Se llama “heterotelia de los fines” a la
inevitable diferencia que siempre existe entre un proyecto político en su punto
de partida y ese mismo proyecto en su punto de llegada: entre lo que se proponía y lo que ha conseguido…. Es habitual en
política que los proyectos no siempre se desarrollen como estaba previsto y
mucho más si contienen un elemento irracional. Los observadores más imparciales
y rigurosos de la evolución política en Cataluña están hoy de acuerdo en
considerar que el “procés” fue el producto de un cálculo erróneo de la situación
del Estado Español, de la situación política internacional y de una apreciación
más que optimista sobre su propia fuerza y sobre la debilidad del unionismo en la
propia Cataluña. Habría que añadir que se ha tratado de un error en la
apreciación del devenir histórico: el siglo XXI no es el siglo en el que puedan
aparecer nuevos microestados. Error tras error, hemos llegado a la situación
actual en la que los independentistas, han conseguido algunos “logros inéditos”
que valdría la pena recordar. Así pues, este período no ha sido completamente
estéril en lo que se refiere a la renovación política, sino que se ha creado un
escenario completamente diferente al anterior. Podemos resumir esos diez
logros:
1) El resultado más evidente que ha generado el “procés”
ha sido la ruptura en dos de la sociedad catalana. Hasta ahora, nunca a lo
largo de su historia, la sociedad en Cataluña había estado fracturada por una
brecha tan amplia y tan irreconciliable, como ahora. Esta es la primera y mayor
responsabilidad de la gencat: el haber logrado romper grupos de amigos,
familias, enfrentado a vecinos con vecinos, haberlo hecho de manera frívola y aventurerista
y, para colmo, seguir actuando como si este fenómeno no se hubiera producido,
hablando en nombre de “toda Cataluña”.
2) El “procés” ha
generado una reacción unionista inesperada. El nacionalismo español estaba
dormido en Cataluña en donde no se recordaba ninguna manifestación españolista
desde 1979 (cuando Fuerza Nueva consiguió movilizar unas 10.000 personas) o
desde diciembre de 1970 (cuando unas 50-60.000 personas salieron en
manifestación en apoyo del régimen franquista durante el “proceso de Burgos”
contra miembros de ETA). En el último año se han producido dos manifestaciones de
masas (que superan a cualquier otra de carácter unionista que se haya realizado
en Barcelona en el siglo XX y rivalizan con las habituales demostraciones indepes),
así como varias decenas de manifestaciones y concentraciones menores.
3) Al mostrar sus
cartas, el independentismo ha descubierto su verdadero rostro: intolerante,
insensible a la realidad social, poco inteligente y nada realista, confundiendo
deseos y fantasías con realidades. Sea cual sea el final de la crisis, no sólo
en España, sino en Europa, será muy difícil mirar con los mismos ojos al
independentismo catalán. A medida que se han ido sucediendo los protagonistas
del “procés” (Mas, Puigdemont, Torra), el nivel y la personalidad política
mostrada ha sido cada vez más bajo y la tosquedad más elevada. El “catalanismo
político” convertido en “independentismo” ha dilapidado todo el capital político
recibido de los primeros. Y lo más significativo: el nacionalismo catalán se ha
evaporado.
4) La fuga de
empresas, contrariamente a lo que creen los independentistas, no se ha debido a
una “orden del Rey”, sino a la naturaleza de la lógica capitalista: el
dinero es cobarde y se va de lugares en donde aparece la inestabilidad
política. Esa inestabilidad ha sido generada por el propio “procés”. La situación
económica de Cataluña hoy no es buena: donde mucho ha habido siempre queda
algo, pero lo cierto es que las diferencias con el resto del Estado en materia
económica se van acortando. Cataluña ha crecido un punto menos de lo esperado
en el último año y en estos momentos lidera la desaceleración económica de
España. Salvo para aventureros económicos (fondos buitre), Cataluña sigue mostrando
inseguridad jurídica muy por debajo de las exigencias de inversores estables y
a largo plazo.
