Si yo viviera en Barcelona estaría alarmado. No sólo por las
noticias que van apareciendo y por los cambios en la vida ciudadana y del
propio paisaje urbano que se vienen produciendo en los últimos años, sino porque, los medios municipales que hacían todo lo
posible por simular optimismo y sembrar tranquilidad, finalmente, han
reconocido que la ciudad se está viendo arrasada por la delincuencia. Y para
colmo, empiezan a extenderse enfermedades propias del Tercer Mundo ¡en las
escuelas y parvularios! Me quejo de que, habitualmente, los “poderes
públicos” tardan en reconocer la existencia de problemas y, cuando lo hace, ya
es demasiado tarde para resolverlos.
No es por falta de
policías, sino por ineficiencia del “sistema” y por la politización de algunos
cuerpos de seguridad. En Cataluña existen en estos momentos 10.631 policías
locales y 16.869 miembros de la policía autonómica. Solamente en Barcelona (ciudad con 1.500.000 habitantes) hay 9.208 “mozos
de escuadra”: es decir ¡un agente por cada 162 ciudadanos! Si a esto unimos,
los 2.745 agentes de la Guardia Urbana, podemos decir que, en teoría, Barcelona
es una de las ciudades más protegidas del
mundo. Una zona que no debería ser preferencial para la delincuencia. Y,
sin embargo, ocurre todo lo contrario. Lo acaba de reconocer el ayuntamiento a
la vista de que la opinión pública percibe ya hace demasiado tiempo que la
seguridad se está deteriorando aceleradamente.
El gobierno municipal, ha publicado una estadística oficial
de delitos. Ciutat Vella está superando
a los peores barrios de Marsella o de Molenbek y empieza a parecerse a
Secondigliano, en Italia, donde la Camorra gobierna más que el ayuntamiento.
El estudio ha sido elaborado por la “comisión de delitos del distrito de Ciutat
Vella” (barrios del Raval, Gótico, Sant Pere de les Puelles, Santa Caterina,
Barrio de la Ribera y la Barceloneta), han superado el número de actos
violentos, robos al descuido, robos con intimidación, agresiones, tráfico de
drogas y asesinatos, cometidos en los momentos más lúgubres de la Ciudad: no
hace tanto en 2009-2011. Entonces se dijo que el repunte de la delincuencia estaba
causado por la “crisis económica” … ¿y hoy…? ¿qué genera hoy esa delincuencia?
Por lo demás, la delincuencia no es un fenómeno nuevo en Barcelona:
desde 1996 se advirtió la entrada en una nueva fase: entre 1997 y 2003, las
bandas albano-kosovares saqueaban polígonos industriales y oficina. Utilizaban
a menores para evitar que, en caso de ser detenidos, tuvieran que afrontar una
condena. Luego, en 2001-2003, se estableció en la Ciudad Condal una colonia de “niños
marroquíes”, vivían en las calles, y cada día durante años eran puntualmente
detenidos por las distintos servicios policiales tras haber cometido tirones,
robos al descuido, robos con intimidación, llevados ante el juzgado de menores,
enviados al centro de menores, vestidos, merendados, cenados, desayunados… para
fugarse luego y volver a repetir el mismo ciclo al día siguiente.
Así que la cosa no es nueva, pero si que resulta más
alarmante que en otros momentos: en primer lugar porque si hay una ciudad
española que debe cuidar las formas y mantener a raya a la delincuencia es
Barcelona, cuyos ingresos más importantes, proceden del turismo, ese turismo
que resulta el más azotado por la delincuencia. Se calcula que para finales de año se habrán cometido en torno a 40.000
delitos en el Distrito (a lo que habría que sumar una cifra que todavía no ha
sido publicada, de toda la ciudad). Lo que resulta alarmante es que, solamente
en un año, en toda la ciudad, los delitos de robos con fuerza en domicilios han
aumentado un 31% y que los hurtos lo han hecho en un 22,7%. Para colmo, los
robos con intimidación a pie de calle han crecido un 12%.
Estos datos son muy importantes, porque si bien en el Raval
la delincuencia está, visiblemente relacionada con los “narcopisos”, en la totalidad
de la ciudad no puede separarse de la llegada cada vez más masiva de
inmigración que puede verse en las calles deambulando de un lugar a otro, en
horas que deberían ser laborales… No es
un problema generado por “los barceloneses”, sino, por la inmigración masiva y descontrolada que
se ha instalado en Barcelona, y en medio de la cual han llegado delincuentes de
todo el planeta. Hoy Barcelona es una ciudad en la que se dan las condiciones
ideales para una “tormenta perfecta”: policía politizada, alerta antiterrorista
permanente de nivel 4 sobre 5, ayuntamiento incompetente, escasa eficacia de
algunos cuerpos policiales, inmigración masiva, turistas despistados y, para
colmo, un sistema judicial sobreprotector que hace inútil el trabajo policial.
