miércoles, 24 de noviembre de 2021

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (3 de 4) - La originalidad del proyecto - Los promotores del proyecto - El primer Campo Hobbit o la grandeza de la fiesta

 

2. La originalidad del proyecto

Contrariamente a lo que suele pensarse, los Campos Hobbits no fueron la primera manifestación de “campamentos juveniles” protagonizadas por los jóvenes neo-fascistas europeos. Era relativamente frecuente que en toda Europa, durante los veranos, se convocaran “campamentos-escuela”: así lo hizo Jean Thiriart en el marco de su organización intereuropea Jeune Europe, así lo hizo también Europe Action, la organización francesa fundada por Dominique Venner, Pierre Sidos, Alain de Benoist y Fabrice Laroche; la hacía también en Alemania la Wiking Jugend y los jóvenes del NPD, en Austria el movimiento juvenil neo-wandervögel fundado por Konrad Windish y era habitual en España, tanto en las filas oficialistas del Frente de Juventudes como en los distintos grupos disidentes. Igualmente ocurría en Italia en donde, tanto el Fronte Universitario d’Azione Nazionale (FUAN) como la Giovani Italia y, por supuesto, los grupos extraparlamentarios, solían convocar “campamentos veraniegos”.

Las actividades que se realizaban en estos campamentos eran fundamentalmente físicas, en algunos casos, incluso paramilitares. Se daban algunas charlas de formación, pero lo esencial eran las “marchas de endurecimiento”, las actividades al aire libre y el montañismo. En alguna ocasión y por motivos difíciles de entender, las fotos de los entrenamientos paramilitares llegaron a la prensa y suscitaron una oleada de antifascismo. El 28 de noviembre de 1969, por ejemplo, la rivista “Acropolis” dedicaba un comentario al campamento paramilitar organizado por Europa Civiltà, una organización tradicionalista católica surgida del predente Movimiento Integralista y dirigido por Loris Facchinetti: “Oficialmente [el campamento] se define como un grupo de actividades deportivas. Las autoridades italianas, sin embarg, sospechas que se trata de actividades más serias. En el clima general de anarquía que reina en Italia, estos jóvenes no han sido molestados por nadie y han tenido todo el tiempo para prepararse para el “gran giro” que –es preciso admitir- muchos esperan en Italia”.

Pero Europa Civiltà es importante por otro motivo. Fundada en 1967 prolongó su actividad hasta principios de los años 70 como “organización cultural” de carácter católico. Daba especial importancia a actividades en la naturaleza  y en el curso de las noches de campamento y de las reuniones comunitarias, algunos de sus militantes compusieron canciones y poesías que no tenían nada que ver con las canciones que se cantaba en los ambientes juvenilesd el MSI, todas ellas antiguos himnos históricos del período fascista. Ya no eran “marchas”, sino baladas acompañadas por la guitarra o la armónica. Del “documento histórico” se pasó a la experiencia poética y comunitaria que se estaba viviendo en aquellos momentos. El artista más completo de esta organización fue Carmine Asunis (poeta, m´sico, pintor, escultor) a quien se unieron Mario Polia, Massomo Forte, Pino Tosca y otros. Ninguno de ellos actuó nunca en canales musicales habituales, ni en locales especializados, sino que todo se desarrolló en el interior de los círculos de Europa Civiltà. Su música y los textos de los canciones se inscribían voluntariamente en lo que se conocía como “canción protesta”, nunca fueron recopilados y es posible que la mayor parte se haya perdido, pero eran suficientemente conocidos en el interior de los medios neo-facistas, junto a Leo Valeriano, y sirvieron como modelo para los tolkienianos Amici dell Vento y la Compagnia dell’Anello que aparecerían más tarde en el marco de los Campos Hobbit.

