda Francia capaces de jugar algún papel en un  futuro proceso insurreccional. Esta fantasía durará hasta 1973 cuando, a  raíz de unos enfrentamientos entre la Liga comunista y el movimiento  Ordre Nouveau, cuando los primeros atacaron un mitin de los segundos en  la Mutualité, el gobierno disuelve a ambas organizaciones. 
En  1967, la JCR, crea su sección en los liceos, los Comités d’action  Lycéens (CAL). Cuando ese año se producen violentos incidentes en el  liceo Condorcet contra la expulsión de algunos dirigentes de los CAL de  ese centro, la JCR participa y apoya a los CAL experimentando un segundo  impulso con la adhesión de varias decenas de bachilleres. El año  siguiente, cuando se produzcan los incidentes de mayo, resulta difícil  evaluar los efectivos de la JCR, probablemente llegaran en el inicio de  los incidentes a los 600 militantes y terminaran en torno a 1.000 o  1.200, no más. En cuanto al partido de Frank, apenas pasaría de 200  afiliados, como máximo. Así pues, la JCR inicia los incidentes casi  moribunda y termina revitalizada.
Cuando  el 8 de mayo la JCR celebra su primer gran mitin, ellos son los  primeros sorprendidos por la asistencia de 4.000 estudiantes. En este  mitin participa Cohn Bendit presentado como “líder estudiantil”. Y, a  partir de ese momento, y durante los 20 días siguientes existirá una  unidad de acción tácita entre la JCR y el Mouvement 22 Marz de Cohn  Bendit. El artífice de esta aproximación es Daniel Ben Saïd que les  permite cierta presencia en Nanterre. Pero donde la JCR se va a  convertir en el eje de la revuelta es en la Sorbonne ocupada y es la  organización que organiza directamente los grandes incidentes de la  llamada “noche de las barricadas” en la rue Gay Luzca, del 10 al 11 de  mayo. Mientras el M22M llama a la calma a través de Cohn Bendit, Geismar  y Sauvageot, Krivinne y Goldberg elevarán por su cuenta las primeras  barricas en la tarde del 10 de mayo. Apenas son 200 ó 300, pero están  entrenados en lucha callejera y mantienen las barricadas hasta la mañana  del 11 de mayo. Será allí en donde aparezcan las famosas “granadas  germano orientales” y de ahí partirá la leyenda de que son los servicios  secretos germano orientales quienes “mueven los hilos”. 
3. La Federationdes Etudiants Revolutionnaires
Si  la JCR eran los “duros”, a la Federation des Etudiants Revolutionnaires  les gustaba presentarse como “durísimos”. Tal era la principal  característica de la corriente “lambertista” habituada a presentarse,  tanto en Francia como en España (aquí el PORE fue durante un tiempo su  quintaesencia) como devoradores de fascistas. De todo ello hoy no queda  nada.
La  FER procedía del antiguo Comité de Liasion des Etudiants  Révolutionaires (CLER) creada en plena guerra de Argelia para contestar  el presunto moderantismo del PCF. Al acabar la guerra de Argelia, el  CLER siguió existiendo mal que bien y no volvió a oírse hablarse de él  hasta –oh, maravilla de maravillas- hasta… el año 1966. El 10 de marzo  atacaron a un grupo de estudiantes de la Federación de Estudiantes  Nacionalistas y estuvieron a punto de matar a uno de ellos. 
El  CLER no era nada más que un servicio de orden que se entrenaba en un  gimnasio de la Montaña de Santa Genoveva, en el Barrio Latino y en el  gimnasio universitario de Censier. En 1967, este servicio de orden se  enfrentaba a partes iguales con la gente del PCF deseoso de evitar más  disidencias por su izquierda y de Occident adquiriendo prestigio de ser  los únicos en condiciones de presentar batalla a esta formación de  extrema-derecha. 
Parece  increíble que este grupo, acusado por gente de izquierdas y de derechas  de ser verdaderamente una banda de energúmenos agresivos, no encontrara  ningún tipo de problemas con los servicios policiales. No era raro que  Frank, que tenía buen olfato para esto, les acusara públicamente de  provocadores, y mucho más discretamente, de estar al… servicio de la  CIA. Para colmo de misterios, en 1967, el jefe del grupo, un tal  Goldman, desapareció bruscamente alegando que tenía misiones que cumplir  en América Latina. Le sucedió, como no podía ser de otra manera,  Jacques Remi, jefe del servicio de orden. Obreros había algunos a título  de excepción, organizados en minúsculos “Jóvenes Revolucionaros  Obreros”. 
