jueves, 14 de abril de 2022

LOS PELOTAZOS DE LAS MASCARILLAS ACERCAN EL FANTASMA DE LA “GRAN COALICIÓN”

No voy a salir en defensa de Almeida, por supuesto. Como suelen repetir los que tienen fe en la justicia: que ésta diga su última palabra. Poner la mano en el fuego por un político sin tener cerca la unidad de quemados y las curas de urgencia es, de todas las imprudencias posibles, la más estúpida. Ahora bien, la fruición con la que los medios de izquierdas y próximos al PSOE, están manejando el caso, es sobrecogedora y dice mucho sobre la hemiplejia moral de los medios de comunicación de nuestro país. Oyéndolos estos días, podríamos llegar a creer que el “tráfico de mascarillas” era una cuestión solamente del PP madrileño. Y no es así: afecta a todos los partidos y, si hay alguno que esté libre de culpa, no será al que se le permita tirar la primera piedra, en la medida en que no pudo, o no supo, o no llegó a tiempo de participar en el negocio. Vale la pena meditar dos minutos sobre la cuestión.

PARTIDOCRACIA ES CORRUPCION – DEMOCRACIA NO ES PARTIDOCRACIA

Quien dice partidocracia -por favor, no vayamos a pensar que esto que tenemos es una “democracia”- dice corrupción. Y en partidocracia, no se trata de no caer en delitos de corrupción, sino de cometerlos tan discretamente que pasen desapercibidos. Me contaron una anécdota sobre el PP catalán, explicada por parte de uno que la presenció directamente: un antiguo secretario general del PP catalán, hoy en Vox, tuvo que lidiar con un caso de corrupción. Uno de sus más conocidos brazos derechos, se había visto implicado en desvío de fondos para el partido: un industrial le había dado dinero para el partido y él, listo, se había quedado la parte del león, ingresando miserias en la caja del partido. Cuando la dirección (y la prensa) se enteraron, su defensa consistió en decir: “Si lo hacemos todos…”, a lo que el secretario general le repuso: “Sí, pero a ti te han pillado…”. Eso es la partidocracia y ese es su espíritu. De lo que se trata es de que “no te pillen”. Si existe en España legislación garantista y no modifica, ni se modificará jamás, no es para que un MENA o una carterista del metro, puedan ser detenidos cientos, miles de veces y no ocurra nada, sino para que la clase política tenga asegurada la impunidad. Va siendo hora de que todos los aceptemos.

La partidocracia es, en la superficie, espectáculo. ¿Quién se preocuparía de la aridez de los debates políticos si estos no llegaran aderezados con sal? ¿Quién aceptaría ver un clip en campaña electoral si no estuviera acompañado de ataques, insultos e invectivas como el rival? Pero el “espectáculo” en el que se ha convertido la política no puede evitar que, en la política al uso, cualquier actividad (una pandemia, una guerra, una catástrofe natural, un conflicto enquistado, una decisión de gobierno, todo, en definitiva), se convierta en una oportunidad para la corrupción. Y decimos bien: partidocracia y corrupción no son dos cosas diferentes, sino una sola y misma cosa. Y eso es lo que tenemos.

EL MAYOR RIESGO PARA EL SOCIALISMO: LO HECHO DURANTE LA PANDEMIA

El Partido Socialista Francés, gobernó Francia hasta 2017. Lo hizo tan rematadamente mal y demostró ser un personaje tan absolutamente gris e irrelevante, que, como suele ocurrir en marketing, se juzgó necesario crear un nuevo partido (La República en Marcha, el partido de Macron) que levantar una sigla hundida (PSF). Los últimos mohicanos del socialismo francés, se presentaron a las presidenciales de abril, obteniendo apenas un 1’7%. Y en las anteriores elecciones generales, de los 347 diputados, se quedaron apenas con 30… Ese fantasma planea sobre el PSOE: de repente, un buen día, el fracaso en la gestión -y los dos últimos presidentes socialistas, ZP y Sánchez, han resultado de traca- puede liquidar una sigla que va ya por los ciento cuarenta años. Y están tomando medidas.

El mayor riesgo para los socialistas españoles hoy, es la posibilidad de una coalición PP-Vox, que los apearía del gobierno por mucho tiempo. Para que ese lapso de alejamiento del poder fuera máximo, un gobierno de derechas así formado, miraría debajo de las alfombras. No cabe la menor duda de que, solo en el tema de la “pandemia” encontraría motivos suficientes para llevar a la picota a Sánchez, Illa y a los fanáticos de la “vacunación permanente”.

Sánchez sabe que, ahora, su supervivencia está en manos del PP, por paradójico que parezca. Y, dentro del PP, tiene un aliado, Núñez Feijóo: de todo el “programa” presentado por Feijóo para alzarse con la secretaría general, solamente ha llamado la atención un punto: su interlocutor principal, será el PSOE. Nada con Vox. Como si no existiera. Eso es lo que sabemos de Feijóo. Eso y que es un fanático de llevar la mascarilla hasta el fin de los tiempos.

