lunes, 30 de noviembre de 2020

NOTAS PARA ENTENDER EL SIGLO (1) - La nueva fisonomía de la sociedad en el primer tercio del siglo XXI

He tomado prestado el título de este artículo de una obra de Pierre Drieu La Rochelle, Notes pour comprendre le siègle, recientemente reeditados por la editorial Ars Magna. La lectura de esta obra es de las que más me han conmovido, no solamente porque el contenido hace honor a su título, sino porque he podido comprobar el abismo que separa el siglo XX del siglo XXI. Esto me impulsó, en lo más profundo del aislamiento provocado por el Covid-19, a reflexionar sobre la época en la que me ha tocado vivir. Permítaseme iniciar con un recuerdo familiar.

Mi padre había nacido en 1896, era un aficionado a la aviación y él mismo había sido piloto. Aprendió a volar en el Aeródromo de Canudas (en los terrenos de lo que es hoy el Aeropuerto del Prat) y su maestro fue Julien Mamet, el introductor de la aviación en España. Mi padre había visto la aviación desde sus primeros y balbuceantes pasos, pero cuando cumplió 73 años pudo ser la llegada del hombre a la Luna. En apenas una vida -su vida-, la aviación pasó de ser un juguete a conquistar el espacio exterior. Pues bien, el ordenador que apoyó el viaje del Apolo XI a nuestro satélite era un IBM 360/75 ¡con menos capacidad de procesamientos que cualquiera de nuestro móviles 4G actuales! Esto da una idea sobre la aceleración de la historia.

De esta constatación nace la pregunta que me suelo formular y que me interesa hoy más que cualquier otra cosa en el mundo: ¿Qué nos espera en el futuro? Estas notas son hijas de esta pregunta.

NOTA PREVIA:

Algunos de estos elementos los ha tratado recientemente en un artículo en el que integro el asunto de la inmigración con los nuevos cambios social. Recomiendo su lectura para completas estas “Notas para comprender el siglo”: Ante la oleada migratoria sobre Canarias: UNA NUEVA FASE DE L INMIGRACIÓN MASIVA EN 2020. Así mismo este tema está tratado de manera orgánica en los números 68 y 69 de la Revista de Historia del Fascismo, dedicadas al Fascismo del Siglo XXI (ver en EMInves o bien en Amazon -RHF-68 y RHF-69)


> La sociedad del futuro: De las sociedades homogéneas a las sociedades mosaico

A diferencia del siglo XX en el que las sociedades occidentales eran homogéneas, en la actualidad tienden a convertirse en un mosaico étnico y cultural, cada una de cuyas partes tiene comportamientos y reacciones heterogéneas. Son sociedades que se han mostrado imposibles de homogeneizar, y en las que resulta imposible llegar a consensos, incluso en temas importantes.

La existencia de este mosaico multicultural no es una casualidad, sino que responde a la necesidad de los Estados modernos de romper cualquier tipo de oposición unificada. Se trata de que las explosiones de cólera que pueda existir tengan un alcance limitado y nunca afecten a la totalidad de la población, sino a franjas y grupos sociales muy concretos, que nunca serán mayoritarios ni podrán aspirar a tener por sí mismos una mayoría social y que se verán pronto aisladas y sometidas con facilidad a provocaciones y a represión.

Esto es lo que explica, mejor que cualquier otro argumento, el que sean precisamente los medios económicos y financieros ligados a la globalización, los más interesados en favorecer los procesos migratorios y el establecimiento de comunidades extranjeras inintegrables en Europa: así se logra fracturar la sociedad europea en pequeños mosaicos étnicos y arrinconar de manera creciente (por la simple diferencial demográfica y por la mayor tasa de natalidad de los núcleos inmigrantes, así como por sus flujos de crecimiento continuos) al grupo étnico europeo, históricamente, el más consciente, el mejor preparado y el más propenso a liderar protestas, reformas y cambios.

> Los jóvenes como clase revolucionaria e innovadora. La juventud ausente.

