VI. EL "GRAAL" Y LA "DAMA"
Además,
el Templo se encuentra en el centro de la caballería, no solo en tanto que Templo
de Jerusalén, sino igualmente en tanto que Templo del Graal. El Graal, en
muchos aspectos encarna la faz esotérica de la caballería, pero el conjunto de
leyendas que se refieren a él no hace sino evocar su significado secreto.
Ya
en la forma cristiana de esta leyenda, el Grial, el vaso místico de propiedades
maravillosas, que hace innecesario cualquier alimento terrestre y procura una
eterna juventud, habría sido transportado, después de la Ultima Cena, por los
ángeles del Cielo, de donde habría descendido sólo en el momento en que apareció
sobre la tierra una raza de héroes capaces de constituirse en guardianes suyos.
El jefe de este linaje hizo construir para el Graal un Templo a imagen del de
Jerusalén, e instituyó la Orden del Graal, compuesta por doce caballeros
llamados "caballeros perfectos" e incluso "celestes". Si
este objeto místico, cuya búsqueda es el ideal más elevado del caballero -y
que, desde cierto punto de vista, encarna la tradición espiritual antigua,
perdida o convertida en invisible (el Graal secuestrado en los "cielos",
puede relacionarse con lo ya dicho a propósito del coelum y celare,
ocultar) puede unirse a la ortodoxia de Roma y a la tradición sacerdotal de la
Iglesia, si se piensa que esta tradición es directamente posterior al Cristo, ¿cómo
puede explicarse la idea de que el Grial haya podido desaparecer, así como la
idea de que haya sido necesaria que se alce una nueva raza, no la de los
sacerdotes sino de los héroes, de los caballeros, a fin de que el Graal pueda
volver nuevamente sobre la tierra, en su Templo? Está claro que aquí, una vez
más, se hace alusión a otra espiritualidad, a algo que no se encuentra en la
Iglesia y para la cual la tradición de esta última no es de ninguna utilidad.
Por
otra parte, la leyenda del Grial no es más que la adaptación cristiana de una
tradición pre-cristiana, pagana. Los dos objetos místicos de la leyenda del
Graal, la copa y la lanza, se reencuentran, en efecto entre los que los
miembros de la raza divina de los Tuatha Da Dannan (verosímilmente los llamados
Cro-Magnon, y también los "Helenos del paleolítico") se habría
llevado consigo al abandonar Avalon, "donde la muerte no existe"; por
otra parte, allí residiría el rey Arturo, a quien se atribuye la institución de
la Orden de los Caballeros del Graal: y las representaciones del castillo en el
cual habría sido guardado -según la antigua leyenda celta- un recipiente que
prodigaba un alimento sin fin (que, posteriormente, tomará el nombre de Graal),
coincidiendo frecuentemente con las de la sede simbólica del "rey
universal", del palacio del Preste Juan, del Asgard del Edda, sede de los
Asen y fundadores de las casas reales nórdicas, y con numerosas otras representaciones
alegóricas del "lugar" de la autoridad espiritual suprema,
detentadora de los dos poderes. Antes de ser la copa de la que se sirvió Jesús
para la Cena, el Graal, idealmente, es el recipiente mágico dado por el hijo de
Llyr, Brân, a Marholwch, recipiente que contiene el poder de resucitar a los
"muertos" y curar cualquier herida, no sin relación con numerosos
otros vasos del mismo tipo conocidos en las leyendas celtas, de los que en
ocasiones se dice que rechazaban dar el contenido místico, no a los pecadores,
sino a los perjuros y a los perezosos. Pero hay algo aún más
"curioso", Numa habría recibido del "cielo" a título de pignus
imperii, como garantía para la eternidad de Roma, un escudo sagrado,
correspondiente a la antigua vasija destinada a contener la ambrosía, es decir,
el alimento no terrestre de los inmortales. En la romanidad pagana, el escudo
sagrado era guardado por el colegio de los Salios; estos últimos, además del
escudo, poseían la lanza y su número era de doce, como los caballeros del Graal
y del rey Arturo que, también tenían bajo su custodia un objeto inestimable: el
Graal, la copa de la bebida inmortal y una lanza. Aquí, de nuevo, por las vías
subterráneas, reaflora un simbolismo idéntico, una misma tradición enigmática
relacionada con las formas de antiguas civilizaciones heroico-paganas.
