Infokrisis.- En julio de 1936, Falange Española es pequeña, débil, con sus cuadros dirigentes fusilados, en la cárcel, muertos o en los frentes, en pocas semanas recibe un alud de incorporaciones procedentes de la derecha, pero también de la izquierda deseosa de hacerse perdonar pasadas faltas. La línea de continuidad falangista se rompe. Manuel Hedilla acaba en la cárcel al resistirse a la incorporación de su partido en el aparato franquista. Otros, por el contrario, deciden colaborar incondicionalmente con Franco. A partir de aquí se gesta una discusión que se lleva arrastrando 75 años. ¿Es o no es franquista la Falange?
El problema no tiene solución. Algunos falangistas se incorporaron al régimen y otros no. En volumen es evidente que la mayoría, por los motivos que fueran, decidió cooperar con el régimen. Una minoría –ínfima o muy reducida- se situó extramuros del franquismo. En los años 60 aparecieron los primeros grupos falangistas “disidentes del Movimiento”. Siguieron siendo hiperminoritarios: el FES, los Círculos José Antonio, el FSR. La falange-franquista seguía siendo ampliamente mayoritaria en relación a la falange disidente.
El Movimiento franquista impulso distintas organizaciones que asumieron los rituales y las ideas –o al menos algunas- de los primeros falangistas de antes de la guerra: el Frente de Juventudes y la Organización Juvenil Española, el Sindicato Español Universitario, la Sección Femenina, la Guardia de Franco, la Vieja Guardia, y, por supuesto, el propio Movimiento de FET y JONS. Los mismos falangistas disidentes solían leer las obras completas de José Antonio publicadas por la Sección Femenina franquista y hacían tareas de reclutamiento dentro de los Hogares del Frente de Juventudes y de la OJE. En cuanto a los Círculos José Antonio recibieron ayuda discreta pero cuantificable de la Secretaría General del Movimiento. Era, pues, muy difícil establecer dónde estaba la frontera entre la Falange disidente y la Falange oficial. Seguramente esta frontera se situaba en la actitud a adoptar ante la figura de Franco que para unos era un dictador (“Falange sí, Franco no”), para otros el sucesor de José Antonio (“Franco, Franco, Franco”), mientras que otros gritaban “Franco sí, movimiento no”… posiciones había para todos los gustos.
En 1975, cuando Franco muere, los Círculos José Antonio parecen ser el grupo mejor organizado y más extendido de la Falange disidente, el FES apenas ha salido de su reducto madrileño en donde tenía a sus mejores militantes, y los “hedillistas” (con lo que Manuel Hedilla, por cierto, jamás hizo causa común) eran pocos y mal organizados. Dentro de la Falange franquista, sin duda el grupo polarizado en torno a Raimundo Fernández Cuesta era ampliamente mayoritario.
Pero durante la transición se produjeron corrimientos: los Círculos José Antonio dirigidos por Diego Márquez fueron perdiendo fuelle; el “hedillismo” se comió a una parte, tuvo sus quince minutos de gloria y se deshinchó inmediatamente después quedando como residual a partir de 1979, mientras que el grupo de Raimundo terminó oscilando entre ser un apéndice de Blas Piñar y realizar llamamientos a la unidad que finalmente, en los años 80 condujeron a la desaparición de los restos de los Círculos y a la presidencia de FE-JONS por parte de Diego Márquez. Y así hasta ahora. Hubo una efímera unión no tanto por adición de las partes, como por necesidades de supervivencia de todas ellas. El conjunto que quedó –con franquistas y antifranquistas en distintos grados en su interior, tardó poco en saltar por los aires y formarse las distintas tendencias que hoy conocemos.
El problema que queríamos plantear es si la Falange hubiera sobrevivido sin el apoyo del franquismo. Francamente lo dudamos. Lo que sobrevivió desde 1937 fuera de la estructura franquista eran apenas grupos extremadamente minoritarios que jamás alcanzaron la más mínima relevancia durante los 40 años que duró el régimen. Permanecieron aislados y ni estuvieron en condiciones (a diferencia de los carlistas de Carlos Hugo) de suscitar el interés y la confianza de la oposición democrática en un momento en el que las fuerzas políticas en nuestro país estuvieron divididas entre “franquismo” y “oposición democrática”. Los “falangistas de izquierda”, los “hedillistas” no estaban ni en un lugar ni en otro y no tuvieron fuerza suficiente para ganar peso en ninguna parte.
En los años 90 algunos antiguos hedillistas revitalizaron el partido FE-JONS, la única tendencia que había sobrevivido y que era, no lo olvidemos, una síntesis de falangistas franquistas de Raimundo y de falangistas disidentes atenuados de Diego Márquez.
