Vale la pena pararse a reflexionar y hacerlo con independencia de lo que puedan publicar los informativos. Lo he dicho en muchas ocasiones: todos los medios de comunicación mienten. Sin excepción. Incluso los que seguís. Os dicen lo que esperáis oír y por eso los seguís. En realidad lo que expresan es la opinión de sus propietarios, ni siquiera la de los profesionales que los elaboran. Un blog, tiene la ventaja de que dice lo que el firmante opina y sería absurdo que, el que suscribe se engañara a sí mismo, en lo que, en el fondo, no es más que un diario personal. Hay algunas consideraciones sobre problemas reales y problemas imaginarios que me gustaría sintetizar en dos entregar. Ahí va la primera: CONTRA QUIÉN, CONTRA QUÉ y ALGUNAS CONSIDERACIONES POLITICAMENTE MUY INCORRECTAS
CONTRA QUIÉN
Personalmente,
me siento europeo. Ciudadano de “otra Europa”, no de esta: hijo de la cultura
clásica, del mundo greco-latino, del mundo germánica y de la catolicidad.
Esta Europa es la única que vale defender. Ella es la única en la que me
reconozco. Me siento, además, partícipe de un grupo de pueblos que hablan el
mismo idioma. Y tengo por cierto que, si España tiene hoy una misión y un destino,
ese es el de ser puente entre la Vieja Europa y el Nuevo Continente.
Celebro, además,
la pujanza, de la lengua española en el continente americano. Y lamento
profundamente que exista una lucha contra nuestra lengua vehicular en la tierra
que me ha visto nacer a mí y a mis ancestros desde el siglo XV, Cataluña, lucha
que nace del micronacionalismo y que solo él ha querido. Lamento
profundamente que el mundo que voy a dejar a mis hijos y a mis nietos sea mucho
peor, en todos los sentidos, que el que me legaron mis padres. Se entenderá
el por qué no me resigno a bajar la cabeza y callar.
Creo que somos muchos
los que podemos aceptar y compartir todo lo dicho en el párrafo anterior. Si
hemos coincidido en eso, creo que esteremos también de acuerdo en que los principales
enemigos son:
- La
globalización, de la que la Unión Europea no es más que una pieza regional, a
pesar de ser la parte más desfavorecida por este proceso. Una globalización
cuyo objetivo único es crear un mercado económico mundial, sin tener en cuenta las
situaciones diferentes, los desequilibrios locales y que ha generado
movimientos tan perversos como la inmigración masiva (de Sur a Norte y de Este
a Oeste) y la deslocalización (de Oeste a Este y de Norte a Sur).
- El
mundialismo, que no es más que la imposición de una nueva creencia
supersticiosa (la superchería de un mundo sin fronteras culturales,
religiosas, étnicas y nacionales) que contradice a la naturaleza (que nos
arraiga a la tierra natal y nos hace amarla y apreciarla y hace que nos
reconozcamos en los que son iguales a nosotros). Esta ideología sostiene la
necesidad de crear una “cultura de fusión” y un “mestizaje cultural” en los que
la cultura y los pueblos europeos salen ampliamente perjudicados.
Es cierto que
la “dimensión nacional” que conocemos, el Estado Español, ya no está a la
altura de nuestro tiempo y que se trata de buscar “federaciones” o
“uniones” que puedan responder mejor a los retos que afrontamos, pero
también es cierto que “lo semejante se une a lo semejante”, se trata, por tanto,
de buscar aproximaciones a lo que resulta “contiguo”, no a lo que está separado
de nosotros por una brecha antropológica, religiosa, étnica y cultural.
Por otra parte,
no puede eludirse que un mercado mundial globalizado solamente sería posible
si, en todo el mundo, existiera el mismo nivel de vida, las mismas leyes,
idéntica productividad, similares recursos y fuentes de materias primas… Pero
nada de todo esto existe en la realidad. De ahí que la globalización, en las
actuales circunstancias, sea una quimera que solamente es defendida por
ignorantes e irresponsables, o bien por quienes se benefician de ella, esto es,
las élites económicas.