Todo
esto evoca de una forma significativa, los entre bastidores de la caballería y
de sus misterios, por emplear la expresión de Aroux. Aroux, y con él Rossetti,
aunque la ignorancia de una cierta cultura académica apenas lo haya entrevisto,
habían abierto ya la vía a otros descubrimientos; habían demostrado la existencia
de un lenguaje cifrado, alegórico, en los recuerdos y en los relatos de la
Caballería hasta el mismo Dante y los que pueden llamarse "Fieles de
Amor". Gracias a este lenguaje, no se disimulaba solamente una enseñanza
poco ortodoxa que se salía de los límites impuestos por el cristianismo, sino
que igualmente estaba presente, en ocasiones una viva y radical aversión hacia
a Iglesia. No es este el lugar para desarrollar este tema; por lo demás, en
nuestros días, el llorado Luigi Valli ha facilitado a este respecto una notable
contribución demostrando el doble aspecto, gibelino e iniciático, de una
literatura únicamente considerada como "poética" en la época del Stil
Nouvo.
Sobre
esto, nos limitaremos a decir que cualquiera que piense que la reacción contra
la Iglesia, de la que se encuentran huellas en las sectas y en las tradiciones
secretas hasta los tiempos de Dante, era debida a la corrupción y a la decadencia
de la Iglesia misma, se equivoca burdamente. Aquí se trata -una vez más- de
otro ideal que, por su misma naturaleza, se opone al de la Iglesia, corrupta o
no, en tanto que órgano del cristianismo, es decir, de una simple religión y
que jamás ha podido representar. Aquí también, existe oposición política y
simultáneamente, oposición espiritual. A este respecto y antes de concluir,
conviene evocar el simbolismo caballeresco de la "Dama".
Como
se sabe, el culto a la "dama" era propio de la caballería y fue
llevado tan lejos que, si se toma al pie de la letra, puede aparecer aberrante,
como algunos han pensado. El hecho de volcarse a una "Dama",
consagrarle fidelidad incondicional, fue uno de los temas más frecuentes de las
cortes caballerescas. A la "Dama" se dejaba el juzgar sobre el valor
y el honor de los caballeros y, según la teología de los castillos, no era dudoso
que el caballero muerto por su "Dama" participase del mismo destino
de inmortalidad bienaventurada asegurado al cruzado muerto por la liberación
del Templo.
Si
se consideran algunos ritos, se constata que la "Dama" del aspirante
a caballero debía desvestirlo para conducirlo al baño a fin de que pudiera
purificarse y revestirlo nuevamente -como los neófitos de los misterios
paganos- con los vestidos inmaculados de la Vela de Armas y, recibir
finalmente, la investidura caballeresca. Vemos, por otra parte, que los héroes
de las aventuras, en ocasiones escabrosas, en las cuales figura la
"Dama", héroes como Tristán (Sir Tristán) y Lancelot, son
simultáneamente caballeros del rey Arturo en busca del Graal, es decir,
miembros de la misma orden mística a la que pertenecían tanto Parsifal como
Kundry, seducido en vano, y los caballeros celestes, como el hiperbóreo
"Caballero del Cisne".
La
verdad, es que tras todo esto se escondían significados más profundos, no
destinados ni a los jueces de la Inquisición ni al público grosero, sino inteligibles
simbólicamente bajo la cobertura de costumbres extrañas y relatos eróticos. En
la mayor parte de los casos, por "Dama" de la antigua caballería es
preciso entender lo que vale igualmente para la "Dama" de los
"Fieles de Amor" y revela, por otra parte, un simbolismo tradicional
bien preciso. La "Dama" a la que se jura fidelidad incondicional y a
quien uno se entrega haciéndose cruzado, la "Dama" que conduce a la
purificación (que el caballero considera como su recompensa y que le vuelve
inmortal cuando muere por ella), es en el fondo el equivalente al mismo Graal.
Es
-como ha demostrado Valli- para los Fieles de Amor, la "inteligencia"
en el sentido trascendente, la "santa sabiduría", la personificación,
pues, de una espiritualidad capaz de transfigurar y de una vida que ignora la
muerte; es, por así decirlo, un avatar de Hebe, la eterna juventud que se
convierte en la esposa del héroe Herakles, del "hermoso vencedor", en
el seno del Olimpo y de Atenea, nacida de la frente divina, que sirve de guía a
este héroe; de la Freya del Edda, diosa de la luz, constantemente cortejada por
seres telúricos, los Elementarwesen, que buscan en vano conquistarla; de
Sigrdrifa-Brynhilda, que Wotan destina a convertirse en la esposa terrestre del
héroe que atraviesa la barrera de fuego (y aquí volvemos a encontrar un
equivalente del "bautismo de fuego" de los Templarios); de la Virgen
Sofía, representación que, en todo el ciclo mítico tradicional de Oriente y Occidente,
está en relación con el Árbol del Mundo y de la Vida, personificación de la
fuerza vital original, la vida de la vida, e incluso la potencia, conforme al
doble significado del término sánscrito shakti, a la vez esposa y
potencia.