El  CLER no se perdía nunca en discusiones estériles. Eso lo dejaban para  las otras ramas del trotskysmo mucho más preocupadas por el análisis y  la ortodoxia doctrinal. A ellos les interesaba “la revolución”, esto es  el activismo frenético. Las únicas divergencias que aparecían eran de  tipo táctico: si utilizar cócteles molotov con o sin arena, si atacar a  los stalinistas o a los fascistas martes jueves y sábados o lunes,  miércoles y viernes. En fin, sesudas discusiones sobre la “praxis  revolucionaria”. O así.
En  la segunda mitad de 1966, el CLER estaba aletargado y preocupado por la  concurrencia de las JCR y de la UJC-ML recién estrenadas. En los  Comités Vietnam de Base, habían sido rebasados por ambos organizaciones.  Menos mal que el Movimiento Occident vino en su ayuda. En efecto,  Occident intentó implantarse en la facultad de Nanterre y en los meses  de octubre y noviembre de 1966 se multiplicaron los incidentes con el  CLER que era la única fuerza organizada capaz de enfrentarse  eficazmente. Eso les dio mucho prestigio y en el curso siguiente se  convirtieron en la organización mayoritaria en Nanterre. Visto el  resultado volvieron a utilizarlo en la Sorbonne y en algunos liceos  enfrentándose a los grupos de extrema-derecha. 
A  pesar de todo esto, poco antes de los incidentes de mayo de 68, el CLER  era solamente un grupúsculo. Inopinadamente –no hubo razón para ello-  quince días antes del estallido de la revuelta, el CLER se transforma en  Federación de Estudiantes Revolucionarios y se instala en un amplio y  fortificado local del 5, rue de Charonne, donde establece su cuartel  general. Y es en el curso de los incidentes donde los militantes de la  FER tienen ocasión de demostrar su entrenamiento para la guerrilla  urbana y el combate callejero. Como si el FER hubiera sido creado  previendo lo que iba a suceder unos días después. 
Su  táctica era diferente de la de las JCR. Mientras estos pretendía  “defender” el barrio latino mediante barricadas, la FER optaba por una  actitud más ofensiva: crear pequeños grupos de combate y hostigar a las  fuerzas del orden fuera del Barrio Latino, allí donde estuvieran. Y lo  ponen en práctica: se apostan en los tejados y arrojan sobre la policía  cócteles molotov, ladrillos y tornillos. Estudian concienzudamente las  zonas donde operan, se transmiten órdenes mediante militantes que se  trasladan de un lado a otro en vespa. Atacan furgones policiales y  huyen. Es una verdadera guerrilla urbana que, para los militantes de la  FER –esos “intelectuales” puros…- es simplemente la primera etapa de la  “revolución proletaria”. 
El  22 de mayo, en plena locura, la FER propone una nueva genialidad:  ocupar el Ayuntamiento de París y proclamar una nueva “comuna”. 
En  plena revuelta, la FER se pelea con todos los grupúsculos y va por su  cuenta. No participa en la “noche de las barricadas” y en los mismos  momentos en los que se están levantando las primeras barricadas, la FER  tiene su primer mitin “de masas”, con 3.000 asistentes, en la Mutualité.  Justifica su ausencia de las barricadas a causa de la actitud defensiva  que implican: lo que hay que hacer –recomiendan- es atacar fuera del  Latino. En realidad, lo que está detrás de estas actitudes son las  querellas aptas solo para iniciados que separan a las distintas capillas  trotskystas. La FER tiene su proyecto propio. Cree verdaderamente –o  dice creer- que los incidentes de mayo son una “revolución” en marcha y  preparan una acción espectacular para el 24 de mayo . Levantar una red  de barricadas para declarar el Barrio Latino “zona liberada”. Y lo  preparan en secreto sistemáticamente. Hacen un censo de obras y  construcciones de donde poder extraer elementos para las barricadas.  Convocarán una manifestación y su servicio de orden la encuadrará. Pero,  cuando llega el día, la FER, mediante sus militantes móviles en vespa  se da cuenta de que los puntos clave de su dispositivo están controlados  por la policía y resulta imposible desbordar a la policía. 
La  locura siguiente consiste en convocar una manifestación contra el  palacio del Elíseo tras el discurso del general De Gaulle, el 31 de  mayo. Traducirán esta idea en una consigna “Todos al Eliseo” que se  trasformó en “Un millón de trabajadores al Elíseo”, antes de que De  Gaulle, de regreso de Alemania, consiguiera desmovilizar la aventura  revoltosa. 
