Un folleto corre desde los años 80 por el universo neofascista. Está
escrito por un español, santanderino, que, al parecer, se suicidó hace ya
tiempo, Cuadrado Costa. Fue en los primeros años 80, interlocutor de Thiriart
en España, cuando ya se habían apagado los ecos de la sección española de Joven
Europa y Gil Mugarza ya había publicado su kilométrica entrevista con Thiriart.
El folleto en cuestión se titulada: “De Joven Europa a las Brigadas Rojas”.
Venía a decir que Jean Thiriart había evolucionado hacia la “izquierda” y que
Jeune Europe había terminado siendo un “movimiento de liberación nacional”, cuya
intención era constituir una guerrilla antiamericana tan de moda en aquella
época. Esta tesis se apoyaba en que había elementos de Jeune Europe “en la
resistencia palestina” (ya hemos visto lo que podía haber de
cierto en el misterio sobre “Roger Coudroy, primer caído europeo en Palestina”),
en las Brigadas Rojas (la presencia de Renato Curzio que, en realidad, no fue
miembro de Giovane Europa, sino de Giovane Nazione, apenas por unos meses y muy
joven), y en la supuesta voluntad de Thiriar que se disponía a formar unas “Brigadas
Europeas” para lograr la liberación continental mediante la “vía armada” y
buscó apoyos de “dirigentes árabes” (a los que, empezando por Nasser, Thiriart
acusó de “obtusos”) y, finalmente, la traca, se entrevistó con el mismísimo
Chu-Enlai, el primer ministro de la República Popular China. Cuadrado Costa
reprodujo todos estos datos, aventurados, muy poco sólidos, apenas sin bases
reales y lanzó un folleto que aumentó todavía más el confusionismo de los
neofascistas de los años 80 y que sigue siendo tomado en serio por algunos.
Insistimos en lo ya dicho: Jean Thiriart fue nuestro “maestro de
juventud”. Pero somos de aquellos “antiguos” que sostienen ser “amigos de
Platón, pero más amigos de la Verdad”. Y este principio nos obliga a reunir
estos datos y desmentir radicalmente el encuentro con Thiriart-Chu-Enlai: un
episodio insostenible.
En la práctica, insistir en estos temas constituye un suicidio
político que el propio Thiriart experimentó en su propia piel: cuanto más
insistió en esa dirección, más aislado y solitario se encontró. Los tiempos del
“primer Thiriart”, el partisano de una “Europa unidad, fuerte y libre, de
Brest a Bucarest”, habían quedado atrás y su “giro a la izquierda”, (el “segundo
Thiriart”) solamente generó vacío, soledad, aislamiento y atención de verdaderos
outsiders como el pobre Cuadrado Costa…
* * *
Sin duda, uno de los parágrafos más curiosos del folleto De Jeune
Europe aux Brigades Rouges es el
titulado “El encuentro Thiriart–Chu–Enlai en Bucarest (verano de 1966)”[1]. Lo reproducimos en su totalidad. Es Thiriart quien habla:
"En su fase inicial, mi encuentro con Chu
Enlai no fue más que un intercambio de anécdotas y recuerdos. Chu Enlai estaba
interesado en mis estudios de escritura china[2] y yo en su estancia en Francia que para él representó un agradable
recuerdo juvenil. La conversación luego se centró en el tema de los ejércitos
populares, un tema querido tanto por él como por mí. Las cosas se volvieron
amargas a medida que se acercaba progresivamente a lo concreto. Sufrí luego un
verdadero curso de catecismo marxista–leninista. Chu se extendió luego en el
inventario de los graves errores psicológicos cometidos por la Unión Soviética.
Y la lección pasó a las nociones sobre "alianza jerárquica" y
"alianza igualitaria". Para relajar el ambiente, abordé el problema
de los disturbios que había organizado en Viena en 1961 durante la reunión Khrushchev–Kennedy[3]. Pero el intento de hacerle aceptar el concepto de la lucha cuatricontinental
global de todas las fuerzas antiamericanas en el mundo, fueran cuales fueran
sus orientaciones ideológicas, fracasó. Con ese fin, llamé su atención sobre el
hecho de que también era la opinión del general Perón, amigo desde hacía mucho.
