sábado, 16 de octubre de 2010

Siglo XIX: el regreso de los templarios. Una desconocida reconstrucción de la orden del Temple en España

Infokrisis.-     En 1319, cuatro años después de la ejecución del Gran Maestre de los Templarios, Jacques de Molay, en París, se reunieron en el presbiterio de la Catedral de Barcelona, recién concluido, 200 antiguos miembros de la Orden. En 1350 murió el último de los templarios españoles, se llamaba Bernard Dezcoll. Desde entonces los templarios desaparecieron por completo de la historia de España y no volvió a hablarse de ellos salvo en las logias masónicas, algunos de cuyos grados estaban directamente inspirador en el templarismo.  Pero en el siglo XIX, por primera vez, se intentó reimplantar la Orden de los Caballeros Templarios en España.

LOS TEMPLARIOS DEL CURA DE BRIHUEGA

    A finales de 1840 comenzó a dar clases de teología en la Universidad de Madrid, José María Moralejo, más conocido como el "cura de Brihuega". Durante el trienio liberal (1820-23) había sido un fogoso orador y destacó en todas las conspiraciones contra Fernando VII.

    Era miembro de la Sociedad Comunera, una secta secreta conspirativa, que mantenía ceremonias y ritos iniciáticos. Los comuneros, llegaron a constituir un formidable núcleo conspirativo, de carácter liberal. Sus logias se llamaban "Torres" y sus miembros se llamaban a sí mismos "buenos primos". Moralejo llegó a dirigir una de estas "torres" comuneras en el pueblo donde ejercía su ministerio.

    Esta febril actividad política lo arrojó a un largo periplo en exilio, primero en Gibraltar, luego en Londres, donde volvió a tener problemas con las autoridades por sus actitudes extremistas, recalando, finalmente, París. Había sido iniciado en una logia masónica gibraltareña y con estas credenciales viajó a Londres.
Al llegar a París contactó con la "Orden del Temple" reconstruida por Fabré Palaprat durante el período napoleónico y a ella se adhirió en cuerpo y alma. Recorrió la jerarquía interior de la orden hasta ser nombrado "obispo" de un bailío y con este título regresó a España.

DE BRIHUEGA A MADRID

    José María Moralejo, alcanzó fama de tribuno político, consumado agitador, relacionado con los más altos niveles del conspiracionismo liberal, fue capellán de Riego, con el que travó una amistad que iba mucho más allá de lo estrictamente político o religioso. Físicamente, no era agraciado, un enemigo político lo describe "de pequeña estatura y casi raquítico, su cara escuálida hubiera servido a Lavater en sus fisiologías para marcar la transición del hombre al buitre".

    Enviado a Brihuega por la autoridad eclesiástica, su espíritu exhuberante y aventurero, difícilmente podía recluirse en un pueblo de pocos cientos de almas. En cuanto pudo se desplazó a Madrid para vivir más intensamente el ambiente conspirativo de la época.

    Tras regresar del exilio, Moralejo alternaba sus clases públicas con una discreta actividad en pro de la reconstrucción del Temple en España. Se sirvió para ello de los altos grados masónicos -grados "filosóficos"- en los que la temática templaria permanecía viva. Ayudado por estos y por aquellos otros que conocían la actividad de los neo-templarios franceses, Moralejo redactó los documentos tendentes al restablecimiento del Temple.

LAS "BASES PARA EL RESTABLECIMIENTO DEL TEMPLE EN ESPAÑA"

    Un folleto que data de 1846, compuesto por 32 páginas en 8º, lleva el título de "Bases para la Reconstrucción del Temple en España" e incluye varios documentos de la Orden. Una cruz templaria figura en la contraportada, acompañada por la leyenda: "Por Dios y la Patria". Lo firmaba "Nos el H. José María, caballero Gran Cruz de la orden militar y benéfica del Temple, Bailío Ministro honorario del Consejo del Gran Maestrzgo, Legado Maestral de la lengua de España" y estaba fechado el 1 de abril de 1846.

    Al escrito autorizando la difusión del documento seguía un resumen de la historia del Temple y en la página 20 se ofrecían "garantías a la Nación, de los Caballeros Templarios Españoles". La primera era la renuncia a las posesiones y privilegios que hubiera tenido el Temple en otro tiempo; renunciaban igualmente a tener propiedades y limitaban estas a las donaciones que reciban destinadas a fines benéficos o asistenciales. Como detalle curioso renuncian igualmente a "la conquista de la Tierra Santa y Santos Lugares". Hacen explícito acatamiento a la legalidad vigente e insisten en que su principal actividad es la beneficencia, "al paso que se consideran los primeras de las otras órdenes militares existentes".

