Infokrisis.- En la cuestión del cambio climático ocurre como en los embarazos: o existe el problema, o no existe. Y si existe, lo normal es actuar sobre él, esto es, contra él. En España, solamente cierta derecha liberal (Losantos y su entorno) han puesto en duda reiteradamente el problema del cambio climático. No es de recibo. El problema existe y es lógico que exista a la vista de que siglo y medio de emisiones de CO2 han terminado por hacer efecto. Harina de otro costal es que listos, listillos y políticos embarrancados en vías muertas (Al Gore), dramaticen el tema en el más puro estilo hollywoodiense. Hay un problema medioambiental no resuelto, pero muy real.
De la Geopolítica a la Geoclimatología política
La conferencia de Copenhague no ha sido desde luego el marco más adecuado para resolver las dudas y salvar las resistencias generadas en la conferencia de Kioto. En realidad, ha ocurrido todo lo contrario: se han dado pasos atrás y, el recién galardonado "premio Nobel de la paz" ha evidenciado ser, ante todo, norteamericano y velar por la prolongación de la hegemonía mundial de su país tanto como hubiera hecho un denostado neoconservador…
En Copenhague, aunque por distintos motivos, ni China, ni los EEUU, facilitaron las bases de un entendimiento sobre cómo revertir el problema del cambio climático. El tema no ha suscitado excesivo interés en una opinión pública narcotizada por las fiestas navideñas y propensa a pensar que, finalmente, "alguien hará algo" o que "vendrán los científicos y arreglarán el problema". Y el problema tiene muy difícil solución.
Es cierto que varían las opiniones sobre las consecuencias del problema generado por el efecto invernadero. Se ha dicho que cada grado de subida en la temperatura media del planeta equivale a uno o… a cinco metros de subida del nivel de las aguas. Y se esperan dos grados más en los próximos 50 años. Mientras unos han alertado de que la modificación de la salinidad de las corrientes marinas generarán cambios climáticos todavía mucho más peligrosos que la subida de las aguas, otros climatólogos sostienen que todavía no se ha alcanzado un modelo matemático que permita explicar hasta dónde llegarán esas mutaciones y si -como temen los primeros- se podría llegar a una nueva era glaciar. Hay dudas en estos aspectos, pero unanimidad en el diagnóstico: el cambio climático está en marcha y afectará a la vida sobre el planeta.
¿Cómo afectará? En principio generando unos nuevos perfiles de costas. Es evidente que las zonas más bajas desaparecerán sumergidas por las aguas. No es un fenómeno nuevo. Los aficionados al submarinismo hemos podido contemplar en nuestras propias aguas territoriales ruinas del período romano hoy a metros bajo el Mediterráneo. Buena parte de Alejandría desapareció así mismo. Y a la inversa: hoy en Barcelona, la línea del mar está situada 300 metros más delante de donde estaba en la Edad Media y las arenas de aluvión sobre las que se encuentra la Barceloneta han sido acumuladas durante siglos por las aguas del Besós y del Llobregat. No es un fenómeno, pues, nuevo; la novedad estriba es que nunca antes en un período histórico, la modificación de las líneas de costa será tan intensa y generalizada. Y afectará a países enteros.
Si en las dos primeras décadas del siglo XX, la geopolítica (ciencia que estudia la influencia de la geografía en los comportamientos políticos) cobró cuerpo y, a partir de entonces, la historia del siglo estuvo dictada por las leyes inmutables de la geopolítica, en el siglo XXI, esto ya no será así. Será preciso incluir otro elemento en la ecuación: la climatología. Ésta permitirá a la geopolítica (ciencia auxiliar de la política) alcanzar un nuevo umbral de precisión. Dicho de otra manera: el siglo XXI será el ciclo de la Geoclimatología política… Para establecer políticas internacionales, será preciso tener en cuenta sus condicionantes y para conocerlos habrá que establecer nuevas leyes, algo actualmente todavía lejano.