Saltó un poco cuando le señalé que, en Argentina Perón, a nivel psicológico,
era una fuerza inconmensurablemente más fuerte que el comunismo.
"Soy un hombre pragmático. Así que le
pregunté sobre los medios: dinero para desarrollar nuestra prensa y un
santuario para nuestra organización y para la preparación y estructuración de
un aparato político–militar revolucionario europeo. Me remitió a sus servicios.
El único resultado fue, al final de la reunión, un excelente almuerzo, en un
ambiente muy relajado. Entonces reaparecieron los oficiales rumanos, que no
habían asistido a las reuniones políticas. Más tarde, no pude obtener nada de
los servicios chinos, cuya incomprensión de Europa era total, tanto psicológica
como políticamente".
Cabe señalar que Patrice Chairoff, aludió a la misma entrevista entre
el antiguo dirigente de Jeune Europe y el mandatario chino. Chairoff cuyos
contactos con varios servicios secretos (incluido el israelí) no son ningún
secreto y cuyo libro lleno de odio, Dossier Neo–Nazisme, se hubo
beneficiado de indiscreciones procedentes del medio neo–fascista francés. Dice
Chairoff:
"El PCE (Parti Communautaire Européen,
formado en octubre de 1965 por Jeune Europe) y sus devotos militantes,
ofrecieron una logística apreciada por los servicios especiales chinos
representados en Bruselas por Wang–Yu–Chang y muy interesados en los
organismos de la OTAN y del SHAPE con sede en territorio belga, pero la
personalidad muy particular de Thiriart puso fin abruptamente a esta
colaboración. A pesar de una reunión del jefe del PCChino, con Chu Enlai en
Rumanía en la primavera de 1966, unos meses después se produjo la ruptura..."[4].
Aquí terminan las referencias a esta reunión que, como mínimo, podemos
calificar de “extraña”. Por muy desinformados que andasen los servicios de
información chinos en Europa, bastaba con preguntar a la embajada china en
Bruselas (el centro de la actividad diplomática de la República Popular China
en Europa en aquella época) “quién eran Jean Thiriart” para que se elaborase –como
suele ocurrir en todos los Estados con quienes llaman a la puerta de ese Estado–
un pequeño dossier. Éste, sin duda, debería de haberse confeccionado en base a
las informaciones aparecidas en la prensa y a los informes comprados a la
policía belga. Y en 1966 no cabrían dudas: Jean Thiriart era un “neo–fascista”
que defendía la presencia belga en el Congo (1960), que colaboraba con la OAS
(1961-62), que se carteaba con notorios elementos neofascistas alemanes e
italianos, portugueses y españoles (1962, Cumbre de Venecia), que sostenía que
“Europa se defiende en Argel” (1964 en su libro Arriba Europa), … Ninguno
de estos detalles podía haber pasado desapercibido para los servicios de información
chinos en 1965 por torpes que fueran, especialmente en un momento en el que
apenas se percibía el deslizamiento de Thiriart que luego se haría más acusado
al final de Jeune Europe y en la nueva versión del Parti Communautaire
Européen.
Cabría preguntarse el interés que Chu–Enlai podría tener por un
neofascista belga que no se declaraba marxista, y que solamente aludía a un
“leninismo” (que, a ningún marxista se le escapaba que no tenía nada que ver
con lo que un militante comunista considera como doctrina de Lenin, ni siquiera
en materia organizativa). Lo sorprendente es que el dirigente chino
accediera a la entrevista, cuando en realidad, lo habitual en esos casos es
que, quien pide la entrevista –Thiriart en este caso– hubiera debido pasar por
tres filtros:
– el primero el de los servicios de inteligencia de la embajada china en Bruselas,
– el segundo el de un encuentro con algún dirigente de los servicios de inteligencia chinos y,
– en último lugar, el interés del que era, no lo olvidemos, primer ministro de la República Popular China que, en aquel momento, vivía una situación interior explosiva que terminaría en la “gran revolución cultural” que, en realidad, supuso una “gran convulsión” interior.
