Decididamente, no puede afirmar rotundamente quién ha sido
el peor presidente en la historia de la España democrática. Los candidatos son…
todos. Sus méritos, escasos. Sus fracasos, notorios. Son productos de tres
fenómenos paralelos y que convergen en sus personas:
- el pueblo español se conforma con poco y exige cada vez menos calidad en todo,
- la partidocracia no genera “estadistas” sino productos de marketing que sean elegibles por su “look”, no por sus méritos ni sus propuestas y
- un sistema político perverso que ha ido eliminando el pensamiento crítico de la sociedad española.
Adolfo Suárez, del que él mismo decía que si le falla eso de
la política siempre podría ser vendedor en la sección de deportes de El Corte
Inglés. Funcionario del Movimiento. Hizo la transición de manera apresurada y
arrastrado más por las circunstancias que por sus iniciativas. Su papel fue el
de un simple puente de tránsito entre el franquismo que llevaba cuarenta años
en el poder y el socialismo que quería eternizarse otros cuarenta a modo de
compensación. ¿Lo peor que hizo? El café para todos autonómico y el cerrar
todos los problemas en falso.
Luego vino Felipe, un mentiroso profesional, compulsivo, le
costaba tan poco mentir que puede pensarse en algún trastorno de personalidad.
Hombre dispuesto a aceptar cualquier cosa para mantenerse en el cargo. Abogadillo
de pocos pleitos. Renunció al marxismo, él marxista de pro, cuando se lo exigió
la Internacional Socialista (o más bien, el SPD, que era, en definitiva el
propietario de la marca PSOE que había rescatado con marcos de la miseria y de
cuarenta años de ausencia). Abordó un mal enfoque en la cuestión del
terrorismo, rodeándose de personajes nefastos en Interior. Negoció mal, muy
mal, pésimamente, la entrada de España en la UE y, de paso, nos medió en la
OTAN.
Tras Felipe, Aznar cuyos dos méritos fueron: su famoso
modelo económico basado en la construcción, en los bajos salarios, el acceso
fácil al crédito y la inmigración masiva, y en segundo lugar la “hazaña” de Perejil
que consistió en enviar a la Legión para luego negociar, por medio de los EEUU
que España sería titular de soberanía en la isla… pero no podría demostrarlo.
Se retiró de tapadillo la bandera nacional. Poco después, aparecía en las
Azores para dar su visto bueno a la masacre de Irak y enviar tropas. Su “modelo
económico” agravó las consecuencias de crisis económica de 2007.
Y llegó Zapatero. Era un escalón más bajo y el producto de
la crisis de la socialdemocracia. No llegó por méritos propios, sino del
yihadismo cuyas bombas -unidas a la incapacidad de Aceves para gestionar la
crisis- hicieron que en dos días, tres millones de votos pasaran del PP al
PSOE. Era un alelado, al que ahora llaman buenista. Sus ideas las había adquirido
en las publicaciones de la UNESCO. Quiso ser estadista internacional con la Alianza
de Civilizaciones y fracasó. Quiso ser “reformador social” y fracasó. Quiso
resolver el problema terrorista y fracaso. Quiso resolver la “cuestión catalana”
y fracasó. No supo nunca porque España había crecido económicamente ni porque a
partir de 2008 decrecía. No creyó -de hecho sus asesores económicos eran los
que le indujeron esa idea- en que la crisis económica era estructural (en
España y en el sistema mundial globalizado). Era un completo cero a la
izquierda en cualquier cosa que hizo, pero contribuyó a debilitar un poco más
los mimbres de la sociedad española con sus leyes buenistas y sus
discriminaciones positivas, con él la memoria histórica se convirtió en obsesiva.
Rajoy… El hombre que creía firmemente que los problemas se
solucionaban solos si tenían solución y que no había nada que hacer cuando no
la tenían. Lo que se le puede reprochar a Rajoy es que dejara pudrirse todos
los problemas hasta que, como en el caso catalán, se convirtieron en insoportables
e irreversibles. Luego, su pasividad, provocó el que la corrupción se
enseñoreara de su partido y, finalmente, fuera la excusa para derribarlo. Justo
es reconocer que no hizo nada en materia de inmigración, sino dejar las puertas
tan abiertas como su predecesor. Y en materia de deuda, consiguió, mal que
bien, que el Estado no se declarara en
suspensión de pagos.
De Sánchez no puede decirse otra cosa más que su gobierno de
astronautas, feminitudas, mariquitas denunciados como tales por sus compañeras
de gobierno y dimisionarios, supone otro peldaño descendente en la calidad
política. Curioso este Sánchez que jamás alcanzó un cargo por méritos propios,
sino porque el que estaba antes, dimitió o le dieron patada para arriba. La
época Sánchez es la época ZP versión 2.0.
Es imposible establecer una clasificación, ni siquiera de
manera objetiva: los aciertos que hubieran podido tener (hasta un reloj
averiado acierta en la hora dos veces al día) quedan obscurecidos por sus
fracasos. Lo peor es que todos estos fracasos han ido encadenados: sin Suárez
no hubiera existido el “café para todos” y sin él, no se hubieran dado tantas
taifas autonómicas. Fue Suárez el que cerró en falso la constitución y aplazó
la resolución de los problemas hasta que estos han ido creciendo y creciendo.
Felipe y Aznar son los responsables directos de la ruina económica de España:
el primero por su mala negociación y el segundo por adoptar un modelo económico
perverso y que nos situó entre los países más afectados por la crisis del 2007.
Rajoy es culpable de pasividad ante los problemas. ZP y Sánchez… bueno, ZP y
Sánchez son productos de la desintegración de la socialdemocracia y de su falta
de nuevas orientaciones. Toda la socialdemocracia mundial está compuesta por
gentes, más o menos, como ellos.
No, definitivamente, no puede establecerse quién ha sido el
mejor presidente, ni cuál el más nefasto. Todos se han alimentado de los
errores de los anteriores y han sido incapaces de dar marcha atrás o de
remontar el peldaño en el que el anterior había hecho descender al país.
No esperen maravillas ni de la derecha, ni del centro, ni de
la izquierda, ni siquiera de los extremos. Esto es lo que hay y no hay más cera
que la que arde: es nuestro fatum. Repito: nos conformamos con poco, los
políticos son productos de marketing y la enseñanza ha borrado el pensamiento
crítico. Créanme: si un primate tuviera un asesor de imagen, no les quepa la
menor duda que estaría cualificado para ser elegido como presidente del país.