Este es el primer dato importante a tener en cuenta. Dentro de 50 años, la configuración de las costas no será la misma que en la actualidad. La subida de las aguas entrañará la desaparición de superficies enormes y, en algunos casos, significativas, para algunos países. Holanda, por ejemplo, verá como parte de su territorio es anegado. Otro tanto ocurrirá en zonas de Alemania. Y, por supuesto, en China, Japón, Sudeste Asiático, Iberoamérica en su vertiente Atlántica.
El "General Clima" como arma de destrucción masiva
Pero, siendo esto importante, tampoco será lo más grave. Se sabe, simplemente, que ocurrirá y que las zonas habitables disminuirán su superficie global. El problema del efecto invernadero no es solamente el deshielo progresivo de los casquetes polares y de los glaciares, el gran problema son los fenómenos atmosféricos que aparecerán paralelamente. Zonas que, hasta ahora, habían gozado de climas excepcionalmente duros (las zonas situadas más al norte), empezarán a volverse tibias (¿no se han preguntado por qué cada vez vienen menos turistas suecos a España? Respuesta: por que las estaciones de veraneo que les ofrecían en España sol y calor… están ahora construidas ya en el sur de la Península Escandinava a orillas del Baltikum, donde las temperaturas medias han experimentado un crecimiento apreciable en los últimos 15 años) y, al contrario: zonas de clima amigable empezarán a tener problemas climáticos: monzones, huracanes y tornados, inundaciones. El Katrina fue un anticipo de lo que podía pasar. Y tenemos por delante diez, cien, mil Katrinas más… diez, cien, mil Niños más.
El clima adquirirá -está adquiriendo ya hoy- el carácter de un azote devastador e imprevisible… hasta que no se logre establecer un modelo matemático sobre su comportamiento en los próximos años.
Estos dos son los problemas que tenemos por delante: modificación de las líneas de costa (el apartamento frente al mar no solamente era el más caro… sino también el más peligroso) y destrucciones generadas por el clima.
¿Por qué hay resistencias para evitar el cambio climático? China
Esto nos lleva a un segundo punto. Si existe práctica unanimidad sobre este asunto, cabe preguntarse ¿por qué algunos países se siguen oponiendo a adoptar medidas enérgicas y definitivas contra el cambio climático? Es aquí donde reside el núcleo del problema y por lo que fracasó la cumbre de Copenhague.
El clima es un arma. Un arma barata. Un arma que no precisa declaración de guerra y a la que no se oponen pacifistas y antimilitaristas. Un arma que pasa desapercibida. Un arma que destruye y que aparece en un momento crucial en la historia: cuando se ha alcanzado con creces el Pico de Hubert (punto en el que el consumo de petróleo es superior al hallazgo de nuevos pozos) y cuando la hegemonía mundial de los EEUU está en crisis por distintos factores. En esa encrucijada de la historia dos países (EEUU y China) bloquean los esfuerzos para combatir el cambio climático, sin duda, porque esperan beneficiarse con él.
Así es, en efecto, pero por dos motivos distintos. China tiene buenas razones: precisa recuperar el retraso que todavía tiene. Buena parte de los 1.500 millones de chinos viven todavía en precarias condiciones. El hecho de que el país esté en trance de convertirse en el "taller de manufacturas" del planeta no implica el que su población esté mejorando sus condiciones de vida. China sigue teniendo un déficit en infraestructuras y el lema "un país, dos sistemas" no deja de ser un alarde publicitario.