Porque, justo en los momentos en los que Chu–Enlai –presuntamente– se
entrevistaba con Thiriart, en junio de 1965, Mao, viajaba a Shanghái, buscando
apoyos para fortalecer su posición frente a los que consideraba “dirigentes
reaccionarios de Pekín” (el alcalde Peng Zhen, y los partidarios de Liu Shaoqi y Deng Xiaoping). Chu–Enlai,
a todo esto, que había sobrevivido como Primer ministro al desastre económico
del “gran salto adelante” y sobreviviría también a la “gran revolución
cultural”, gracias a su manifiesta lealtad hacia Mao, no parecía la persona más
idónea para estar interesado en una entrevista con Thiriart. Ese mismo Chu–Enlai
al que Thiriart propuso una ingenua “alianza cuatricontinental”, sería el mismo
que poco más de un lustro después recibiría al presidente Nixon en Pekín.
Tampoco la época era la más adecuada: el dirigente chino sabía que en su país
existía una lucha abierta por el poder, a la que se superponían las disputas
fronterizas con la URSS.
Igualmente extraño es el papel de los “servicios rumanos” en esta entrevista. Dice Cuadrado Costa: “Pero el resultado más espectacular de estos contactos al más alto nivel será el encuentro entre Chu–Enlai y Jean Thiriart, organizado por los servicios de Ceaucescu con ocasión de la visita del Primer Ministro Chino a Bucarest en el verano de 1966”[5]
.El viaje de Chu–Enlai a Bucarest se
prolongó desde el 16 hasta el 24 de junio de 1966. En YouTube puede verse un reportaje sobre la recepción que recibió el mandatario chino al llegar.
Obsérvese el séquito y la comitiva de coches que le acompañaban desde el
aeropuerto. También hemos encontrado en la prensa rumana algunos datos sobre
aquel viaje. Para ambos países se trataba de “abordar multitud de temas”.
Ceaucescu destacó en los encuentros que Rumanía tiene "relaciones económicas y
políticas con todos los países socialistas y nos esforzamos por desarrollar
estas relaciones de colaboración en todos los ámbitos de actividad”.
Los objetivos de la visita eran,
fundamentalmente económicos para los rumanos (que entonces empezaban a dar
señales de cierta independencia formal en relación a la URSS). Los chinos querían
que los rumanos se expresaran públicamente “contra el revisionismo”, algo que
los comunistas rumanos no estaban dispuestos a realizar. Ceaucescu explicó durante las
conversaciones del 22 de junio: “Me gustaría agradecer nuestro apoyo al
apoyo expresado por el camarada Chu Enlai y los compañeros chinos en la lucha
contra estas manifestaciones. Sin embargo, creemos que debe expresarse de
cierta forma, lo que creará las condiciones para que actuemos en el
futuro. Aquí están las diferencias entre nosotros y nuestros camaradas
chinos". Rumania estaba interesada en mantener relaciones con los
países socialistas vecinos, era miembro del Pacto de Varsovia[6] y del resto de acuerdos comerciales entre
los países del bloque soviético. Más adelante en la misma reunión
Ceaucescu fue más claro aún: "No comparto la opinión del camarada
Zhou Enlai de que la Unión Soviética habría traicionado al socialismo, e iría a
la traición".
El 23 de junio prosiguieron las
conversaciones. Al día siguiente, Chu Enlai descubrió que “existe una
diferencia fundamental entre nosotros en la forma en que vemos el revisionismo
soviético. En su opinión, los revisionistas soviéticos contemporáneos han
cambiado desde la época de Khrushchev”. El PCCh aprecia que los
revisionistas soviéticos contemporáneos "traicionaron nuestra causa
común, el marxismo–leninismo". En este asunto, "hay
diferencias fundamentales" entre los dos partidos, y la dirección del
PCCh reconoció "Ustedes son parte del Pacto de Varsovia, están en
Europa y por lo tanto es imposible no tener vínculos con ellos”. Chu
Enlai fue claro: “existe una diferencia fundamental entre nosotros en la
forma en que vemos el revisionismo soviético. En su opinión, los
revisionistas soviéticos contemporáneos han cambiado desde la época de Khrushchev; mientras
que el PCCh aprecia que los revisionistas soviéticos contemporáneos
traicionaron nuestra causa común, el marxismo–leninismo".
Finalmente, se llegó a una solución de
compromiso: Chu Enlai propuso que se emitiera un breve comunicado, en el que
"se enfatizaron las relaciones amistosas entre nuestros partidos y
nuestros países". Nicolae Ceaucescu estuvo de acuerdo y destacó
que "debe reflejar el deseo común de desarrollar aún más las relaciones
de amistad y colaboración entre nuestros partidos y pueblos".
