Las neurosis
derivadas del “amor a los animales”
Todo lo anterior nos lleva a
reconocer una serie de neurosis (literalmente: enfermedad
funcional del sistema nervioso caracterizada principalmente por la
inestabilidad emocional), generalmente de carácter leve… salvo que
adquieran rasgos extremos. Y este condicional es importante, porque, el que
suscribe no alberga la menor duda de que muchos “amantes de los animales” en
sus vertientes más extremas, están como las maracas de machín o, ya que
hablamos de animales, como las cabras que tuve que inopinadamente daban saltos
absurdos desde los más inverosímiles lugares. Sí, también tuve cabras...
Podemos distinguir un cierto
número de tipologías que revisten esta neurosis. Vamos a repasarlas brevemente:
1) El amor a los
animales como reflejo de la propia soledad.- Hay gente que depara hacia sus mascotas unos cuidados muy superiores a
los que tienen consigo mismos. Los he visto acariciando lúbricamente la panza
de hembras de danés o peinando y repeinando a odiosos caniches. En cierta
ocasión confundí al galgo afgano rubio, incorporado en el asiento trasero del
vehículo de un amigo con una rubia despampanante cuyos cabellos caían en
cascada sobre unos improbables hombros, pues hasta tal punto los tenía cuidados
que no desmerecían en nada los de una hembra de trapío.
Estas actitudes de mimo exagerado
hacia los animales son el reflejo de la propia soledad del propietario de la
mascota. Dentro de la sociedad tenemos iguales a los que podemos deparar
cariño: hijos, familiares próximos, amigos entrañables, o incluso otros seres
humanos desconocidos que sufren del mal de la época, la soledad. En ocasiones
no se trata de una soledad física, sino interior: cuando la mente está vacía,
carece de intereses y preocupaciones, es posible que algunos humanos se
"vuelquen" hacia los animales como se volcarían hacia un scaletrix o
a una colección filatélica.
De hecho, todas las formas de
neurosis hacia los animales indican algún tipo de carencia. La mujer soltera,
el matrimonio sin hijos, el gay desengañado del mundo gay o periódicamente
desengañado de su compañero periódico, tienen una tendencia a proyectar sobre
su mascota todo el amor y el cariño que no pueden proyectar a otro ser querido.
No hacen daño a nadie, pero su
soledad es tan evidente que, frecuentemente uno está tentado de invitarles a
una copa en territorio neutral. Si el sueño de la razón produce
–inevitablemente- monstruos, la soledad produce comportamientos monstruosos.
2) El resentimiento
hacia los humanos.- Todos hemos sufrido desengaños y golpes duros de amigos, novias, novietas,
familiares, amores y amoríos. Frecuentemente, no hemos entendido por qué se nos
ha hecho daño, ni por qué otros se han aprovechado de nuestro dolor y de
nuestra decepción. Pero eso no es motivo suficiente para renunciar a la
compañía de lo humano. Un matrimonio se puede romper, pero hay muchas más
mujeres que, sin duda, encajan con nosotros, puede convertirse en nuestra
nuevas compañeras titulares, suplentes u ocasionales, sin necesidad de que nos
arrojemos a comprar la mascota más abrakadabrante o que nos enganchemos en un
curso de cocina o de cata de vinos (salvo que no sea para ligar).
Una decepción profunda,
especialmente en la juventud, puede determinar nuestro comportamiento futuro.
Universalizar el daño que alguien nos ha podido hacer a todo lo que camine
erguido sobre las piernas parece excesivo, y mucho más excesivo transferir
nuestro exceso de cariño a una mascota que ni entiende de amores ni de cariños
sino solamente de instintos.
Es cierto que la “humanidad” (si
es que puede otorgarse a este concepto carta de naturaleza) ha cometido los
mayores errores en la conducción de su destino. Con el planeta envenenado, con
los recursos en vías de agotamiento, buena parte de la humanidad y la totalidad
de la clase política miran hacia otro lado. La “humanidad” decepciona más que
jugar a las quinielas y mucho más que el rasca-rasca de la ONCE, pero no tanto
como para arrojarnos en brazos de los animales. Hacerlo implica una carencia y
un juicio enturbiado. De la misma forma que el reconocimiento de las carencias
y el sinsentido de la monarquía moderna no debe hacernos olvidar las grandezas
pasadas de los grandes Austrias, de nuestros reyes de la Reconquista o la gesta
de la nobleza visigoda, el odio hacia tal o cual ser humano no puede arrastrar
el odio a toda la humanidad y el refugiarse en los animales como
“interlocutores válidos” para paliar nuestra soledad.
