jueves, 10 de febrero de 2022

ELEMENTOS PARA UN MANIFIESTO CONTRA LA IDEOLOGIA DE GENERO (1) - LAS TRES OLAS DEL FEMINISMO

Los casos de Juana Rivas y de Verónica Saldaña, han sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia. Hasta ahora, los partidarios de las “ideologías de género” eran solamente unos pesados intemperantes que exteriorizaban sus frustraciones y fracasos personales en un remedo de “ideología”, simple, grotesca e insignificante, punta de lanza del progresismo más enloquecido, pero cuyos defensores, fueran ministros o exhibicionistas Femen, no pasaban de ser unos freakys excéntricas que amenizaban teleinformativos. Poco más. Pero con Juana Rivas y Verónica Saldaña todo ha cambiado. Al final, las ganas de protagonismo de la interesa ha obligado al juez que llevó su caso a exponer abiertamente en la resolución para el ingreso en prisión de la interesada, las razones últimas por las que no puede pasar sin un castigo. Porque Juana Rivas, por mucho que el pseudo ministerio de igualdad y las asociaciones feministas hayan intentado sensibilizar a la opinión pública sobre una “madre coraje” que ha intentado defender a sus hijos… lo cierto es que ha terminado apareciendo como una sádica maltratadora ¡de su propio hijo! En cuanto a Verónica Saldaña, el secuestro de sus hijos, sus mentiras, sus interminables denuncias falsas y las denuncias por estafa de las que ha sido objeto, la señalan como otro arquetipo de la “mujer liberada y acogida a la discriminación positiva”. Ambas, en efecto, creen que con su palabra basta y que, ni la ley, ni sus maridos, ni sus hijos, tienen nada que decir. Ni siquiera el sentido común. Con ellas, casos extremos de la locura feminista que recorre nuestra época, lo que hasta ahora era freakysmo, se ha convertido en un peligro real: las manifestaciones de asociaciones feministas subvencionadas, los posicionamientos favorables de las ministras del gobierno Sánchez, la benevolencia mediática mostrada a favor de Juiana Riva y de la indefendible Verónica Saldaña, ahora adquiere su absoluta y delirante dimensión siniestra. A partir de ahora, cualquier madre sádica que quiera abusar de sus hijos, someterlos a prácticas desquiciadas, tiene razón en pensar que sus atropellos quedarán impunes. Incluso si se trata de denuncias falsas por violencia de género.

El mismo día en la que se abría el debate sobre las razones de un juez consciente de su misión, el Boletín Oficial del Estado publicaba una delirante norma por la que, incluso en aquellas sentencia absolutorias y en aquellas denuncias sobreseídas sobre violencia de género, se seguirán contabilizando como “casos de violencia de género”…

RECAPITULANDO: TRES FEMINISMO PARA UN ÚNICO “PROGRESISMO”

El sufraguismo ganó para la mujer algo tan inútil como el derecho al voto. No fue una gran conquista (a fin de cuentas, la democracia aritmética es solamente aquel sistema que garantiza que 51 asesinos tendrán la mayoría sobre 49 premio Nóbel, 51 idiotas sobre 49 sabios, 51 chalados sobre 49 estables, y no, por algún motivo, nunca ocurre al revés), pero fue un primer paso hacia la igualdad.

El siguiente paso al frente sería dado en los años 60, cuando el Women’s Lib, intentó elaborar una “ideología” feminista. No lo consiguió. De hecho, el gran avance del feminismo sesentero consistió en abrir la brecha para la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo. Hasta ese momento, no estaba excesivamente extendido el trabajo femenino. Tampoco se trató de un gran avance.

De hecho, a pesar de que fueran las feministas quienes reivindicaran este avance, en realidad, se trató de un balón de oxígeno para el capitalismo en la fase final de los “30 años gloriosos” de la economía mundial: en efecto, con la incorporación del 50% de la población al mercado de trabajo, en el que, hasta ese momento, se había negado a ingresar, impuso, gracias a la ley de la oferta y la demanda, una bajada del precio de la mano de obra. Basta hablar con nuestros padres para saberlo: hasta principios de los 70, un padre de familia, con un contrato de trabajo estable, podía, no solamente mantener a su familia, sino tener al alcance de su mano el “sueño español” (piso en propiedad, 600 y ahorrillos para un chalé o un aceptable nivel de consumo). Solamente diez años después, ese “sueño” solamente estaba al alcance de parejas en las que las dos partes trabajasen. Y, aun así, el número de hijos debió reducirse. Por eso decimos que aquella no fue una “conquista del feminismo”, sino una exigencia del capitalismo, que sólo la demagogia feminista consiguió transformar en “gigantesco avance”, lo que no era nada más que la aplicación de las leyes del mercado al mundo del trabajo.

Y, finalmente, llegó a Europa la tercera ola feminista. La actual. Esta irrumpió de la mano de las “ideologías de género” o los “estudios de género”. Pronto, ese esquema fue asumido por el progresismo más vanguardista. A fin de cuentas, era la última, nueva y gran novedad: el sexo, nos decían, es una construcción artificial que puede ser superada y alterada. Era la conclusión extrema a la que conducía inevitablemente el principio de la igualdad: si todos somos iguales, no hay -ni pueden existir- diferencias de sexo, ni de identidad, ni de raza, ni de cultura. La igualdad implica, no solamente que todos “somos iguales” (que no lo somos), sino que “debemos ser iguales” (para lo cual se aplica la apisonadora legislativa).

Esta tercera ola feminista llegaba muy tarde: la biología clásica y la biología molecular ya estaban lo suficientemente avanzadas como para poder establecer que el ADN no miente y es un tirano que define perfectamente al tipo “hombre” y al tipo “mujer”. Y no hay nada que hacer. Solamente el poder mediático (y el dinero de los fondos de inversión que lo sostiene y las subvenciones de los políticos elegidos por esos mismos fondos que lo subvencionan) han hecho que estos “estudios de género” hayan merecido alguna atención. De no ser así, hubieran ido directamente al basurero de la historia, por algo tan sencillo como cuando una anoréxica se mira al espejo y dice “Que gorda estoy”. Va directamente al psicólogo. O cuando un Van Gogh, sin ir más lejos, comenta que le sobra una oreja. Al manicomio con él. Hoy, sin embargo, cuando un niño de 14 años dice: “Me miro en el espejo y me veo como una chica” lo tiene todo pagado: al quirófano a cambiar de sexo. E, igualmente, están cubiertos los gastos que implica la castración. Si se trata de eso, nada de psicólogos: quirófano que la locura la pagamos todos. Créanme: desconfíen de todo aquel que entra en el quirófano sin razón suficiente para hacerlo. No está bien de la sesera, lo justifique como lo justifique.

¿Dónde encuadrar estas tres olas feministas? Respuesta: dentro de la corriente “progresista”, esto es, aquella que acepta cualquier innovación recién llegada, sin dar tiempo al “principio de prudencia” para analizar sus implicaciones. Cada época tiene a sus “progresistas” y en nuestra malhadada época si uno se manifiesta a favor de los dictados del ADN y contra en tajarini de los testículos o desaconseja hinchar al adolescente con hormonas y más hormonas, pases continuos por el quirófano, cirugía estética y bótox a tutiplé, es que uno no es suficientemente “progresista”.