El 23 tuvieron lugar manifestaciones
públicas de solidaridad y amistad entre ambos países y se celebró igualmente un
mitin político que fue retransmitido por la televisión nacional y que se
prolongaría hasta las 22:00 horas y en el curso del cual hablaron Chu y
Ceaucescu, sin pronunciar una sola palabra sobre la situación internacional y
aludiendo solamente a las “realizaciones del socialismo” en ambos países
y a la “amistad chino–rumana”. La ausencia de alusiones a la situación
internacional, era el indicativo de que existían graves diferencias de opinión.
Hasta aquí, de todo esto se deduce que
1) La visita tuvo, sobre todo, una motivación económica bilateral,
2) Existieron diferencias en política internacional,
3) China no consiguió que el gobierno rumano aceptara condenar el “revisionismo soviético”, ni siquiera parcialmente.
4) Rumania había elegido mantener los acuerdos con la URSS.
Esto fue al menos lo que se deduce de los documentos accesibles por
Internet que permiten preguntarnos:
1) ¿Qué interés tenían los servicios de inteligencia rumanos –los más débiles de Europa del Este– mediando en un encuentro entre Thiriart y el poderoso visitante chino, especialmente cuando estaba claro que Rumanía no estaba en absoluto dispuesta a indisponerse con la URSS?
2) ¿En qué momento concreto tuvo lugar la entrevista entre Thiriart y Chou Enlai, dado que el mandatario chino llegaba con una agenda apretada que contemplaba colaboraciones económicas bilaterales y, sobre todo, convencer a Bucarest de condenar el “revisionismo”?
3) ¿Qué esperaba Chu–Enlai de una entrevista con aquel que pasaba unánimemente por ser un “dirigente neofascista europeo”, cuyo movimiento había sufrido ya algunas escisiones y alcanzado un punto de inflexión que le llevaría en los dos años siguientes a perder la totalidad de las secciones nacionales?
Sabemos lo que esperaba Thiriart (medios económicos, y un “santuario”
para desarrollar su organización), pero ignoramos por completo lo qué podía
esperar Chu–Enlai.
La revista de Thiriart publicó un amplio reportaje sobre su viaje a
Bucarest en los números 11, 12 y 13. Cuadrado Costa describe los artículos en
cuestión reconociendo que fueron facilitados por la “agencia gubernamental de
prensa rumana”, es decir, propaganda oficialista: “La industrialización en
Rumania”, “Ciencia y Arte en Rumanía”… Tan plúmbeos como cualquier otra pieza
de “propaganda”. De haber sido los contactos de Thiriart en Rumania, lo
suficientemente intensos como para poder contar con enlaces en los “servicios
de inteligencia”, estos le habría facilitado material periodístico mucho más
interesante: fugas de información, exclusivas, material sensible para los
gobiernos occidentales, verídico o productos de intoxicación informativa tan
habituales en la Guerra Fría, etc. La mera publicación de artículos de
publicidad del gobierno rumano, indica que tales contactos debieron ser
superficiales (envíos de boletines de propaganda, de circulares
periodísticas, invitaciones a recepciones, como máximo)
Pero lo que resulta completamente increíble es que fuera a través
de los servicios de inteligencia rumanos como pudiera tramitarse la entrevista
con el Primer Ministro Chino. Y lo más curioso aún: que solamente años
después, una vez muerto Chu–Enlai, fuera cuando Thiriart le cuenta la historia
de la entrevista a Cuadrado Costa que, en el fondo, era un joven español, sin
militancia previa conocida y que solamente reconocía compartir sus escritos,
con una capacidad muy limitada en la época para difundir las informaciones en
su poder (no existía internet y publicar un libro era algo que no estaba al
alcance en aquel momento de su autor). Hasta ese momento, al parecer, la
entrevista con Chu-Enlai solamente circulaba en el reducido entorno de
Thiriart. Y de ahí salto a libro de Chairoff que se difundió solamente en el
área francófona[7]. Pero Chairoff era un “antifa” poco creíble y la información no se
tomó como cierta. Fue, a través de Cuadrado Costa cuando empieza a circular en
los ambientes neo–fascistas, la versión de Thiriart de su entrevista con el
dirigente chino[8].
