sábado, 16 de octubre de 2010

Mundo del ruido y virtud del silencio

Infokrisis.- Ninguna civilización ha sido tan ruidosa como esta. Ni el bullicio de los arrabales de la Roma Imperial, ni el molesto sonido producido por canteros, caldereros y herreros medievales puede compararse al fragor de nuestras actuales ciudades; ciertamente, el ulular de las sirenas y el repiquetear de las máquinas nacidas con la primera evolución industrial, empezaron a causar daños en los aparatos auditivos de muchos obreros, pero no fue sino hasta mediados de este siglo cuando la polución acústica se convirtió en un problema generalizado y siempre en aumento. En otro tiempo el silencio -esto es, la ausencia de ruido- fue condición necesaria para alcanzar lo que fue considerado como la más alta cota de la condición humana: la experiencia mística.  La conclusión es simple: si el silencio nos eleva, el ruido nos sume en lo infernal. Y hoy los estruendos han ahogado cualquier silencio.

DEL SUSURRO AL UMBRAL DEL DOLOR

Se considera que el ruido es una sensación acústica molesta. La intensidad del ruido se mide en decibelios. Cincuenta decibelios nos situarían en el umbral de la conversación, menos supondría apenas un susurro; la audición repetida de sonidos superiores a 85 decibelios puede causar daños físicos y psicológicos; niveles superiores a 132 ocasionan incluso sensación de dolor y a partir de 140 el peligro de rotura de tímpanos o alteraciones psicomotrices puede ser incluso inmediato. En el conocido cruce madrileño del Paseo de las Delicias con la calle de Méndez Alvaro, hacia las 16 horas, el nivel de ruido fluctuaba entre 74 y 90 cecibelios, es decir, suficiente para causar un deterioro físico del aparato auditivo de los vecinos.

Lo peor es que las administraciones han renunciado a combatir lo que se ha dado en llamar "polución acústica". El gobierno de Westfalia decía en su programa de 1975: "No cabe la posibilidad de reducir el ruido provocado por los vehículos, ni tampoco de los reactores en la proximidad de los aeropuertos, pues el número de vuelos diarios crecerá en los siguientes años. Respecto a las fábricas e industrias, los ruidos son inevitables, dado que las máquinas se preparan de forma que su productividad sea mayor y al aumentar las revoluciones de sus mecanismos, el problema acústico de los talleres se agudiza". Lo peor no es eso, sino que, lejos de disminuir, la polución acústica aumenta de día en día.

RUIDO EN LOS NUEVOS HABITOS SOCIALES

Fenómenos tan aparentemente banales como el cambio de hábitos alimentarios han tenido una incidencia directa en la polución acústica, cuando a mediodía y por las noches cientos de motoristas cruzan las calles en todas direcciones transportando pizzas y otros alimentos servidos a domicilio en ciclomotores petardeantes, dotados de escape libre o con silenciadores trucados o simplemente en mal estado.

Por otra parte, equipos de Hi-fi, cada vez más potentes, colocados en automóviles los convierten en discotecas ambulantes capaces de hurtar un sueño tranquilo a los vecinos. Los auriculares de los "walkman" que, teóricamente deberían individualizar la audición de música, utilizados en su volumen máximo por jóvenes consumidores de música máquina y bacalao, son oidos por los viajeros de los transportes colectivos. En el metro de Londres pueden verse decenas de carteles alusivos a este trastorno: "Solo para sus oídos, por favor"; no parecen tener mucho éxito. Finalmente en las discotecas y bares musicales los decibelios han aumentado hasta producir en jóvenes menores de 20 años con empacho de rock y derivados, cefaleas, zumbidos en los oídos, irritación nerviosa, falta de dominio de sí mismos, disminucion de la actividad, debilidad, dolores de estómago, agotamiento físico y mental, etc.

Es evidente, por lo demás, que todas estas músicas de más que dudosa calidad tienen otras repercusioens sociológicas no desdeñables: quienes utilizan automóviles con equipos Hi-fi a todo volumen o auriculares individuales, o asisten a discotecas y bares musicales están aislados en sí mismos: el volumen del ruido es de tal calibre que impide cualquier tipo de comunicación con los demás, atonta los sentidos e impide cualquier actividad discursiva, interior o exterior; sufren los efectos de tales ruidos incluso cuando el foco emisor está ya cerrado.

