lunes, 11 de enero de 2021

Arde el Reichstag. Del 30 de enero al 5 de marzo de 1933 (6 de 8) - El juicio: absolución y condena

El juicio por el incendio del Reichstag tuvo lugar del 21 de septiembre al 23 de diciembre de 1933 en Leipzig. En el banquillo de los acusados, además de Marinus Van der Lubbe se sentaron Giorgi Dimitrov, delegado de la III Internacional en Alemania y su futuro jefe, el dirigente comunista alemán Ernst Togler y otros dos húngaros, funcionarios del Komintern, adjuntos de Dimitrov, Vasili Panev y Blagoj Popov. Indudablemente, los procesados de mayor rango eran Dimitrov y Togler (1). Éste último era un diputado comunista que había iniciado su carrera en el SPD para pasar luego a los “socialistas independientes” (USPD, una formación de izquierda radical que terminó convergiendo con los comunistas) e integrarse en 1920 al KPD y en 1921 ya fue elegido concejal por Berlín. En 1924 sería elegido diputado para el Reichstag, llegando a ser vicepresidente del grupo parlamentario comunista en 1927 y presidente en 1929. En 1933, Göring emitió una orden para su arresto al considerarse que era uno de los parlamentarios comunistas que habían sido los últimos en abandonar el edificio. En clandestinidad en ese momento, se entregó a las autoridades a los pocos días siendo acusado en julio de “incendio premeditado y traición”. Dimitrov, por su parte, había sido detenido al día siguiente junto con los otros dos búlgaros.

En el juicio, Dimitrov siempre consideró a Van der Lubbe como el responsable del incendio y toda su defensa se basó en negar cualquier relación entre su partido y el principal acusado. Su defensa fue ardorosa y se imprimió en un folleto publicado por el Komintern y distribuido por todo el mundo. Hanna Arendt, lamentando la pasividad de la clase obrera alemana que esperaba hubiera declarado la huelga general a instancias del KPD, reprodujo una frase que se le suele atribuir a ella: “En Alemania sólo existe un hombre… y es búlgaro” (2).

El Tribunal Supremo Alemán quiso en este juicio dar un ejemplo de imparcialidad: las declaraciones de Hitler, Goebbels, Göring sobre la inserción del incendio dentro de una conspiración comunista más amplia (lo que implicaba incluir a Dimitrov y a sus dos auxiliares como co–responsables del mismo) no serían tomadas en cuenta, lo que contarían serían las pruebas objetivas e incontrovertibles. Estas, en realidad, solamente pesaban contra Van der Lubbe. El teorema de la acusación era: la Internacional Comunista, representada por Dimitrov y sus dos adjuntos, había dado la orden al KPD de acentuar el camino hacia la insurrección y el partido, a su vez (de ahí la presencia en el banquillo de Ernst Togler), había contratado a Marinus Van der Lubbe para ejecutar materialmente el crimen. Tal era la “versión oficial” que, sin embargo, iba acompañada solamente de pruebas circunstanciales: el hecho de que el KPD era una fuerza que recibía órdenes de una potencia extranjera, el hecho de que en el registro a la sede del KPD se hubieran encontrado proclamas llamando a la huelga general (lo que equivalía en aquel momento al inicio de un proceso insurreccional), la violencia comunista que se había desarrollado desde noviembre de 1918 hasta las elecciones de marzo, etc. Nada concreto, si bien el teorema tenía como objetivo demostrar que si los comunistas habían sido capaces de cometer todos esos crímenes, bien podían haber participado en el incendio en concreto. Una tesis de este tipo no fue aceptado por el Tribunal Supremo en un momento en el que el Decreto del Incendio del Reichstag y la Ley de Habilitación ya tenían nueve meses de recorrido, lo que indicaba que este alto organismo de justicia seguía actuando según los principios jurídicos universalmente aceptados (3).

¿Por qué Hanna Arendt, entonces dirigente comunista y otras fuentes de distinta extracción, sostuvieran que, a poco de haber sido detenido, el gobierno ruso y el gobierno alemán habían fraguado un acuerdo para que, fuera cual fuera el resultado del juicio se repatriara a la URSS a Dimitrov y a sus dos compañeros? A fin de dar mayor credibilidad a esta versión se añadió que la colaboración posterior de Togler con el Reich, se produjo porque había sido excluido de la negociación. En realidad, no hay pruebas, sino simplemente sospechas de que esta negociación pudo producirse. Es evidente que si la negociación entre dos gobiernos habitualmente calificados como “totalitarios” se había producido, la sentencia del Tribunal Supremo alemán no sería el resultado de una ponderada valoración de las pruebas, sino de un “enjuague” realizado completamente al margen de las leyes vigentes y que, por eso mismo, el Tribunal alemán habría demostrado ser un mero títere del gobierno (4). De ahí el interés en sostener incluso sin pruebas la teoría del “arreglo ruso-alemán”.

