Nuestra condición de europeos occidentales nos sitúa dentro de la OTAN, de ahí que sea necesario analizar el papel de la Alianza Atlántica y establecer qué es lo que representa para nuestro continente. Creada en 1948, después del Golpe de Praga, como culminación de la alianza estratégica de los países que quedaron fuera del "Telón de Acero", fue desde el principio un instrumento de la política exterior norteamericana. Con el paso de los años, ese papel ha ido creciendo para convertirse actualmente en una apéndice del Pentágono, una especie de fuerza auxiliar del ejército norteamericano.
Hoy, la OTAN es el último dinosaurio de la Guerra Fría. Nada justifica su existencia, ni nada explica cuál es su misión en las actuales circunstancias. El desmantelamiento de la OTAN o su transformación, son absolutamente necesarias para dejar atrás el recuerdo de la Guerra Fría y la fase de ocupación de Europa por las dos superpotencias.
b. La OTAN de alianza antisoviética a escoba de los EEUU
Desde el principio, la OTAN se presentó como una alianza antisoviética. Su misión no solamente consistía en defendernos de los tanques soviéticos que esperaban al otro lado del Telón de Acero el momento para lanzarse sobre Europa, sino también y sobre todo para evitar la implantación del comunismo en Europa, seguramente la forma más tosca de ordenación de la sociedad con su igualitarismo extremo, sus concepciones seudo-religiosas, y su desconsideración por la persona y la libertad, así como su "método" histórico y sus pretensiones científicas desmesuradas. Entre 1945 (y especialmente a partir de 1948) era necesario cerrar el paso al stalinismo en Europa. Ese fue el papel de la OTAN entre su fundación la caída del Muro de Berlín.
A partir de 1989 queda en evidencia que quienes sostenían que la OTAN no era más que la subordinación de los Estados Mayores europeos al Pentágono, no estaban exagerando. La URSS se hundió, pero los EEUU siguieron manteniendo su presencia en Europa y no hicieron ningún amago de retirarse o disolver la Alianza (mientras que el enemigo, el Pacto de Varsovia) desapareció por sí mismo.
Desde entonces la OTAN ha sido empleada por los EEUU como ayuda en operaciones que sólo convenían a los intereses norteamericanos, pero que nada tenían que ver con la defensa y seguridad europeas.
c. Sin función y sin misión: creando enemigos. El terrorismo internacional
En 1989 y el 11 de septiembre de 2001, se hizo demasiado evidente que la OTAN no tenía enemigo y, por tanto carecía de principio de razón suficiente. Las protestas contra la OTAN, incluso de partidos que hasta ese momento le había apoyado, tomaron especial cuerpo en Alemania que paga una quinta parte del esfuerzo presupuestario de la organización y que en esos momentos tenía otras prioridades (la reconstrucción de la Alemania Oriental reunificada). Sin embargo, el 11 de septiembre de 2001, los EEUU consiguieron afirmar la existencia de un enemigo imaginario, el llamado "terrorismo internacional", en función del cual atribuyeron una nueva misión a la Alianza Atlántica: a partir de ese momento, los EEUU consiguieron salvar temporalmente la existencia de la OTAN atribuyéndole como misión la "lucha contra el terrorismo internacional".
Eso hizo que tropas europeas fueran a escenarios remotos que nada tenían que ver con la misión estatutaria de la OTAN, para completar el esfuerzo norteamericano. De ahí la presencia de tropas europeas e Afganistán y en cierta medida en Irak.
Pero el "terrorismo internacional" es una ficción. No se sabe ni quien lo promueve (y las sospechas no apuntan precisamente al islamismo radical), a estas alturas es evidente que carece de entidad orgánica, misteriosamente todas sus acciones son inoportunas y susceptibles de ser empleadas como "casus belli" o, simplemente, hacen daños calculados a la causa que dicen defender (como ha sido el caso de los atentados firmados por Al Qaeda en Irak). Por otra parte, pensar que los ejércitos de 19 países se han forjado como misión combatir a un fenómeno que, como todo terrorismo es minoritario y precisamente solamente un seguimiento policial, es casi un chiste y el ejemplo de hasta qué punto, los gobiernos europeos siguen desinteresados por su defensa nacional y dispuestos a seguir a los EEUU en todas sus aventuras neocoloniales.
d. De la alianza anti-soviética a la alianza anti-rusa
Fue a partir de 1989 cuando quedó suficientemente desvelado el carácter de la OTAN como organismo subordinado a los intereses hegemónicos norteamericanos. Hasta ese momento, la OTAN había sido presentada como "alianza antisoviética", contra los tantos del Ejército Rojo y contra la ideología marxista. A fin de cuentas, resultaba más desagradable una cheka que un MacDonals. Pero lo que resultó sorprendente para muchos fue que, a partir de esa fecha, no cambiaron esencialmente las directrices de la OTAN que, en la práctica, se transformó en una alianza anti-Rusa. Y aquí es donde reside el gran problema.
