Infokrisis.- "La llegada de la nueva Era de Acuario" se ha convertido en una esperanza desde que, a finales de los años 60, irrumpió la contracultura y la renovación del mundo pasó a ser un tema de vanguardia. Uno de los primeros números musicales de la ópera rock "Hair" tenía precisamente este nombre: "Acuario". Más tarde habló también de "la conspiración de Acuario", -presunto complot de "fuerzas oscuras" tendente a forzar un nuevo totalitarismo- para, finalmente, desembocar en el movimiento actual de la "New Age"... la "edad nueva" es, precisamente, la "edad de Acuario". Pero no hay que tener excesiva fé en todo esto: la renovación del mundo, la nueva Era de Acuario no es para mañana. La astrología tradicional nos lo enseña. Y lo que es peor, los contenidos de la era que vendrá tienen poco que ver con lo que pregonan los supuestos heraldos acuarianos. Las líneas que siguen probablemente decepcionen a muchos: la esperanza queda lejos...
CIEN AÑOS A LA ESPERA DE ACUARIO
La idea de que está próxima una renovación del mundo no es nueva. Desde hace más de cien años se viene predicando, desde los más variados medios ocultistas, el final inminente del presente ciclo y el advenimiento de una nueva era.
Algunas obediencias masónicas datan ese tránsito en 1945, fecha de creación de las Naciones Unidas, que debería haber inaugurado una era de paz y fraternidad universales. No parece haber sido así.
Grupos como la teosofía, no solamente se atrevieron a anunciar el inicio del "tiempo nuevo" a fecha fija sino que además eligieron a su protagonista: apenas un niño, Krisnamurti, "conductor de la nueva era y Cristo reencarnado". Una vez adulto, Krisnamurti eligió un camino propio y publicó los libros que conocemos y que, si bien lo elevan, por méritos propios, al rango de "maestro espiritual", nada tienen que ver con la presunta "nueva era".
El mismo satanista inglés Aleister Crowley se vió presa de lo que podríamos calificar paranoia renovadora. En efecto, anunció a quien quiso creerle, que el mundo entraba en la era del "Eón Horus"; una entidad espiritual -"Aifass"- que en estado de trance, se lo había transmitido.
En el terreno de las confesiones religiosas, más o menos marginales, los Testigos de Jehová predican desde la primera guerra mundial, la inminencia del fin del mundo. Tras él, el reino del Paráclito, supondrá una renovación.
Así mismo, hoy en día, aparecen en los diarios, con cierta frecuencia, noticias sobre la aparición de sectas religiosas o esotéricas que anuncian una catástrofe de dimensiones espeluznantes ante la cual pregonan suicidios colectivos a modo de sacrificios expiatorios, ayer fue el "reverendo" Jim Jones en Guyana, anteayer sectar milenaristas en la Alemania nazi (la ariosofía, los neo-templarios, etc.), hoy sectas rusas se atreven a dar fechas y horas fijas para el apocalipsis.
Invariablemente todas estas esperanzas se ven frustradas: no hay nada en el mundo moderno que permita hablar de "ruptura"; la marcha de la civilización sigue una perfecta continuidad que arrastra siempre a las consecuencias últimas, imprevisibles por lo demás.
LA CICLOLOGIA COMO CIENCIA TRADICIONAL
Todas estas especulaciones no tienen mayor importancia que la de evidenciar síntomas de un profundo malestar en la civilización. Se basan en la presúnción de que un estado de decadencia y degradación no puede seguir indefinidamente y, antes o despues, se tocará fondo y se iniciará una "recuperación".
Quienes teorizan en torno a esto están provistos de un sentido mesiánico que les induce a pensar que ellos mismos serán los protagonistas de esta renovación del mundo y que, por tanto, quienes formen en sus filas, estarán en la mejor disposición para gozar de las mieles de la futura edad de oro.
Todo esto no puede ser tomado muy en serio sino es, como hemos dicho, solo a título de síntoma. Se trata de meras especulaciones que nada tienen que ver con una ciencia tradicional, la ciclología, que estudia minuciosamente los ritmos cósmicos y las características de cada período.
Podemos llamarla "ciencia" en tanto que conocimiento objetivo de la realidad. Se basa, de un lado, en el estudio de las posiciones de las constelaciones para establecer los ritmos y las constantes; y de otro, analiza el pasado -histórico y mítico- a fin de poder establecer su legitimidad: si en el pasado cada ritmo cósmico produjo determinadas corrientes espirituales -cosa que puede demostrarse, a partir de ahí, como consecuencia, podrán preverse cómo serán los rasgos del futuro.