3) La transferencia
sado-masoquista: el sexo es un "gran misterio" que diría Crowley y también un
gran espejo de deseos, traumas y frustraciones. Estas últimas semanas no han
dejado de sorprenderme algunas noticias aparecidas en la prensa. Reconozco que
las protestas antitaurinas no han dejado de sorprenderme por su agresividad. En
1997, en Barcelona, entonces en vías de ser declarada “ciudad antitaurina”, ya
tuve la primera sorpresa cuando los activitistas antitaurinos lograron prohibir
la representación de la Carmen de Bizet, coreografiada
por Salvador Tábora porque un rejoneador mataba a un toro en la Plaza de Toros
de la Monumental. Será porque Carmen es una de las
pocas óperas que no me han hecho bostezar que recuerdo ese episodio como el
principio de mi alerta sobre algo que no funcionaba en los amantes de los
animales. En los diez años siguientes, los activistas antitaurinos han
multiplicado sus protestas. El 18 de junio de 2007 llegaron al límite
convocando una manifestación durante una corrida de toros. Asistieron 5.000
antitaurinos llegados de toda España que “sitiaron” la plaza de toros
Monumental, llena hasta la bandera con sus 18.000 espectadores protaurinos. Los
primeros llamaron “asesinos” a los segundos. José Tomas fue aplaudido. Entre
los “asesinos” figuraba la duquesa de Alba… esa venerable anciana casadera.
Son curiosos estos antitaurinos.
Un amigo que había realizado un documental aún inedito sobre las corridas de
toros, me comentaba que había intentado dar una visión equilibrada de la
fiesta, a favor y en contra. Cuando terminaron el documental, la productora
organizó una fiesta agradeciendo a todos los que habían colaborado de una
manera u otra. Invitaron a taurinos y antitaurinos. Los primeros no tuvieron
inconveniente en asistir sin preguntar quien más estaba invitado. Daban por
supuesto que estarían presentes los antitaurinos pero era un buen momento para
intercambiar impresiones con ellos en terreno neutral. Los segundos no
asistieron al saber la presencia de los primeros: ellos “no se mezclaban con
asesinos”. ¿Cuál es la postura correcta? Seguramente la tolerante. Pero la
tolerancia no estaba del lado antitaurino.
Esto ocurría en 2006. El año
antes, la Barcelona del tripartito había declarado a la villa condal el título
de “ciudad antitaurina”.
En Las Ventas las cosas no iban
mucho mejor. El 30 de septiembre de 2008, seis activistas antitaurinos de
la Fundacion Equanimal (que dice ser “una
organización que da la cara por los animales”) irrumpían en el ruedo en
plena corrida para demostrar su protesta. Acabaron ante el Juez de Instrucción
del nº 32 de Madrid. El juez entendió que la medida no era sancionable y los
dejó en libertad sin más molestias. Están los tiempos como para preocuparse
cuatro atontolinados con ganas de hacerse masacrar…
Por que, efectivamente, desplegar
pancartas insultando a los espectadores en el centro de una plaza llena no es
tener “valor”, sino cometer un acto de irresponsabilidad. Sería como ir a una
carnicería para hacer publicidad del vegetarianismo, y tan solo tiene parangón
con la estupidez de Pepe Bono, entonces ministro de Defensa, cuando fue al
Pentágono a decir, con una seriedad pasmosa a los mandos del ministerio de la
defensa norteamericano que él “prefería morir a matar”, lo cual
equivalía a llamar a los militares “asesinos”. O intentar difundir rap negrata
en una velada wagneriana en el Liceo de Barcelona…
Anteayer mismo, una organización
de defensa de los animales denunció ante el Parlamento Europeo en Bruselas las
corridas de toros con una protesta de treinta personas semidesnudas que
simulaban tener banderillas clavadas en la espalda. Las siglas en inglés del
grupo proponía “Gente por el Tratamiento Ético de los Animales” es
PETA, que en la lengua de Cervantes suena incluso más rotundo. Las consignas
rezaba: "Ponte en la piel del toro. Abolición de la
tauromaquia". En junio pasado, toreros como el colombiano César Rincón
y el español Enrique Ponce habían salido al ruedo en el Europarlamento para
defender el toreo. El camino lo había abierto Alaska (esa chica que canta mal
desde hace treinta y tantos años, a la que entrevisté en 2000 y comprobé por mí
mismo sus limitaciones intelectuales más que patentes, pasa por musa de la
“movida” y suele vestir de manera estrafalaria, uno de los síntomas del
trastorno bipolar) que no dudó en fotografiar su excedente de humanidad con
tres banderillas de atrezzo clavadas en la espalda...
