Llegamos a la última etapa de nuestro estudio sobre las, aparentemente
imposibles, relaciones entre las SS y los medios sionistas. Este aspecto constituye
uno de los más extraños y sorprendentes del Régimen hitleriano y, sin embargo,
no lo es tanto: como ya hemos visto, el punto de encuentro entre el sionismo y
el nacional-socialismo fue la necesidad de poner fin a la Diáspora y concentrar
a los judíos en un mismo territorio. Hasta ahora hemos visto como se gestó la
idea, ahora queda ver algunos aspectos concretos de esta colaboración e
insistir en que el interior del régimen nacional-socialista existían posiciones
contrapuestas en la materia. Recordamos, una vez más, que la documentación para>
Complicaciones imprevistas y tensiones
insuperables
Estas iniciativas no
gustaron al sector que hemos denominado “antisemita radical” del régimen que
lanzaron una nueva campaña antisemita en el verano de 1938
. Las columnas de Der Stürmer clamaron para que se
expulsara a los judíos definitivamente de la vida económica y para que otros
países europeos hicieran lo mismo. Eichmann, puesto en contacto con la
redacción del diario de Streicher no logró abortar la campaña, ni siquiera tras
hablar con el propio director del diario y con su redactor jefe. Este fue, sin
duda, el momento más tenso de las relaciones entre el SD y el grupo de
antisemitas radicales que figuraban en torno a Streicher, hasta el punto de que
el SD prohibió a Eichmann aceptar más invitaciones procedentes de Streicher.
En los meses siguientes, varios acontecimientos fortuitos contribuyeron a que
la situación se deteriorase.
El 6 de octubre de 1938
el gobierno polaco, a la vista de que se había producido un tráfico de
pasaportes robados de esa nacionalidad, había emitido un decreto invalidando
aquellos pasaportes que no recibieran una estampilla colocada únicamente en
territorio polaco. La intención del gobierno polaco era desembarazarse de las
decenas de miles de judíos de esa nacionalidad residentes en Alemania. Tres
semanas después Reinhard Heydrich ordenó que los 17.000 judíos polacos fueran enviados
en tren a la frontera germano–polaca, utilizando la excusa del estampillado
de los pasaportes como argumento para lo que era una expulsión de facto.
Más grave todavía fue el
asesinato cometido el 7 de noviembre de 1938 del tercer secretario de la
Embajada Alemana en París, Ernst von Rath a manos de un joven judío de 17 años,
Herschel Grünspan. La campaña antisemita iniciada por Streicher
continuó desde el Ministerio de Propaganda en lo que se conoció como “la noche
del cristal” a raíz de que se rompieron los escaparates y se destruyeron varias
tiendas propiedad de judíos en los distritos de Kurhessen y Magdeburg–Anhalt,
tras un discurso antisemita de Goebels el 9 de noviembre en el aniversario del
“golpe de Munich” ante los veteranos del NSDAP. Von Rath había agonizado desde
el 7 hasta el 9 de noviembre falleciendo a las 16:30 de ese día.
Hitler quedó muy
afectado por este fallecimiento y no habló como tenía prevista en el acto de la
tarde en honor a los muertos en el golpe de 1923, delegando la alocución en Goebels
el cual aprovechó la muerte de von Rath para lanzar un alegato duramente
antisemita. Es
rigurosamente cierto que para un amplio sector de antiguos militantes del NSDAP
y especialmente de las SA, el discurso sonó como la oportunidad para tomar la
iniciativa y resarcirse de la victoria que las SS habían obtenido en la “noche
de los cuchillos largos” el 30 de junio de 1934. De ahí que estos incidentes
fueron algo más que una exteriorización del antisemitismo del III Reich.
Los historiadores
coinciden en que Hitler, Himmler, Goering, Heydrich y demás altos mandos de las
SS y de los cuerpos de seguridad del Estado se sorprendieron por los incidentes
de aquella noche. El general SS Karl Wolf que vio en aquellas mismas horas a Himmler
en el propio domicilio particular del führer en la Prinzregentenstrasse
explica: “Cuando le pregunté al Führer,
tuve la impresión de que no sabía nada sobre tales acontecimientos” (op. cit., pág. 401). Las órdenes fueron:
las SS debían mantenerse al margen del progromo y la Gestapo “debía de proteger únicamente las
propiedades judías para evitar que fueran saqueadas” (op. cit., pág. 402). La policía
restableció el orden público y garantizó la integridad de las propiedades
judías y la detención de los saqueadores.