Cuando se convoca el primer Campos Hobbit, Europa Civiltà hace un lustro que está disuelta y algunos de sus militantes han pasado al Fronte della Giuventù en donde los “campos escuela” eran suficientemente conocidos desde que en los años 50, la organización precedente, Giovane Italia, los hubiera convocado bajo la dirección de Roberto Mieville. Se trataba de campamentos anuales de formación y convivencia para los militantes que no hay que confundir con las “escuelas de cuadros”, convocados siempre en hoteles y albergues, esto es, en lugares mucho más cómodos y con programas mucho más rígidos que concluían siempre con la visita del Secretario General del MSI. Los asistentes a estos eventos se limitaban a recibir la formación que se les daba, no se les pedía que expusieran su opinión o las propias experiencias, sino que recibieran la del partido con la atención que un alumno depara a su maestro.

Así pues, la práctica de los campamentos juveniles no era nueva, existían precedentes lo suficientemente conocidos y significativos, como para que ninguna jerarquía del partido se inquietara por la convocatoria de una de estas actividades por parte de la rama juvenil. Sin embargo, los organizadores tenían una visión completamente nueva de lo que iban a ser estos campamentos:

- Se convocaron como “festivales de música, espectáculo y grafismo”. Si bien, tomaban impulso en las pasadas experiencias propias de Giovane Italia, Europa Civiltà, etc, intentaban imitar mucho más al reciente Campo Lambro organizado en el ámbito del “movimiento del 77”.

- No se trataba de dar cursos e impartir una formación doctrinal o técnica de carácter rígido, sino de reunir a los asistentes por “grupos de afinidad” cada uno de los cuales estaba orientado al estudio y desarrollo de un tema determinado. Y valían todos: desde cocina macrobiótica, hasta sociología, desde música alternativa hasta diseño gráfico.

- Aún existiendo una “dirección”, la distancia que la separaba de la base era mucho menor que en los “campamentos-escuela” tradicionales.

- La convocatoria se realizaba en función de nuevos símbolos (la cruz céltica), temas (la irrupción de la fantasía heróica tolkieniana),

- Al igual que ocurría en los fuegos de campamento de Europa Civiltà, se conseguía “calor humano”, no tanto por el canto de los viejos himnos, sino por la aparición de nuevos grupos musicales, solistas y cantautores que intentaban expresar los valores que defendían con ritmos y acordes nuevos.

- El nexo que unía con el “pasado” no había sido abolido completamente: se recordaba a Drieu la Rochelle y al futurismo, se defendía cierta concepción de “la Tradición” (si bien mucho más diluida que en el ámbito evoliano) y la política interesaba, pero no especialmente, y desde luego lo que no interesaba nada en absoluto eran las orientaciones de la burocracia dirigente del MSI.

- La teoría organizativa ya no era la clásica: ni la que exigía la ley al MSI, ni la histórica derivada del cesarismo o del führerprinzip, ni siquiera la leninista que había logrado interesar a un sector del neo-fascismo. Se estaba más cerca de las “teorías movimentistas” en las que se concebía la pertenencia a una organización “social”, integrada en un “movimiento” amplio que reunía a una panoplia diversificada de “frentes” especializados en torno a unas ideas-fuerza comunes. Era la idea de moda asumida del “movimiento del 77”.

3. Los promotores del proyecto

Los nombres de los impulsores de todo esto son conocidos: Marco Tarchi, Umberto Croppi, Giampiero Rubei y Generoso Simeone. Sigamos la evolución de cada uno de estos personajes.

En lo que se refiere a Marco Tarchi ya hemos dado algunos apuntes sobre su personalidad. Sobrino del Ministro de Economía Corporativa de la República Social Italiana, Tarchi militó desde muy joven en la sección florentina del MSI, donde dirigió Giovane Italia. A mediados de los años 70 ya era uno de los dirigentes más prometedores y representativos del Fronte della Giuventù. Se alineó en 1976 con la corriente rautiana del partido lo que implicó, a partir de entonces, un enfrentamiento casi constante con la dirección del partió. En 1977 aspiraba a la secretaría nacional del Fronte e incluso fue el candidato más votado, pero Giorgio Almirante optó, como le correspondía por los estatutos del Fronte, por colocar a Gianfranco Fini (que había quedado en cuarta posición) al frente de la organización, relegando a Tarchi a la vicesecretaría nacional que ocupó hasta 1979. Giano Accame (uno de los intelectuales de la derecha que alternó su colaboración con el MSI con sucesivas rupturas, siendo el primer intelectual de la “derecha postfascista” en adoptar posiciones pro-israelitas y que coqueteó con la Nuova Destra en los años 80) describió lo que supuso esa decepción para Tarchi: “se convirtió en anarquista por la ofensa recibida”.