Oíga, toda esta forma de
protestar no es excesivamente normal: si ves a una chati en la calle tirada en
el suelo y desnuda con una banderilla en la espalda se te ocurre cualquier cosa
antes que pensar en que protesta por las corridos. ¿Es una streaper que
reivindica mejores condiciones laborales? ¿acaso una meretriz anunciando su
producto? ¿una nudista en ejercicio de su causa? ¿Acaso una masoca pidiendo
guerra? ¡Vaya usted a saber! Cualquier cosa antes que pensar en el tema
taurino.
Un cuerpo desnudo, lamentándolo
mucho, remite, sobre todo, ante todo y por encima de todo, al sexo, salvo que
tenga lugar en un lugar en el que la abundancia de carnaca inhiba la
sexualidad, como una playa o un congreso nudista. Y lo sorprendente es que casi
tenga que pedir perdón por esta frase, cuando la desnudez humana esta
íntimamente vinculada a la atracción sexual. Y es bueno que así siga siendo
porque demostrará, a fin de cuentas, que algunos todavía no tenemos los
instintos anestesiados con litros de pentotal sódico.
Fijémonos en la imagen: gentes en
el centro de la plaza (nuevo coliseo romano) provocando al personal y buscando
el martirio (pues no iban, desde luego, a convencer a los antitaurinos
llamándolos "asesinos" e insultándolos). Cuerpos femeninos desnudos
tendidos luciendo banderillas en la espalda. ¿Me estoy equivocando si veo en
estas protestas sublimaciones de una sexualidad masoquista presente en muchos
antitaurinos?
El antitaurino en el centro de un
ruedo, rodeado de un público hululante que los observa entre fastidiado e
iracundo por interrumpir el espectáculo, les hace sentir como los pobres
cristianos llevados por esbirros romanos al circo para enfrentarse a las fieras
que inevitablemente los devorarán, o para ocupar el lugar del toro en el
martirio-espectáculo que es, a fin de cuentas, una corrida de toros.
El antitaurino -¿por su “amor al
toro” arquetipo de la virilidad? ¿por sus pulsiones masoquistas?- desearía
sustituir al toro en el ruedo y ser él la víctima del suplicio, un suplicio del
que a nadie se le escapan sus connotaciones sexuales. La figura del torero
resalta por sus genitales y sus nalgas, estiliza su figura en los pases y todos
los toreros consideran que su arte tiene mucho que ver con la sexualidad.
Muchos han confesado que los pases del toro con su rozamiento les provoca
erecciones en plena corrida, otros tienen por costumbre abstenerse relaciones
sexuales antes de la corrida, incluso de masturbarse, pues “el toro lo sabe”…
En el arte del toreo hay mucho de sexualidad, pero en las protestas
antitaurinas la sexualidad que queda delatada es la de los activistas.
En las relaciones sadomasoquistas
la parte pasiva se pone en manos del sádico para que haga con su cuerpo lo que
desee. Análogamente, los antitaurinos se exponen indefensos gustosamente en el
centro de miles de miradas (una de las fantasías habituales del masoquismo). Y
en cuanto a esa proliferación de fotos de cuerpos femeninos desnudos con
banderillas en la espalda, caídos en el suelo, es una imagen es, ni más ni
menos, una fantasía que satisface tanto al masoquista que gusta mostrarse débil,
vencido y expuesto, como al sádico que en pie observa al cuerpo que ha dominado
y que tiene a sus pies.