CONTRA QUÉ
Si se acepta que
estos son los dos grandes enemigos, habrá que aceptar que, en los últimos 20
años, su poder se ha hecho prácticamente universal y total. Es cierto que
algunos critican la globalización económica, pero evitan pronunciarse sobre los
dos hechos fundamentales sobre los que discurre y que antes hemos mencionado: deslocalización
e inmigración. Así mismo, la lucha contra el mundialismo no puede
realizarse desde otras trincheras más que desde la defensa de la identidad.
Porque, a fin
de cuentas, la globalización no persigue una homogeneización económica mundial,
sino solamente aumentar el interés rendido por el capital especulativo.
Treinta años después del disparo de salida de la globalización (1989), lo
cierto es que la humanidad se ha dividido entre:
- una pequeña élite de “beneficiarios de la globalización”: grandes acumulaciones de capital, herederos de las dinastías económicas activas desde finales del siglo XVIII, fondos de inversión, accionistas de grandes compañías multinacionales y especuladores.
- y una inmensa mayoría de “damnificados por la globalización”: clases medias, trabajadores, agricultores y ganaderos, pequeños empresarios y autónomos, si nos referimos al plano social; si nos referimos al marco nacional: Europa es la gran perjudicada en la medida en que ha visto buena parte de su industria deslocalizada y ha tenido que aceptar mano de obra inmigrante que ha contribuido a disminuir los salarios (para “ganar competitividad” en la jerga globalizadora) y a convertir las sociedad europeas en un tablero étnico inestable y turbulento.
Todo esto, no
por cierto, puede parecer excesivamente generalista y alejado de nuestro día a día.
En realidad, no es así: nuestro día a día está conformado por esas dos
palabras: mundialismo y globalización. No hay un fenómeno que se produzca en
nuestro entorno que no tenga alguna relación, más o menos directa, con estos dos
fenómenos.
Tales fenómenos,
no son el producto de una evolución “democrática”, hacia formas más libres,
descentralizadas y justas de organización social. En realidad, es todo lo
contrario: es el camino trazado por élites cerradas y opacas, cuyo objetivo
es la instalación de un régimen mundial dictatorial, distópico y agresivo, en donde
las libertades individuales y comunitarias hayan sido sustituidas por reglas
coercitivas, imposiciones sutiles pero ineludibles y opresión de cualquier
forma de disidencia mediante un conjunto de recursos derivados de las nuevas
tecnologías.
Sin embargo, nos
equivocaríamos si pensásemos que este fenómeno es homogéneo y que no tiene
matices. De hecho, se trata de un fenómeno, inicialmente caótico, pero que
tiende a reconstruir un “orden” coherente y homogéneo que dista mucho de la
Utopía. En realidad, caminamos hacia una distopía casi inevitable augurada
por la literatura de anticipación más pesimista y caracterizada por:
1.- La dictadura de la “corrección política” y la tiranía de las minorías “progresistas”.
2.- La desvalorización de la política y la anulación de cualquier forma de representatividad efectiva
3.- El gobierno mundial por parte de las élites económicas.
4.- El control asfixiante sobre medios de comunicación y redes sociales.
5.- El hedonismo como único valor al que se debe tender y que merece contemplarse
6.- La creencia optimista en que la ciencia resolverá todos los problemas, incluso los que la propia ciencia cree.
Es fundamental
entender que estos seis elementos no caminan en solitario, sino que avanzan
todos en la misma dirección y eso es lo que asegura su fuerza y su capacidad
para apisonar cualquier oposición.
Todos estos
elementos no han nacido en nuestra época: en realidad, se trata de fenómenos
“vintage”, nacidos, incluso hace un siglo, pero que solamente han estado en
condiciones de imponerse mundialmente a partir del final de la Guerra Fría,
cuando la caída del bloque comunista hizo posible que, a partir de los EEUU, se
impusieran leyes económicas mundiales y los valores sobre los que se habían
creado pasaran a universalizarse.