Le hemos dado vueltas una y otra vez a la posibilidad de que esta
entrevista se celebrara realmente según lo escrito por Cuadrado Costa, y
solamente caben cuatro posibilidades:
1) El encuentro tuvo lugar en donde dijo Thiriart (Bucarest, 1965), pero en condiciones muy diferentes a cómo lo contó. Es posible, incluso, que se tratara de un congreso internacional de optometristas o de un viaje privado en el curso de la cual –acaso en alguna recepción en la embajada belga– tuvo ocasión de saludar al mandatario chino y cambiar con él unas palabras que luego, a posteriori, magnificó desmesuradamente.
2) También es posible que la información sobre la entrevista refleje un eco deformado de algún encuentro con algún funcionario menor de la embajada China en Bruselas o en Bucarest, cuando Thiriart albergaba la esperanza de poder ser recibido posteriormente por algún dirigente de la República Popular China. Presentó sus peticiones (financiación y “santuario”) a este funcionario y nunca recibió respuesta.
3) Thiriart jamás se entrevistó con Chu–Enlai y Cuadrado Costa publicó los datos creyendo que eran ciertos. Todo fue un producto de su imaginación para impresionar a un joven discípulo ávido de “revelaciones” que aumentaran su veneración por el icono que había iluminado su iniciación política. Cuadrado Costa creyó las “revelaciones” que Thiriart le realizó. Lo sorprendente son las precisiones muy concretas –incluso sobre la misma conversación– que aporta Cuadrado Costa: es imposible que éste las hubiera ideado en vida de Thiriart, el cual hubiera podido desmentirlas con facilidad. De ahí que pensemos que lo que publicó Cuadrado Costa era lo que Thiriart le había comunicado verbalmente.
4) Thiriart jamás se entrevistó con Chu–Enlai y Cuadrado Costa publicó los datos a sabiendas de que no eran ciertos, para reforzar su tesis expuesta en De Joven Europa a las Brigadas Rojas. Sauveur y Costa recibieron una carta de Thiriart en la que éste decía: “Se ha publicado en Bélgica un libro de denuncia–chantaje […] en el que se me consagran 20 páginas. Ni una palabra sobre mis escritos o mis libros. Me entero que he conocido a Chu–Enlai en Bucarest. Nada menos…”.
La carta está
fechada el 26 de febrero de 1983. Sauveur, cuya opinión siempre es favorable a
Thiriart escribe: “Pero a Thiriart ni siquiera se le ocurre que él está en
el origen de esta leyenda una década antes. Dicha leyenda se retomará, de libro
en libro, tanto que Thiriart la aprovechará y embellecerá la historia”[9]. La redacción del texto, realizada por
alguien que se sentía próximo a Thiriart, como se ve, es ambigua, evita decir
explícitamente: “Todo fue una invención de Thiriart”. Pero si se lee el texto,
es la única conclusión que puede deducirse[10].
Nos inclinamos por rechazar las dos primeras posibilidades,
reconociendo que las dos siguientes son las más verosímiles en aplicación de
las leyes de la lógica.
De lo que no nos cabe la menor es de que la entrevista con Chu–Enlai
no pudo celebrarse ni en Bucarest ni en ningún otro lugar: la versión que
dio Thiriart no responde a las circunstancias que se daban ni en la política
rumana, ni en las relaciones de Rumanía con la República Popular China, ni en
las circunstancias que atravesaba este país, ni a la vista del historial previo
de Thiriart como “neo–fascista” (justo en un momento en el que no podía
pasar desapercibido a los servicios de inteligencia chinos, los intentos de la
CIA de infiltrarse en los partidos marxistas–leninistas europeos a través de
medios neofascistas[11] y siempre cabía la posibilidad de que la inteligencia china
sospechase de otro intento de infiltración).