Por otra parte, se tiende a neutralizar a los elementos más jóvenes –y, por tanto, más imprevisibles– mediante distintas técnicas: la banalización de las drogas y su extensión cada vez mayor, su legalización incluso, con la excusa de que “no se puede luchar contra las drogas” (lo que no se puede es luchar contra las grandes acumulaciones de capital surgidas al calor del tráfico de drogas).

Poner la droga al alcance de todos, renunciar a la represión contra las drogas y a penalizar el consumo, tiene como resultado la aparición de unas nuevas generaciones que ni estarán en condiciones de trabajar, ni estudiar, pero tampoco de preocuparse por su futuro, ni por sus problemas existenciales: les bastará percibir un “salario social” para que tengan cubiertas sus necesidades (todas las drogas hoy, calculando la inflación y las devaluaciones, son entre un 30 y un 75% más baratas que hace 30 años… no es raro que estén al alcance de todos, incluso de aquellos que solamente percibirán el “salario social” y que, a falta de otros estímulos, se agruparán en “comunas” (especialmente cuando falten sus padres) y garantizarán así subsistencia, alimentación (fast–food), conexión a internet para llenar su tiempo de ocio con videojuegos, permaneciendo continuamente en una situación se semi–sopor subvencionado que asegurará su extrañeidad a cualquier movimiento revolucionario que pueda aparecer.

Políticamente, cada grupo social –y la juventud, entre ellos– apoyará solamente a quien “entienda” sus problemas: es decir, a quienes prometan mantener subsidios y subvenciones que serán pagados por todos aquellos que dispongan de una nómina y que no tengan la potencia suficiente como para recurrir a la ingeniería financiera para eludir impuestos. En otras palabras: los restos de las clases medias tenderán a ser cada vez más explotados fiscalmente.

> El elemento dominante: El miedo como factor generalizado en el siglo XXI

La otra técnica con la que se pretende mantener quietas a las poblaciones es el miedo o, si se prefiere, la sensación de inseguridad que generará en aquellos sectores sociales más lúcidos, inquietud y miedo ante el futuro y, por tanto, rechazo a adoptar posiciones que pudieran ser consideradas como hostiles a la corrección política y a la estabilidad de los sistemas políticos que hace tiempo han dejado de funcionar y que solamente alimentan a castas parasitarias decididas a vivir bajo el paraguas protector del Estado y de los fondos públicos.

Quienes hoy tienen trabajo, no saben cuánto tiempo podrán mantenerlo. A la velocidad con la que se mueve la flecha de la historia en la actualidad, un joven de 30 años, profesional formado en las mejores universidades y brillante en sus aptitudes, ignora el tiempo en el que podrá seguir afrontando los pagos de una hipoteca, el coste de una familia y de la educación de los hijos, o de su propia salud. Vive atenazado por el miedo ante el futuro.

El hecho de que buena parte de estos jóvenes hayan firmado hipotecas garantiza que harán todo lo posible para mantener su estatus, aceptarán pagar los impuestos con los que se grave su trabajo, optarán por no destacarse en reivindicaciones y abandonarán cualquier tipo de veleidad de revuelta para mejorar su situación por medio de lo que hasta ahora se ha considerado “acción revolucionaria”, una de cuyas expresiones fueron los fascismos del siglo XX.

> Un nuevo modelo de sociedad como producto del neoliberalismo: De la sociedad de los tres tercios a la pirámide de tres escalones

A tenor de los movimientos de población y de las nuevas tendencias en la distribución de la renta puede preverse que el concepto de “sociedad de los tres tercios” debe ser modificado. De las varias interpretaciones que se podían dar a esta teoría, quizás la más oportuna sería aquella que sostenía que las sociedades de finales del siglo XX y de los primeros años del siglo XXI estuvieron divididas en “tres tercios”: un tercio que vive con un alto nivel de vida, está al día con Hacienda, cotiza a la seguridad social, gozan de contratos indefinidos, tienen nómina y acceso a los escaparates del consumo. Un segundo tercio estaría compuesto por grupos más desfavorecidos que viven, como suele decirse, “a salto de mata”, sin trabajo fijo, con contratos precarios, mileuristas y frecuentemente tienen interrupciones en su vida laboral cubiertos por el seguro de desempleo, alternado con trabajo negro no declarado. Un último tercio estaría formado por aquellos que viven en la frontera de la indigencia y su día a día depende subsidios y subvenciones.