- En la Escuela de Frankfunt, nacida en la República de Weimar en los años 20, ya se encuentran teorizados todos los valores que darán lugar a la “corrección política”. Tendrán un primer fogonazo con la revolución de mayo de 1968, y posteriormente, terminarán imponiéndose mundialmente con su concepción del “relativismo” (no existen certidumbres, ni nada que sea absoluto, todo puede ser cuestionado, nada debe aceptarse como cierto y permanente).
- Estos pensadores sostenían que el ser humano debe disfrutar de la vida, gozar sin límites, sin trabas y sin tiempos muertos. Una concepción de la vida así, no era nada más que hedonismo, a despecho de cualquier otro valor que, inevitablemente, acompaña a la humanidad desde su aparición: valores morales, valores familiares, valores sociales, valores de grupo. Dado que todos los valores son, para este grupo de pensadores, “relativos”, el único absoluto que gravita sobre ellos es el disfrute y a eso debe tenderse por encima de todo.
- La Escuela de Frankfurt quiere que el lema “libertad – igualdad – fraternidad” no se quede en una mera intención, sino que aspira a llevarlo a la práctica y, para ello, llega a la conclusión de que es preciso modificar la naturaleza humana. Cree que eso puede hacerse mediante la “educación” y de ahí surgen todos los problemas y las locuras que está aplicando el ultraprogresismo en nuestros días.
- “Somos iguales”, por tanto, todos podemos hacer lo mismo, todo dependerá de la educación que hayamos recibido. El coeficiente intelectual, la inteligencia, el sexo, no pueden “determinar” lo que vamos a ser y nuestro rol social. De hecho, nos dirán, si se educa a un niño como niña, el resultado será una niña. Las diferencias de capacidad intelectual se deberán a la educación y pueden ser eliminadas. El ADN, las conexiones neuronales, la existencia de más material gris o de menos materia blanca en nuestro cerebro, es decir, todo lo que es natural, puede ser modificado para alcanzar la igualdad universal que es el paso previo a la felicidad universal.
- “Somos libres”, por tanto, todos podemos hacer lo que nos dé la gana; las sanciones morales, las restricciones éticas, no son más que “represiones” que nos impiden ser lo que somos y, por tanto, ser felices: el loco, no lo está, lo que ocurre es que la sociedad no sabe apreciar el universo que él mismo ha creado y, por eso, le tiene miedo. El hedonismo de todos es lo que debe superponerse a cualquier otro criterio. Y, ese hedonismo se ampara en la desaparición de criterios absolutos. Si todo es relativo, cualquier cosa, por absurda que sea, es válida y, por tanto, debe “dialogarse” sobre ella. Además, hasta el asesino en serie más psicópata y criminal, puede ser reconducido mediante la educación y convertirse en un manso corderito.
Incluso la historia puede ser
rectificada con criterios de “posverdad”: ni siquiera se trata de que los
planteamientos sean ciertos, basta con que sean “correctos” y asumidos por las
masas.
Además de la
Escuela de Frankfurt, la “corrección política” tiene mucho que ver con las
contribuciones, mucho más vintage aún, de Aldous Huxley y de H.G. Wells, en sus
orientaciones científico-técnicas, con Simone de Beauvoir, en el nacimiento del
feminismo moderno (que sustituyó al sufraguismo) y con Freud y Wilhelm Reich,
en la pansexualización de la vida. Todos estos novelistas, intelectuales y
especuladores sobre la psique, fueron en su tiempo, muy criticados (la Beauvoir
fue contestada y refutada por Esther Vilar) y buena parte de sus teorías están
hoy superadas (Freud) y tenidas como supercherías (incluso, en el caso de
Reich, como “supercherías y locuras precientíficas”). Los experimentos que se
han realizado para confirmar que la educación puede doblegar a la naturaleza
(véase el del doctor John Money y su experimento en “el caso Reimer”), han
confirmado justamente lo contrario, algo que se sabía desde que se descubrió el
ADN (se nace hombre o se nace mujer, y cada género implica cualidades, handicaps
y preferencias diferenciadas). Pero, nada de todo eso, ninguna de esas
evidencias, ni siquiera la lógica y el sentido común, inducen al
ultraprogresismo a una reflexión, sino que, más bien, son alicientes para que
dé un paso más adelante. El resultado es que, nunca como hoy, las
supercherías, el buenismo, y, en definitiva, todo, absolutamente todo, lo que
puede aportar el ultraprogresismo, ha estado tan alejado, no sólo de criterios
tradicionales propios de la cultura europea, sino incluso de la propia ciencia.