Es muy fácil, por lo demás, reconstruir cómo y por qué Thiriart dictó
a su amanuense ocasional, Cuadrado Costa, los elementos esenciales de la
entrevista. Thiriart, en efecto, tenía una psicología muy particular que no se
escapaba a quien lo conocía ni siquiera en la primera entrevista:
1) Tenía un ego muy crecido, una muy alta valoración de sí mismo y de su liderazgo político: de ahí que aspirase, no a una entrevista con un funcionario de segunda o tercera fila, sino con un “primer espada” de la política China y de la no–alineación: Chu–Enlai. Habitualmente, este ego crecido viene acompañado de falta de realismo: de tenerlo, hubiera debido saber que una entrevista de estas características, entre el mandatario de una nación de 700 millones de almas y 2 millones de soldados en armas y el dirigente de una organización, en ese momento en crisis, que nunca llegó a los 5.000 afiliados en todo el continente europeo y la mayoría de cuyas “secciones nacionales” eran pura ficción o se vaporizaron a los pocos años de constituirse, era completamente imposible y mucho menos en Rumania, durante un viaje cargado de eventos y conversaciones muy duras, gestionada por la inteligencia de ese país.
2) Adolecía de falta de empatía lo que, junto a su ejercicio del liderazgo en las organizaciones en las que participó, se permitía impartir lecciones magistrales a sus interlocutores ocasionales: de ahí que introdujera el tema “cuatricontinental”, su idea personal para rivalizar con la “idea tricontinental” de un “frente antiimperialista formado por los países de África, Asia y América Latina”. Aquí se muestran también los afanes “profesorales” de Thiriart y su pretensión ingenua de dar una “lección magistral geopolítica” a un mandatario de talla mundial.
3) Un aprovechamiento de la temática para introducir “morcillas” que denotarían cualidades añadidas a su personalidad: su conocimiento de la escritura China y su amistad con Perón, en concreto (al que, efectivamente, entrevistó para su revista en Madrid, pero con el que no le unía una amistad particular, sino que ésta fue facilitada por Gil Mugarza, un antiguo miembro de Joven Europa España, pasado en los años 70 a la oficina de prensa de la presidencia del gobierno).
4) El ya mencionado “complejo de infalibilidad”: Thiriart nunca se equivocaba, nunca reconocía un error, cualquier problema tanto en la construcción de Jeune Europe, como en otras experiencias política anteriores y posteriores, se debía a la “incompetencia de sus colaboradores”, nunca a errores en las propias apreciaciones. Y este elemento está también presente en este episodio: se equivoca Chu–Enlai en su análisis y al rechazar su proyecto “cuatricontinental”, se equivocan los “servicios [de inteligencia] chinos incompetentes” (luego dirá lo mismo de Nasser).
La entrevista Thiriart-Chu Enlai jamás existió. Todo fue un rumor creado
por el propio Thiriart con el que logró impresionar a un joven español de
escasa experiencia política y deseoso de encontrar apoyos para sus tesis. Luego, Thiriart se echó atrás, tras la aparición del libro de
Chairoff, se desdijo de lo dicho. Y no sólo eso, sino que, envió carta escrita
a Sauveur y a Cuadrado Costa… el cual siguió difundiendo el bulo, a sabiendas
de que lo era… No era raro en él: también había escrito unos artículos sobre
Ramiro Ledesma, otorgándole un perfil que convenía a su particular visión ideológica,
sabiendo perfectamente que era deformada (porque cita las biografías de Tomás
Borrás y Sánchez Diana, en la que se alude a los subsidios que recibió Ledesma
de los medios monárquicos y de derechas bilbaínos).
Es fácil pensar que la continua contradicción entre el movimiento que Cuadrado
Costa había imaginado subjetivamente, teniendo a Thiriart como doctrinario y a Ledesma
como portaestandarte histórico, al no coincidir con las orientaciones reales de
uno y otro, generó en él una sensación de frustración y fracaso personal. En
algunas personalidades particularmente frágiles, el suicidio es la salida a
esta contradicción. No sabemos si este fue el caso de Cuadrado Costa, pero lo
que sí podemos afirmar con rotundidad que publicó su tesis sobre Thiriart a
sabiendas de que, al menos en lo relativo a Chu-Enlai, los datos eran falsos.
Y sin ese capítulo, se cae más de 1/2 de su folleto (toda la parte sobre el maoísmo,
las Brigadas Rojas, las Brigadas Europeas…). No quiso aceptarlo.