En el cristianismo del siglo XIX
existía una técnica de expiación de los pecados que inicialmente admitió el
Vaticano. Era el llamado “sacrificio pro victimal”, en la que el
penitente asumía los pecados de otras personas, intentando expiarlos mediante
maceraciones y castigos autoinflingidos. En el llamado “vintrasismo” (la secta
fundada por Pierre Vintras) esta técnica llegó a su exasperación y
derivó, como era inevitable, en prácticas sadomasoquistas. Los antitaurinos van
por los mismos pasos: de un lado intentan redimir al toro de su martirio y
hacerse ellos mismos objeto del juego erótico-taurino que incluso el mismo
Almodóvar identificó en la que, en lo personal, creo que es su mejor
película: Matador.
La redención del toro, implica
transferir inconscientemente hacia ellos el martirio. No es lo que se dice una
garantía de estabilidad mental. Uno hace esfuerzos por pensar qué problemas
interiores tienen algunos antitaurimos para hacer tales alardes que delatan un
caos en su subconsciente que haría frotar las manos al propio doctor Freud de
encontrárselos en la sala de espera de su consulta.
Es posible estar equilibrado y
protestar contra la tauromaquia (“de to’ tié que haber’” que diría
"el Gallo" cuando le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo),
pero cuando se vulneran los límites de lo razonable, la protesta se convierte
en un escaparate de la propia interioridad.
4) El humanismo ultra
generoso: hay gente, como el
que suscribe, partidario de restringir el título de “humano” a aquella minoría
que aparte de comer y defecar tiene algún otro mérito que le haga acreedor del
diploma de “cúspide de la evolución”. Hay otros, sin embargo, que prefieren
extender el título de humano, no sólo a la totalidad de la especie humana (lo
que ya nos parece mucho), sino incluso a algunas especies animales. Ahí están
los fervorosos impulsores del Proyecto Gran Simio que han conseguido que el
parlamento español (donde hay emboscado mucho simio o presunto tal) extienda
los derechos humanos a los primates.
Se trata de una mala percepción
de lo que es humano y de lo que no lo es. El ser humano es aquel que ha
abandonado la estupidez (recuerden la frase de mi lama favorito) para tomar
conciencia de sí mismo. Lo que define al ser humano es precisamente esto, el
tener conciencia de sí mismo, y no el dominar unas pocas habilidades propias de
niños de pocos meses.
El orangután es un proyecto
frustrado de la evolución: es la única especie de mamífero superior al que no
le importa carecer de un "hogar" propio. Cada noche, al acostarse,
hace un nido nuevo. Ni siquiera se levanta para defecar. Duerme sobre sus
propias heces y parece haber agotado su ciclo vital: apenas se reproduce y se
extingue, no por que sea perseguido, sino porque no se reproduce. Es una
especie que se agota por sí misma. El único derecho que cabría reconocerle es a
una digna extinción, como a la rara avis de los comunistas
todavía vivos y activos. No cabe reconocerles derechos humanos a especies que…
no son humanas.
En cuanto a la experimentación
científica con otros primates cabe decir que, difícilmente un científico se
comportaría como un niño sádico empeñado en arrancar alas a las mariposas.
Además, la imagen del científico que trabaja sólo pertenece al tiempo pasado.
Hoy son equipos de científicos los que ejercen un trabajo de investigación: si
uno de ellos plantea un experimento innecesario sobre un mono, los otros le
censurarán su actitud y evitarán que el presupuesto de investigación, siempre
escaso, se dilapide en lo superfluo. Así pues, el “ensañamiento científico”
sobre los primates ya hace tiempo que cesó y también aquí el sentido común ha impuesto
un código ético aceptado por todos. La investigación científica, por tanto, no
es excusa para generalizar los derechos humanos a todo lo que se mueva. Si es
algo, esta tendencia es un nuevo rostro de la neurosis.
Existen dos líneas diferentes de
esta neurosis que derivan de dos actitudes distintas: la ignorancia es
una de ellas (extender por ignorancia a todo lo que se mueva los mismos
derechos que a lo humano) y la desvalorización de lo humano es
otra (entender que lo humano y lo animal están en el mismo nivel, lo que
implica, no que el reino animal es elevado a lo humano –algo imposible- sino
que lo humano es solamente considerado desde el punto de vista de su estricta
animalidad).