Por su parte, Umberto Croppi, algo más joven que Tarchi, fue a los 19 años concejal romano del MSI, delegado del FUAN en la facultad de Derecho y dirigente nacional de la misma organización. Posteriormente fue miembro del comité central del MSI y más tarde miembro de su secretaría nacional. Se situó en la corriente Linea futura dirigida por Pino Rauti. En la época del “movimiento del 77”, fundó y presidió el Movimento dei Giovani Disoccupati, luego figuró como uno de los ideadores de la estética de los Campos Hobbit y se implicó en sus actividades ecologistas.

El tercer impulsor de los Campos  Hobbit, Generoso Simeone, era el de mayor edad. Había nacido en 1944 y militó desde muy joven en el MSI. Sin embargo seguirá a Pino Rauti cuando en 1953 se escinda del partido y constituya el Centro Studi Ordine Nuovo del que Simeone será responsable máximo para la región de Campania. Seguirá vinculado a Rauti cuando este retorne al partido en julio de 1969 y pronto entrará en contacto con Tarchi con quien colaborará a partir de 1972, dirigiendo la publicación L’Alternativa. En su primer número escribió un editorial en el que afirmaba: “Ya no es posible quedarse en la ventana y esperar que un mundo siga en ruinas, una civilización resulte destruida... es preciso una política de intervención, una política que incide, cualifica, aclara, una política que ilustra y sorprende, una política de alternativa global... que ofrezca un mito y una idea para las nuevas generaciones, capaz de fascinar y arrastrar mediante la creación de un nuevo orden social, para que Europa se una y vuelva a detentar la primacía de civilización”. La idea de reunir a los jóvenes alternativos de la corriente rautiana en un campo de verano, fue inicialmente suya.

El paso más fugaz por la política de todos los impulsores de los Campos Hobbit, fue el de Giampiero Rubei. Al igual que el resto de impulsores de la iniciativa, Rubei estaba impregnado de una cultura de derecha y atribuía la mayor importancia en su formación y en sus opiniones personales a Ezra Pound, pero lo que más le interesaba –y le sigue interesando- es la música y, concretamente, el jazz. Había escrito: “En el jazz se encuentra el lenguaje adrenalínico del Novecento, la vitalidad de la improvisación, de la fuerza de lo que Jünger ha llamado lo elemental…”. Mediante Pound, Rubei llegaba a la poesía y él mismo intentaba transformarla en música… música de jazz: “¿Qué hay de más apropiado que el jazz para comprender el espíritu de Paound? Por lo demás, personalmente, en el jazz he encontrado la declinación musical de lo que ha absorbido de joven leyendo a Drieu, Evola, Kerouac y, precisamente, a Pound”. Cuando se convocaron los Campos Hobbit, Rubei ya era muy conocido en los ambientes jazzísticos romanos en los que estaba integrado desde su período estudiantil.

