jueves, 14 de octubre de 2010

Los islamistas piden aquí lo que niegan en sus países de origen

Infokrisis.- En los últimos 10 años el gobierno marroquí ha ido aumentando su hostigamiento contra la presencia de misioneros de otras confesiones religiosas, incluso contra aquellos que no llegaban al país a convertir almas sino a ayudar en las tareas del desarrollo. El gobierno marroquí les ha visto siempre con una mirada extremadamente desconfiada y lo que es peor, con una frecuencia cada vez mayor los ha perseguido y expulsado. En marzo de 2010, más de medio centenar de miembros de distintas confesiones no musulmanas han sido expulsados de Marruecos demostrando que la libertad religiosa es algo que no está al alcance del mundo islámico.

 Marruecos ha solicitado en diversas ocasiones el ingreso en la UE avalada por los EEUU y en la actualidad por José Luis Rodríguez Zapatero. Petición inútil porque Marruecos es una monarquía teocrática en flagrante contradicción con el laicismo propio de la UE. Hay una serie de prácticas de gobierno seguidas por Mohamed VI que impiden que cualquier acercamiento entre la UE y Marruecos, por buena que sea la voluntad de las partes, pueda concretarse.

Marruecos tiene una religión de Estado, el Islam. La libertad religiosa está formalmente prohibida y se traduce en la ilegalidad de difundir cualquier otra religión que no sea el Islam. Quien realice proselitismo entre ciudadanos marroquíes se arriesga a recibir duras penas de cárcel. Los servicios de seguridad del Estado son los encargados de velar que nadie predique algo que no sea el Islam, sólo el Islam y nada más que el Islam. Apenas los extranjeros pueden practicar su fe y con limitaciones flagrantes. No se pueden construir nuevas iglesias a la espera de que las antiguas se vayan cayendo y a nadie, en su sano juicio, se le ocurriría realizar, por ejemplo, una procesión de Semana Santa más allá de los altos muros de las pocas parroquias que quedan en pie en todo el país. Cualquier parecido con la tradición y con la legalidad europea es, como se ve, pura coincidencia. Y es que el Islam es así…

La apostasía en el seno de la religión islámica

Para todas las religiones abrahámicas la apostasía figura como el peor delito, pero así como en el judaísmo moderno implica apenas el alejamiento de la sinagoga y solamente entre judíos integristas supone una especie de repudio social, y en el catolicismo es algo intrascendente, el islamismo sigue manteniendo el mismo fanatismo del período coránico.

La guerra santa es admitida en el Islam en cuatro casos: contra infieles, contra bandidos, contra rebeldes y contra apóstatas. El no creyente figura como enemigo principal y la yihad se dirige contra él por excelencia. Los tratadistas islámicos consideran al no creyente como el enemigo por excelencia. De hecho el mundo no islámico es el Dar al-harb, literalmente “el Territorio de la Guerra” en donde al no creyente se le llama harbi, forma adjetival de la palabra guerra. El harbi no es lo mismo que el dimmi, o no creyente, sometido a un gobierno musulmán (acepta la protección musulmana y paga impuesto al Estado islámico). La misma palabra dimmi implica “contrato”: derechos reconocidos a cambio de deberes hacia la autoridad musulmana. Existe un tercer tipo de “ciudadano” desde el punto de vista islámico, el mustam’min, que equivale al ciudadano no musulmán de paso por tierra islámica. A éste es al único que se le permite practicar su religión y está exento del pago de impuestos, pudiendo asociarse junto a otros como él en comunidades con leyes propias, sujetas al poder islámico. Un salvoconducto le permite que su condición sea reconocía.

A efectos de comprender las limitaciones actuales a la libertad religiosa en Marruecos debemos centrarnos en la categoría de los apóstatas. Marruecos considera que todo habitante nacido en el país es necesariamente musulmán, salvo los judíos que tienen un estatuto aparte. Se respeta la costumbre del visitante y se le deja practicar su culto mientras no sea en público ni, por supuesto, haga proselitismo. En el momento en que, por el motivo que fuere, algún nacido musulmán renuncia a su fe y se convierte a otra religión pasa a ser una apóstata y es considerado, por tanto, como el peor de los enemigos.