Ser ignorante no es ninguna
enfermedad nerviosa, sin embargo, desvalorizar consciente y voluntariamente la
naturaleza humana, degradarla hasta situarla en el rasero de los primates
superiores, es una muestra de algo más peligroso: compartir la estupidez con
los animales y odiar a la propia especie.
La pobre Jane Godall, apóstol de
los primates, es heroica en cierto sentido, ridícula en otro y dramática en
cualquier caso. El amor a la ciencia, como el amor a los animales, también
tiene su límite, franqueado el cual se cae en formas de neurosis más o menos
acusadas, con o sin premio Príncipe de Asturias.
También aquí, seguramente, son
las malas experiencias personales con seres humanos, lo que hace que algunas
personalidades frágiles tiendan a optar por preferir el reino animal a la
compañía de los humanos. Pero, no por comprensible, estamos ante algo menos que
una neurosis.
5. Exhibición de
matonismo: Como se sabe hay
especies de perros extremadamente agresivas que gozan del favor de determinados
grupos sociales. En la actualidad y con cierta razón, el gobierno ha querido
que existe un censo de estas razas y que sean los ayuntamientos quienes lo
gestionen. Pitbull, mastines argentinos, doberman, etc., son razas que tienen
un par de características comunes: dan la sensación de que son más tontos que
otras razas de perros y precisan mayor tiempo en su adiestramiento básico, y de
otro son extremadamente fuertes e incluso brutales. Es decir, lo tienen todo
para no acercarse a ellos, y sin embargo algún colectivo hace de estas especies
su mascota de compañía.
Cada cual es como es y el
matonismo de algunos sujetos tiene su prolongación en su mascota que es vista,
no como un animal de compañía, sino como una extensión de la propia
personalidad que intenta ampliar el radio de acción y las potencialidades más
bajas de la misma.
Es evidente que no todos los
propietarios de estos perros responden a estas características. Algunos de
ellos han optado por comprar un perro particularmente fiero para disuadir a
posibles atacantes a su propiedad. Estos perros gozan de fama bien ganada de
crueles y sanguinarios, así que, a fin de cuentas, disuaden que es de lo que se
trataba. A otros les ha ocurrido algo todavía más simple: el vendedor de la
tienda de perros les ha encajado una de estas razas porque tenía un excedente
de los mismos o para deshacerse de ellos y no ha dudado en utilizar todos los
argumentos del vendedor carente de escrúpulos: que si estos perros son muy
inteligentes, que si son muy obedientes, que si aprenden pronto… no, ni son
inteligentes, ni aprenden pronto, ni son obedientes especialmente cuando llevan
12 horas sin zamparse un filetillo. Recuerdo a un impresentable que conocí y
que todavía sigue en la emisora de Luis del Olmo haciendo infumables programas
de ocultismo que solía cambiar bienes tangibles por publicidad. Mister
Guau, una empresa barcelonesa de perros, accedió al intercambio: cuando
estaban de moda los siberianos le encajaron uno de estos bichos de ojos
penetrantes. Se preocuparon de que lo viera de lado antes de llevárselo porque
el pobre siberiano era completamente bizco. Años después intercambiaron con
éste tipo, un pitbull de esos que “aprenden pronto”. Así que nuestro locutor
intercambió más publicidad por los servicios de un adiestrador de perros. Al
cabo de mes y medio, el pitbull seguía tan absolutamente asilvestrado como
antes. No había nada que hacer. Era un leño, incapaz de sumir el más mínimo
truco de adiestramiento.
Un perro de gran tamaño solamente
puede tenerse en el campo. Y uno de estos perros agresivos, solamente puede
tenerse en una jaula o de lo contrario puede dañar a personas y bienes que
acierten a pasar por ahí. Además, su tontería congénita facilita el que
cualquier ladrón lo pueda neutralizar con la mera exhibición de un hueso.
La inmensa mayoría de
propietarios de este tipo de perros peligrosos, simplemente los consideran,
como hemos dicho, una prolongación de la personalidad, un complemento y un
refuerzo de la misma. En general, quienes obran de este tipo tienen
un bajo nivel de autoestima, se saben limitados y pequeños y precisan una
mascota –a falta de un par de guardaespaldas con pinta de duros- que anuncie
que han llegado y que genere respeto. Pobre diablo aquel que es respetado por
la mascota que va delante de la correa.