Por que si hasta 1989, los intereses del Estado Soviético eran completamente diferentes a los de los Estados europeos, a partir de la caída del muro y, más especialmente, a partir de la toma del poder por Vladimir Putin, el escenario estratégico generado era nuevo. Europa ya no debía de ver a Rusia como enemigo sino como aliado histórico y al mundo anglosajón como el persistente boicoteador de cualquier alianza euro-rusa.
Cuando en 2008, los EEUU anunciaron la colocación de diez interceptores antimisiles en Polonia y una estación de radar en la República Checa, era evidente que tales iniciativas -tomadas, además, fuera del marco de la OTAN, apuntaban hacia Rusia a pesar de que cínicamente se anunciara que iban dirigidos a prevenir ataques llegados desde… ¡Irán y Corea del Norte! Nada les importó que ese sistema antibalístico dejara sin cobertura a Rumania, Bulgaria, Grecia y Turquía, países miembros de la OTAN. Era evidente que los misiles norteamericanos seguían apuntando a ciudades rusas y que Rusia, para el Pentágono, seguía siendo el enemigo principal.
Ante la protesta por la instalación anunciada de mísiles y radar, los rusos manifestaron que consideraban la iniciativa como "el avance de la infraestructura militar de la OTAN hacia nuestras fronteras". Posteriormente declararon no estar convencidos por las explicaciones dadas por Condoleezza Rice.
Este episodio, así como los prolegómenos de la Guerra de Irak en los que la OTAN demostró ser una estructura superada e inadaptada a un mundo temporalmente unipolar, generaron una oleada de inquietudes en las cancillerías europeas y, momentáneamente, la sensación de que era necesario reformar la OTAN. Sin embargo, la llegada al poder de Nicolás Sarkozy en Francia, sin duda el "más americano de todos los presidentes franceses", hizo que esos intentos de reforma chocaran con las posiciones norteamericanas reforzadas en el continente.
e. Por una defensa europea común
La existencia de la OTAN es una condición sine qua non para el mantenimiento de un mundo unipolar. De ahí que el desmantelamiento de la OTAN, o al menos su transformación en otro tipo de estructura, sea prioritaria e imprescindible si el objetivo principal es la creación de puentes de amistad, alianza y cooperación con la Rusia reconstruida. Los marines que llegaron a Europa en 1944 tienen que reembarcar. Las bases de la OTAN sin excepción deben ser desmanteladas. Los últimos vestigios de la guerra fría deben desaparecer para siempre.
Pero todo esto no contribuye a resolver el problema fundamental: la defensa europea. La prudencia induce a plantear el desmantelamiento de la OTAN en dos fases: en una primera, el mando europeo de la OTAN tendría autonomía propia y se situaría al margen de las decisiones e intereses del Pentágono. En una segunda fase, ese mando europeo se independizaría completamente de la OTAN, disolviéndose oficialmente la Alianza. Este proceso caminaría paralelo a otro cuyo primer paso sería el desmantelamiento de las bases norteamericanas en Europa. Se trataría de crear algo parecido a lo que fue en los años 50, la Comunidad Europea de Defensa formada únicamente por ejércitos europeos para defender intereses europeos y que, en su momento, no tuvo continuidad, asfixiada por la OTAN y por las presiones de la Guerra Fría.
Todo esto implica algo que no debe perderse de vista: la necesidad de que Europa recobre su interés por su propia defensa. Esto implica mejorar la eficacia, los presupuestos, la investigación y el armamento de los ejércitos europeos, así como el establecimiento de prioridades estratégicas que no pueden deslindarse del objetivo a alcanzar: un mundo estable, en tanto que multipolar y en el que la alianza euro-rusa jugara un papel moderador. Mientras los gobiernos europeos no arrojan por la borda ese pacifismo de manual que ignora el hecho esencial de que solamente los países armados son independientes, Europa seguirá siendo un títere en política internacional, dirigido por funcionarios subcontratados del "imperio". Mientras Europa niegue los verdaderos desafíos de nuestro tiempo y siga percibiendo en el horizontes enemigos ilusorios (el "terrorismo internacional") proyectados como señuelos por el maestro de ceremonias, ese gigante económico que es todavía la UE seguirá sin tener peso político.