Entonces  llega el reflujo. Han quedado en minoría: los maoístas se han llevado  el prestigio de la revuelta (UJC-ML), el Movimiento 22 de marzo con se  ha llevado el disponer de la imagen pública de la revuelta (Cohn  Bendit), la JCR ha logrado fusionar en torno suyo al resto de grupos  totskystas (Voz Obrera y PCI). Así que a la FER no le queda nada más que  intentar prolongar la huelga en algunos bastiones obreros e impedir el  retorno al trabajo. El 7 de junio se les ve intentando provocar  enfrentamientos entre los obreros de la Renault en Flins y la policía. 
Al  acabar la revuelta la FER contaba con 800 militantes… 200 más que al  iniciarse los incidentes. No es un gran éxito, pero algo es algo. Sin  embargo, las esperanzas que la FER se había forjado unas semanas antes  de mayo fracaso. El “Partido Revolucionario” que debía haber surgido de  la fusión entre la Organización Comunista Internacional (OCI) de Pierre  Lambert y la Organización Revolucionaria de la Juventud (la FER y el  entorno de organizaciones juveniles que gravitaban en torno a ella).  Jamás se pudo organizar la “gran manifestación central” que debería  haber agrupado a 20.000 estudiantes en el Barrio Latino, ni tampoco la  “gran manifestación obrera” que debía haber movilizado otros cientos de  miles de trabajadores. Además, a lo largo de la revuelta, las consignas  impartidas por la FER habían ido unos cuantos kilómetros por delante de  la revuelta, con signas unitarias tan aventuradas como irrealizables  especialmente en un mundillo de partidos en el cual todos aspiraban a  constituir el “verdadero partido revolucionario”. Además la tendencia de  la FER por la violencia y su errónea valoración de la existencia de una  situación pre-revolucionaria sugería tácticas que solamente podían  aplicarse en el tercer mundo y que parecían meros transplantes de la  guerrilla urbana iberoamericana. El aventurerismo y la provocación se  alternaron de manera inquietante en la actuación de la FER en mayo del  68. Y eso denota que algo no “funcionaba bien” en su interior. 
Esta  sensación aumenta cuando se percibe que hasta abril del 68, la FER  –como el lambertismo en general- carecía de medios económicos  suficientes –como por otra parte la UJC-ML- para jugar un papel  cualquiera en la revuelta. Sin embargo, poco antes de la revuelta, como  hemos visto, abren un céntrico local que fortifican pronto  convirtiéndolo en un bunker inexpugnable. En poco tiempo, el CLER se  transforma en FER y, por lo demás, en las jornadas de mayo publican  varias revistas no precisamente baratas y difundidas en varios miles de  ejemplares: 12.000 ejemplares de un cuaderno sobre la creación y  objetivos de la FER, un número de Revoltes de 16 páginas y 10.000 ejemplares, dos números especiales más el 15 y el 22 de mayo, con 30.000 ejemplares, un número de Etudiant Revolutionaire  con 8.000 ejemplares de tirada y varias decenas de miles de panfletos y  carteles, en total, un esfuerzo económicos desproporcionado para un  grupúsculo juvenil sin medios dos meses antes.
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La  violencia nunca es gratuita, sino que SIEMPRE obedece a la existencia  de provocadores y los medios económicos nunca aparecen debajo de las  piedras, sino que los pone sobre la mesa el patrón de la provocación.  Mayo del 68 se presentó como un movimiento arrebatado de jóvenes  revolucionarios que por última vez intentaron tomar la palabra. Es  cierto que, a medida que se desarrollaron los incidentes, esta tendencia  emergió como lo mejor de mayo. Pero también es cierto que la revuelta  fue desencadenada por aventureros y provocadores y con fines muy  concretos. 
Mayo  del 68 no fue nada diferente a otros episodios anteriores y posteriores  en los que un estallido de violencia provocado artificialmente sirve  para recomponer situaciones, debilitar a unos y reforzar a otros.  Mientras los verdaderos revolucionarios que tomaron la palabra en las  comisiones que dieron “forma” a mayo del 68 (quienes elaboraron los  famosos afiches de la revuelta, la comisión Nous sommes en marche,  algunos documentos surgidos de liceos y facultades ocupadas, etc.)  surgieron de un estado de ánimo y de la crisis de la universidad  francesa, eso mismo podría haber ocurrido en un clima de paz cívica y  reflexión intelectual. Pero quienes tiraban los hilos querían violencia,  espectáculo, tensión en la calle. No la podían desencadenar ellos  mismos y lo hicieron comprando al peso a los grupúsculos más absurdos y  atrabiliarios. 
En el último capítulo de esta serie abundaremos en esta tesis.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com
 