China logra atraer manufacturas porque su mano de obra vive al borde de la miseria, con salarios de subsistencia y su sistema de producción se basa en producir mucho y barato… a expensas de la calidad. Y eso se logra solamente consumiendo energía. Consumir energía supone emitir gases contaminantes. Es así de simple. Si China renuncia a su ritmo de industrialización, puede caer en tensiones interiores insuperables: menos industrialización, más paro; más paro más insatisfacción pública; más insatisfacción, más problemas sociales y revueltas populares…
En China todo es grande: hoy existen 40.000.000 de sin techo solamente en aquel país; 20.000.000 más han retornado en los dos últimos años de los polos industriales al campo del que habían llegado en la década anterior. Para colmo, China es demasiado grande como para que no aparezcan problemas, especialmente en el Oeste y Sur Oeste del país con la presencia islamista de la etnia uigur.
China, en definitiva, si quiere mantener sus aspiraciones a conquistar la hegemonía mundial en un mundo multipolar, pero liderado por ella… debe necesariamente insistir en su industrialización y consumir cantidades cada vez mayores de energía, contaminando progresivamente más.
La gran "resistencia": Suburbia.
Por lo que se refiere a los EEUU, la cuestión es igualmente compleja. Los EEUU han percibido con claridad que su poder militar ha llegado al límite. Ni en Afganistán, ni en Irak, soplan vientos favorables para la presencia norteamericana. Pequeñas bandas de insurgentes hacen, cada día, peligrar la posición de los EEUU. No hay nada que hacer: son guerras perdidas para el Imperio que se suman a los problemas interiores (Obama ha tenido que reformar la sanidad porque de lo contrario, se arriesgaba a estallidos de cólera interiores y a alcanzar estándares sanitarios propios del Tercer mundo).
Para colmo, la configuración de los EEUU desde la II Guerra Mundial hace que todo el país dependa del consumo de carburante. Cuando retornaron los soldados del conflicto en 1945, se les obsequió con casas unifamiliares construidas en amplias extensiones fuera de las grandes ciudades (los "suburbia") a las que solamente era posible acceder mediante un vehículo… y mediante el consumo de gasolina. En las décadas siguientes, todo esto se extendió y "suburbia" terminó siendo el ingrediente típico del "sistema de vida americano": chalet en urbanización y todoterreno para llegar a él. La base de ese sistema es todavía hoy el consumo de carburante.
EEUU, para colmo, históricamente ha tenido un precio de la gasolina excepcionalmente bajo… insostenible en tiempos de escasez como los iniciados con la llegada al Pico de Hubert. Pero una civilización como la norteamericana sin petróleo barato es inconcebible. EEUU se surte hoy de petróleo llegado de Venezuela, Golfo de Guinea y Oriente Medio, a la vista de que los pozos que dieron vida a series como "Dallas" o a películas como "Gigante" ya se han secado. Las alternativas para el suministro de petróleo barato a los EEUU son tres: las arenas bituminosas de Canadá, los pozos de Alaska… y los que se cree que existen bajo los casquetes polares.
Ahora es más fácil entender por qué los EEUU no solamente no tienen ningún interés en luchar contra el cambio climático, sino que incluso estarían dispuestos favorecerlo para conseguir tener acceso a las zonas petroleras próximas al Círculo Polar Ártico.
"Resistir es vencer"
La pregunta que subyace ahora es compleja: pero, a fin de cuentas, los EEUU ¿no se verán afectados también por el cambio climático? Sí, pero el problema se percibe allí de manera diferente. El cambio climático es un arma de guerra que afecta a todos los países: gana, quien resiste más y mejor sus ataques. Y la victoria es definitiva, total. Los EEUU están en condiciones de pensar que serán ellos quienes resistan más y resistan mejor, quienes lleguen mejor preparados y en mejores condiciones al apocalipsis climático sea cual sea la forma que revista.
A diferencia de Europa que se hundirá víctima de su falta de iniciativa política y de sus ambigüedades, cuyo humanismo mezclado con progresismo en sobredosis, incapacita para adoptar soluciones de fuerza y no está en absoluto en condiciones de imponer una política de salvaguardia del clima por la fuerza, los EEUU saben dónde quieren llegar (mantener su vocación neo imperial y su hegemonía mundial).