    Tenían derecho a integrarse en la Orden todos aquellos varones que realizaran un noviciado de un año, con excepciones. "Son caballeros natos -se decía- los descendientes por línea directa de caballeros del Temple". Los que militaban en las Ordenes de Montesa, en la portuguesa de los Caballeros de Cristo y en la prusiana de los Caballeros Teutónicos, tampoco debían de realizar noviciado, pero sí en cambio los de las Ordenes de Calatrava, Santiago y Alcántara, cuyo noviciado se reducía a tres meses y un solo mes los que fueran Caballeros Hospitalarios o de San Juan de Jerusalén. Hay que decir que estas órdenes si existían en aquel momento en España y Portugal, siquiera como residuos de lo que fueron las órdenes militares medievales y habitualmente dedicadas a actividades sociales o piadosas.

LAS POLEMICAS RECONSTRUCCIONES DEL TEMPLE.

    El neo-templarismo ha sido una constante desde la ejecución de los altos dignatarios de la orden en 1314. Desde el siglo XVII se habló de que algunos caballeros franceses habrían conseguido huir de la persecución del rey Felipe el Hermoso y ganando las costas de Escocia, habrían ingresado en los Gremios de Constructores. A partir de 1717 aparece un tipo de masonería llamada "especulativa" que se reclama sucesora del Temple.

    Sin embargo la prolongación del Temple después de la catástrofe de 1314 es dudosa. Todo induce a pensar que, en el momento de ser disuelta, los templarios se hallaban en crisis interna. Pocos años antes habían cubierto la retirada de Tierra Santa, sufriendo miles de bajas y una merma en su prestigio. La llegada de un tiempo de paz en el que se dedicaron a acrecentar y disfrutar de sus riquezas, produjo el relajamiento de la tensión mística dentro de la Orden y se unió a la pérdida de sus mejores hombres en combate. La orden degeneró rápidamente y probablemente, al disolverse, quedaba muy poco del espíritu fundacional y apenas nada de los contenidos esotéricos e iniciáticos.

    Sin embargo, en Francia e Inglaterra menudearon, desde mediados del siglo XIV hasta el XIX los intentos de reconstrucción de la Orden fundados sobre supuestas legitimidades extraidas de documentos espúreos y que no resistían el más mínimo análisis. Incluso hoy, en los distintos círculos neo-templarios, se da crédito a dos documentos, burdamente falsificados, sobre los que se basó Fabré Palaprat y su delegado en España, José María Moralejo: el "Manuscrito Larmenius" y "La Regla de Maestre Roncellin".

¿EXISTIO ALGUNA VEZ EL "MAESTRE RONCELLIN"?

    En el curso del proceso a los templarios, el preceptor de Aquitania, interrogado por los esbirros de Felipe el Hermoso, sobre las prácticas secretas de la Orden, contestó que "Hay quien pretende que fueron introducidas por el maestre Roncelin en los estatutos de la Orden". ¿Quién podía ser "Roncelin"? En la lista oficial de grandes maestres no aparece ninguno con ese nombre. ¿Se trataba de la prueba de que existió una jerarquía paralela dentro del Temple?

    El único templario conocido con ese nombre era Roncelin du Fos, provenzal, recibido en la Orden en 1281 por Guillermo de Beaulieu, gran maestre de origen español, cuyo nombre auténtico era Guillem de Belloch.

    En 1780, Federico Munter, obispo de Copenhague descubrió en los archivos vaticanos un pergamino escrito a dos columnas con el sello templario. Estaba datado en 1205 y contenía los supuestos estatutos secretos de la Orden, la descripción del ritual de iniciación templario y un conjunto de indicaciones criptográficas.

    Se imponen varias observaciones: el documento no era tan antiguo como quería hacer entender, es probable que se tratara de una falsificación realizada por un mitómano a principios del siglo XVIII. La lectura atenta del documento no puede sino hacer sonreir; lejos de ser una "regla secreta", afirmaba que los templarios estaban en posesión de preciosísimos secretos  -entre ellos  podían transmutar plomo en oro- pero su humildad les impedía difundirlos... quien se acercara a la Orden, en cambio, podría tener acceso a ellos, a condición de no aprovecharlos en beneficio propio.

    El documento atribuido a "Maestre Roncellin" pertenece a aquel tipo de documentos imposibles de tomarse en serio; en cuanto al "alfabeto secreto templario", difundido hasta la saciedad a partir de entonces tampoco merece muchos comentarios y es una buena muestra de la fertil imaginación del siglo XVIII.

LARMENIUS ¿SUCESOR DE JACQUES DE MOLAY?

    En 1810 el abate Gregoire menciona en su estudio sobre las sociedades secretas y las sectas religiosas una leyenda, posiblemente urdida en el mismo período que la del "Maestre Roncellin". Decía Gregoire que Jacques de Molay, antes de ser ejecutado había nombrado sucesor suyo a Jean Marc Larmenius, primado de la Orden y comendador de Jerusalén. No hay datos fiables sobre quien pudiera ser el tal Larmenius.

    Algunos analistas han considerado que se trataba de un "nombre iniciático": Larmenius sería "l'armenius", esto es, "el Armenio" y también, alguién de familia noble y, por tanto, revestido de armiño.