Pues bien, este esquema, ya no es válido. Las crisis económicas de finales del milenio anterior, la del año 2009–2012 y la que se inició a causa de la irrupción del Covid–19, han acabado con ella.

Hoy estamos viviendo otro modelo de “sociedad de los tres tercios”. Tiene forma piramidal: en la cúspide se sitúa una minoría cada vez más pequeña que vive con toda la seguridad que da una posición económico–social envidiable. Generalmente, se trata de técnicos y empresarios que han hecho sus fortunas al calor de la globalización y han sabido explotarla en beneficio propio, o bien de altos funcionarios del Estado y de la clase política que se mueve en las esferas del poder. En la parte más elevada de la cúspide se encuentran las dinastías económicas, los "señores del dinero", de la banca y de los grandes consorcios empresariales, 

En la base de la pirámide social, se encuentran los distintos sectores que viven gracias a los subsidios y que, de día en día, se va ampliando gracias a dos factores opuestos: la llegada de un número cada vez mayor de inmigrantes improductivos en su mayoría, y del empobrecimiento de los restos de la antigua clase media que, por muchos motivos, han perdido su trabajo y no han estado en condiciones de reciclarse en el mercado laboral.

Entre ambos grupos, se encuentran todos aquellos que todavía viven de una nómina (funcionarios, profesiones liberales, empleados con contratos fijos, jubilados con las prestaciones más altas) y que son, precisamente, los que, gracias a sus impuestos y a una fiscalidad cada vez más injusta, deben alimentar a una parte de la cúspide de la pirámide (a todos aquellos altos funcionarios del Estado, a la clase política que gestiona los distintos niveles de la administración), pero también a la base de la pirámide.

Reconocer la realidad creciente de este esquema piramidal es fundamental para prever la evolución de la sociedad en las próximas décadas y entender por qué los dirigentes políticos se obstinan por impedir y bloquear cualquier tipo de reforma de la administración o de la fiscalidad.

La base de la pirámide nunca más será fuente de agitación: está neutralizada por el régimen de subvenciones, pero también por la industria del entertainment y por el acceso cada vez más fácil a las drogas y al ocio barato.

La extensión de la marihuana tiene importancia en dos frentes que se pondrán de manifiesto a lo largo de la década 2020–2030: por una parte, el uso continuado de la marihuana abre la espita a enfermedades mentales (incluso a crisis de psicosis cannábica) e imposibilita para tener acceso a cursos de capacitación laboral y al desempeño de trabajos, incluso de mínima responsabilidad (todos los departamentos de personal en todo el mundo saben que contratar a un fumador de cánnabis constituye un riesgo de lentitud en el desarrollo de las tareas –“se cuelgan”, es la expresión característica–, absentismo laboral y cambios bruscos de humor en cuanto se les lleva la contraria y se exige de ellos unos resultados que impliquen esfuerzo). Estos grupos, como máximo, pueden desempeñar por su cuenta trabajo negro y unir a las cantidades recibidas en concepto de “salario social” y subsidios, pequeñas cantidades procedentes del menudeo de drogas o bien de “chapuzas” ocasionales.

Esta población no tiene nada que ver con el antiguo proletariado –que en el siglo XX se situaba en la base de la pirámide social–. A diferencia del proletariado, estos grupos sociales son completamente improductivos, se dedican a cultivar su ocio, no piensan absolutamente nada en el futuro, su día a día está hecha por fast–food, video-juegos y ocio, móviles y redes sociales, consumo de todo tipo de drogas y en el peor de los casos, ejercicio de formas de delincuencia (menudeo de droga, pequeños robos y hurtos, etc). La vivienda no será un problema para ellos mientras los Estados se nieguen a castigar penalmente la ocupación de viviendas, o bien, mientras sigan viviendo los padres con viviendas en propiedad.