De todo el proceso, la pieza más famosa es, sin duda, el último alegato de Dimitrov, a la vista de que la declaración de Van der Lubbe no aportó nada nuevo a lo ya conocido desde el primer momento del incendio. El tribunal estaba compuesto por cinco jueces y el primero en declarar fue, precisamente, el principal acusado. Antes, el presidente del tribunal hizo constar que el acusado se negó a aceptar voluntariamente ninguna clase de defensa jurídica. En efecto, abogados que estaban dispuestos a asumir su defensa no le faltaron, pero todos ellos, fueron rechazados. El presidente pregunto al encausado si era comunista, a lo que sorprendentemente dijo que no. Cuando le fue formulada la pregunta de cómo se definía políticamente, bajo la cabeza y no respondió. En la lectura de los antecedentes políticos de Van der Lubbe quedó constancia de que había abandonado el partido comunista en 1931. En todo momento se negó a contestar sobre sus creencias políticas en ese momento. Se mantuvo con la cabeza baja y de tanto en tanto reía a carcajadas siendo llamado al orden por el presidente del tribunal (5). Al día siguiente el tribunal tomó declaración al neurólogo Von Hoesser que había realizado una peritación psicológica de sobre la personalidad de Van der Lubbe al que definió como persona completamente normal, aunque su carácter era algo reservado. Testimonió a continuación Heines, el jefe de policía berlinesa y dirigente de las SA, quien rechazó cualquier responsabilidad en el incendio (por entonces, como veremos, un panfleto comunista lo había responsabilizado a él directamente del fuego siguiendo las órdenes de Göring). Heines declaró que se encontraba en el momento del fuego en un hotel de Gleiwitz. Por su parte, otro perito declaró que Van der Lubbe no era pirómano en el sentido psicológico del término. El defensor de Togler intentó interrogar a Van der Lubbe para que exculpara a este partido de responsabilidad en el atentado, pero éste se negó a contestarle y simplemente le volvió la espalda. No tuvo, sin embargo, inconvenientes en responder que los interrogatorios a los que había sido sometido, se desarrollaron todos en unos términos “extremadamente corteses” y reiteró el motivo que le había llevado a incendiar el Reichstag: “creer que era necesario demostrar a los obreros que había llegado el momento de sublevarse”.

En esa segunda sesión del juicio, el defensor de Togler declaró que había tenido conocimiento de que en el extranjero se calificaba al proceso de “farsa” y pidió “que se adoptaran medidas contra los corresponsales de dichos periódicos en Alemania” (6)  y a continuación se leyó un folleto que los hermanos de Van der Lubbe habían redactado desmintiendo la versión que en esos momentos circulaba en el exterior de Alemania, según las cuales “el procesado no era más que un espía fascista” (7). En realidad, el acusado se encontraba en huelga de hambre y a partir del 24 de septiembre los médicos declararon que estaba en “un estado de debilidad absoluta”, obligando al presidente del tribunal a que su estado de salud fuera vigilado por un médico (8).

El 24 de septiembre declaró Dimitrov y sus dos adjuntos búlgaros. Todos ellos negaron su imputación en los hechos. Dimitrov declaró que conocía a Panev y Popov desde el tiempo en el que los tres eran inmigrantes en Yugoslavia y que luego volvió a encontrarlos en Berlín y, a partir de entonces, se veían de tanto en tanto. Dimitrov procuró no implicar a los otros dos en las actividades del Komintern y hacer coincidir su declaración con la defensa de estos que los presentaba como “exiliados por cuestiones políticas”. El presidente del tribunal le interrumpió recordándole que había reconocido en una primera declaración que había conocido a Popov en Moscú…

Las declaraciones en los días sucesivos no aportaron nada nuevo a lo esencial, como tampoco la sucesión de testigos y peritos en todos los terrenos. Quedó claro que faltaban pruebas contra Dimitrov y, poco a poco, se hizo cada vez más evidente que la sentencia hacia Togler y los búlgaros sería absolutoria. Dimitrov, consciente de su posición, terminó el proceso realizando un alegato final que fue reproducido y reeditado en todos los idiomas en los que la Internacional disponía de agentes.

En la última sesión del juicio, Dimitrov solicitó “en virtud del artículo 258 del Código Procesal” el derecho a hablar a la vez como defensor y como acusado”, que le fue autorizado por el presidente. Lo que realizó Dimitrov fue uno de aquellos habituales actos de propaganda a los que estaba tan acostumbrado. Reconoció que no había sido presionado y sólo reprochó el que sus interrogadores no le informaron sobre las peculiaridades de la ley alemana (9). Recordó que había pedido a varios abogados que asumieran su defensa, pero que todos ellos habían sido rechazados por un motivo u otro, así que asumió esa tarea, añadiendo: “prefiero ser condenado injustamente a muerte por la justicia alemana, que ser absuelto por una defensa como la que hizo de Togler el Dr. Sack”. El presidente le interrumpió en este punto por primera vez. Dimitrov replicó: “Me defiendo a mí mismo, como comunista acusado. Defiendo mi honor personal de comunista, mi honor de revolucionario. Defiendo mis ideas, mis convicciones comunistas. Defiendo el sentido y el contenido de mi vida. Por esta razón, cada palabra pronunciada por mí ante el tribunal es, por decirlo así, sangre de mi sangre y carne de mi carne. Cada palabra mía es la expresión de mi indignación más profunda contra esta injusta acusación, contra el hecho de que se impute a los comunistas un crimen tan anticomunista”. Reafirmó su fidelidad como comunista: “Es cierto que para mí, como comunista, la suprema ley es el programa de la Internacional Comunista y el Tribunal Supremo – la Comisión de Control de la Internacional Comunista” y añadió, tras nuevamente amonestado por el presidente: “Mi objetivo ha consistido en rechazar la acusación, según la cual, Dimitrov, Togler, Popov y Panev, el Partido Comunista de Alemania y la Internacional Comunista tienen algo que ver con el incendio”.