Así como los bandidos y los rebeldes la legislación islámica los ve como a musulmanes que, por algún motivo, se han opuesto a la autoridad, pero que siguen siendo musulmanes y, por tanto, la guerra contra ellos nunca puede ser declarada “santa”, la lucha contra quienes han nacido en el Islam y han renunciado a él, no solamente adquiere ese carácter sino que suele revestir la mayor crudeza. Es importante destacar que algunos tratadistas consideran que durante la lucha contra otros musulmanes se pueden firmar pactos y es necesario respetarlos, no así los que se firman con los gobernantes de los “territorios de guerra” (esto es con gobiernos no islámicos), ni con los apóstatas.

La lucha contra el apóstata es, en sentido propio, yihad. A diferencia del no creyente (kafir) que jamás ha aceptado al Islam, el apóstata ha conocido el Islam y ha renunciado a él, adquiriendo por eso mismo la consideración de enemigo; para el islamismo quien tiene la oportunidad de “conocer la verdad” y rechazarla, tiene olor azufre y un aroma satánico; hacerle la guerra es lícito y necesario.
A la hora de combatir contra el apóstata se emplearán normas de guerra mucho más duras incluso que contra el no creyente o el bandido. Nadie le podrá dar alojamiento, ni autoridad alguna lo dotará de salvoconductos; ningún pacto o armisticio podrá firmarse con él. Si resulta capturado jamás será considerado prisionero de guerra. Ni puede convertirse en dimmi, ni seguir el destino de los capturados en la yihad: ser esclavo. Sus únicas posibilidades son retractarse o morir. Si se retracta se le perdonará por los delitos cometidos durante el tiempo que duró su apostasía y se le devolverán las propiedades confiscadas. Si se niega resultará decapitado.

El problema que ya denunció al-Gahiz en el siglo IX es que para los teólogos cualquiera que está en desacuerdo con ellos pasa a ser un apóstata…

En la práctica la legislación islámica considera al apóstata como el peor de los delincuentes y, por tanto, en los países islámicos se procura que ningún ciudadano tenga la posibilidad de abandonar su religión secular y sumarse a otra. Y esto explica suficientemente porqué la libertad religiosa es completamente inaceptable en países como Marruecos y por qué se reprimen con singular dureza las muestras de proselitismo realizadas por otras religiones.

Libertad religiosa en Marruecos: estado de la cuestión

El 7 de marzo de 2010 tenía lugar en la emblemática ciudad de Granada la primera cumbre entre Marruecos y la Unión Europea. Por si hubiera alguna duda de que cualquier acuerdo era imposible, ese mismo día resultó detenido en Larache (Marruecos) un joven egipcio miembro de la Orden Franciscana, Rami Zaki. Tras ser interrogado fue trasladado hasta el aeropuerto y obligado a tomar el primer vuelo para El Cairo, sin que ni siquiera pudiera recoger su equipaje. Lo más sorprendente es que Zaki ni siquiera era misionero, ni mucho menos se encontraba en Larache para predicar.

En todo Marruecos, especialmente en el territorio del antiguo Protectorado de Tánger todavía hay entre 2.000 y 2.500 católicos que reviven el tiempo de las catacumbas y sufren un “marcaje” continuo por parte de la seguridad el Estado marroquí. Una situación intolerable que contrasta con las facilidades que los imanes marroquíes (frecuentemente agentes de ese país y siempre formados y autorizados por el gobierno de Mohamed VI) encuentran para abrir sus mezquitas en España.

El franciscano Zaki no era el único miembro de “otra religión” que se vio expulsado del país coincidiendo con la cumbre UE-Marruecos. Otros 70 cristianos de distintas confesiones evangélicas siguieron el mismo camino, algo sin precedentes que no puede ser debido a ninguna casualidad. El gobierno marroquí solamente reconoció la expulsión de 16 evangélicos que regentaban un orfanato en Ain Leuh, en las estribaciones del Atlas, la Aldea de la Esperanza, y que realizaban “tareas de proselitismo”.

Este orfanato gozaba de todos los permisos legales para ejercer su actividad y en su programa de estudios regían los mismos principios que en todas las escuelas marroquíes, incluyendo el aprendizaje obligatorio del Corán. Sus gestores, además, se habían comprometido por escrito a no enseñar a los niños la Biblia… Nada de todo esto bastó para el gobierno marroquí que les acusó de violar el derecho sobre la adopción e “intentar propagar el evangelio contra la fe de los musulmanes”. Los interesados siempre han negado este extremo y han afirmado que respetaron escrupulosamente la legalidad vigente.

