domingo, 17 de octubre de 2010

LOS ROTHSCHILD EN ESPAÑA por Henry Coston

Infokrisis.- A causa de un estudio sobre el conde Coudenhove-Kalerghi, hemos desempolvado algunos libros que hacía tiempo no consultábamos encontrando algún material curioso por varios motivos. Concretamente en el volumen La Europa de los Banqueros (Henri Coston, Librería-Editorial Argos, Barcelona 1963) en su capítulo XXIX, páginas 245-250, hemos encontrado esta referencia a España y a la dinastía Rothschild. Se trata de una página desconocida de nuestra historia pasada que transcurre con el trasfondo de la I Guerra Carlista. y demuestra que con dinero rueda el mundo y que en 150 años nada ha cambiado. Lo hemos scaneado para nuestros lectores.

LOS ROTHSCHILD EN ESPAÑA
por Henry Coston
Desde la intervención armada de Francia, en 1823, para restaurar el poder absoluto del rev de España, Fernando VII, la situación había evolucionado extraordinariamente en Europa. La Santa Alianza estaba adormecida y la rama menor de los Borbones había tenido que ceder el trono de San Luis al hijo de Felipe-Igualdad, el antiguo Gran Maestre del Gran Oriente, que había votado la muerte de su primo Louis XVI. En España, Fernando había muerto y su hermano Carlos se oponía a su viuda, María Cristina, regente del Reino. Las dos facciones se enfrentaban sañudamente.
Si la Austria tradicionalista tomaba partido por Carlos, la Inglaterra liberal, imitada por la Francia de Luis-Felipe, apoyaba a María Cristina, cuyas tendencias agradaban a la City.
Los dos partidos, que se batían con las armas en la mano desde 1835, estaban faltos de fondos. Las bancas privadas, suspicaces, se mostraban algo reacias, y, en todo caso, se negaban a abrir créditos a la parte que no les placía. Los Rothschild de Viena, Francfort y Nápoles, estaban demasiado ligados a los intereses de Austria para inclinarse por la Regente liberal, Al vivir en la esfera de influencia de Metternich, adoptaban oficialmente el punto de vista de éste. En cuanto a James, que se encontraba en constante contacto con Luis-Felipe, sabía que el rey de los franceses, a pesar de su liberalidad, soñaba secretamente con una unión entre su heredero, el Duque de Orleáns, y una archiduquesa austríaca. Esto le aconsejaba no comprometerse en el avispero español.
Nathan tenía una doble razón para conceder un empréstito a España, es decir, a la Regente María Cristina. Por una parte, así respondía a un anhelo del Gobierno de Londres, del que era banquero, y, por otra, realizaría una operación excepcional.
«En efecto, en aquella época, el mercado europeo no recibía mercurio más que de dos centros de producción situados en el continente europeo, mientras que, a este respecto, los países de ultramar no contaban, en realidad. Estas dos minas de mercurio eran, la de Indria, que la casa Rothschild había comprado al Estado austríaco, explotándola desde entonces, y la de Almadén, en España, cuyo rendimiento constituía una importante fuente de ingresos para el Estado español. El que estuviera en posesión de estas dos minas, dominarla el mercado en forma de monopolio y podría fijar, el precio de este metal.
Nathan había concebido esta idea y trataba de comprar a España, que tenía constante necesidad de dinero, la mina de Almadén, proyectando incrementar su rendimiento mediante el concurso financiero adecuado. Además, aquella explotación había pertenecido, en el siglo XVI, a los Fugger, y a Nathan Rothschild le halagaba subrayar el paralelo, frecuentemente establecido, entre la importancia de dicha casa y la de la suya. Envió a su hijo Lionel a Madrid, para poner en vías de ejecución su proyecto. El Gobierno español, con la aprobación de la Regente, había decidido el 27 de noviembre de 1834, adjudicar al mejor postor, durante cinco años, la explotación de las minas de Almadén, que entonces no producían más que unos dieciséis o dieciocho mil quintales de mercurio, esto con la idea de incrementar el rendimiento de la mina, por medio de capitales extranjeros, para lograr un mayor beneficio. Las ofertas debían de ser enviadas bajo pliego sellado al ministerio de Finanzas, y examinadas simultáneamente.» (1)
¿Cómo supo Rothschild que la oferta más elevada, la de la banca Zelueta, no montaba más que cincuenta y cuatro piastras? Misterio, De cualquier forma, fue él quien ofreció cinco reales más que su competidor y quien ganó la subasta. El 21 de febrero de 1835 se firmaba un contrato entre Lionel Rothschild, hijo de Nathan, y el conde José María Toreno, ministro Español de Fínanzas. Además, en esta ocasión, Lionel recibió la orden de Isabel la Católica.
Este Toreno, con el que los Rothschild mantenían excelentes relaciones desde hacía años, era el hombre de la City en España. El fue quien concluyó, en 1808, la alianza entre España e Inglaterra. Probablemente masón, pertenecía a la fracción más radical del partido liberal español. Su anticlericalismo feroz le había apartado del Poder bajo el reinado de Fernando VII. Vivió, entonces, en el exilio, en París, donde James Rothschild le hizo algunos favores. Después de la muerte del rey, la Regente le hizo llamar para nombrarle ministro de Finanzas, en cuyo cargo, desde el 15 de junio de 1834, gozó de un poder que había de resultar de extrema importancia para la City y para Nathan Rothschild.