EEUU cree que será el país en mejores condiciones para resistir a la vista de la santa alianza entre el poder político, el consorcio militar-petrolero-industrial y los medios de comunicación. ¿Cómo diablos se van a privar de éste arma gratuita y demoledora?
[Se recomienda el visionado del documental The End of Suburbia. Buscarlo en emule o bitTorrent y se la película de ficción To Burn]
De la Geopolítica a la Geoclimatología política
La conferencia de Copenhague no ha sido desde luego el marco más adecuado para resolver las dudas y salvar las resistencias generadas en la conferencia de Kioto. En realidad, ha ocurrido todo lo contrario: se han dado pasos atrás y, el recién galardonado "premio Nobel de la paz" ha evidenciado ser, ante todo, norteamericano y velar por la prolongación de la hegemonía mundial de su país tanto como hubiera hecho un denostado neoconservador…
En Copenhague, aunque por distintos motivos, ni China, ni los EEUU, facilitaron las bases de un entendimiento sobre cómo revertir el problema del cambio climático. El tema no ha suscitado excesivo interés en una opinión pública narcotizada por las fiestas navideñas y propensa a pensar que, finalmente, "alguien hará algo" o que "vendrán los científicos y arreglarán el problema". Y el problema tiene muy difícil solución.
Es cierto que varían las opiniones sobre las consecuencias del problema generado por el efecto invernadero. Se ha dicho que cada grado de subida en la temperatura media del planeta equivale a uno o… a cinco metros de subida del nivel de las aguas. Y se esperan dos grados más en los próximos 50 años. Mientras unos han alertado de que la modificación de la salinidad de las corrientes marinas generarán cambios climáticos todavía mucho más peligrosos que la subida de las aguas, otros climatólogos sostienen que todavía no se ha alcanzado un modelo matemático que permita explicar hasta dónde llegarán esas mutaciones y si -como temen los primeros- se podría llegar a una nueva era glaciar. Hay dudas en estos aspectos, pero unanimidad en el diagnóstico: el cambio climático está en marcha y afectará a la vida sobre el planeta.
¿Cómo afectará? En principio generando unos nuevos perfiles de costas. Es evidente que las zonas más bajas desaparecerán sumergidas por las aguas. No es un fenómeno nuevo. Los aficionados al submarinismo hemos podido contemplar en nuestras propias aguas territoriales ruinas del período romano hoy a metros bajo el Mediterráneo. Buena parte de Alejandría desapareció así mismo. Y a la inversa: hoy en Barcelona, la línea del mar está situada 300 metros más delante de donde estaba en la Edad Media y las arenas de aluvión sobre las que se encuentra la Barceloneta han sido acumuladas durante siglos por las aguas del Besós y del Llobregat. No es un fenómeno, pues, nuevo; la novedad estriba es que nunca antes en un período histórico, la modificación de las líneas de costa será tan intensa y generalizada. Y afectará a países enteros.
Si en las dos primeras décadas del siglo XX, la geopolítica (ciencia que estudia la influencia de la geografía en los comportamientos políticos) cobró cuerpo y, a partir de entonces, la historia del siglo estuvo dictada por las leyes inmutables de la geopolítica, en el siglo XXI, esto ya no será así. Será preciso incluir otro elemento en la ecuación: la climatología. Ésta permitirá a la geopolítica (ciencia auxiliar de la política) alcanzar un nuevo umbral de precisión. Dicho de otra manera: el siglo XXI será el ciclo de la Geoclimatología política… Para establecer políticas internacionales, será preciso tener en cuenta sus condicionantes y para conocerlos habrá que establecer nuevas leyes, algo actualmente todavía lejano.
Este es el primer dato importante a tener en cuenta. Dentro de 50 años, la configuración de las costas no será la misma que en la actualidad. La subida de las aguas entrañará la desaparición de superficies enormes y, en algunos casos, significativas, para algunos países. Holanda, por ejemplo, verá como parte de su territorio es anegado. Otro tanto ocurrirá en zonas de Alemania. Y, por supuesto, en China, Japón, Sudeste Asiático, Iberoamérica en su vertiente Atlántica.