No era la primera vez que este tipo de instituciones cristianas veían su actividad humanitaria obstaculizada por el régimen marroquí. Pocas semanas antes el director del colegio americano de Casablanca no fue autorizado a desembarcar del avión cuando regresaba de sus vacaciones. Otros profesores de ese centro –gestionado también por evangélicos- fueron, así mismo, obligados a abandonar el país. Todos ellos, tal como denuncian los “ulemas” son considerados como “terroristas ideológicos”...

Poco después de las expulsiones el arzobispo católico de Rabat, Vincent Landel y el jefe de las comunidades cristiano-evangélicas en Marruecos, Jean Luc Blanc, enviaron un comunicado conjunto que pretendía ser una afirmación de ecumenismo: "Nuestra responsabilidad es ayudar a nuestros hermanos cristianos a encontrarse con sus hermanos musulmanes (...) sin ningún deseo de proselitismo". Mucho más realista el nuncio apostólico del Vaticano en Rabat prefirió no hacer declaración alguna. El arzobispo Landel declaró a la prensa española que "En Marruecos gozamos de libertad de culto [una de cal].En cambio, y no creo que sea ofensivo el decirlo, no hay libertad de conciencia, libertad religiosa [otra de arena]". Pero, ¿realmente hay libertad de culto en Marruecos? Podemos dudarlo. Una de las tareas del culto católico es la pastoral… que está justamente prohibida en Marruecos. Nadie puede estar “un poco embarazado”: la libertad religiosa existe cuando no tiene restricciones y éstas son patentes en Marruecos.

Mientras que el gobierno holandés y el norteamericano expresaban su protesta por las expulsiones, el gobierno español callaba insensible ante la presión de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España que pidió por carta Moratinos, que intercediera por ellos. ¿Para qué defender la libertad religiosa en Marruecos si los cultos cristianos resultarían beneficiados? ¿Cómo podría el gobierno español pedir en Marruecos lo que obstaculiza en España? No hay que olvidar la paradójica política religiosa del gobierno Zapatero: apoyar el uso de una prenda religiosa, el velo islámico, en los colegios públicos, mientras en esos mismos colegios retira crucifijos y símbolos propios de la tradición secular y religiosa española.

La Iglesia Católica presente en Marruecos merecería más apoyo internacional y, particularmente del gobierno español, pues no en vano se introdujo a partir de nuestra presencia en el país en tiempos del Protectorado de Tánger. Hoy, en esa amplia zona apenas quedan 99 religiosas y 16 religiosos (en su mayoría franciscanos) realizando tareas asistenciales con niños de la calle, madres solteras o inmigrantes subsaharianos. Las autoridades marroquíes procuran que contra menos contacto tengan con ciudadanos marroquíes, mejor, pero hasta ahora no ponían excesivos problemas en que ayudasen a los inmigrantes que vienen del África negra y que sufren todo tipo de exclusiones racistas.

¿Surgió alguna voz discordante entres los imanes y ulemas marroquíes en defensa de los cristianos expulsados y de la libertad religiosa en general? En absoluto, ni los 7.000 ulemas (doctores en la ley coránica) adictos al Palacio Real que tienen a Mohamed VI como “gran líder espiritual”, ni los 3.500 imanes que regentes pequeñas mezquitas wahabitas situadas fuera de la disciplina del islam oficial, ni uno solo, manifestaron el menor signo de solidaridad, comprensión, ni la menor nota disonante con la medida. No sólo eso, sino que el llamado Consejo Superior de Ulemas remitió un comunicado apoyando las medidas de expulsión y oponiéndose a lo que llamaban “prácticas de terrorismo religioso” que, según ellos, practicarían los expulsados.

¿Por qué contra los cristianos? ¿Por qué ahora?

Desde marzo de 2008, Marruecos goza de un Estatuto Avanzado suscrito con la UE. Ese estatuto apenas ha servido hasta ahora para otra cosa que para facilitar la importación de frutas y verduras a la UE, pero se conviene en que aparte de esto no ha aportado nada esencial a ninguna de las dos partes y la distancia política es igual o superior a la que existía antes de su firma. Para colmo, Mohamed VI sabe que en el momento en que Zapatero abandone la Moncloa habrá perdido a su peón esencial dentro de la UE y, a partir de entonces, el camino de Europa se volverá completamente impracticable para él.