La serpiente de verano ha llegado hasta 2022. Cuarenta años son muchos para la persistencia un bulo. Vale la pena cortarlo de una vez por todas. “La verdad ni teme ni ofende”, dijo Quevedo. Y sigue siendo cierto. O debería serlo. Peor que el fracaso es vivir en la mentira. Nunca jamás.
[1] J. Cuadrado, op.
cit., págs. 27-29
[2] Thiriart mantuvo amistad con el
pintor chino Sadji (1914-2005), radicado en Bélgica. Fue Sadji quien le enseñó
rudimentos de caligrafía china y despertó su interés por la cultura de este
país (Y. Sauveur, op. cit., pág. 27).
[3] No dudamos que
estos disturbios se produjeran, pero, desde luego, no han dejado rastro alguno
en la prensa española de la época, por lo que, interpretamos, que debieron tener muy escasa repercusión.
[4] Patrice Chairoff, Dossier
néo-nazisme, Ramsay, París, 1977, pág. 445.
[5] J. Cuadrado, op.
cit., pág. 27.
[6] Limitó su “disidencia”
a no participar en la invasión de Checoslovaquia que enterró la “primavera de
Praga”. Rumania -a diferencia de Albania- nunca se retiró del Pacto de
Varsovia.
[7] Chairoff captó bien la psicología de Thiriart; escribe: “la
personalidad particular de Thiriart hizo que estos contactos fueran breves”,
añadiendo: “a pesar del encuentro del jefe del PCCh con Chu-Enlai en Rumanía en
la primavera de 1966, la ruptura se produjo poco después”. Chairoff disponía de
informadores en la extrema-derecha neo-fascista de los 70, en el área
francófona. Chairoff (un seudónimo: su verdadero nombre era Dominique Calzi)
militó en los años 60 en el Partido Proletario Nacional Socialista de Jean
Claude Monet del que fue expulsado, escribió el libro en cuestión en 1977
(había sido condenado por estafa a dos años de cárcel a finales de los 60).
Certificamos que llamó a algunas puertas correctas y consiguió publicar datos
exclusivos -y auténticos, aunque, en general, dándoles un tono amarillista-
sobre las redes de extrema-derecha francesa y europea en los años 60/70. De
hecho, a pesar de ser un libro antifascista, a diferencia de Strage di Stato
(que también contó con algunos “pájaros cantores” de la extrema-derecha
italiana, procedentes, por cierto, del “nazi-maoísmo”) que buscaba efectos
políticos, su libro no tenía otras intenciones más allá de las puramente
crematísticas y sensacionalistas.
[8] En tanto que
“plumífero”, interesado en best sellers de carácter antifascista y
escandaloso, fue el primero en sacar a la superficie el asunto de la entrevista
Thiriart-Chu Enlai. Debió ser, a partir de la lectura de esta obra de Chairoff
cuando Cuadrado Costa le preguntó a Thiriart sobre estos contactos y Thiriart
le expuso lo que ya hemos repasado.
[9] Y. Sauveur, op. cit., pág. 71-72
[10] Dando por supuesto que los datos con
los que se mueve Sauveur son buenos dada la relación de proximidad y amistad
real que tuvo con Thiriart, es imposible dudar de su palabra. Ahora bien, hay
unos datos sobre la relación que mantuvo Thiriart con Cuadrado Costa que no
coinciden con los datos que nos dio el propio Thiriart: escribe Sauveur (op.