¿De dónde procede la objetividad? De un lado, de algo tan simple como son las posiciones de las constelaciones del zodiaco, mesurables en grados y ubicables en el espacio. De otro el análisis histórico realizado a través de las huellas de todo tipo que han llegado hasta nosotros. Todo esto permite un razonable nivel de objetividad y permite establecer conclusiones razonables.
LAS ERAS ASTROLOGICAS
Para entender lo que sigue hará falta establecer algunos conceptos de uso frecuente en astrología.
Como se sabe el zodiaco es una franja de la bóveda celeste atravesada por 12 constelaciones, cada una de las cuales abarca, para la tradición astrológica, 30º de abertura. Para la astromonía moderna dichas constelaciones existen igualmente, pero la separación entre ellas es arbitraria.
Si aceptamos las divisiones zodiacales propuestas por la astrología es precisamente por que nos han sido transmitidas por tradición: ninguna tradición podría sostener su vigencia durante milenios -como lo ha hecho la astrología- sino mostrara una eficacia mínima.
Ahora bien, dichas constelaciones no son percibidas siempre en la misma forma desde la Tierra. En efecto, el eje terrestre, sufre una lenta pero constante -y mesurable- oscilación, como efecto del juego de atracciones gravitacionales ejercidas por el sol y la luna sobre nuestro planeta.
Este movimiento -similar al de una peonza- provoca un fenómeno conocido como "predecesión de los equinoccios" consistente en el desplazamiento del "punto vernal".
Debemos entender por "punto vernal" la intersección entre el ecuador de la bóveda celeste y la franja de la misma atravesada por las constelaciones zodiacales. La oscilación del eje terrestre hace que, desde la tierra, el punto vernal se desplace de una constelación a otra en sentido contrario a las agujas del reloj; pues bien, a este proceso se le denomina "predecesión de los equinoccios" y determina las eras zodiacales.
El tiempo que tarda el eje terrestre en realizar una oscilación completa es el mismo en que todos los signos del zodiaco pasan por el punto vernal y se le denomina "gran año"; cada uno de los períodos en los que el punto vernal recorre un signo del zodiaco es denominado "gran mes" o "era zodiacal".
Cada era zodiacal tiene implícitos unos rasgos concretos que son transmitidos a los movimientos más significativos de ese período a los que imprime su carácter determinado, el cual se traduce a través de mitos, símbolos, cultos, ritos, etc.
LA IMPOSIBILIDAD DE ESTABLECER FECHAS FIJAS
El fenómeno de la "predecesión de los equinoccios" es una de las incorporaciones de la astrología tradicional a la moderna astronomía y está sujeto a mediciones y observaciones. El problema radica en que no estamos hablando de magnitudes a medida de lo humano, sino de distancias mesurables en "años luz" y resulta extremadamente difícil precisar en qué punto exacto se produce un comienzo y donde un final. En otras palabras: es imposible establecer el día, la hora y el año en que el punto vernal se desplaza de un signo a otro.
Por lo demás la influencia de los signos zodiacales no se deja sentir con la misma intensidad en todos sus grados; ni tampoco hay que pensar que el tránsito de un signo a otro, de una era zodiacal a otra, provoque convulsiones instantáneas y puntuales, ni bruscas renovaciones; en absoluto, en la mayoría de los casos, el análisis histórico nos muestra períodos de transición en los que se dejan presentir los mitos y temas del "tiempo nuevo", coexistiendo con los que imprimieron carácter a la era anterior, ya debilitados y con pérdida de vigor.
Con todo pueden establecerse algunas constantes: se sabe que el tránsito completo del punto vernal por todos los signos del zodiaco dura aproximadamente 26.000 años; así pues cada "era zodiacal" durará 26.000/12 es decir, una media de 2160 años. En realidad la duración varía ligeramente para cada signo zodiacal (tauro, 2184 años; aries, 2175 años; piscis, 2156 años, etc.)
¿CUANDO EMPIEZA LA ERA DE ACUARIO?
Hay que empezar por enterrar una creencia errónea: la "era de piscis", la actual, astrológicamente no se inicia en el año 0 de nuestro calendario, sino que es a partir del año 220 cuando el punto vernal empieza a ser recorrido por los 30º del signo de Piscis.
A partir de aquí -y para desgracia de los "profetas del Acuario"- la nueva era no se inicia en algún momento de éste siglo, ni a fin del milenio, sino en algún momento entre el 2376 y el 2380... una fecha demasiado alejada para que podamos forjarnos vanas esperanzas de asistir a su advenimiento.
¿Cómo es posible que se haya producido este fenomenal error compartido por muchos de establecer en el presente siglo la entrada en la era de Acuario? Los factores han sido múltiples: desde lo que podríamos llamar un "optimismo astrológico", hasta pura y simple mala fé o si se quiere "política de marketing" para la venta y promoción de un producto concreto en el "supermercado seudo-espiritual", también un mesianismo hecho a medida, pasando por una confusión entre fin de un ciclo e inicio del siguiente, incluso errores de cálculo puros y simples...