El primer Campo Hobbit o la grandeza  de la fiesta

Inicialmente estaba programado para el 28 y 29 de mayo de 1977, pero no pudo celebrarse por cuestiones organizativa hasta el 11 y 12 de agosto. El lugar elegido para esta primera experiencia era el pequeño pueblo de Montesarchio, un pueblo de 10.000 habitantes situado en el Benevento (centro-sur de Italia) en una zona montañosa. Allí el MSI tenía una aceptable implantación. Al frente de la federación local estaba Generoso Simeone, mal visto por la dirección del partido y perteneciente a la Línea Futura de Rauti. Parece que, inicialmente, no estaban muy claras las ideas que debían inspirar la iniciativa: se hablaba ya de “metapolítica”, el concepto procedente de la Nouvelle Droite francesa que explicaba que para alcanzar el poder político había que conquistar primeramente la “hegemonía cultural”. El concepto, producto de una mala lectura de Antonio Gramsci, el secretario general del Partido Comunista Italiano durante el Ventennio fascista, implicaba situarse “más allá” de la política, no obsesionarse con el activismo político cotidiano, y procurar orientarse hacia esfuerzos culturales que, antes o después, lograrían generar un caldo de cultivo más adecuado para las propias ideas políticas, algo que, evidentemente, el MSI no disponía en ese momento.

Este planteamiento era precisamente el que les había ayudado a “comprender” el “movimiento del 77” y a intentar la asimilación. Estaba claro, pues, desde el principio que los aspectos culturales ocuparían un primer plano en la iniciativa. Así pues, de lo que se trataba era de insistir en música, radio, diseño gráfico y temas sociales, todo lo cual era inhabitual en la extrema-derecha neofascista pero constituían el eje de las preocupaciones de la juventud politizada de la época. No era esa la única novedad. El campo ya no estuvo presidido por la antigua bandera del Fronte della Giuventù, heredada de Giovane Italia (un fornido brazo sosteniendo una antorcha cuya llama ostentaba los colores de la bandera de Italia, en lo que constituía una joya del diseño de los años 50), sino la cruz céltica, el emblema que hasta ese momento había sido solamente utilizado por la extrema-derecha francesa y, a nivel europeo por la Jeune Europe de Jean Thiriart. La cruz céltica estaba presente de manera obsesiva: en adhesivos, en banderines, en camisetas, a la entrada del campo, incluso sus participantes formaron una cruz céltica humana con sus cuerpos. El símbolo indicaba la intención renovadora que animaba a los asistentes.

Pero la parte que más sorprendió fue, sin duda, la musical: actuaron Amici del Vento, La Compagnia dell’Anello, Janus (primer grupo de rock neo-fascista). En aquel momento el repertorio de todos estos grupos no era muy amplio, pero fue a partir de entonces cuando redoblaron esfuerzos tanto sus letristas como sus compositores y en apenas dos años ya dispusieron de una discografía lo suficientemente amplia como para que pudieran realizar giras por las secciones del Fronte della Giuventù y fueran suficientemente conocidos en el medio juvenil neofascista. De hecho, este primer Campo Hobbit constituyó para todos ellos una carta de presentación. En lo que se refiere a “grafismo”, en los distintos “talleres” se insistió en la tipografía que habría creado a principios de los años 70, Jack Marchal (y que asumió como propio Ordre Nouveau), en las nuevas formas de grafismo que habían irrumpido desde mayo de 1968 y en la iconografía céltica que derivaba de El Señor de los Anillos.

Se habló de política, naturalmente, y la dirección del MSI no pudo evitar salir afectada por las críticas demoledoras que se le formularon, pero también por el espíritu “alternativo” que percibió en la demostración y que era completamente contrario y hostil a su estilo burocrático.  Se ha escrito que el Campo Hobbit I supuso “la respuesta coral a un acto de autoridad perfectamente expresivo de la mentalidad de quien, a pesar de todo, dirigía. El desafío al formalismo de las estructuras. La proyección estereofónica de un congreso sin delegados de derecho. La decepción por el congreso anterior del partido. Los ingredientes para una explosión estaban todos presentes”.

Las cifras sobre los asistentes varían desde los 800 a los 2.000. El propio Umberto Croppi, años después, en el curso de una entrevista, reconoció que “asistieron 800 jóvenes”, sin embargo, la cifra que se dio oficialmente en aquel momento y que ha sido reproducida en decenas de artículos y libros, a menudo hostiles, era la de 2.000.