El "General Clima" como arma de destrucción masiva
Pero, siendo esto importante, tampoco será lo más grave. Se sabe, simplemente, que ocurrirá y que las zonas habitables disminuirán su superficie global. El problema del efecto invernadero no es solamente el deshielo progresivo de los casquetes polares y de los glaciares, el gran problema son los fenómenos atmosféricos que aparecerán paralelamente. Zonas que, hasta ahora, habían gozado de climas excepcionalmente duros (las zonas situadas más al norte), empezarán a volverse tibias (¿no se han preguntado por qué cada vez vienen menos turistas suecos a España? Respuesta: por que las estaciones de veraneo que les ofrecían en España sol y calor… están ahora construidas ya en el sur de la Península Escandinava a orillas del Baltikum, donde las temperaturas medias han experimentado un crecimiento apreciable en los últimos 15 años) y, al contrario: zonas de clima amigable empezarán a tener problemas climáticos: monzones, huracanes y tornados, inundaciones. El Katrina fue un anticipo de lo que podía pasar. Y tenemos por delante diez, cien, mil Katrinas más… diez, cien, mil Niños más.
El clima adquirirá -está adquiriendo ya hoy- el carácter de un azote devastador e imprevisible… hasta que no se logre establecer un modelo matemático sobre su comportamiento en los próximos años.
Estos dos son los problemas que tenemos por delante: modificación de las líneas de costa (el apartamento frente al mar no solamente era el más caro… sino también el más peligroso) y destrucciones generadas por el clima.
¿Por qué hay resistencias para evitar el cambio climático? China
Esto nos lleva a un segundo punto. Si existe práctica unanimidad sobre este asunto, cabe preguntarse ¿por qué algunos países se siguen oponiendo a adoptar medidas enérgicas y definitivas contra el cambio climático? Es aquí donde reside el núcleo del problema y por lo que fracasó la cumbre de Copenhague.
El clima es un arma. Un arma barata. Un arma que no precisa declaración de guerra y a la que no se oponen pacifistas y antimilitaristas. Un arma que pasa desapercibida. Un arma que destruye y que aparece en un momento crucial en la historia: cuando se ha alcanzado con creces el Pico de Hubert (punto en el que el consumo de petróleo es superior al hallazgo de nuevos pozos) y cuando la hegemonía mundial de los EEUU está en crisis por distintos factores. En esa encrucijada de la historia dos países (EEUU y China) bloquean los esfuerzos para combatir el cambio climático, sin duda, porque esperan beneficiarse con él.
Así es, en efecto, pero por dos motivos distintos. China tiene buenas razones: precisa recuperar el retraso que todavía tiene. Buena parte de los 1.500 millones de chinos viven todavía en precarias condiciones. El hecho de que el país esté en trance de convertirse en el "taller de manufacturas" del planeta no implica el que su población esté mejorando sus condiciones de vida. China sigue teniendo un déficit en infraestructuras y el lema "un país, dos sistemas" no deja de ser un alarde publicitario.
China logra atraer manufacturas porque su mano de obra vive al borde de la miseria, con salarios de subsistencia y su sistema de producción se basa en producir mucho y barato… a expensas de la calidad. Y eso se logra solamente consumiendo energía. Consumir energía supone emitir gases contaminantes. Es así de simple. Si China renuncia a su ritmo de industrialización, puede caer en tensiones interiores insuperables: menos industrialización, más paro; más paro más insatisfacción pública; más insatisfacción, más problemas sociales y revueltas populares…
En China todo es grande: hoy existen 40.000.000 de sin techo solamente en aquel país; 20.000.000 más han retornado en los dos últimos años de los polos industriales al campo del que habían llegado en la década anterior. Para colmo, China es demasiado grande como para que no aparezcan problemas, especialmente en el Oeste y Sur Oeste del país con la presencia islamista de la etnia uigur.