cit., pág. 97): “Cuadrado al que conocí a mediados de los años 70, Había
nacido en 1954. Militó en el Partido Comunista Español de 1969 a 1972 hasta su
expulsión por oposición a la línea oportunista (eurocomunista). Habiéndose
puesto en contacto con Thiriart en 1981, se convertirá en su hombre de
confianza y en el que situaba muchas esperanzas. Cuadrado tenía una sólida
formación intelectual: jurista, conocía bien a Carl Schmitt; impregnado de
cultura militante -había leído a los autores comunistas y la historia de la
revolución bolchevique no tenía secretos para él- era ateo y materialista y
esto estaba presente en los escritos que escribía para Thiriart. Había,
igualmente producido una amplia crítica argumentada a un texto de Ernesto Milá
Rodríguez, El nacionalismo europeo y sus límites (…). -La influencia
ejercida por Cuadrado sobre Thiriart fue bastante palpable, pero menos éxito tuvo
haciéndole conocer a Ramiro Ledesma Ramos, al que admiraba”. Los datos no
cuadran: cuando nos entrevistamos con Thiriart en Barcelona, en un momento
dado, nos preguntó por Cuadrado Costa, había dejado de tener noticias suyas
desde hacía tiempo, nos dijo. Cuando le dijimos que había muerto y que corrían
rumores de que se había suicidado, se limitó a añadir lacónicamente: “Cela
ne me surprend pas…”, marcando un inequívoco tono de distancia (en esa época
ya circulaba la versión italiana y española del folleto escrito por Cuadrado
Costa sobre Joven Europa y las Brigadas Rojas y es posible que Thiriart
quisiera desvincularse de su contenido). La militancia comunista a la que alude
Sauveur tampoco coincide en fechas: en 1969, un nacido en 1954, tenía 15 años. En
Santander, lugar de residencia de Cuadrado, el Partido Comunista en esa época
era casi inexistente. Además, en ninguno de sus escritos demuestra un
conocimiento particular del marxismo, del comunismo, ni siquiera de las leninismo
que atribuye a Thiriart. Por su parte, los escritos que hemos leído de Cuadrado
sobre Ledesma denotan una absoluta parcialidad y desconocimiento completo del
personaje y de lo esencial de su trabajo político (véase nuestra obra Ramiro
Ledesma a contraluz, EMInves, Barcelona, 20016) Simplemente se dejó
fascinar por la leyenda del “Ramiro Ledesma = izquierda fascista española” y
decidió desarrollarlo como pudo. Por último, cuestionamos su formación
bolchevique y sus conocimientos sobre la materia: en el folleto De Joven
Europa a las Brigadas Rojas, están por completo ausentes: ignora lo que es
el leninismo, ignora lo que es el maoísmo, ignora las fases de la guerra
revolucionaria, ignora las condiciones objetivas para un proceso de lucha
armada, etc, etc, etc. En la práctica, el “misterio Thiriart” nos ha llevado al
“misterio Cuadrado Costa”: alguno de los dos puso demasiada imaginación en el
episodio de la entrevista con Chu-Enlai. Sauveur termina así la referencia a
Cuadrado Costa: “Thiriart le envió libros, dinero para comprar una máquina de
escribir. Cuadrado paso un mes en Bruselas a finales de 1984, trabajando en el
proyecto de libro. Su muerte, poco tiempo después, fue sentida duramente [por
Thiriart] y esta es, en mi opinión, una de las explicaciones a la pérdida de
dinamismo de Thiriart” (op. cit., pág. 98). La impresión que nos dio
Thiriart en Barcelona no fue esa. En lo personal, atribuyo la “pérdida de
dinamismo” a algo tan prosaico como la edad. En efecto, cuando lo conocimos,
había cumplido 70 años, cuando desapareció Cuadrado Costa, tenía 63: era un
buen momento para empezar a economizar fuerzas, justo cuando, por lo demás,
empezaba a manifestarse su dolencia coronaria.
[11] Además del ya
citado testimonio de Delle Chiaie sobre “Los carteles chinos” que puede leerse
en su volumen de memorias, en el libro L’Etat Masacre, Éditions Champ
Libre, París, 1971, pág. 15-17, edición francesa de Strage di Stato, y
en la misma obra de Patrice Chaïroff sobre el neo-nazismo, se habla de intentos
de infiltración -que se consumaron positivamente- del entorno de Aginter
Press en los medios maoístas europeos a través de Bélgica y Suiza. Era
normal que los servicios de inteligencia chinos ya estuvieran alertados de
estos intentos, realizados por la CIA o por agencias privadas anticomunistas
próximas al universo neo-fascista. Estas infiltraciones llegaron hasta
controlar el Partido de los Trabajadores de Suiza y utilizar su revista, L’Etincelle,
para solicitar realizar reportajes sobre los campos de entrenamiento de las
guerrillas en las colonias portuguesas, cuyas ubicaciones eran luego entregadas
a la inteligencia de Lisboa, donde estaba la sede de Aginter Press (en
rua Campolide) formada por antiguos miembros de la OAS de orientación católica
tradicionalista y anticomunista, especializada en realización de trabajos
especiales y de inteligencia.