Todos salvo el CIS conocían el resultado electoral del 13 de
febrero en Castilla-León. Todos. La cuestión no era preverlos -que podían
preverse- sino explicarlos y, sobre todo, establecer qué consecuencias pueden proyectar
sobre la política nacional. Y a esto le vamos a dedicar unas cuantas líneas,
más que nada, para seguir la tradición de info-krisis, de comentar, no el
detalle, pero si los aspectos más decisivos de la política nacional.
Dicen que el PP ha ganado, y ciertamente, no puede dudarse de que
la derecha liberal ha obtenido un triunfo en relación a su rival inmediato el
PSOE, pero también hay que tener en cuenta que:
- El PSOE ha pasado de obtener 479.916 votos en 2019, a 362.304. Tanto en votos como en porcentaje como en escaños, el PSOE ha
sufrido una aparatosa derrota. Y no se ve exactamente a donde han ido a parar
esos votos. Algunos han pasado a los pequeños partidos provinciales (en total,
en torno a 84.000 votos), faltan todavía 30.000 por justificar. Seguramente una
parte de la decepción ha ido a la abstención, pero también es muy posible que
hayan pasado a Vox.
- En cuanto al PP, el avance de dos diputados, no se ha traducido
en un aumento de votos. El PP ha pasado de
433.905 votos en 2019 a 378.896 ahora, lo que supone una pérdida de 60.000
votos. Está claro que la inmensa mayoría de esos votos se han desplazado hasta
Vox. Y estos datos, a pesar del avance en número de escaños, no puede, de
ninguna manera, ser considerado por el PP como una victoria. Han ganado, sí,
pero no han convencido, y su victoria tiene sombras que recaen sobre el propio
Casado.
- Vox ha sido (junto con los partidos localistas) el gran vencedor
con 212.605 votos, 13 escaños. No solo eso: tiene
las llaves del a gobernabilidad de la Comunidad Autónoma. Ha multiplicado por
tres los votos obtenidos en 2019 cuando apenas consiguió un diputado. De
momento, su existencia queda garantizada a nivel nacional. El PP, ya tiene un partido
“a su derecha” y, a partir de aquí, le va a ser muy difícil recuperar los
niveles de votos que obtuvo en años anteriores.
- De la extrema-izquierda no vale la pena casi hablar: el resultado
de sus monsergas sobre la violencia doméstica, lo
LGTBIQ+, el cambio climático y el vegetarianismo, se ha traducido en un
hundimiento, por lo demás, previsible: en 2019, las dos candidaturas de extrema-izquierda
(Izquierda Unida-Anticapitalistas-Tierra Comunera-Alternativa Republicana de un
lado y del otro Podemos-Equo), sumó un diputado y 100.000 votos. Tres años
después, ambos grupos coaligados en Unidas Podemos han perdido 40.000 votos y
apenas un diputado.
- El éxito de los partidos provinciales, especialmente de UPL y de Soria ¡Ya!, a los que hay que sumar XAV (por Ávila),
en total, dan 8 escaños de esta tendencia, seguramente surgidos de
decepcionados del PSOE que se resistían a votar a Vox o a la derecha-liberal. Y,
por supuesto, votos surgidos del descalabro final de Cs (que de 11 a pasado a 1
diputado).
Estas son las tendencias del voto. Ahora vamos a la interpretación:
1) La convocatoria de elecciones anticipadas fue realizada por el
presidente De la comunidad que temía la defección de Cs. No parece de recibo que esa defección fuera a producirse
realmente. De hecho, el Cs hubiera preferido agotar la legislatura y estirar al
máximo su estancia en el poder autonómico. Un cambio de alianzas, a estas
alturas, hubiera entrañado, una aceleración de su proceso interior de
disgregación. Las elecciones fueron convocadas por presiones de Génova que
aspiraba a obtener una victoria en esa comunidad, de tal envergadura que
ensombreciese la victoria de Ayuso en Madrid y reforzara el liderazgo de
Casado. Pero esta victoria no se ha producido, al menos en las condiciones a
las que aspiraba Génova. Gobernará Mañueco, pero, una vez más, requiriendo
el apoyo de votos ajenos y seguramente en coalición.
2) Si lo que Génova pretendía era bloquear el ascenso de Vox, el
resultado ha sido justamente el contrario. Cada
vez más, el partido de Abascal está en condiciones de rivalizar con el PP. Y
así como anteriores escisiones de esta formación, tenían como objetivo forzar “desde
fuera” una rectificación en la línea del PP (por ejemplo, el PADE), Vox aspira
al “sorpasso”. Por lo tanto, este resultado si que afecta al futuro, no solo de
la comunidad de CyL sino de toda España: solo el CIS puede dudar del descalabro
que puede sufrir el PSOE en las próximas elecciones generales (que, casi
necesariamente, se adelantarán), pero cada vez más, empieza a estar claro
que, si el PP quiere gobernar, nunca podrá hacerlo por mayoría absoluta y
deberá hacerlo mediante una “gran coalición” con el PSOE o mediante una “coalición
de derechas” con Vox.