Era evidente que la inmensa mayoría de asistentes había apoyado la ponencia presentada por Rauti en el último congreso del MSI y el campamento constituía también un acto de apoyo para el fundador de Ordine Nuovo. Lo que ya no está tan claro es que lo hablado allí coincidiera exactamente con las creencias que Rauti sostenía en aquel momento. De ahí que, cuando, años después, los promotores del Campo hubieran editado un volumen relatando las experiencias y los motivos de la iniciativa, insertaran una frase significativa: “Linea Futura era esto, más allá de las intenciones de quien la había bautizado”.

¿Qué supuso aquel evento para sus asistentes? “Tres días pasado juntos, para descubrirse. El mito de las iniciativas paralelas, que caminaban por sí mismas mientras desde la dirección oficial del partido se planteaba como crecer. La explosión de mil forma de un modo de ser. La prensa, la gráfica, los cómics, la radio, el teatro, la poesía, la música, la mujer, la nutrición, la biopolítica, la fantasía heroica. Montesarchio como liberación”. Lo que intentaron los promotores fue “salir del gueto”, “descubrir las propias raíces”, “realizar una palingenesia integral”…

Lo que se intentó allí era un “proceso de homologación juvenil” cuyo significado era, de todas formas, algo vago. La izquierda venía discutiendo sobre estos temas desde hacía diez años, para la derecha neo-fascista, en cambio, era una temática desconocida… Se trataba de “aprender a discutir”, una práctica de que hasta ese momento carecía de tradición en el ambiente neo-fascista mucho más habituado al “creer, obedecer y combatir” procedente del Ventennio mussoliniano. Se trataba, también, de reconocer las “nuevas necesidades” que eran completamente diferentes de las que experimentó la “generación de Saló” (de la República Social Italiana) y de la inmediata postguerra. El “golpismo” ya no bastaba, las “tramas negras” se denunciaban como caricaturas, se alzaron voces constantemente contra el “nostalgismo” de otro tiempo y proclamas para definirse ante los problemas que estaban implícitos en el debate social de aquel momento histórico. Todo ello para dar vida a una “alternativa” que estuviera “menos hipnotizada por el pasado y dispuesta a medirse con el mundo moderno, capaz de hablar en la forma y en los temas en la lengua contemporánea”. 

Pocos creían que aquella convocatoria sería diferente a cualquier otro campo-escuela o campo-veraniego, del neo-fascismo. Por tanto, a nadie le sorprendió que el Ministerio del Interior enviara un fuerte contingente de carabinieri para evitar cualquier incidente que pudiera producirse. Un servicio de orden compuesto por 80 jóvenes provistos de brazalete blanco-rojo-negro aseguraron el orden en el interior del Campo… ya no eran los colores de la bandera de combate del Reich, sino “de la tradición”.

En lo que se refiere a las consignas, llamaron la atención de la prensa, pero no todas eran completamente originales; algunas de ellas se venían utilizando desde los años 50 en los medios juveniles del MSI, pero nunca por la dirección ni, por tanto, habían llamado la atención de los medios: “Ni Marx, ni Coca-Cola; ni bancos, ni soviets”. Se apelaba a la “imaginación” y a la “creatividad”, para descubrir la “propia identidad” y la “diversidad” del mundo circundante.

Las intenciones eran estas y estaban claras por parte de los promotores y de un cierto número de los asistentes, pero no de todos. Se produjeron contradicciones : aparecieron brazos en alto, usos, formas, costumbres habituales en este tipo de concentraciones juveniles neo-fascistas. Esto se produjo porque no todos los asistentes estaban impregnados del mismo espíritu y de las mismas intenciones que los promotores. Para muchos, “el descubrimiento de la diversidad” supuso exteriorizar una revancha a la derrota de Linea futura en el congreso del MSI de febrero anterior; una especie de revancha. Para otros se trató de una experiencia comunitaria en la que, por unos días, todos los que les rodeaban pertenecían a su propia corriente de pensamiento y no debían disimular, ocultarse o simplemente moderar sus criterios. Para casi todos fue –y esta era una de las propuestas- un “espacio de fiesta”.