China, en definitiva, si quiere mantener sus aspiraciones a conquistar la hegemonía mundial en un mundo multipolar, pero liderado por ella… debe necesariamente insistir en su industrialización y consumir cantidades cada vez mayores de energía, contaminando progresivamente más.
La gran "resistencia": Suburbia.
Por lo que se refiere a los EEUU, la cuestión es igualmente compleja. Los EEUU han percibido con claridad que su poder militar ha llegado al límite. Ni en Afganistán, ni en Irak, soplan vientos favorables para la presencia norteamericana. Pequeñas bandas de insurgentes hacen, cada día, peligrar la posición de los EEUU. No hay nada que hacer: son guerras perdidas para el Imperio que se suman a los problemas interiores (Obama ha tenido que reformar la sanidad porque de lo contrario, se arriesgaba a estallidos de cólera interiores y a alcanzar estándares sanitarios propios del Tercer mundo).
Para colmo, la configuración de los EEUU desde la II Guerra Mundial hace que todo el país dependa del consumo de carburante. Cuando retornaron los soldados del conflicto en 1945, se les obsequió con casas unifamiliares construidas en amplias extensiones fuera de las grandes ciudades (los "suburbia") a las que solamente era posible acceder mediante un vehículo… y mediante el consumo de gasolina. En las décadas siguientes, todo esto se extendió y "suburbia" terminó siendo el ingrediente típico del "sistema de vida americano": chalet en urbanización y todoterreno para llegar a él. La base de ese sistema es todavía hoy el consumo de carburante.
EEUU, para colmo, históricamente ha tenido un precio de la gasolina excepcionalmente bajo… insostenible en tiempos de escasez como los iniciados con la llegada al Pico de Hubert. Pero una civilización como la norteamericana sin petróleo barato es inconcebible. EEUU se surte hoy de petróleo llegado de Venezuela, Golfo de Guinea y Oriente Medio, a la vista de que los pozos que dieron vida a series como "Dallas" o a películas como "Gigante" ya se han secado. Las alternativas para el suministro de petróleo barato a los EEUU son tres: las arenas bituminosas de Canadá, los pozos de Alaska… y los que se cree que existen bajo los casquetes polares.
Ahora es más fácil entender por qué los EEUU no solamente no tienen ningún interés en luchar contra el cambio climático, sino que incluso estarían dispuestos favorecerlo para conseguir tener acceso a las zonas petroleras próximas al Círculo Polar Ártico.
"Resistir es vencer"
La pregunta que subyace ahora es compleja: pero, a fin de cuentas, los EEUU ¿no se verán afectados también por el cambio climático? Sí, pero el problema se percibe allí de manera diferente. El cambio climático es un arma de guerra que afecta a todos los países: gana, quien resiste más y mejor sus ataques. Y la victoria es definitiva, total. Los EEUU están en condiciones de pensar que serán ellos quienes resistan más y resistan mejor, quienes lleguen mejor preparados y en mejores condiciones al apocalipsis climático sea cual sea la forma que revista.
A diferencia de Europa que se hundirá víctima de su falta de iniciativa política y de sus ambigüedades, cuyo humanismo mezclado con progresismo en sobredosis, incapacita para adoptar soluciones de fuerza y no está en absoluto en condiciones de imponer una política de salvaguardia del clima por la fuerza, los EEUU saben dónde quieren llegar (mantener su vocación neo imperial y su hegemonía mundial).
EEUU cree que será el país en mejores condiciones para resistir a la vista de la santa alianza entre el poder político, el consorcio militar-petrolero-industrial y los medios de comunicación. ¿Cómo diablos se van a privar de éste arma gratuita y demoledora?
[Se recomienda el visionado del documental The End of Suburbia. Buscarlo en emule o bitTorrent y se la película de ficción To Burn]
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