Los datos que están a manos de los historiadores inducen a pensar que éste fue, sin duda, el momento de mayor tensión entre Himmler y Goebels. En los círculos interiores de las SS no se albergaba la menor duda de que el progromo desencadenado por Goebels tenía como único fin hacer fracasar la política de repatriaciones a Israel emprendida por las SS y, tal como declaró el General SS Wolf, así se lo comento su jefe Heinrich Himmler. Sin excepción, los jefes del SD demostraron su repulsa por las acciones de la “noche del cristal”. El director de policía, Von Eberstein prohibió toda participación de las SS en aquellos incidentes calificándolos como “indecencia indescriptible”. El 11 de noviembre le correspondió a Heydrich dar el balance de daños: “815 comercios saqueados, 29 almacenes y 171 viviendas destruidas, 76 sinagogas arrasadas y otras 191 incendiadas, 36 judíos asesinados y otros 36 gravemente heridos, 174 saqueos verificados” (op. cit., pág. 403).
El papel de Goering
aquella “noche del cristal” fue también relevante. Acudió inmediatamente a la
Cancillería pidiendo al Führer que detuviera el progromo achacando su
organización a Goebels, pero Hitler defendió a su ministro de propaganda,
recordó la agonía de von Rath. Tanto Goering como
Himmler denunciaron que el progromo “había
causado daños irreparables al Reich en el extranjero” (op. cit., pág. 403).
Finalmente, el 13 de noviembre Hitler ratificó su confianza en Goebels,
acudiendo con él a una representación del teatro “Schiller”, dando por
concluida la crisis. Sin embargo, la presión de las SS y de Goering hizo que
Goebels pagara “su supervivencia a un
precio casi prohibitivo. Conservó su puesto, pero se le vedó terminantemente
toda nueva intromisión en la política judía”. A lo cual agregó Hitler que
Goering era, a partir de entonces la “única
autoridad competente” sobre la materia (op. cit., pág. 405).
Los incidentes de la
“noche del cristal” interrumpieron brevemente el plan de emigración a
Palestina. Superada la crisis, la primera orden sobre la materia que Goering
transmitió a Heydrich (el 24 de enero de 1939) fue taxativa: “reanúdese con todos los medios disponibles
la emigración judía”. Heydrich exigió a la comunidad judía de Berlín la
presentación diaria de una lista de 70 personas dispuestas para emigrar. En
1939, 78.000 judíos habían abandonado el Reich así como otros 30.000 residentes
en Bohemia–Moravia.
El problema, a partir de
ese momento, era que el Reino Unido, tras los incidentes árabe–israelíes de
1937 había decidido ralentizar la emigración judía a Palestina. Según el Libro Blanco, publicado por el gobierno
británico el 17 de mayo de 1939, durante los siguientes cinco años solamente
podrían emigrar 75.000 judíos a Palestina. Polkes y su Haganá combatieron
contra esta decisión y constitución una organización secreta destinada a
facilitar la migración: el Mossad le Aliyá Bet (Oficina de Inmigrantes),
dirigida por Eliahu Golomb. Tal fue el origen del famoso, Mossad, hoy
servicio secreto de Israel. Gracias al Mossad se creó una red de confidentes
especializados en trasladas clandestinamente a Palestina a miles de inmigrantes
judíos centro–europeos. Lo hacían utilizando pequeñas embarcaciones y
contaban con el apoyo en el Reich de las SS.
Dos funcionarios del
Mossad, Pino (o Pinhas) Guinzburg y Moshe Auerbach entraron clandestinamente en
Alemania contactando con las SS y proponiéndoles acelerar la migración. El SD “concedió plena libertad al Mossad” (op.cit., pág. 406). En las semanas anteriores, a raíz de las
restricciones impuestas por los británicos a la emigración ésta se había
ralentizado. Tras los primeros encuentras de Ginzburg y Auerbach con el SD,
Hagen señaló los objetivos en una circular interna: “Fomentar la emigración a toda costa” y, no solamente a Palestina,
sino “adondequiera que sea” (op. cit., pág. 406). Los opuestos a
esta política eran el ministerio de Exteriores de von Ribbentrop (que veía como
la migración creaba fricciones con el Reino Unido) y la Organización Exterior
del NSDAP que denunciaba la “aportación
de las SS a la instauración de un Estado judío”. El ministerio de
exteriores era favorable a la emigración, pero mucho más a la “dispersión del
judaísmo” y no a su concentración en Palestina.