EL DIOS DEL SILENCIO

El mundo clásico conoció una divinidad alegórica representada por un joven que se tapa la boca con el dedo o con una venda y ostenta una rama de albérdigo -cuya hoja tiene forma de lengua- como atributo; era Silencio, aquel "que no tiene defecto alguno" y que estaba presente en la celebración de todos los misterios; su rito implicaba necesariamente la concentración y ausencia de cualquier ruido.

En Roma se celebraba el 18 de febrero la festividad de Muta, una diosa menor a la que se sacrificaba para impedir las murmuraciones. Madre de los lares, se la relacionaba a los espíritus de los muertos, que habitaban en el mundo del silencio.  Ovidio nos cuenta en qué consistía el ritual sacrificial: una anciana rodeada de 12 vírgenes sacrificaba a la diosa, colocaba tres granos de incienso en un agurejo ante su altar, mientras guardaba siete habas negras en la coba. Luego la anciana cogía la cabeza de la estatua y la encolaba con pez, la atravesaba con agujas de latón y la arrojaba al fuego que luego cubría con yerbabuena. Finalmente escanciaba vino sobre ella y daba de beber a las vírgenes, bebiendo ella también hasta emborracharse. El ritual terminaba cuando la anciana despedía a las doncellas diciendo que había encadenado a las lenguas maledicentes.

En el mismo ámbito romano el dios Mutino era invocado para guardar secretos y retener los pensamientos ocultos y Lara, otra diosa, fue llamada "la charlatana" porque comunicó a Juno los amores que sostuvo con su esposo Júpiter.

EL SILENCIO DE LA HUMANIDAD MEDIEVAL

La admiración del mundo clásico por el silencio se prolongó en la humanidad medieval. En las grandes ciudades los oficios ruidosos fueron situados allí donde menos pudieran escucharse: los herreros y caldereros, los molinos y batanes, estuvieron situados, generalmente en los arrabales o en lugares extremo.

La quietud se instauró en los monasterios y algunas órdenes ascéticas recogieron entre sus votos el del silencio, junto al de castidad y obediencia. Los claustros construidos en todos los recintos monacales estaban estudiados para atenuar toda sonoridad, casi a modo de las cámaras de aislamiento sensorial actuales. Todo debía facilitar el recogimiento y la meditación de los que el ruido era la principal amenaza.

Existió en aquel tiempo un silencio negativo: el que Satán imponía a sus fieles cuando debían afrontar los interrogatorios de la Inquisición. A los torturadores les llamaba mucho comprobar que, inexplicablemente, algunos de los herejes o brujos interrogados no abrían la boca ni siquiera para gritar su dolor; atribuyeron dicho comportamiento a un pacto diabólico: Satanás les habría paralizado las cuerdas vocales y la lengua. Dicho pacto sería sellado por un amuleto que los interrogados esconderían entre sus cabellos; de ahí que, a partir del famoso "Tratado sobre las brujas" de Henri Bouguet, herejes y brujas fueran rapados antes del interrogatorio. Consta que, efectivamente, entre los cabellos de algunos se encontraron extraños y sacrílegos amuletos...

LA CIVILIZACION DEL RUIDO


Se diría que a partir del Renacimiento se inicia un lento avance del ruido y los espacios de silencio se van haciendo progresivamente más reducidos. A ello contribuye fundamentalmente el aumento del comercio y la proliferación de carromatos cuyas ruedas golpean agresivamente unas calles que, cada vez más, empiezan a ser pavimentadas. El aumento de la población urbana y las subsiguientes construcciones necesarias para albergarla hacen que cada esquina se convierta en una cantera. Pero con todo, las casas son de piedra y el sonido se transmite difícilmente. Deberán de pasar cuatro centurias para que prolifere la utilización del cemento y muy especialmente del hierro, excepcional buen conductor del sonido; casi al mismo tiempo las paredes se adelgazarán y la vida familiar perderá intimidad.
La revolución industrial, la era del maquinismo, primero, luego, la aparición de nuevos inventos, la proliferción del ferrocarril, del automóvil y de la navegación aérea, los sistemas de reproducción del sonido, todo ello irá en detrimento del dios del Silencio que quedará arrinconado en espacios cada vez más alejados y reducidos y, desde luego, nunca en las grandes aglomeraciones urbanas.