La “verdad” ha sido sustituida por la “posverdad”, en la cual lo emotivo y
sentimental, el pathos, se impone sobre
el ethos.
La técnica ha
venido en ayuda del ultraprogresismo. La técnica es neutral, pero no así sus
aplicaciones. La informática, la inteligencia artificial, las redes sociales,
en sí mismas, no son “buenas”, ni “malas”, todo depende de quién las utilice,
para qué las utilice y de la importancia que tengan en su propia vida. La
gran esperanza de las élites ultraprogresistas está puesta en la evolución de
las redes sociales en los próximos años: el gran riesgo que corren las élites
globalizadoras y mundialistas consiste en que la población termine dándose
cuenta de la gravedad de la situación actual y reaccione. La reacción de
quien se reconoce engañado y estafado puede ser terrible y su cólera,
destructora e inmisericorde. Por eso es urgente implementar nuevas técnicas. Es
ahí donde entra en juego el “Metaverso”, la “realidad aumentada” y la
“realidad virtual”.
En efecto, lo
que la técnica nos está ofreciendo tiene solamente una desembocadura lógica: la
creación de mundos virtuales en los que se podrá interactuar como en los reales
(se sentirá incluso la sensación de tacto mediante trajes dotados de sensores
que reproduzcan el contacto humano, incluso se está estudiando pantallas
“olfativas” que reproduzcan olores), en donde el “avatar” podrá no ser lo qué
somos, ni cómo somos en realidad, sino cómo nos gustaría ser y cómo nos
gustaría presentarnos. Si en la realidad somos feos y cobardes, somos
tímidos y limitados, en los mundos virtuales podremos presentarnos como
valientes, osados, heroicos, hermosos y poderosos.
Está claro que
esta tecnología, que tiene indudables aplicaciones empresariales y sociales,
terminará atrayendo a una parte considerable de la población que optará por
sumergirse en los mundos virtuales, al experimentar una profunda insatisfacción
en el mundo real. Y esto nos lleva a la primera película de la serie Matrix: entre
la “pastilla roja” (la realidad inquietante y difícil) y la “pastilla azul” (la
ignorancia hedonista proporcionada por el mundo virtual y digital, que no deja
de ser más que una suma de impulsos eléctricos), la mayoría optará por sumirse
en los mundos virtuales como posibilidad de fuga de la realidad. En 1972,
Zbigniew Brzezinsky, en su Era
Tecnotrónica, ya insistía en que el “mundo futuro”, esto es, el actual,
precisaba de “entertaintment” para doblegar el instinto de rebeldía y de resistencia
contra el “nuevo orden mundial”.
Como puede ver,
el problema es mucho más complejo de lo que hoy piensan algunos. Es cierto que,
en España, el “pedrosachismo” supone la punta de lanza del ultraprogresismo en
nuestro país y que, en la propia estructura del PSOE están aninados todos los
desarrollos de esta ideología. No es solamente la presión del “partido de
los colgados” (Podemos), lo que impulsa al PSOE a discurrir por los senderos
del ultraprogresismo, sino la propia naturaleza interior de todos los partidos
en otro tiempo marxistas que, al ver hundido su ideal y desaparecida la clase
obrera en nombre de la cual dijeron actuar durante 75 años, han orientado sus
criterios “dialécticos”, “relativistas”, “progresistas”, en otras direcciones.