Mientras, Guinzburg
se instalaba en el local de la Organización Judía de Berlín, en la
Menikestrasse para organizar los primeros transportes. Había pactado con
Heydrich 400 partidas semanales a Palestina. Pronto fue evidente que el
Mossad carecía de recursos suficientes para organizar la emigración clandestina,
aun a pesar de lo cual, en marzo de 1939 partió el primer transporte que llevó
oficialmente a 280 judíos berlineses a México y, realmente, a Palestina
embarcando en el puerto yugoslavo de Susak en el transporte Colocaro. En Corfú embarcaron en otro,
el Otrato, que los condujo a
Palestina. Poco después se repitió la operación esta vez con 400 emigrantes y
luego, un grupo de 500 judíos alemanes llegadas gracias al Mossad a Holanda
embarcaron en el Dora. La flota
británica en el Mediterráneo repelió estos desembarcos y suspendió como
represalia las cuotas de inmigración judía a Palestina.
El 21 de julio de 1939
habían sido interceptados en apenas dos meses 3.507 inmigrantes clandestinos,
luego los ingleses capturaron al Astir
con 724 judíos y cinco pequeñas embarcaciones más con 297 judíos alemanes y
luego otra mayor con 800 más. Paralelamente Heydrich autorizó a Pino Guinzburg
a instalarse en los puertos de Emden y Hamburgo desde donde preveía en octubre
enviar a 10.000 judíos más. Pero en septiembre había estallado la Segunda
Guerra Mundial y ahí murió la política emigración auspiciada por el SD y
llevada a cabo por el Mossad.
Algunas conclusiones
La fuerza de los
acontecimientos que se encadenaron en aquellos tensos años hicieron que no
todo el régimen nacionalsocialista estuviera de acuerdo en negociar con
sionistas (gracias al seguimiento de este episodio de la historia del III
Reich hemos podido advertir como ni siquiera en materia de cuestión judía todos
los sectores del gobierno alemán compartían los mismos criterios y hemos visto
también como, frecuentemente, tales discrepancias dramatizaban la existencia de
distintos “grupos de poder” dentro del régimen), pero también demuestran el
pragmatismo de las SS cuyo primer proyecto para resolver la cuestión judía
consistió en facilitar la formación de un Estado judío en Palestina entre 1934
y 1939. También las SS valoraron lo que podía significar la presencia de
ese Estado en Oriente Medio e intuían que podía convertirse en una amenaza para
la estabilidad de la zona.
Los incidentes que se
habían sucedido en los años 20 y 30 a medida que iba aumentan la emigración
judía y los palestinos se veían progresivamente presionados para abandonar las
tierras que hasta ese momento habían sido suyas y las restricciones impuestas a
la emigración judía a Palestina por los británicos tras los incidentes de 1937,
constituyeron los principales obstáculos para el desarrollo de este proyecto.
Sin embargo, el SD siguió adelante con él contactando primero con Haganá y luego con el Mossad hasta que, finalmente, el
estallido bélico del 1º de septiembre de 1939 llevó al traste todo este
proyecto laboriosamente trabajado por el Sionismo y las SS.
Llama la atención
constatar que el proyecto del SD era extraordinariamente lesivo para la
población palestina y esto contrasta con la solicitud con que posteriormente
sería acogido el Gran Muftí de Jerusalén, Amin al–Husayni,
en Alemania siendo recibido incluso por el Führer y ayudando al reclutamiento
de voluntarios islamistas en las SS. Amin al–Husayni, tío de Yaser Arafat,
fue la baza antibritánica jugada por los alemanes mientras duró la guerra en el
Norte de África. El hecho de que el Reich durante un período, jugara contra
los intereses palestinos (aumentando la presión de la inmigración judía) y
luego se aliara con el Gran Muftí de Jerusalén es una cuestión de fechas, de
pragmatismo y de razón de Estado. Antes de la guerra la prioridad para el Reich
era solucionar la “cuestión judía” facilitando la emigración a Palestina. Entre
septiembre de 1939 y la Operación Barbarroja en 1941, tras la victoria sobre
Francia y la formación del gobierno de Vichy, la prioridad paso a ser el plan
de deportación de los judíos europeos a Madagascar (en aquel momento colonia
francesa). Paralelamente al desarrollo de la guerra en el norte de África (1940–42)
la prioridad pasó a ser una alianza con las fuerzas anticolonialistas presentes
en estos países y, por tanto, con el Gran Muftí de Jerusalén.
Estas oscilaciones demuestran dos
cosas: la multiplicidad de tendencias que convivieron con sus tensiones y
crispaciones dentro del régimen nacionalsocialista y el carácter pragmático de su
política interior y exterior especialmente de la impuesta por las SS y el SD.