El cambio es tan vertiginoso que afecta más directamente a las nuevas generaciones. A principios de los años 80 un estudio de la Universidad de Tennesse realizada sobre 4.500 estudiantes demostró que tenían como promedio un oido tan malo como el de una persona de 65 años. En EE.UU. casi dos millones de trabajadores sufren déficits auditivos, en otros países industriales las cifras son idénticas; en Madrid el 25% de la población infantil y adulta, sufría una merma en su capacidad auditiva. No puede extrañar que ante todo esto el Consejo Internacional de Música en un simposium organizado por la UNESCO proclamara en 1968 que "todo hombre tiene derecho al silencio"... pero en las décadas siguientes este derecho ha sido brutalmente lacerado por la marcha de los acontecimientos.

DE LA VIBRACION ACUSTICA A LOS INFRASONIDOS

El ruido puede provocar -y de hecho frecuentemente provoca- transtornos orgánicos graves:  desminución de los movimientos estomacales, dilatación de las pupilas, aumento de la presión sanguínea, alteraciones de imnpulsos cardíacos, agresividad, disminución del pulso, producción excesiva de hormonas, bajada en la producción de jugos gástricos y saliva y predisposición al infarto.

En general estas anomalías se producen por saturación de ruidos, pero la vibración producida por el sonido tiene efectos igualmente dramáticos. En 1953 y 1954 se estrellaron varios aviones "Comet" en todo el mundo. Se trataba de uno de los primeros reactores comerciales y su problema consistió en que los ingenieros desconocían los efectos de lo que se llamó "fatiga de material" producido por la vibración de los gigantescos motores Rolls-Royce.

Los llamados infrasonidos, inaudibles, pero que afectan a nuestro organismo más que el ruido propiamente dicho. Cuando la frecuencia de los infrasonidos alcanza los 7 Herzios, la misma de las ondas cerebrales, se produce un acoplamiento causante de dolor de cabeza, ahogo, visión borrosa, fatiga e incapacidad para desarrollar trabajos intelectuales.

Los infrasonidos, pasan sin duda más discretos que los ruidos, sin embargo se utilizan cada vez en más actividades industriales: limpieza de ropas y joyas, tratamientos médicos, soldaduras, aleaciones, laminación de metales, polímerización, etc. Se tiene la convicción que pueden producir mutaciones más fuertes que la radioactividad.

ATAQUE A LO MAS INTIMO DEL SER HUMANO

Hoy pocos dudan que medicinas tradicionales como la acupuntura china tienen un efecto benéfico sobre el ser humano. Pero los mismos médicos que aprueban el tratamiento a base de acupuntura, ignoran los fundamentos de esta práctica ancestral. La teoría médica china se basa en la existencia de una fisiología oculta del ser humano, compuesta por 750 centros de energía y "meridianos"; la enfermedad consistiría en una anómala circulación energética por esos puntos que las agujas reconducirían por sus canales normales.

La medicina china, como la hindú o tibetana, incluso como las concepciones que estuvieron en voga en Occidente, implicaban el conocimiento de "centros" de energía en el cuerpo humano, sutiles e imperceptibles a simple vista, pero que el "iniciado" podía identificar y sanar. Cada uno de estos centros estaría -siempre según esta doctrina médica- conectado a una determinada función orgánica o a unos sentidos físicos.

Estas tradiciones negaban que estos "centros" fueran inmateriales, sostenían, sin embargo, que se trataba de materia más sutil que la ordinaria, es decir que vibraba a una frecuencia menor. Hoy los acupuntores sostienen que buena parte de las enfermedades propias de la humanidad civilizada han nacido del deterioro que sufren estos centros sutiles agredidos por ruidos y vibraciones y ponen como ejemplo la vibración del sonido que se siente a la altura del esternón cuando estamos sometidos al estruendo de una discoteca. Allí anida el "Anahata-chakra", un centro de energía identificado con el corazón y cuyo deterioro implica una merma de la sensibilidad y de la intuición.

LA MISTICA DEL SILENCIO

Sea como fuere, más allá del lenguaje propio de cada tradición o de una u otra escuela médica concreta, todos coinciden en que la vibración sonora a partir de según que niveles supone un peligro, unos se limitarán a los riesgos del cuerpo físico y otros hablarán de males situados en esferas más profundas de la personalidad.