3) La proliferación de pequeños partidos localistas indica el
grado de putrefacción de la política nacional: cada vez se confía menos en las
grandes opciones. Tanto PP como PSOE han perdido votos. Los votos perdidos por
estas formaciones, muchos en el caso del PSOE, han ido a parar a estos partidos,
mucho más ambiguos y próximos. Pero no olvidemos que se trata de formaciones que
no garantizan “atar” esos votos, especialmente en elecciones generales.
4) En cuanto al hundimiento de Unidas Podemos abre malísimas
perspectivas para la extrema-izquierda. El “efecto Yolanda Díaz”, no solamente no
ha repercutido en estas elecciones, sino que nada ha sido capaz de detener la
caída en su cuota de votos, que preludia la que va a tener a nivel
nacional. Incluso el proyecto de “superación” de UP que tenía Yolanda Díaz en
comandita con la alcaldesa de Barcelona y la valenciana Mónica Oltra, quedará
estancado y las dos social de la Díaz prefieran seguir con sus opciones
regionalistas antes que embarcarse en un proyecto de dudoso futuro.
5) Cabe decir que las dos opciones surgidas de la crisis económica
de 2009, Podemos y Cs, han quedado laminados en esta convocatoria. Su ciclo
vital apenas ha durado 10 años y las esperanzas que en otro tiempo pudieron
despertar, están más que archivadas y olvidadas. Y en ambos casos, el
electorado que creyó en ellas tiene la sensación de haber sido traicionado.
Pero el gran tocado por este resultado electoral ha sido el
pedrosanchismo. No solamente ha descendido de votos su propia formación, sino
su aliado. Es cierto que en CyL, las consignas sobre la Agenda 2030, el
cambio climático, el complejo LGTBIQ+, la igualdad, la continua recepción de
inmigración, el veganismo, las críticas a las explotaciones ganaderas, etc, no
son las temáticas más populares (¿dónde lo son?), al igual que el trato de
favor de los independentistas catalanes,
a los proetarras, la gestión nefasta y nefanda del Covid, así como las cifras
triunfalistas en materia económica que contrastan con las realidades
perceptibles por toda la población, jugaban en contra de la coalición pedrosanchista.
Pero, a fin de cuentas, parece claro que, incluso introduciendo
las variables sobre el carácter conservador de la “áspera meseta”, lo cierto es
que, en el resto de España, con mayores o menores diferencias, esta es la
tendencia general. El gobierno ha podido sacar
adelante los presupuestos gracias a que pagará la traducción de algunas
películas de Netflix al catalán… La Ley de Reforma Laboral ha salido adelante
por un voto erróneo (o comprado)… La desconfianza en la UE sobre el destino de
los fondos enviados a Sánchez es cada vez mayor. La parálisis de un gobierno
divido entre “pragmáticos” y “globalistas” es cada vez mayor. Y está claro que
así no puede mantenerse mucho tiempo en el poder. El gran problema para Sánchez
es que se le reproduzcan los resultados en CyL en la Comunidad de Andalucía,
que precederán a las elecciones autonómicas en doce regiones en 2023, junto a
las elecciones municipales. Nadie cree que Cs pueda mantenerse en Andalucía
y allí Vox puede dar un tirón que también lo ha convierta en socio necesario
del PP.
A estas alturas, las encuestas del CIS son tomadas a chacota por
medios de comunicación, ciudadanos e incluso partidos. Sánchez va a
necesitar algo más que la freiduría de Tezanos, su habilidad psicopatológica
para mentir y sus monsergas sobre la Agenda 2030. El pedrosanchismo pasará a la
historia de España como uno de los períodos más negros y su representante como
el títere del Foro Económico Mundial para aplicar sus estrategias en nuestro
país. Esas estrategias,
fundamentalmente, están dirigidas a conseguir una mayor atomización social que
haga imposibles las protestas, cree falsos problemas, sobreactúe ante las
crisis (covid, Ucrania, machismo, etc) sembrando un miedo desmovilizador que
inhiba a los ciudadanos y permita imponer las directivas de sus patrones
mundialistas.
Los independentistas catalanes tienen prisa en convocar la “mesa
de diálogo”. Saben que, en medio año, o, como máximo año y medio, se pueden
encontrar con que, en la otra parte de la mesa estén sentados miembros de Vox y
la seguridad de que se las tendrán que ver con el PP y, ahora ya está claro que
Casado “no habla catalán” ni siquiera en familia. En cuanto a los vascos tienen
prisa por poner a los últimos asesinos de ETA en la calle antes de que se produzca
el relevo en La Moncloa. Se viven momentos de “oración, despedida y cierre”
del pedrosanchismo. El canto del cisne se ha iniciado en CyL
Ahora bien, la legítima pregunta que podemos hacernos es si
Casado no está igualmente influido por el Foro Económico Mundial (que lo está)
y si, una vez en el poder, sus políticas van a ser cómo ha sugerido, las
contrarias al pedrosanchismo, o más bien una ralentización del proyecto
mundialista y de la Agenda 2030. Ni siquiera está claro que ante una
victoria del PP, Casado no reciba el consejo (que ya recibió Sánchez en 2019)
de los centros de poder en Europa: “pactad una gran coalición y, con ella
realizad las reformas constitucionales que y aplicar las políticas que os
imponemos”.