6) La excentricidad
confesable: conocí a una chica
encantadora que en aquel momento tenía pirañas en el acuario. Me llamó la
atención, pero como había otras cosas de ella que me llamaban mucho más la
atención, no di mucha importancia al asunto. Mientras tenía compañia prescindía
de las mascotas (seguramente por que aquellas cubrían su necesidad de
compañía y calor). Unos años después me la encontré por la calle con un
animalejo extraño serpenteando entre sus piernas. Un hurón. No estaba,
obviamente con nadie en ese momento. Cuando quiso regalarle algo a su hermano
le regaló una iguana de la que todavía hay dudas sobre si se ausentó sin dejar
señas o se la comió su perro pastor belga. Sí, hay gente que le gusta lo
exótico.
Se trata aquí de una neurosis
menor consistente en demostrar lo original que uno es teniendo una mascota que
casi nadie tiene: una serpiente, un cocodrilo, un odioso escorpión. Tengo un
matrimonio de amigos que durante años se dedicaron a la bonita cría del grillo.
De su factoría salían semanalmente millones de grillos que alimentaban a las
mascotas exóticas de media España. En cierto momento se fueron de vacaciones y
al volver encontraron a todos los grillos muertos o agonizando: el sistema de
calefacción había fallado. Los animales exóticos –iguanas, lagartos y
lagartones- sufrieron durante algunos días hambre hasta que se recuperó el
nivel de producción. Mis amigos dejaron el negocio de los grillos y se
dedicaron a la publicidad. Sobre todo, coherencia.
Hubo un tiempo en que tener una
iguana o un hurón era “original”. Ahora es señal de que en la tienda de animales
se han desecho de un lote de estos bichos comprados a bajo precio. En un
momento en el que todos los fenómenos sociales son de masas, es muy difícil ser
original poseyendo una mascota que nadie más posee. No estamos en los tiempos
de Blade Runner en donde tener un búho de verdad o un
carnero de carne y hueso es un signo de poder (de hecho, el guión de la
película se confeccionó sobre el libro ¿Sueñan los androides con
ovejas metálicas?, clásico de la ciencia ficción).
Si alguien quiere demostrar algún
rasgo de su personalidad o su propio estatus socio-económico y está lo
suficientemente neurótico, es frecuente que lo haga a través de los animales.
El famoso cura de Rennes-le-Château podrido de francos cuyo origen todavía hoy
se ignora, tenía un zoológico en su jardín. Faisanes, serpientes exóticas,
tigres y trigretones eran mostrados en sus jaulas para admiración del
visitante. Cien años después, cualquier tahúr con fortuna derivada de la
especulación o de la estafa pura y simple ha visto en el zoológico privado
(jamás en la biblioteca privada, faltaría más) una forma de exhibir su poder.
Desde Rodríguez Menéndez a los narcos colombianos.
Ya sea para demostrar
originalidad o poder, la mascota es el recurso que indica cierta anemia en la
imaginación y un obvio estado de dependencia hacia los animales.
7) Bestialismo: al documentarme sobre este tema
he recurrido a libros y, por supuesto, a Internet. En la red he encontrado poco
material, tirando a ninguno, y en la biblioteca las referencias a la etología
me han confirmado en lo ya escrito en algunos artículos de infokrisis sobre
los instintos animales (ver la serie de artículos titulada Militia).
Así que he seguido escarbando en mi biblioteca. En los manuales de sexualidad
he encontrado referencias al “bestialismo”, definida como todo tipo de
parafilias en los que algún animal o animalejo entran en el juego sexual de la
pareja o bien la cópula con algún animal. Como casi todas las parafilias ésta
es bastante escalofriante para quienes no la compartimos y no puede de dejarnos
de llamar la atención especialmente porque tiene que ver con la materia aquí
tratada. Los psiquiatras se han interrogado sobre el origen del bestialismo,
pero las respuestas no son concluyentes.