Por que, efectivamente, las viejas tradiciones ancestrales coinciden en afirmar que las enfermedades del cuerpo tienen su causa en estratos más profundos y évidenciarían, a fin de cuenas, enfermedades del alma. Dado que lo más importante para la humanidad tradicional fue desplazar el eje de la personalidad, del cuerpo físico y de la mente, al alma, se prevenía todo aquello que pudiera causar daños a esa "fisiología oculta" que sería una especie de cuerpo sutil situado entre el cuerpo físico y el alma y al mismo tiempo se primaba todo lo que podía beneficiarlo.  Y en el terreno que nos ocupa se huía del ruido y se aconsejaba el silencio.

"Nadie puede dialogar con Dios sino es a través del silencio" había predicado el gran místico alemán Dietrich Eckhart. El silencio se consideraba que era un preludio a la revelación divina y no era posible experimentar la presencia divina entre algarabía y bramidos. Algunas escuelas de meditación budistaS son extremadamente radicales a este respecto: "si algo molesta tu meditación y mancha tu silencio, destrúyelo".

La mística católica y musulmana se preocupa de distinguir entre silencio y mutismo: el silencio, da grandeza a los acontecimientos, el mutismo los esconde y degrada, implica un cierre a la revelación divina. Dios solo llega al alma que hace reinar en ella el silencio pero abandona a la que se disipa en palabra vana y estéril.

Una de las prácticas comunes a todos los sistemas de meditación tradicionales consiste en la observación del silencio. Se trata de que el praticante se sitúe en un lugar silencioso, colocándose en una postura cómoda, frecuentemente con la columna vertebral erguida. En ese instante y tras unos ejercicios previos de relajación, deberá advertir el silencio de su propia interioridad, "oir el silencio".

Un libro tibetano tiene precisamente por título "La Voz del silencio": "Aquel que pretenda oír la voz de la Nada, el "Sonido insonoro" y comprenderla tiene que enterarse de la naturaleza del Dharana", así empieza el tratado, y termina "Mira, tú has llegado a ser la Luz, tú te has convertido en el Sonido; tú eres tu maestro, eres tú mismo el objeto de tus investigaciones, la incesante voz que resuena a través de las eternidades, libre de cambios, exenta de pecado, los siete sonidos en uno, la voz del silencio".

El taoismo chino hacía del silencio una escuela de vida: "El silencio es la mejor escuela de los humanos", "si quieres vivir en paz, mira, escucha y calle", "el hombre cuanto más ha sufrido es más silencioso", "más amenaza quien guarda silencio que quien grita desordenadamente", "únicamente el silencio es grande, el reso es debilidad", todos estos proverbios taoistas confirman la virtud del silencio e implicitamente condenan la proliferación de sonidos: tanto la "logomaquia" (el hablar vano y la charlatanería) como los ruidos que distorsionen la quietud estable y silenciosa de una búsqueda interior.

TAMBIEN LA MISTICA CRISTIANA...

Algunos maestros de meditación advierten al sujeto sobre el riesgo de la meditación sobre el silencio; saben que hay gente que se sobrecoge en un ambiente de total insonoridad. Bernanos haciéndose eco de esta sabiduría escribió: "Existen cosas que no amamos, pero que nos fascinan. Una de ellas es el silencio". El mismo Escribá de Balaguer, fundador del Opus Dei otorga una gran importancia al silencio y entroncando con la mística cristiana escribe en la cita 281 de "Camino": "El silencio es como el portero de la vida interior" y en la 304 añade: "Procura lograr diariamente unos minutos de esa bendita soledad que tanta falta hace para tener en marcha la vida interior".

Monseñor Escribá había tomado como referencia los textos de Meister Eckhardt, pero también de Miguel de molinos y su "Guía Espiritual" y, particularmente la "Imitación de Cristo" de Thomas de Kempis: "No esté tu paz en la boca de los hombres, pues si pensaren de ti bien o mal no serás por eso otro hombre".
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Todos estos textos nos hablan claramente de un mundo hecho de silencios en el que se tenía por posible el entrar en contacto con estratos más profundos de la personalidad. Al igual que en los templos griegos presididos por la estatua de Harpócrates, dios del silencio, en el atrio de nuestro mundo interior, la ausencia de ruido y la quietud son las compañías necesarias para su visita y redescubrimiento. Plutarco, uno de los más activos propagadores del culto a Silencio, escribió esta frasee lapidaria: "De los hombres aprendemos a hablar. A callar solo de los dioses".

¿Cómo el hombre que el destino ha situado en las puertas del tercer milenio podrá conocer esa parcela interior en un mundo hecho de ruidos, estridencias y vibraciones acústicas, en un mundo que es puro ruido?

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com