No deseando dar lugar a críticas demasiado abiertas, Toreno no modificó para Rothschild el contrato que se había establecido con ocasión de la adjudicación de las minas de mercurio, pero, poco después, introdujo ciertas enmiendas en el mismo. Así, mediante una pequeña elevación en el precio del quintal -y diversos presentes en especies a la Corte--- el Gobierno español renunció al derecho de denunciar el contrato a su vencimiento. Los Rothschild detentaban así el monopolio del mercurio y podían vender en Londres por setenta y seis u ochenta piastras, lo que pagaban a unas cincuenta y cinco.
Entretanto, la situación financiera de España se agravaba, y los Rothschild exigieron el reembolso de los quince millones prestados. Como el conde de Toreno no se apresurara demasiado en cumplir, lo compraron pura y simplemente (se habla de un regalo de 1.660.000 francos oro). Por este medio, los Rothschild recuperaron casi totalmente sus fondos. Pero nunca perdonaron «la infame ingratitud y la codicia sin escrúpulos» del ministro de Finanzas español, para el Estado español. El que estuviera en posesión de estas dos minas, dominaría el mercado en forma de monopolio y podría fijar el precio. de este metal.
Nathan habla concebido esta idea y trataba de comprar a España, que tenía constante necesidad de dinero, la mina de Almadén, proyectando incrementar su rendimiento mediante el concurso financiero adecuado. Además, aquella explotación había pertenecido, en el siglo XVI, a los Fugger, y a Nathan Rothschild le halagaba subrayar el paralelo, frecuentemente establecido, entre la importancia de dicha casa y la de la suya. Envió a su hijo Lionel a Madrid, para poner en vías de ejecución su proyecto. El Gobierno español, con la aprobación de- la Regente, había decidido el 27 de noviembre de 1834, adjudicar al mejor postor, durante cinco años,. la explotación de las minas de Almadén, que entonces no producían más que unos dieciséis o dieciocho mil quintales de mercurio, esto con la idea de incrementar el rendimiento de la mina, por medio de capitales extranjeros, para lograr un mayor beneficio. Las ofertas debían de ser enviadas bajo pliego sellado al ministerio de Finanzas, y examinadas simultáneamente.» (1)
¿Cómo supo Rothschild que la oferta más elevada, la de la banca Zulueta, no montaba más que cincuenta y cuatro piastras? Misterio, De cualquier forma, fue él quien ofreció cinco reales más que su competidor y quien ganó la subasta, El 21 de febrero de 1835 se firmaba un contrato entre Lionel Rothschild, hijo de Nathan, y el conde José María Toreno, ministro Español de Finanzas. Además, en esta ocasión, Lionel recibió la orden de Isabel la Católica.
Este Toreno, con el que los Rothschild mantenían excelentes relaciones desde hacía años, era el hombre de la City en España. El fue quien concluyó, en 1808, la alianza entre España e Inglaterra. Probablemente masón, pertenecía a la fracción más radical del partido liberal español. Su anticlericalismo feroz le había apartado del Poder bajo el reinado de Fernando VII. Vivió, entonces, en el exilio, en París, donde James Rothschild le hizo algunos favores. Después de la muerte del rey, la Regente le hizo llamar para nombrarle ministro de Finanzas, en cuyo cargo, desde el 15 de junio de 1834, gozó de un poder que había de resultar de extrema importancia para la City y para Nathan Rothschild.
No deseando dar lugar a críticas demasiado abiertas, Toreno no modificó para Rothschild el contrato que se había establecido con ocasión de la adjudicación de las minas de mercurio, pero, poco después, introdujo ciertas enmiendas en el mismo. As!, mediante una pequeña elevación en el precio del quintal -y diversos presentes en especies a la Corte- el Gobierno español renunció al derecho de denunciar el contrato a su vencimiento. Los Rothschild detentaban así el monopolio del mercurio y podían vender en Londres por setenta y seis u ochenta piastras, lo que pagaban a unas cincuenta y cinco.
Entretanto, la situación financiera de España se agravaba, y los Rothschild exigieron el reembolso de los quince millones prestados. Como el conde de Toreno no se apresurara demasiado en cumplir, lo compraron pura y simplemente (se habla de un regalo de 1.660.000 francos oro). Por este medio, los Rothschild recuperaron casi totalmente sus fondos. Pero nunca perdonaron «la infame ingratitud y la codicia sin escrúpulos» del ministro de Finanzas español, sido del todo regular. Rothschild hizo intervenir a los embajadores de Inglaterra y Francia cerca del Gobierno español.