5) El extremismo
político ha aumentado en Cataluña. Durante 40 años, el independentismo
radical era una fuerza residual, y prácticamente no existía nada en esa área
política fuera de ERC. Incluso en terrorismo de Terra Lliure fue minúsculo y quedó
borrado de un plumazo sin apenas esfuerzos. Sin embargo, desde el inicio del
proceso soberanismo, ese extremismo se ha multiplicado y hoy es compartido, no
solamente por la CUP, sino por el propio presidente de la Generalitat. La
fuerza que ha crecido más en estos últimos años es precisamente la CUP y
contribuye a la “borrokización” de la calle.
6) La Generalitat de
Cataluña y las instituciones catalanas han dejado de existir como patrimonio de
“todos los catalanes”: gobiernan para una parte de Cataluña y en contra de
otra. Por tanto, es mejor llamarla “gencat” que bien podrían ser las siglas de
un partido (esto es de una “parte” de la sociedad catalana). Lo hace manera
sectaria e intolerante, cada vez más perdida en su fantasía de la “República
Catalana” y presa del mito inmovilizador creado con el seudo-referendo del 1 de
octubre: sigue atribuyen algún valor e interés a aquella consulta, como si la
historia de Cataluña unida al resto del Estado terminara allí y ahora
hubiéramos entrado en un período de independencia “en suspenso”.
7) Como efecto de lo anterior, las instituciones creadas
por el Estatuto de Cataluña han dejado de funcionar: el parlamento dejó de
ser un organismo de control al gobierno de la Generalitat para convertirse en otro
escenario en la que la gencat quiere imponer su peso a la otra parte, mientras
que el “gobierno de la gencat” está desde hace más de un lustro solamente
interesado en promover la independencia por encima de su tarea de gestión de
los asuntos cotidianos de la sociedad.
8) La izquierda
catalana ha estallado en mil pedazos.
La crisis independentista se inició con los devaneos de Maragall con ERC
en el primer tripartido. Desde entonces, la izquierda catalana ha sido cogida a
contrapié por su propio discurso ambiguo, ecléctico, a veces federalista, otras
independentista, otras nacionalista, otras españolista. Hoy no existe una “izquierda
catalana” sino un espacio político atomizado y que abarca desde las CUP hasta
el PSOE en el que puede encontrarse de todo y lo contrario.
9) El eje del antiindependentismo
en estos años no ha sido el PP, sino Ciudadanos.
Si esta formación ha polarizado más el voto unionista ha sido porque nació como
alternativa al nacionalismo catalán y se justifica solamente por su radicalismo
nacionalista, mientras que los unionistas catalanes no pueden olvidar que el PP
multiplicó sus pactos con el nacionalismo y su tolerancia hacia los excesos
cometidos durante décadas por el clan Pujol
10) El
independentismo ha colocado a Cataluña en un callejón sin salida: no hay
margen para la negociación porque más allá del “estatut” está la independencia.
Y, desde el punto de vista unionista, las cosas no pueden quedar tampoco como
estaban antes del “procés”, especialmente porque se ha demostrado lo peligroso
que es dejar a unos lunáticos el control de la educación y las llaves de la
caja (con subvenciones a unos medios de comunicación hambrientos de fondos y
decenas de millones entregados al asociacionismo independentista). La “normalización”
en Cataluña pasa por replantear todos estos temas que, obviamente, no pueden
quedar como estaban antes del “procés”.
Reconozcamos que todo esto lo ha logrado el independentismo
catalán, solo y sin ayuda de nadie. Reconozcamos, igualmente, que logros de
este tipo no están al alcance de cualquiera y que en su surrealista aventura,
el independentismo ha logrado llegar donde no solamente no se imaginaba, sino
hasta donde nunca llego a ser capaz de imaginar.