Todo esto indica a las claras que la Falange antifranquista nunca tuvo durante el franquismo fuerza suficiente para erigirse en formación independiente con autonomía propia; durante la transición no logró ganar credibilidad y quedó pronto como fuerza residual; y, finalmente, durante la democracia sus restos debieron ingresar en FE-JONS.
Dicho con otras palabras: las ideas falangistas sobrevivieron (con cierta adulteración, naturalmente, pero también por negligencia a ponerse al día) gracias a su inclusión en las estructuras de poder franquistas obligándose a la convivencia con tradicionalistas, alfonsinos, derechas diversas, propagandistas católicos, franquistas en estado puro y militares. En ese magma, los falangistas conservaron unos cuantos espacios de poder (ligados siempre al movimiento franquista) siendo marginados poco a poco, primero por los nacional-católicos y luego por los tecnócratas del Opus Dei.
Esta proximidad de la Falange al poder fue uno de los motivos que contribuyeron a que los distintos grupos falangistas no abordaran aspectos teóricos que ni Ramiro Ledesma, ni José Antonio había cerrado en los años 30, dentro de un mundo en el que se producían cambios cada vez más acelerados. Dado que estaban en una situación de “poder compartido” muy pocos vieron la necesidad de abordar problemas teóricos y los que estaban fuera del aparato franquista al ser pocos y poco relevantes, tampoco estuvieron en condiciones de aportar actualizaciones a la doctrina que 30 años después de ser enunciada en sus rudimentos (en 1966) no había realizado ninguna rectificación: los 27 puntos seguían siendo 27, pero la España de 1966 ya no era la de 1936…
Cuando murió Franco y su Estado se derrumbó en pocos meses sin apenas resistencias, los falangistas franquistas se encontraron con que otros fuerzas ya habían emergido con más fuerza y vigor: de un lado los nacional-católicos con Blas Piñar y de otro la derecha liberal que atrajo desde las elecciones de 1977 al franquismo sociológico. Los nacional-católicos y falangistas de Raimundo, apenas obtuvo en aquella ocasión 150.000 votos.
Las distintas corrientes falangistas que no habían percibido la necesidad de una renovación doctrinal cuando eran una parte del poder, tampoco estuvieron en condiciones de realizar esta renovación cuando ya no eran poder, sino oposición. De ahí que, a medida que el franquismo ha ido quedando atrás, estas fuerzas, irremediablemente, hayan ido perdiendo fuelle y hayan ido extinguiendo electoralmente hasta llegar a la situación actual.
© Ernest Milà - infokrisis - http//infokrisis.bogia.com - infokrisis@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen
El problema no tiene solución. Algunos falangistas se incorporaron al régimen y otros no. En volumen es evidente que la mayoría, por los motivos que fueran, decidió cooperar con el régimen. Una minoría –ínfima o muy reducida- se situó extramuros del franquismo. En los años 60 aparecieron los primeros grupos falangistas “disidentes del Movimiento”. Siguieron siendo hiperminoritarios: el FES, los Círculos José Antonio, el FSR. La falange-franquista seguía siendo ampliamente mayoritaria en relación a la falange disidente.
El Movimiento franquista impulso distintas organizaciones que asumieron los rituales y las ideas –o al menos algunas- de los primeros falangistas de antes de la guerra: el Frente de Juventudes y la Organización Juvenil Española, el Sindicato Español Universitario, la Sección Femenina, la Guardia de Franco, la Vieja Guardia, y, por supuesto, el propio Movimiento de FET y JONS. Los mismos falangistas disidentes solían leer las obras completas de José Antonio publicadas por la Sección Femenina franquista y hacían tareas de reclutamiento dentro de los Hogares del Frente de Juventudes y de la OJE. En cuanto a los Círculos José Antonio recibieron ayuda discreta pero cuantificable de la Secretaría General del Movimiento. Era, pues, muy difícil establecer dónde estaba la frontera entre la Falange disidente y la Falange oficial. Seguramente esta frontera se situaba en la actitud a adoptar ante la figura de Franco que para unos era un dictador (“Falange sí, Franco no”), para otros el sucesor de José Antonio (“Franco, Franco, Franco”), mientras que otros gritaban “Franco sí, movimiento no”… posiciones había para todos los gustos.
En 1975, cuando Franco muere, los Círculos José Antonio parecen ser el grupo mejor organizado y más extendido de la Falange disidente, el FES apenas ha salido de su reducto madrileño en donde tenía a sus mejores militantes, y los “hedillistas” (con lo que Manuel Hedilla, por cierto, jamás hizo causa común) eran pocos y mal organizados. Dentro de la Falange franquista, sin duda el grupo polarizado en torno a Raimundo Fernández Cuesta era ampliamente mayoritario.