Al cabo de poco tiempo, Toreno era nombrado Primer Ministro y designaba miembro de su Gabinete a Mendizábal, que era amigo de los Rothschild. Con tal motivo, circuló el rumor de una inminente intervención de Inglaterra y Francia en favor de María Cristina. Las tropas gubernamentales resistían difícilmente los encarnizados asaltos de los carlistas. Nathan, que temblaba por sus minas de mercurio, tan lucrativas, sabía perfectamente que si el íntegro Carlos llegaba al poder, se habían acabado sus concesiones. Su hermano James fue a verle a Londres, con el ánimo de subvencionar los preparativos ingleses en favor de la Regente, y, con ello, hacer que se remontaran los valores españoles. Luego, jugando inopinadamente a la baja, las casas Rothschild de Londres y París, especularon sobre dichos valores, llegando a la suma de 1.800.000 libras esterlinas en sus operaciones al descubierto.
En pocos días, el curso de la renta española descendió de setenta, a treinta y siete. Millares de tenedores de títulos perdieron las dos terceras partes de su dinero, mientras los Rothschild recuperaban holgadamente las sumas que les había costado el conde Toreno (2).
«Mientras sucedía esto, se había producido en España un cambio, de graves consecuencias, al que no era ajena la influencia de los Rotschild. A consecuencia de dificultades financieras insuperables y de las vicisitudes de la guerra con Don Carlos, el conde de Toreno hubo de dimitir y ceder paso a Mendizábal. Este, israelita de origen y de confesión, había llevado una vida en extremo aventurera, y siendo muy capaz desde el punto de vista financiero, había participado desde el principio en el suministro de municiones, por haber entrado al servicio del rico banquero de Madrid, Bertrán de Lys...» (3).
Este Mendizábal, que estaba en muy buenas relaciones con don Pedro de Portugal, mantenía estrecha amistad con los Rothschild. Nathan le había conocido en Londres, cuando Mendizábal vivía en el exilio, y le había puesto entonces en relación con los medios directivos ingleses. No es, pues, extraño que el nuevo Primer Ministro estuviera considerado en todas partes como «agente de los banqueros más importantes de la City de Londres». El duque de Wellington, que veía mal que el Gobierno inglés apoyara a Mendizábal, declaró cierto día que aquel hombre no era más que «un puesto avanzado» de los Rothschild.
La acción de estos últimos en favor de Mendizábal se manifestaba bajo todos los aspectos: en el financiero, desde luego, pero, además, en el político y en el diplomático. Urdieron toda clase de intrigas e hicieron los imposibles porque fracasaran los esfuerzos del banquero Ouvrard en favor de Don Carlos.
A todo esto, murió Nathan (28 de julio de 1836), y la dirección pasó a James., París se convirtió en centro de las actividades de los Rothschild, y de allí partieron, en lo sucesivo, las consignas.
La situación de los banqueros franceses estaba gravemente amenazada. Su representante en España, Weisweiller, les hizo saber que si no concedían un anticipo de dos millones de francos al Gobierno español, el asunto de las minas de mercurio quedaba enteramente perdido, pues Don Carlos parecía próximo a triunfar. Se le atribuía la intención de tomar Madrid por asalto, y sus victorias habían producido el pánico en el campo liberal y entre los Rothschild.
Por otra parte, las Cortes ponían en duda la validez del contrato existente sobre las minas de mercurio, Se hacía observar que la adjudicación no había sido del todo regular. Rothschild hizo intervenir a los embajadores de Inglaterra y Francia cerca del gobierno español.
Según el conde Apponyi, estos incidentes afectaron mucho a James Rothschild.
«Parecía estar extraordinariamente conmovido por la tentativa realizada por la Corte para privarle de un negocio que había de reportarle, según una estimación aproximada, de un millón y medio a dos millones de francos anuales» (4).
La presión de Londres y París sobre Madrid, y la retirada del canon correspondiente al Estado español sobre cada quintal de mercurio extraído, lograron que, finalmente se llegara a un acuerdo. A pesar de las promesas hechas por los Rothschild a Austria de no hacer más anticipos y de no conceder más préstamos, es decir de no apoyar financieramente al Gobierno de María Cristina, Don Carlos fue aplastado; puesto definitivamente fuera de combate, el pretendiente de los tradicionalistas hubo de expatriarse. A la casa Rothschild correspondió, pues, la última palabra: durante varios decenios, detentaría el monopolio mundial del mercurio. Cuando el Estado español recuperó las minas objeto de las concesiones, otros ricos yacimientos habían sido descubiertos en el nuevo mundo...
Este episodio, que hemos relatado superficialmente, deja ver de un modo claro hasta qué punto van entremezclados los negocios y la política. Demuestra, también, que, desde la primera mitad del siglo XIX, los Rothschild se habían convertido en los banqueros de Europa.
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Notas a pié de página
(1) Conde Corti, ob. cit., Tomo II, pp. 121-122.
(2) En una carta que Salomón Rothschild dirigía el 24 de junio de 1835 a uno de sus secretarios, explicaba que las especulaciones de su hermano Nathan habían dado lugar a que le amenazaran de muerte. "Tengo miedo de salir de noche", confesaba.
(3) Corti, ob. cit., T. II, p. 138.
(4) Carta del conde Apponyi a Metternich, París, 2 de noviembre de 1837. Archivos del Estado austríaco. (Cf. conde Corti, ob. cit., p. l6l.)
© Scaneado del original por Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com