Hiparco -a pesar de haber fijado a la perfección el "gran ciclo" en 26.000 años- estableció la entrada en acuario en el 1402; los rosacrucianos de algunos grupos contemporáneos establecen la fecha -!y el día!- el 4 de febrero de 1962. Edgar Cayce -cuyas intuiciones proféticas apenas equilibran sus patinazos- lo fija en 1932... y así sucesivamente.
Existe un cierto oportunismo a la hora de fijar los carácteres de la era de Acuario. Si repasamos revistas y libros astrológicos escritos hace veinte o veinticinco años, nos sorprenderá ver que entonces la "era de Acuario" adquiría las características del momento: culto a la juventud, humanismo, contracultura, etc. Es evidente que quienes hablan hoy de "acuario" lo hacen con atribuyéndole características muy diferentes (un cierto yuppismo, espiritualidad ambigua unida a triunfo social, etc.). En cada época, ha habido quienes han extrapolado un rasgo momentáneo a la totalidad de un ciclo futuro; también quienes han confundido sus deseos con la realidad; y, finalmente, ha habido quienes han practicado un oportunismo puro y simple.
LOS RASGOS DE LA NUEVA ERA DE ACUARIO
A la hora de establecer los rasgos de una era zodiacal hay que tener en cuenta tanto el signo propio de la era como su complementario: si es cierto que en el cristianismo son muy acusados los rasgos de la Era de Piscis (Cristo es el "Icthus"), también es cierto que la Virgen María ocupa en el culto católico un papel desproporcionado en relación a su presencia en los evangelios; pero no hay que olvidar que el signo de Virgo es el complementario (el opuesto en el zodiaco) al de Piscis.
Pues bien, a la hora de establecer cuáles serán las características de la nueva era hay que tener bien presente el binomio formado por el signo de Acuario y su complementario Leo. Por que si bien es cierto que Acuario es el signo de la humanidad, Leo lo es de la jerarquía.
A este respecto Paul Le Cour, fundador de la revista "Atlantis", en un libro titulado precisamente "La Era de Acuario", junto a muchos errores de apreciación, acierta a la hora de presentar el rasgo capital de el ciclo que vendrá: no será el de un cristianismo que rinda culto a un agonizante en la cruz, sino el de un dios triunfante, el Cristo Rey, el Cristo de Gloria.
Los mitos solares, impondrán sus características: la jerarquía, el orden, etc. que se verán contrapesados y equilibrados por los temas humanitarios propios de Acuario.
Pero hay que tener en cuenta algo más: los mitos de cada era zodiacal integral la muerte de la era anterior. Por ejemplo: cuando los judíos abandonan Egipto (es decir, cuando dejan atrás una civilización marcada por Apis, el buey sagrado), Moisés pone especial énfasis en prohibir todo culto al "becerro sagrado" y destruye el que su pueblo ha forjado durante su ausencia en el Sinaí. Moisés establece la fiesta de la Pascua con el cordero (aries) como centro. En el mismo egipto, se produce un cambio en las preeminencias religiosas: del culto a Apis (tauro), se pasa al culto a Amón (el carnero, aries). Cristo crucificado es la imagen del "cordero de Dios" muerto.
Hay que prever pues una próxima muerte de los mitos de nuestro ciclo (Piscis): desaparición de los cultos a la virgen y a la madre, es decir, de las muestras de telurismo y regreso subsiguiente a los temas solares; el antiguo testamento ya hablaba del "segundo advenimiento del león de la tribu de Judá", pero en este prevalecerá el carácter glorioso ante el pathos del sacrificio, la expiación y la muerte.
Más allá sería arriesgado aventurarse. Si es cierto, como teorizaron los astrólogos de la contracultura que Acuario será la "era de la juventud", pero no en el sentido de juventud como edad de la vida, sino como renovación del mundo, como juventud espiritual...
ERA DE ACUARIO Y OTRAS CICLOLOGIAS
... Y para advertir la importancia de esta "juventud espiritual" hay que tener presente que la ciclología deducida a través del zodíaco no es la única posible. Otras culturas han desarrollado ciclologías distintas (pero convergentes).
Se sabe que Hesiodo dividía las edades del mundo en Edad de Oro, Edad de Plata, de Bronce y de Hierro. Entre las dos últimas colocaba la edad de los héroes como una posibilidad de reintegración en el estado primordial del período áureo. La tradición de los indios pieles rojas nos habla así mismo del bisonte sostenido por cuatr patas, luego por tres, por dos y, finalmente, por una, indicando una inestabilidad creciente y una duración menor de cada período. El hinduismo tiene una imagen similar: el "toro del dharma" que anuncia cuatro épocas, la última de las cuales es el "Kali-yuga", edad oscura, equivalente a la edad del hierro greco-latina y a la edad del lobo nórdico-aria.