OBJETIVO DE SANCHEZ: QUE NUNCA HAYA UN GOBIERNO DE DERECHAS

No se trata de una frase dicha en campaña electoral, sino de una frase que augura una nueva época en la política española. Está claro que una política así puede encontrar resistencias dentro del PP. Especialmente en el PP madrileño y en aquellas comunidades en las que tiene que apoyarse en Vox para gobernar. No es raro, por tanto, que la jugada de ajedrez preparada para cuando se convoquen nuevas elecciones generales sea debilitar a los sectores del PP más hostiles a un acuerdo con el PSOE, laminar a todos los partidarios de pactar con Vox y, dar por sentado, que, si el PSOE no logra ser el primer partido, se trata de que el PP no pueda gobernar sin su presencia.

A la vista del caso francés, a la vista de los resultados en Castilla-León, parece muy claro, que Vox ha conseguido, no solamente estabilizar sus votos, sino ampliarlos y, el hecho de que, en estos momentos, ambas formaciones, PP y Vox estén separadas por muy pocos puntos de intención de votos e, incluso, algunas encuestas hablen ya de “sorpasso” (en Cataluña, no lo olvidemos, ya se produjo en las últimas elecciones autonómicas), indican que una mayoría absoluta por parte del PP es tan imposible como una mayoría por parte del PSOE. Pero esa mayoría se puede tener sumando ambas componentes.

Si alguien no cree en esta posibilidad, que lea el artículo de hoy en El Confidencial: “Barones del PSOE apoyan la oferta de Feijóo de respetar la lista más votada”. Dejémonos de nostalgias ochenteras y noventeras: en un país como España, la única solución que existe hoy para dar estabilidad a un gobierno en tiempos de crisis es el gobierno PP-PSOE, la “gran coalición” (que ya no sería tan grande como hubiera podido serlo cuando Sánchez debió decidir entre gobernar con Podemos o seguir los consejos de la Merkel y de la UE: “gran coalición”. En las próximas elecciones -y salvo sorpresas de última hora- esta será la opción.

Aislar a Vox, garantiza, por lo demás, el que nadie barrerá debajo de las alfombras. Todo esto venía a cuento del escándalo de la compra de mascarillas por un par de comisionistas, tan tontos como ambiciosos. Pero, puede establecerse un axioma: “allí en donde durante los dos últimos años, se ha producido alguna compra de mascarillas, de material sanitario o de vacunas, ya sea por la administración central, por las administraciones autonómicas o por las administraciones locales, siempre -y, repetimos, siempre- se ha producido un cobro de comisiones abusivas, ilegales y pactadas con el poder de turno”.

¿MASCARILLAS? ¡SI TODOS HAN “TRINCADO” CON LA PANDEMIA¡

La cosa es mucho más siniestra en la medida en la que, como decía el auto de un juez madrileño, se han producido miles de muertos. Y, todo esto, mientras el gobierno hacía obligatorias las mascarillas ¡durante más de dos años!, cobraba el IVA de las mascarillas y alegaba que la legislación europea impedía bajarlo (lo cual era rigurosamente falso).

Desengañaros: nunca habrá una comisión de investigación digna de tal nombre sobre el asunto de los abusos, fraudes, estafas, compra de material inútil, compra excesiva de vacunas que luego caducaban, compra de millones de unidades de mascarillas y de test a precios superiores a los que se vendían unidades sueltas en Portugal. Y con el trasfondo de miles de muertos. Y es que, además de ser corrupta desde la superficie hasta sus entrañas, la partidocracia, termina siendo también, asesina.

El tiempo se agota: la “gran coalición” (cuyo ambiente psicológico se están intentado crear en estos momentos en los que el “cordón sanitario” establecido en torno a Marine Le Pen en Francia ha fracasado y puede fracasar también en España con Vox) es una exigencia para poder llevar a buen puerto los objetivos de la Agenda 2030. Feijóo, no lo olvidemos, es, dentro del PP y durante su etapa de gobierno en Galicia, el QUE MÁS ha insistido sobre el “cambio climático”. Feijóo, contrariamente, a los que creen que es la “respuesta a Pedro Sánchez”, está en el mismo lado de la trinchera que el psicópata de la Moncloa.  

EL FONDO DE LA CUESTIÓN: LA AGENDA 2030

Obviamente, la “gran coalición” no se fraguará solamente para mantener bajo las alfombras la corrupción socialista durante la pandemia. Esa será una de sus efectos secundarios: una especie de “amnistía general” a los casos de corrupción de ambas formaciones. La “gran coalición” que está en ciernes de aquí a año y medio, está obligada y forzada por la Agenda 2030 y por el Foro Económico Mundial: hoy, está claro que ni PSOE, ni PP pueden llegar a ese destino, en solitario (la partidocracia tiene su tributo y este es la “desafección” del electorado).

Olvidarlo, es arriesgarse a no entender nada de lo que está pasando, ni en España, ni en el mundo. Hace poco hablábamos de la “tormenta perfecta” que se avecina (Han sonado las alarmas ¿Qué hacemos con los “populismos”? Años decisivos): si esa tormenta estalla antes de que los lacayos del Foro Económico Mundial hayan atado todos los cabos, se arriesgan a una respuesta electoral demoledora por parte del “populismo”. Por eso tienen prisa. Por eso están pisando el acelerador y quitándose las caretas. Por eso es preciso que las siglas PSOE y PP queden lo más achicadas en las próximas elecciones y que nunca tengan la posibilidad de imponer las reformas constitucionales liberticidas que ya han impuesto en otros países (entre ellas, las elecciones a dos vueltas que, antes o después, reaparecerá).