El problema es
que no está claro que una eventual subida al poder de los partidos de la
derecha (PP+Vox), o lo que es todavía posible, una “gran coalición” PP+PSOE,
vaya a rectificar todo esto. De hecho, lo más preocupante es que la actitud
de la derecha liberal española en materia económica, en materia de vertebración
del Estado, en materia de “ingeniería social”, no es muy diferente de la del
PSOE, incluso se da la circunstancia de que, en el Parlamento Europeo, es
frecuente que ambos partidos voten a favor de las mismas medidas y se opongan
al unísono a otras.
Por lo demás, no
debemos olvidar que el centro-derecha ha gobernado durante 20 de los 44 años de
democracia en España. Sin embargo, en materia educativa y en materia de
vertebración del Estado, ha seguido la misma política que el principal partido
de la oposición y no ha hecho gran cosa para rectificar ni la deriva educativa,
ni la centrifugación autonómica, ni la lucha contra la corrupción, ni contra la
inmigración masiva, ni siquiera ambos partidos han adoptado posiciones de
defensa de los intereses nacionales en la Unión Europea.
Por tanto, no
puede esperarse que una rectificación de las tendencias actuales, venga dada
por el resultado de unas elecciones y, mucho más, habida cuenta de que la
población cada vez está más de espaldas a la política, desinteresada y saturada
por las luchas de partidos, la falsedad de todo lo que dicen y proponen y, para
colmo, sometida a campañas de terror informativo (de la que la campaña sobre el
covid es, sin lugar a dudas, la más extrema).
ALGUNAS
CONSTATACIONES INEVITABLES:
- Si
“democracia” fuera el “mando del pueblo”, resulta evidente que el régimen que
existe en España es, cualquier cosa, menos “democrático”. Mandan los
partidos políticos, no manda el pueblo: son los partidos los que imponen
candidatos y son los medios los que orientan el voto. No existe
“división de poderes”: el parlamento sirve para muy poco, porque los
gobiernos aprueban “decretos-ley”, y, por tanto, el poder “legislativo” está
reducido a ser una cámara-espectáculo para salvar las apariencias. Y en cuanto
al poder “judicial”, basta ver el interés de los partidos en nombrar a los más
altos cargos de la magistratura para saber que su independencia es pura
ficción.
- La
“ficción” sobre la que se asienta nuestra realidad hace que nuestra
“democracia”, sea “virtual”. El régimen aprobado en 1978, ha sufrido un
desgaste desde los años 80 y hoy es, simplemente, una cáscara sin vida que se
mantiene por pura inercia y por interés de la clase política y mediática que
vive a su costa. A eso se une la degeneración, cada vez más creciente y que
ha llegado a su límite extremo en esta legislatura, de la clase política: los
ministerios son ocupados por mediocridades o, incluso, por inútiles totales,
sin conocimientos en el área que deben dirigir, ni experiencia en gestión, ni,
por supuesto, sentido del Estado. Un Illa, gestionando la pandemia, sin el
más mínimo conocimiento en medicina, o las estúpidas declaraciones de un Garzón
(que, en tanto que ministro de consumo debería de decir algo sobre
importaciones alimentarias de mierda que nos llegan desde el extranjero,
incluidas naranjas y carnes) o de una Yolanda Díaz que considera una reforma
mínima en la contratación como un “éxito histórico sin precedentes” (aprobada por
un solo voto comprado)… son algunos de los casos que demuestran hasta qué punto
la inutilidad, el amateurismo, la pura y simple ignorancia, está en el “timón”.
Esto hace que el votante se desinterese por cualquier proceso electoral: hace
años -décadas, incluso- que ya no se vota por tal o cual partido, sino contra
éste o a aquel. Y, mucho más grave aún, es que la desvalorización de la clase
política, haya inhibido a las élites culturales y profesionales del país, a
participar en la política, a la vista del merecido desprestigio social que
implican (político = mangante, es la tautología a la que ha llegado buena
parte de la población, ejercitando su sentido común, simplemente). Da
igual a quién votemos: poco va a cambiar.