El
Arbol, está presente no solo en las diversas leyendas relativas a la conquista
de la inmortalidad o de la sabiduría por el héroe, sino también y de manera más
significativa aún en nuestro caso, en las que se refieren al poder real y
sacerdotal de un "vencedor" (cfr. por ejemplo, la leyenda itálica del
Rex Nemorensis). ¿Existía una aspiración meramente religiosa tras todo
este simbolismo femenino y erótico? No lo creemos, en la medida en que,
hablando de resurrección en el sentido religioso, no se encubría evidentemente,
en el marco del cristianismo, el peligro de ser acusado de herejía; mientras
que, el empleo de tal enmascaramiento por la caballería y los Fieles de Amor
sería completamente incomprensible si, efectivamente, se tratara de esto...
Algo
diferente e incomprensible para profanos y para adeptos al cristianismo debía
ser ocultado: otra aspiración, irreductible a los límites religiosos, trasladada
a una esfera más alta; algo que, sin duda pertenecía a las grandes tradiciones
del paganismo ario, tradiciones que ignoraban el pathos del pecado y de la
salvación, los terrores del más allá y la Redención; que, en lugar de la verdad
"democrática" que transforma cualquier alma mortal en inmortal, reconocía
la doble vía, el doble destino, la doble posibilidad: de un lado, la vía de los
ancestros y los demonios de la tierra, el Hades, el glacial Niflheim, las aguas
de la disolución y del olvido; del otro, la vía de los dioses -devayana-
y de los héroes, la religión olímpica de los inmortales, el Walhalla, las aguas
del despertar, la "vida sin sueño" del Avesta.
Al
igual que en la cumbre de la sociedad medieval se encontraban ideas del Imperio
que entroncaba con la Tradición pagana de una suprema autoridad
"solar", al igual que el símbolo del Templo y del Grial eran una
transposición cristiana de una idea superior a la religión; así como en las premisas
de la ética feudal y caballeresca, volvíamos a ver el tipo viril y pagano de la
espiritualidad y, en las Cruzadas y en la "prueba de las Armas", la
doctrina antigua de la mors triunphalis y de la victoria, así mismo, en
el simbolismo de la "Dama" y en la relación entre ella y los
caballeros del Graal se ocultaron los elementos propios a la doctrina y a las
iniciaciones paganas, los temas del despertar y del tránsito, no místico ni
sentimental, sino real, de un modo de ser a otro, consumado a través de una vía
viril y heroica, ajena a cualquier evasión de tipo religioso y a toda
servidumbre ante lo divino.
Se mantuvo
la actitud solar según la cual el elemento de la sabiduría, de la vida espiritual
y de la potencia, a la que se consagra y a la que es "fiel" hasta la
muerte, debe, embargo, conservar los rasgos femeninos respecto a la virilidad
espiritual del iniciado en tanto que valor central.
En
definitiva, el significado exacto de todo esto, se encuentra, en los Fieles de
Amor, tras el símbolo aún más impenetrable de la literatura
hermético-alquímica, propia a la tradición que, hecho significativo, toma el
nombre de "Ars Regia", arte real, y recupera los temas de las
iniciaciones de la misdma realeza divina egipcia, estableciendo el
"mito" de una "raza inmortal y autónoma", los "sin
rey", "herederos de la sabiduría de los siglos", "esposo de
la Dama" y "Señores de ambos poderes".
VII.
CONCLUSION
Todo
lo que precede no constituye más que algunos aspectos de un material documental
extremadamente amplio, que podría ser objeto de más vastos desarrollos, aptos
para demostrar nuestros puntos de vista.
Las
civilizaciones y las grandes épocas históricas tienen un aspecto visible (una Oberwelt)
y un aspecto oculto (Underwelt) y es aquí en donde reside el significado
más auténtico que en las formas de la conciencia exterior, que no tienen la
menor idea de los entre bastidores del subconsciente y de los procesos internos
de los que estas formas no son más que el resultado. Un método histórico que
diera cuenta del "subsuelo" de la Historia, de esta Unterwelt der
Kultor, se anuncia apenas en nuestros días, obscurecidos aún por la
ignorancia positivista.
Aplicándolo
a la Edad Media, nos ha parecido reconocer en este momento de la Historia algo
radicalmente diferente de las suposiciones de los que no ven con nostalgia más
que una especie de edad de oro de la cristiandad, la realización más diáfana
del ideal católico. Nos ha parecido, por el contrario, reconocer, predominantes
e indomables, fuerzas de otra naturaleza muy diversa, fuerzas que llevaron la
marca de las más radiantes civilizaciones antiguas y convergieron hacia el
glorioso símbolo que debía hacer decir al gran gibelino, a Dante, que "el
Cristo mismo fue romano".