    Es a partir de Larmenius que se urde la leyenda de una transmisión directa y regular de la jefatura templaria y de la que, todos los grupos actuales neo-templarios, se reclaman legítimos sucesores y herederos. En 1324 abdicó en favor de Teobaldo de Alejandría, encontrándose entre sus sucesores notables a Bertrand du Gesclin, defensor de Enrique de Trastamara contra su hermano el rey de Castilla. No existe ningún dato en la biografía de Bertrand -muy bien documentada, por lo demás- que deje intuir tal filiación. Y lo mismo ocurre en la mayoría de supuestos grandes maestres de los siglos XV a XVIII.

FABRE PALAPRAT Y LOS TEMPLARIOS ESPAÑOLES


    En 1804 Fabré Palaprat decide reconstruir la orden basándose en el "Manuscrito Larmenius" que otros antes que él habían utilizado ya en el siglo XVIII. Ese año Napoleón es coronado Emperador. Francia dejaba atrás el reinado del terror jacobino, el caos de la Convención y del Consulado y el recuerdo del período mas turbulento de su historia. Con Napoleón llegó el orden y los fastos y Fabré sabe aprovecharse del nuevo clima organizando ceremonias coloristas, con capas medievales y espadas, a la luz de las velas de Notre-Dame.

    El 18 de marzo de 1808, en la Iglesia de San Pablo y San Antonio tiene lugar un homenaje a Jacques de Molay. Otras ceremonias públicas seguirán en años sucesivos. Fabré y sus neo-templarios no se identificaron con el régimen napoleónico y lograron sobrevivirle. La revolución de 1830 estableció la libertad de culto y Fabré pudo exponer públicamente sus concepciones religiosas. Más que una Orden militar lo que había creado era una iglesia inspirada en el evangelio de San Juan que oponía a la "Iglesia de Pedro", negaba la resurrección de Cristo y algunos sacramentos. Para apoyar sus pretensiones dijo disponer de un libro sagrado templario, el "Levitikon", que probablemente hubiera confeccionado él mismo o algunos de sus colaboradores.

    Hacia 1820 el romanticismo vino en ayuda de estos neo-templarios; la edad media se revalorizó y el arte gótico empezó a considerarse como un arte noble. El éxito de los neo-templarios duró hasta el 13 de enero de 1831 cuando la "Comisión Ejecutiva del Convento General" decide asumir el gobierno de la Orden "por impedimento reconocido" de Fabré. Había estado la simbólica cifra de 33 años al frente de la Orden...

    Para esas fechas el cura Borrajo ya se había destacado el París como orador templario y participado en algunas ceremonias públicas. En el curso de una de ellas, Juan González Gaborreluz, que luego sería maestro de la reina Isabel, asistió como invitado y pudo ver al clérigo vestido con el hábito de la Orden. González Gaborreluz, enemigo político del liberalismo, al regresar a España y enterarse que Moralejo había sido nombrado profesor de Teología, puso en conocimiento del obispo de Madrid sus actividades neo-templarias. Moralejo se vió obligado a abjurar y en "El Católico", importante periódico conservador de la época, debió entonar el mea-culpa. No obstante siguió trabajando discretamente para la reconstrucción del Temple en España.

    El primer documento que se dispone de la Orden en España data de 1839, cuando en Francia ya empezaba a decaer. El "cura de Brihuega" había podido regresar a España gracias a la amnistía decretada por la Reina María Cristina. Ese año es publicado un "Reglamento y profesión de fe de los Templarios Españoles", documento, bastante tópico, en el que se insiste en el carácter benéfico de la Orden y en su voluntad de actuar siempre dentro de la legalidad.

    Moralejo intentó reclutar templarios entre el profesorado universitario. Algunos de ellos, por divertirse, le ofrecieron investirse templarios, si lograba que el catedrático Joaquín Aguirre, aceptase el Gran Priorato. Hay que decir que Aguirre, descreido y agnóstico, estaba en las antípodas de Moralejo.

    En 1845 fue desposeído de su cátedra de teología que desempeñaba interinamente. Otros catedráticos y profesores abrieron una suscripción, gracias a la cual pudo percibir 300 reales mensuales durante los últimos años de su vida que vivió tan pobremente como Fabré Palaprat, su amigo e iniciador, el cual al ser desposeido del Gran Maestrazgo Templario, volvió a su antigua profesión de pedicuro y callista.

    Los templarios españoles del siglo XIX apenas llegaron al centenar. Jamás osaron organizar reuniones públicas y desaparecieron años antes de que Moralejo muriera en 1849. En los años siguientes solo se hablaría de templarismo entre los altos grados de la masonería de Rito Escocés.

    La España del XIX, no ofreció cinco años seguidos de paz, estabilidad social y progreso económico necesario para que honestos pequeño-burgueses pudieran disfrazarse de templarios en sus momentos de ocio. Así le fue al "cura de Brihuega"...

© Ernest Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com