Campo Hobbit II, el MSI recupera la iniciativa

A la vista del éxito y del interés suscitado por el Campo Hobbit I, se volvió a convocar al año siguiente en la Fonte Romana, en Abruzzo, casi el centro geográfico de Italia. Pero, a diferencia del año anterior, la convocatoria no procederá de los jóvenes de la corriente rautiana, sino de la propia dirección del Fronte della Giuventù que transmitía en el ambiente juvenil la misma línea que Giorgio Almirante adoptaba para la totalidad del MSI. Tras la convocatoria lo que queda claro es que el oficialismo burocrático almirantiano se niega a dejar el mundo juvenil en manos de la corriente rautiana e inicia una ofensiva para recuperarlo. Esto explica el porqué, según todos los testimonios, se trató del campo menos interesante de todos los que se celebraron y expresara los compromisos entre las distintas corrientes.

Alterado el espíritu del campo, triunfó en est edición el “modelo integrado”. Se trataba de realizar una “gestión unitaria” y había que rebajar las críticas a la dirección del partido, casi mejor eliminarlas en aras del monolitismo del partido. La creatividad y la búsqueda de la propia especificidad, los movimientos sociales, el grafismo, todo eso era muy interesante, pero solamente si se ponía al servicio de un partido capaz de obtener resultados electorales, porque tales resultados serían la garantía de que algo podría cambiar en la sociedad italiana. La secretaría general del partido había decretado la disolución de las distintas corrientes. Alguno de los asistentes no pudo evitar escribir: “Como si dos estilos, dos mentalidades, dos experiencias distintas –compatibles, ciertamente, pero en una compuesta y dialéctica pluralidad- pudieran fundirse de golpe bajo el impulso de un acuerdo firmado. La forzada disolución de las corrientes en el seno del Movimento Sociale Italiano facilitaba un primer resultado. Ni gustosa, ni compacta, la mayonesa enloquecida de Fonte Romana dejaba sabor amargo en la boca”.

No es que cambiara mucho en relación al primer Campo Hobbit, es que, simplemente, aquella segunda edición fue una repetición de la primera. Una copia en la que estaba ausente la creatividad y la innovación. Simplemente se repetía lo mismo y lo mismo cansaba: las canciones que cantó La Compagnia dell’Anello ya se habían conocido a lo largo del año y lo mismo valía para Janus, los nuevos solistas, Fabrizio Marzi, Renato Colella, gustaron pero no entusiasmaron. Hubo un taller y un puesto de comida macrobiótica… pero eso ya se había visto el año anterior. La única novedad digna de tal nombre fue que se filmó una película en Super 8 mm que, una vez montada, sería reproducida en todas las secciones del MSI. Salvo esto, todo lo demás fue una pálida copia, un deja vû del año anterior, salvo por “algún cuerpo desnudo tendido al sol, la selva de saludos romanos como subrogación de vitalidad de una especie destinada a la extinción. El mundo giraba a lo lejos”.

En realidad, había algo en el Campo Hobbit I que era extremadamente contradictorio como para que pudiera mantenerse durante mucho tiempo. En efecto, para algunos de los asistentes en el evento de 1977, se trataba de homologarse con las corrientes juveniles que hasta ese momento habían sido “enemigas”, separadas del neo-fascismo por un amplio foso de valores, incomprensiones, enemistades históricas, referencias contrapuestas y, finalmente, por años de enfrentamientos sin perdón. Sin embargo, esos mismos neo-fascistas consideraban imposible e inaceptable cualquier entendimiento con los que hasta ese momento habían sido sus propios camaradas, sus jefes políticos y quienes habían estado siempre de su lado. Se aceptaba la superioridad cultural y política de la extrema-izquierda, pero se negaba el reconocer ningún tipo de familiaridad o legitimidad con la “derecha nacional”. Algo fallaba evidentemente en el planteamiento de los organizadores del Campo Hobbit I. No era raro, pues, que ante la deriva que había tomado aquella primera experiencia, la dirección del MSI se tomaría interés en devolver las cosas a un cauce más normal. De ahí los límites de esta edición y su falta de interés. Se trató de una pálida copia del año anterior. Sin más.

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