Mohamed VI es consciente de que ya no puede ir mucho más allá de donde ha llegado en su relación con la UE y, desde este punto de vista, no es por casualidad que las detenciones y expulsiones de cristianos tuvieran lugar coincidiendo con la cumbre de Granada, a modo de desafío. Mohamed VI se siente hoy respaldado y seguro gracias al apoyo de los EEUU y a los acuerdos suscritos con ese país.

Otra interpretación que se ha difundido y que tiene relación con toda esta temática, explica que Mohamed VI ha realizado con estas medidas un guiño a los sectores integristas del régimen y las asociaciones religiosas que lo acusan de apóstata o de “falso islamista” al proclamarse musulmán pero no aplicar los principios de la ley coránica. En este sentido la expulsión de los católicos podría interpretarse en clave interior: reprimiendo a las organizaciones cristianas demostraba su ortodoxia coránica e impedía que algún imán extremista o la poderosa organización fundamentalista Justicia y Caridad (mayoritaria en la universidad) del jeque Abdesalam Yasín, lanzaran una fatwa contra él.
En las últimas elecciones venció el partido oficialista, éste se declara “islamista moderado”, mientras que el Partido de la Justicia y el Desarrollo, sigue siendo una fuerza importante en el país pero resulta mucho más dudoso para la Casa Real. En cuanto al Istiqlal, es una extraña forma de religiosidad y nacionalismo. Pero es el jeque Yasín el que marca la partitura por la que discurre buena parte del islamismo marroquí… y éste no se presenta a las elecciones.

Conclusiones airadas: “el principio de reciprocidad”

Llama especialmente la atención el cinismo con el que la administración marroquí está tratando este tema. Poco después de producirse esta crisis, la Agencia Magreb Press informaba sobre la participación de este país en un seminario que tuvo lugar en Barcelona sobre “Libertad religiosa y ciudadanía musulmana en Catalunya” organizado por el Departamento de Derecho Eclesiástico de la Universidad Autónoma junto con el Consejo de las Comunidades Marroquíes en el Extranjero. La función de este seminario consistía en demostrar que lo blanco es negro y que era posible combinar religión musulmana y laicidad europea en un marco “multicultural”, marco que, por supuesto se sitúa en Europa y no en Marruecos. Todo lo relativo a la religión es paradójico en Marruecos cuya constitución proclama el “derecho a la libertad religiosa” en el Art. 6, mientras que en el Art. 200 del Código Penal sanciona “cualquier actividad que pueda inducir a otro a abandonar su religión”…

Al parecer todavía hay gente que cree en los Reyes Magos en esa Catalunya donde el Conseller en Cap, Carod-Rovira (otro al que le quedan dos telediarios en el cargo), ha hablado sin el más mínimo recato del “Islam Catalán”. A Carod le podemos recordar las palabras de Said Halim Pachá, visir otomano que declaró en 1917 que “la patria de un musulmán es cualquier lugar en el que prevalezca la sharia” o las más recientes palabras del imán Jomeini cuando declaró que “no hay fronteras en el Islam”. Hablar pues de un “Islam catalán” es algo más que una contradicción: es una estupidez ignorante. Pero en estos tiempos estamos asistiendo a cadenas de estupideces. ¿No salió la Iglesia Católica española en defensa de Nawja y de su velo islámico menos de un mes después de que Rami Zaki, el franciscano egipcio, fuera expulsado de Tánger?

Es preciso retornar a criterios racionales de normalidad, incluso para la Iglesia Católica y reconocer que solamente existe libertad religiosa cuando un ciudadano tiene pleno derecho para adherirse a la confesión que estime oportuno; cuando tenga el pleno derecho de proclamar su fe y comunicarla a otros, dentro y fuera de los lugares de culto; cuando tenga el derecho de publicar libros y revistas, emitir programas de radio, TV e Internet en los que defienda su fe libremente elegida y, finalmente, cuando no sea víctima de discriminaciones en razón de su fe.

Si esto es tan difícil de reconocer en Marruecos, lo prudente, en virtud del principio de reciprocidad, es que se apliquen las mismas restricciones a la difusión de la religión islámica en Europa.

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