- España es
hoy el furgón de cola de Europa. En 2009-2011, se hundió un 24% de nuestra
economía al colapsar la construcción. Desde entonces han pasado once años: todo
sigue igual o, incluso, peor. En lugar de aprovechar ese tiempo para
reforzar el sistema educativo, procurar que los jóvenes que salieran de la
universidad tuvieran una formación sólida científica y técnica y de aproximar
universidad y empresa, invertir en sectores de alto valor añadido, en lugar de
aspirar a dejar la “periferia” de la Unión Europea y hacer esfuerzos por
integrarnos en el “centro motriz” u orientar nuestros pasos hacia la
penetración y participación en mercados que hablasen nuestro propio idioma, tuvimos
a un ZP que, literalmente, hundió y endeudó al país, a un Rajoy, indolente que
se preocupó sólo de cumplir los compromisos con la UE y de judicializar la
“cuestión catalana”, y, finalmente, a un psicópata incapaz, que actúa al
dictado del ultraprogresismo mundialista y globalizador. Nuestra economía,
que hubiera podido y debido ser reformada en 2011, está exactamente igual que
entonces: basada en el turismo y la construcción, sectores de bajísimo valor
añadido, con una educación que cada vez va rebajando más el listón, con una
juventud poco exigente, no solo en el terreno cultural (la música que oye
hubiera sido arrojada al basurero veinte años antes por jóvenes de la misma
edad), la escuela se ha convertido en un almacén de niños y adolescentes, sin
la más mínima capacidad formativa, el porro y el botellón, el videojuego y el
móvil, se han convertido en sus instrumentos más difundidos. Incluso este curso
se podrá acceder a las pruebas de acceso a la universidad con alguna asignatura
suspendida, siempre y cuando, la nota media sea… 5. El número de ni-nis está
en estos momentos en más de 2.000.000. Y, en estas condiciones, nuestro país ha
sobrevivido gracias a las ayudas de la UE, pero estas no se han utilizado en
una “reconversión” económica del país, sino que se han dilapidado en políticas
ignorantes, limitadas y absurdas. Y en 2022, el aumento de la inflación, la
subida de los tipos de interés, volverá a reproducir el problema de 2010-2011:
la falta de solvencia de la deuda pública española, la interrumpió de las
compras de deuda nacional por parte del Banco Central Europeo, y el aumento del
precio de la deuda.
- El gran
problema que vamos a vivir en 2022 es que la situación económica se va a
deteriorar tanto que va resultar muy difícil que el pedrosanchismo resista
hasta fin de año, especialmente, después de ver los resultados de las
elecciones regionales en Castilla-León y Andalucía. El primer signo de que
se aproximan elecciones lo dará la aparición de fisuras en la coalición de
gobierno: tanto PSOE como UP querrán llegar a las elecciones incontaminados por
los “errores” (y horrores) del otro. Habrá que ver, igualmente, los resultados
de la “derecha populista” y su orientación y, por supuesto, la actitud del PP y
sus preferencias a la hora de coaligarse para gobernar (porque está claro que
se ha acabado el tiempo de las mayorías absolutas). La hipersensibilidad del
PP a las “tendencias” en Europa, sugieren que, en todo momento, preferiría
gobernar con el PSOE antes que con Vox. Sin embargo, la brecha en nuestro
país entre derecha e izquierda, la famosa teoría de las “dos Españas”, hace que
este planteamiento condiciones cualquier coalición: ningún partido quiere verse
obligado a desaparecer si su electorado no consigue superar la dicotomía tradicional
que se arrastra desde hace un siglo.
Todos estos
elementos son negativos:
- Nuestra democracia es pura ficción, un simple acuerdo semántico, en absoluto una realidad.
- Nuestra estructura económica es nefasta y la incapacidad de los partidos para reformarla.
- No queda esperanza en unas elecciones que resuelvan un problema estructural.
- Ni que otro partido de centro-derecha aplique políticas económicas diferentes a las del centro-izquierda.
Por tanto, no será en el terreno político donde pueda surgir y aplicarse una alternativa, al menos a corto plazo. Sin desdeñar, por supuesto, el que, en algunos casos concretos, juzguemos que vale la pena apoyar a algún candidato, alguna sigla o a alguna formación concreta, o, incluso, a la constitución de alguna opción nueva.