Los eruditos distinguen entre
zoofilia (atracción hacia los animales) y bestialismo (acto sexual realizado
con animales). Por lo visto hasta ahora, buena parte de las neurosis que hemos
visto hasta ahora tienen como denominador común la zoofilia. Un “zoófilo” es
aquel al que le gustan los animales, pero sin experimentar un deseo sexual. Un
practicante del bestialismo, por el contrario, es el que se siente
irreprimiblemente atraído hacia el coito con animales. Del bestialismo vamos a
hablar a continuación. Dejando aparte el consabido caso de pastores que hasta
no hace mucho pasaban meses enteros aislados con su ganado y sentían
tentaciones lúbricas que saciaban con ovejas o cabras, el bestialismo es un
fenómeno raro, pero no tan raro como para no ocupar un lugar en la red.
Una estadística sumergida en
Wikipedia indicaba que en EEUU entre ¡un 10 y un 30% de personas! han tenido
relaciones sexuales con animales… Y el Wiki añade: “la estadística aumenta
hasta un 50% en jóvenes que viven cerca de granjas”… En el libro Mi
Jardín Secreto de Nancy Friedman, sobre 180 mujeres
norteamericanas entrevistadas el 10% confesaban como la cosa más natural del
mundo el haber tenido relaciones con animales. Y realmente no debe ser algo tan
infrecuente cuando el bestialismo está penado en todas las legislaciones de los
países occidentales. En España, en cambio, no hay ninguna ley que prevenga
actos de este tipo y se aplican las leyes contra el maltrato animal.
El título de algunas películas
porno halladas en la red es suficientemente significativo: “Mi mujer follando
con el mastín” o aquel clásico de “Que grande la tiene mi caballo loco” (en
inglés suena mejor). De todos los clásicos de lo porno, los labios de
Cicciolina jugando con el pene de un garañón es quizás uno de los espectáculos
más antieróticos que hayamos visto en nuestra juventud. Uno tarda en
recuperarse de tales imágenes.
Habitualmente, las parafilias
derivan de la búsqueda insensata de nuevas experiencias sexuales e irrumpen en
personalidades particularmente obsesionadas por el sexo. La multiplicidad de
emociones fuertes, rebaja la intensidad de la emoción, así pues para seguir
teniendo emociones fuertes hay que rectificar el tiro y buscar siempre
novedades, como el cliente habitual de un burdel especializado en número
sofisticados al que después de una larga negociación el cliente habitual
termina pidiendo: “¿tienen algo en peces?”. Decididamente, los
labios de un besugo recuerdan a los labios recauchutados atiborrados de botox
de cualquier producto erótico de consumo. Y el locutor de Punto
Radio que antes os mencionaba –os lo juro por mis hijos- en
directo y en cierto programa olvidable, le espetó a modo de piropo a una
vidente: “Aquí está maga Iris con esos ojos de vaca…”. Y se
quedó tan fresco. Comparar una mirada femenina con la de una vaca evidencia
cierta perturbación mental, además de una indescriptible tontería.
Cuando esta parafilia no deriva
de la curiosidad sino de la obsesión por lo animal, la cosa es mucho más grave.
Las tipologías son varias: desde el marido voyerista que no toleraría jamás que
su mujer hiciera el amor con otro hombre, pero que no tiene inconveniente en
que el pastor alemán (raza de perro) penetre a su mujer, hasta la solterona que
ha adiestrado a su caniche para el consabido trabajo en los bajos.
Determinadas parafilias suscitan
tanto ironías como conmiseración, a partes iguales. Si la vida te ha llevado a
que tus orgasmos dependan de un caniche o de la lengua de un Alaska Malamute,
menuda vida sexual más triste y decepcionante.
La conclusión de este trabajo es
que si el rechazo a lo humano, la desconsideración por lo humano, la
minusvaloración de lo humano, la soledad en relación a lo humano, el
resentimiento hacia lo humano o las transferencias masoquistas, te han llevado
a amar a los animales, lo primero que debes hacer es visitar al psiquiatra más
próximo. Hay algo en tu sistema nervioso que hace contacto.
Si perteneces a alguna asociación
de defensa de los animales, estás haciendo un trabajo altruista en lo que crees
justo. Piensa de todas formas que muchos humanos sufren mucho más que los
animales que, a fin de cuentas, carecen de sentido de la presencia. Y piensa
incluso que cerca de ti siempre hay humanos que sufren y que requieren ayuda.
Tú no tienes derecho en creerte obligado a ayudar a especies inferiores,
mientras que los que son como tú, y que están cerca de ti sufren.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com