Pero durante la transición se produjeron corrimientos: los Círculos José Antonio dirigidos por Diego Márquez fueron perdiendo fuelle; el “hedillismo” se comió a una parte, tuvo sus quince minutos de gloria y se deshinchó inmediatamente después quedando como residual a partir de 1979, mientras que el grupo de Raimundo terminó oscilando entre ser un apéndice de Blas Piñar y realizar llamamientos a la unidad que finalmente, en los años 80 condujeron a la desaparición de los restos de los Círculos y a la presidencia de FE-JONS por parte de Diego Márquez. Y así hasta ahora. Hubo una efímera unión no tanto por adición de las partes, como por necesidades de supervivencia de todas ellas. El conjunto que quedó –con franquistas y antifranquistas en distintos grados en su interior, tardó poco en saltar por los aires y formarse las distintas tendencias que hoy conocemos.
El problema que queríamos plantear es si la Falange hubiera sobrevivido sin el apoyo del franquismo. Francamente lo dudamos. Lo que sobrevivió desde 1937 fuera de la estructura franquista eran apenas grupos extremadamente minoritarios que jamás alcanzaron la más mínima relevancia durante los 40 años que duró el régimen. Permanecieron aislados y ni estuvieron en condiciones (a diferencia de los carlistas de Carlos Hugo) de suscitar el interés y la confianza de la oposición democrática en un momento en el que las fuerzas políticas en nuestro país estuvieron divididas entre “franquismo” y “oposición democrática”. Los “falangistas de izquierda”, los “hedillistas” no estaban ni en un lugar ni en otro y no tuvieron fuerza suficiente para ganar peso en ninguna parte.
En los años 90 algunos antiguos hedillistas revitalizaron el partido FE-JONS, la única tendencia que había sobrevivido y que era, no lo olvidemos, una síntesis de falangistas franquistas de Raimundo y de falangistas disidentes atenuados de Diego Márquez.
Todo esto indica a las claras que la Falange antifranquista nunca tuvo durante el franquismo fuerza suficiente para erigirse en formación independiente con autonomía propia; durante la transición no logró ganar credibilidad y quedó pronto como fuerza residual; y, finalmente, durante la democracia sus restos debieron ingresar en FE-JONS.
Dicho con otras palabras: las ideas falangistas sobrevivieron (con cierta adulteración, naturalmente, pero también por negligencia a ponerse al día) gracias a su inclusión en las estructuras de poder franquistas obligándose a la convivencia con tradicionalistas, alfonsinos, derechas diversas, propagandistas católicos, franquistas en estado puro y militares. En ese magma, los falangistas conservaron unos cuantos espacios de poder (ligados siempre al movimiento franquista) siendo marginados poco a poco, primero por los nacional-católicos y luego por los tecnócratas del Opus Dei.
Esta proximidad de la Falange al poder fue uno de los motivos que contribuyeron a que los distintos grupos falangistas no abordaran aspectos teóricos que ni Ramiro Ledesma, ni José Antonio había cerrado en los años 30, dentro de un mundo en el que se producían cambios cada vez más acelerados. Dado que estaban en una situación de “poder compartido” muy pocos vieron la necesidad de abordar problemas teóricos y los que estaban fuera del aparato franquista al ser pocos y poco relevantes, tampoco estuvieron en condiciones de aportar actualizaciones a la doctrina que 30 años después de ser enunciada en sus rudimentos (en 1966) no había realizado ninguna rectificación: los 27 puntos seguían siendo 27, pero la España de 1966 ya no era la de 1936…
Cuando murió Franco y su Estado se derrumbó en pocos meses sin apenas resistencias, los falangistas franquistas se encontraron con que otros fuerzas ya habían emergido con más fuerza y vigor: de un lado los nacional-católicos con Blas Piñar y de otro la derecha liberal que atrajo desde las elecciones de 1977 al franquismo sociológico. Los nacional-católicos y falangistas de Raimundo, apenas obtuvo en aquella ocasión 150.000 votos.
Las distintas corrientes falangistas que no habían percibido la necesidad de una renovación doctrinal cuando eran una parte del poder, tampoco estuvieron en condiciones de realizar esta renovación cuando ya no eran poder, sino oposición. De ahí que, a medida que el franquismo ha ido quedando atrás, estas fuerzas, irremediablemente, hayan ido perdiendo fuelle y hayan ido extinguiendo electoralmente hasta llegar a la situación actual.
© Ernest Milà - infokrisis - http//infokrisis.bogia.com - infokrisis@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen