lunes, 14 de febrero de 2022

La Falange “de izquierdas” o los delirios del ocaso (1 de 8) - INTRODUCCIÓN

 

En la formación de la “falange de izquierdas” existen tres tiempos perfectamente diferenciados.

El primero es el período 1937–1956, esto es, el situado entre el Decreto de Unificación y los acuerdos de cooperación suscritos por Franco con los EEUU. En esa fase, el factor diferencial de unos falangistas (que todavía ni se llamaban, ni se consideraban “de izquierdas) con otras fuerzas del régimen (“derecha radical” alfonsina y carlista y “derecha conservadora” procedentes de la CEDA–JAP) era la actitud en relación a dos factores: el capitalismo y la monarquía. Los falangistas disidentes de la época, aspiraban a una “revolución nacional”, similar a la que había tenido lugar en Alemania e Italia, actitud que encontraba resistencias en otras componentes del régimen.

Existieron dos tendencias: los que actuaban desde “dentro” del Movimiento Nacional de FET y JONS y los que lo hacían desde fuera. En ambos casos y, aun alegando, que su “revolución nacional” era “española”, tenían a identificare con los fascismos. Cuando estos desaparecieron, se abstuvieron de realizar críticas a las potencias y a los regímenes vencidos y siguieron con su proyecto de “revolución nacional”. Entre los que actuaban en el interior del régimen figuran los nombres de Ridruejo, Laín Entralgo, Antonio Tovar y el grupo de intelectuales que habían figurado hasta 1942 en el entorno de Serrano Suñer. Fuera del régimen, aparecen unas siglas anecdóticas de las que se sabe poco: Ofensiva de Recobro Nacional Sindicalista, Falange Española Auténtica, etc.

En una segunda fase que abarca desde 1960 a 1973, la izquierda empieza a dominar entre la juventud estudiantil. El recuerdo de los regímenes “fascistas” de los que Falange era la versión española, ha quedado muy atrás. Las nuevas generaciones han crecido de espaldas a los fascismos y todo lo que saben de ellos es simplemente hostil o muy hostil. En ese momento, ya se empieza a utilizar el término “falange de izquierdas”, no tanto por los propios falangistas como por la oposición democrática que los califica así. También existe una disidencia intramuros del franquismo que da lugar a posiciones de lo que podría reconocerse como una “izquierda del régimen”, mientras que extramuros del mismo aparecen distintas tonalidades de izquierda “azul”, incluso variaciones altamente radicalizadas: dentro del régimen, Cantarero del Castillo y el diario SP; fuera: el FSR, el FNAL, el FES.

La tercera fase abarca el período que media entre 1973 y 1979, es decir, entre la formación de los primeros núcleos que luego darán vida a la Falange Española de las JONS (Auténtica) y su desintegración. En cuanto a los núcleos moderados que hasta ese momento actuaban en el interior del régimen, prácticamente tienden a difuminarse a medida que este período va avanzando. Cuando se producen las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977, los moderados desaparecen definitivamente y los radicales sufren el primer batacazo electoral que constituirá para ellos el punto de inflexión que los pulverizará completamente dos años después. Por nombres y siglas: Reforma Social Española entre los surgidos del interior del régimen y FE–JONS(A) surgida fuera del mismo.

Todos los grupos citados hasta aquí eran completamente diferentes entre sí: no sólo tenían distintas sensibilidades, sino que ni siquiera eran convergentes. Podemos establecer tres variedades, aun a riesgo de penetrar en un terreno extremadamente confuso y en el que, prácticamente, cada miembro de estos grupos, aportaba un matiz distinto: los “socialistas–sindicalistas”, los “sindicalistas autogestionarios” y los “hedillistas”.

Los socialistas–sindicalistas (Cantarero) aspiraban a constituir la “izquierda del régimen”. Sostenían que los ideales sociales del nacional–sindicalismo y del socialismo eran los mismos, a pesar de partir de distintas perspectivas. Su posición puede sintetizarse así: en la medida en que Falange había sido una de las fuerzas que habían dado origen al régimen, de lo que se trataba era de “perfeccionarlo”, actuando dentro de la más estricta legalidad y a través de los cauces representativos que existían: aparato sindical, estatuto de asociaciones políticas, “tercio familiar” en las Cortes franquistas, etc.

Los sindicalistas autogestionarios, por su parte, surgieron de la necesidad de “profundizar” ideológicamente en la parte social de la doctrina joseantoniana. Expurgando las Obras Completas del fundador, habían advertido lo poco que se había concretado en este terreno y, aprovechando una serie de ideas generales allí contenidas, intentaron completarlas con experiencias que en ese mismo momento estaban teniendo lugar en Yugoslavia, Argelia y durante la Primavera de Praga). De ahí surgió una tendencia que miraba con interés cualquier experiencia realizada en el Tercer Mundo que intentara reorganizar la producción en un sentido social.

No hay que confundir esta tendencia con el “hedillismo”, o lo que se llamó entonces hedillismo. Éste sería algo muy diferente a los planteamientos que adoptó la sigla FE–JONS(A) a la que se aludía erróneamente como “los hedillistas”. Tendremos ocasión de insistir en las ideas de Hedilla. En cualquier, caso, su rentré política no se hizo desde el “falangismo”, sino desde una posición política nueva, si bien, los que rodeaban a Hedilla creían que iba a reivindicar el espíritu de la Falange antifranquista.

Esto nos lleva a dos actitudes fundamentales en relación a la “izquierda falangista”: la de aquellos que asumieron posiciones de izquierda manteniendo su identidad falangista –por ejemplo, FE–JONS(A) que, en todo momento, y paradójicamente, seguía ostentando los signos que hacían de este partido un hermano español de las formaciones fascistas de los años 30 (uniformidad, organización, cánticos, estilo)– y aquellos otros que, desde el principio, negaban esa identidad, convencidos de que el nombre de Falange había quedado indisolublemente ligado al franquismo y que era necesario partir de otra sigla y de otra estética para poder realizar una tarea política de futuro. Entre los primeros podemos situar a FE–JONS(A), y uno de sus precedentes, el FENS; en la otra al FSR, al FNAL y al entorno de Cantarero del Castillo. También aquí es preciso advertir que, en el interior, todos estos grupos no eran homogéneos y tenían distintas sensibilidad y actitudes: desde los que sinceramente creían que era preciso introducir correcciones a la Falange histórica y que, por tanto, no valía la pena utilizar esa referencia y aquellos otros para los que la nueva sigla era una mera cobertura para enmascarar lo que realmente eran. Actitudes de este tipo hacen extraordinariamente difícil el seguimiento de todos estos grupos: los mismos personajes que participaban en estas actividades, iban cambiando de criterio con el paso del tiempo y no siempre en la misma dirección.

Cabe hablar de “tránsitos”. En efecto, para la inmensa mayoría de quienes participaron en todas estas iniciativas, la ubicación política en la “falange de izquierdas” no fue un punto de partida. Todos tenían una historia previa, esto es, un punto de partida a partir del cual fueron evolucionando, directamente o a través de etapas intermedias. Así mismo, para muchos, alcanzar ese punto no significaba llegar a un punto final, sino tan solo a una nueva etapa en una migración política que terminaría mucho más lejos. Todo esto marca distintos itinerarios personales mucho más que orgánicos. No podemos hablar, en efecto, de itinerarios colectivos debido a la escasa coherencia interior de estos grupos y a las distintas opiniones que sostenían sus miembros que, por otra parte, siempre fueron unos pocos centenares. Hemos identificado cinco de estos itinerarios:

1)     Del “fascismo revolucionario” a la “oposición democrática”.– Es el camino seguido por los Ridruejo, Tovar, Laín, etc. Partieron de la voluntad de emular la revuelta de las juventudes europeas lideradas por los fascismos y tratar de materializar esta posición en el interior del régimen franquista, no habituarse a la convivencia con sectores monárquicos y reaccionarios y, finalmente, para terminar, dejando atrás el impulso inicial y asumir los valores democráticos y parlamentarios.


2)     De la burocracia del Movimiento franquista a la derecha liberal.– El punto de partida de este itinerario no era la Falange histórica (partido al que quienes lo siguieron no habían podido pertenecer por cuestiones de edad; fue, un itinerario habitual para algunos “falangistas de segunda generación”) sino el inicio de una carrera en el interior de la burocracia franquista, bien en el Frente de Juventudes o en el SEU de la postguerra. La actitud de los que realizaron este tránsito indica una voluntad “adaptacionista” y el reconocimiento de que había que modificar algunos de los postulados de la Falange histórica. Su objetivo era constituir una especie de “izquierda” del régimen franquista, pero cuando éste descarriló al morir Franco, se produjo una reorientación; el tránsito terminó en la etapa final: la derecha liberal. Fue el recorrido seguido por Cantarero del Castillo y su RSE.

3)     De las organizaciones juveniles franquistas al sindicalismo libertario.– Fue el recorrido realizado por algunos falangistas de “tercera generación”: iniciaron su andadura en la Organización Juvenil Española en donde recibieron una formación nacional–sindicalista. Cuando la quisieron ampliar –se trataba de jóvenes universitarios– fue frecuente que advirtieran problemas de inadecuación y espacios vacíos. Trataron de completarlos en función de las modas radicales de la época: renunciaron a cualquier forma de “nacionalismo” y les interesó solamente la parte “sindicalista”. Los que persistieron en este camino terminaron en lo que parecía su destino lógico: dejaron atrás el nacional–sindicalismo y pasaron al anarcosindicalismo que intentó reconstruirse en la transición. Fueron las gentes del FSR y de la ARS (Acción Revolucionaria Sindicalista).

4)     De la búsqueda de la ortodoxia a la desmovilización pasando por el activismo compulsivo.– Protagonizado por falangistas de “segunda y tercera generación” fue uno de los tránsitos clásicos: habitualmente, quienes lo siguieron formaban parte de alguna organización del Movimiento (OJE, Frente de Juventudes, Guardia de Franco, Falanges Juveniles). En un momento dado experimentaron cierto rechazo hacia el aparato franquismo y se embarcaron en iniciativas disidentes. Todas estas iniciativas –FE–JONS(A), especialmente– carecían de estrategia y la suplían con un activismo compulsivo. Esto hacía necesariamente que estuvieran poco tiempo en activo (“la luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo”). Cuando el cansancio hizo mella –al conocerse la pobreza de un resultado electoral o como resultado de interminables tensiones internas– simplemente abandonaban la lucha política para no volver jamás.



5)     El itinerario cíclico.– Se trata de trayectorias en las cuales las etapas que van quedando atrás son nuevamente recorridas al cabo de unos años y casi en los mismos términos. El paso del tiempo hace que estos ciclos no se recorran ni a la misma velocidad, ni tengan el mismo seguimiento. Siempre, en estos casos, se deben a falta de autocrítica sobre las experiencias pasadas (lo que permitiría ver las causas objetivas de un fracaso) y a creer que han fallado por causas subjetivas o voluntaristas. La imagen geométrica no es el círculo sino la espiral centrípeta, en la que cada vuelta indica un repliegue sobre sí misma. Es habitual entre falangistas de “cuarta generación” y responde más a una actitud psicológica que a una reflexión política (que cuando existe es superficial y limitada): el ejemplo algunos miembros de FE–JONS(A) que años después de haber concluido esta experiencia (a la que dedicaron energías y los mejores años de su vida) vuelven a intentarlo otra vez, sin terminar nunca de reconocer el fracaso.

Si tales son los itinerarios, quedaría ahora por intentar establecer algunos rasgos comunes a todas estas actitudes. Un intento de esta naturaleza se enfrenta a la multiplicidad de estas corrientes. En realidad, globalmente consideradas, solamente podemos encontrar unas pocas características comunes:

    El reconocimiento implícito de que era necesario completar el nacional-sindicalismo con aportaciones exteriores a su doctrina pero que se consideraba que podían cubrir los agujeros que el paso del tiempo había ido dejando.

    Tendencia a priorizar el aspecto “sindical” sobre el aspecto “nacional” de la síntesis nacional-sindicalista, lo que implicaba un máximo interés en “lo social”; recuérdese la consigna “Menos patria y más justicia” difundida por FE-JONS(A).

    Intento de integrar experiencias sindicalistas surgidas fuera del nacional-sindicalismo pero que no consideraban en contradicción con él (todo lo relativo a la autogestión de moda en los 60 y en la primera mitad de los 70).

    Complejo de inferioridad ante la construcción marxista (entonces en su máximo esplendor) y ante la simplicidad efectiva de la doctrina anarquista (enunciada en forma de consignas).

    Complejo de inferioridad al carecer de base social en el medio obrero. Buscaban a la clase obrera porque creían que la presencia de este grupo social era lo que aportada una entidad “de izquierdas”.

    Falta de comprensión estratégica que les llevó al ejercicio de un mero tacticismo. Ninguna de las tendencias falangistas (de izquierdas, disidentes del movimiento o integradas en éste) fue capaz de elaborar una estrategia política autónoma, problema que se remonta a las fuentes del nacional-sindicalismo. El mismo José Antonio, solamente en un momento avanzado de su andadura política estuvo en condiciones de elaborar una estrategia en agosto de 1935.

A estas características comunes (que se manifestaban con diferente intensidad en cada una de las fracciones y personajes) se unen otras específicas, presentes en unos y ausentes en otros:

 La obsesión antimonárquica no estaba presente, por ejemplo, en la tendencia encabezada por Cantarero del Castillo que omitía pronunciarse sobre la cuestión, dando por sentado que en su aceptación de la “legalidad vigente” emanada de la Ley Orgánica del Estado de 1967, aceptaba al franquismo como un estado de regencia hasta que se produjera la instauración de la monarquía en la persona del entonces Príncipe Juan Carlos. Sin embargo, el antimonarquismo fue un rasgo habitual entre los grupos “disidentes” del Movimiento: FES, Círculos Doctrinales José Antonio y los grupos que dieron vida a FE-JONS(A).

  Necesidad de escapar a la sensación de aislamiento. La inferioridad numérica en la que se encontraban los grupos falangistas especialmente en la universidad ante los grupos de izquierda o extrema-izquierda, su carencia casi absoluta de base obrera, y la incomprensión creciente en la que desarrollaban su acción, les daban una sensación de aislamiento que aspiraban a suplir adoptando algunos rasgos externos y consignas de estos grupos de extrema–izquierda en un desesperado intento de evitar su aislamiento. Esta actitud fue muy clara tanto en el FSR como en la ARS como prueba el hecho de que finalmente terminaran integrándose unos en el Partido Sindicalista y otros en la CNT.

— Revolucionarismo: esto es, utilización constante de una fraseología ultrarrevolucionaria con el intento de superar a la izquierda en ese terreno, es decir, ser más “revolucionarios que la izquierda más revolucionaria”. Creían con este subterfugio poder hacer olvidar los vínculos de la Falange con el régimen franquista. De la misma forma que la Falange histórica intentó adaptar el fenómeno mundial de los fascismos, lo que podemos llamar la “extrema–izquierda” falangista trató de asimilar su doctrina a la “nueva izquierda” que estuvo en boga a partir de mayo de 1968. Los elementos propiamente fascistas de la doctrina originaria fueron sustituidos por elementos extraídos de la ultraizquierda.


HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (1 de 8) – Introducción

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (2 de 8) – Las coartadas ideológicas del izquierdismo falangista

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (3 de 8) – El arranque extraño de “la Auténtica”

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (4 de 8) – El Manifiesto por la Legitimidad Falangista

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (5 de 8) – FNAL, FSR y distintos experimentos frustrados

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (6 de 8) – La imposible falange socialdemócratas de Cantarero del Castillo

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (7 de 8) – La “falange de izquierdas” de Rodrigo Royo

HISTORIAS DE LA FALANGE DE IZQUIERDAS (8 de 8) – Conclusión – El cementerio de las buenas intenciones