Barcelona se hunde, esa es la realidad. Los precios de la
vivienda y del alquiler siguen subiendo, y el turismo sigue llegando, pero ¡qué
turismo! En mi estancia en el Norte de Portgual he podido ver ciudades como
Oporto o Braga en las que abunda en turismo británico. Se trata de un turismo
interesado por monumentos, vistas, historia local, ocio, comida… Reconozco que
me sorprendí de lo reposado y sereno que era aquel turismo que procede de las
mismas islas que envían a Barcelona, hooligans, practicantes del balconing,
turismo de chancleta, porro y litrona, y que han convertido las vidas de los
barceloneses en un infierno. ¿Por qué el
turismo de calidad va a otros países y la morralla llega hasta Barcelona?
Respuesta: porque la Ciudad Condal les da lo que buscan: medio millar de clubs
de cannabis, cerveza a 26 céntimos lata, litrona a 75 céntimos y silencio y
vista gorda ante borracheras, peleas, excesos y gamberradas. Esto explica
porqué el turismo se ha mantenido en Barcelona, a pesar de la crisis
independentista, pero porqué ¡han disminuido un 10% los ingresos por turismo en
la ciudad!
¿Hasta cuándo podrá Barcelona resistir esta situación? Imposible
decirlo. Pero lo que sí puede afirmarse es que no es solamente en el frente del
“orden público” en donde la vida ciudadana se va degradando. Hace unos meses me
quejaba de la invasión de chinches en la ciudad de Sabadell. Luego, un amigo me
indicó que también por Ciutat Vella se ha producido la misma invasión de
parásitos. Pero hoy, La Vanguardia
publica otra noticia alarmante para los barceloneses, especialmente para los padres:
se ha registrado un brote de impétigo en
las escuelas de la ciudad. Se trata de una enfermedad infecciosa, de fácil
contagio, que produce excemas en la piel, especialmente en el rostro y en torno
a la boca, y que se ha propagado como una mancha de aceite en las “últimas
semanas”. La infección se extiende más y más por los centros de enseñanza.
La gencat, preocupada por el embarrancamiento del proceso
independentista y las trifulcas a navajazos entre fracciones, no está para
prestarle mucha atención al brote. De hecho, un padre que fue a quejarse en
persona porque su hijo se había visto afectado, asegura que la Agencia de Salud
Pública le reconoció que “hay casos de
impétigo por toda la ciudad”. No es grave, pero sí molesta. Se trata con
antibióticos. ¿Origen? ¡Falta de
higiene! En este momento, la gencat afirma no saber cuántos niños están
infectados y trata de quitar hierro a la situación: dice que cada año se
producen en otoño… sí, pero nunca han alcanzado los niveles de epidemia de este
año.
La epidemia se une a los problemas generados por la superabundancia de perros en la Ciudad
Condal. El año pasado, el colegio de veterinarios, tenía censados 149.000
canes. Es decir, 1 de cada 10 barceloneses tiene perros “censados”… luego está
un número indeterminado de “no censados” y luego están los perros callejeros. De
estos perros, 4.000 aproximadamente, pertenecen a razas particularmente
agresivas y “potencialmente peligrosas”.
No parece absurdo pensar que entre perros y otros animales
de compañía (33.052 gatos censados, 798 hurones, 537 animales exóticos de otras
especies), hay en torno a 250.000 animales en la ciudad. Luego están las
cacatúas que escaparon a sus propietarios y que han creado enjambres en
determinados parques de la ciudad. Todo esto genera, además, parásitos (pulgas,
piojos y garrapatas) que impiden a los barceloneses sentarse en algunos parques
sin verse asaeteados.
Los litros de orina vertidos diariamente en las calles por
estos miles de animales hacen que determinados barrios de la ciudad huelan a
diablos. ¿Por qué los propietarios, si recogen los zurullos con bolsa de
plástico, no tratan de disolver en agua las meadas de sus canes? Sería
deseable. En algunos barrios de Ciutat Vella, el olor a orines se funde con aroma
a porros y sus calles, estrecha, oscuras e insanas, encuentran en el pestazo a
gasolina quemada y a fritanga con aceites requemados, la guinda del pastel.
¿Qué hace el
Ayuntamiento ante todo esto? De momento, mañana se verá un pleno en el que la
CUP ha propuesto que se recuse al Rey… Ah, y la gencat ha anunciado que a pesar
del aumento de delitos en Barcelona no destinará más “mozos”. Si cada día el
parlamentito del parque de la Ciudadela resultara amenazado, se convocarían
oposiciones a “mozos”, pero ¿qué es el bienestar y la tranquilidad en Barcelona
ante el sueño de la independencia.cat?