¿De qué manera pueden integrarse estas ciclologías? teniendo en cuenta que el equivalente al "gran año zodiacal" dura en la cosmogonía hindú 64.800 años y cada una de sus cuatro eras 4/10, 3/10, 2/10 y 1/10 de esta cifra, el período que nos interesa, el Kali-Yuga, el actual, durará 6.480 años., lo que abarca 3 períodos zodiacales (tauro, aries y piscis) que para el hinduismo constituirían una "era de decadencia".
Las dataciones del hinduismo coinciden en que el final del Kali-yuga, coincidirá con el tránsito a la Era de Acuario (en el 2376, no lo olvidemos...), produciéndose así una coincidencia única en 64.800 años: la renovación zodiacal coincide con la renovación del cosmos y el tránsito del Kali-yuga, a un nuevo Krita-yuga, o edad de oro. Y el hinduismo no habla de un tránsito gradual de una a otra era, sino de una brusca disrupción, mediante la acción o bien del fuego o bien del agua.
El que corresponde al actual kali-yuga sería un "diluvio de fuego", pralaya en sánskrito, conflagratio en latín. "Pralaya" no significa una guerra nuclear o un cataclismo, sino la absorción de la materia impura del cosmos que no entraña necesariamente una catástrofe física en el planeta.
En este terreno nadie puede predecir exactamente como ocurrirán los procesos físicos, sino solo cuales serán las líneas de tendencia. Afirmar lo contrario es arriesgarse a aventurar hipótesis castastrofistas que no tienen soporte en los textos clásicos.
LA ESTAFA DE ACUARIO, O LO QUE VA DEL AMOR LIBRE AL SIDA
En ciclología ocurre como en las cartas astrales: los planetas inclinan no condicionan ni determinan. Por ello una misma era astrológica ha determinado distintos conjuntos de mitos, a menudo enfrentados entre sí: los adoradores de la diosa-pez Atargatis -Nerón uno de ellos, se enfrentaron con los adoradores del Icthus cristiano, por poner un ejemplo. Una influencia astrológica se plasma de manera muy diferente en hombres y en pueblos distintos: todos los cultos solares tienen un denominador común, pero no es lo mismo el culto solar al Apolo Délfico (inmovilidad, serenidad, estabilidad, orden) que el culto solar a Helios (el sol sometido a la ley de ascensos y descensos). De ahí que sea más fácil establecer como no será una época que cuáles serán sus rasgos concretos. Y es lo que hemos hecho hasta ahora. Es probable que si fuéramos más allá, el próximo futuro nos desmentiría.
Así ha ocurrido con los distintos "profetas del acuario". La ópera "Hair" -por lo demás, cántico idealizado a una generación- ha sufrido una evolución significativa. En su versión original aparecida a finales de los años 60, con la guerra de Vietnam como telón de fondo y la liberación sexual como leit-motiv, los protagonistas cantaban un mundo ingenuo, puro y bucólico, cantaban a la generosidad de una generación -a la que pertenece el autor de estas líneas- capaz de sacrificarse por la amistad...
Esto ha pasado; las ilusiones que todos nos forjamos en aquellos años de nuestra juventud quedan lejos. Hoy la misma ópera ha sufrido una reconversión lamentable en su estreno: liberación sexual, sí, pero acompañada de unos consejos sobre como prevenir el SIDA.
El espíritu del primer "Hair" ha quedado enterrado y canción "Acuario" ya no tiene sentido hoy: el tiempo presente, no es el de la renovación del mundo, sino aquel otro en el que el pasado prolonga sus tentáculos y en el que, como la bola de nieve que cae por una pendiente, con velocidad creciente, arrastrando más y más masa, nada puede evitar el que camine hacia sus últimas consecuencias lógicas.
Al final de la pendiente -en esa fecha lejana e hipotética del siglo XXIV, más allá de donde se sitúan la mayoría de novelas de ciencia ficción- espera a los que vendrán la "conflagratio" o el "prayala", la renovación del mundo.
Nuestra generación no verá el "tiempo nuevo", pero eso no es motivo de desesperación; si bien la situación actual del mundo moderno no da pié a ningún optimismo siempre es posible seguir el consejo del esoterista italiano Julius Evola, cuando recomendó "permanecer en pié en este mundo en ruinas", a la espera de que estos "que han permanecido en vela en la noche oscura puedan dar la mano a los nacidos con el nuevo amanecer" según la expresión de Hoffmanstal.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com