Luego entró en el fondo de la cuestión: “el Dr. Teichert nos ha reprochado el que nos hubiésemos colocado nosotros mismos en la situación de acusados por el incendio del Reichstag. A esto debo contestar que, desde el 9 de marzo, en que fuimos detenidos, hasta que se abrió este proceso, transcurrió mucho tiempo. En este tiempo habrían podido investigarse todos los factores que dejaban margen a sospechas. Durante la instrucción del sumario hablé con funcionarios responsables de la llamada «Comisión del Incendio del Reichstag». Dichos funcionarios me dijeron que los búlgaros no eran culpables del incendio del Reichstag. Sólo se nos acusaba de haber vivido con pasaportes falsos, bajo nombres falsos, sin inscribirnos…etc”.

Sobre la declaración de Hellmer, un funcionario policial, según el cual, Dimitrov y Van der Lubbe habían estado en el restaurante Bayernhof, reiteró su negativa a aceptar el teorema oficial sobre el incendio centrado en la responsabilidad del KPD. Dimitrov trató de sostener que el fiscal general había traducido a términos jurídicos la versión dada desde el primer momento por Göring. Según Dimitrov, “El Partido Comunista de Alemania, aun siendo ilegal, en una situación apropiada, puede realizar la revolución”, añadiendo que el KPD no se encontraba ante el dilema insurrección o muerte”, sino que sabía que a partir del 30 de enero de 1933 se inicia un “trabajo ilegal costaría numerosos sacrificios y exigiría valor y abnegación, pero sabía también que sus fuerzas revolucionarias se fortificaban y que sería capaz de cumplir las tareas que tenía planteadas. Por eso, está absolutamente descartado que el Partido Comunista de Alemania haya querido, en aquel momento, jugarse el todo por el todo. Los comunistas no son, afortunadamente, tan miopes, como sus enemigos, ni pierden la cabeza en las situaciones difíciles”. Siguió luego una defensa de la naturaleza de la Internacional Comunista como faro y guía de la revolución y partido del proletariado mundial.

Aun hoy, el movimiento comunista en todo el mundo suele manejar esta declaración final de Dimitrov como una muestra del valor personal de los comunistas. En realidad, la declaración aportaba poco a lo ya dicho en el juicio, cuando parecía evidente que, con las pruebas aportadas, nadie salvo Van der Lubbe iban a resultar condenados, como así fue.

NOTAS

(1) En caso de Ernst Togler, es particularmente significativo, tras el juicio fue puesto en libertad, viviendo fuera de Berlín y trabajando en la empresa Electrolux. La dirección del KPD establecida en el exilio en Bruselas, expulsó a Togler por haber incumplido la orden del partido y entregarse a la policía. A partir de ese momento colaboró activamente con el régimen. En junio de 1940 fue empleado en el Ministerio de Propaganda y en 1941, en tanto que buen conocedor del bolchevismo, trabajó en la propaganda alemana en la parte ocupada de la URSS. Luego fue trasladado a Checoslovaquia a las órdenes de Reinhard Heydrich. Tras el atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944, fue detenido, pero su jefe directo, dio testimonio de su lealtad al régimen, siendo puesto en libertad y trabajando hasta el final de la guerra a Bückeburg en la administración de la ciudad. Al acabar la guerra mantuvo su puesto con ayuda el ejército americano. Afirmó haber sido forzado a colaborar con el III Reich e intentó unirse de nuevo al KPD, siendo rechazado. Finalmente se integró en la socialdemocracia muriendo en Hannover en 1963. Su hijo, Kurt viajó a la URSS en 1935 en donde fue arrestado en 1937 siendo liberado solamente tras el Pacto Germano–Soviético en 1940. Traductor del ejército moriría en el frente oriental (Datos extraídos de http://en.wikipedia.org/wiki/Ernst_Togler)

(2) La frase ha sido repetida en muchas ocasiones, nosotros la hemos extraído de Hannah Arendt and the Uses of History: Imperialism, Nation, Race, and Genocide de Richard H. King, Dan Ston, (Berghahm Books, Nueva York, 2007), el cual la ha extraído de una fuente que no especifica. En realidad, la frase atribuida a la Arendt no es suya, sino que aparece en su obra Eichmann en Jerusalén (Editorial Lumen, Barcelona 1999, Capítulo 11, pág. 114): “… Giorgi Dimitrov, el comunista búlgaro que se encontraba en Alemania cuando los nazis accedieron al poder y a quien eligieron para acusarle del Reichstagsbrand, el misterioso incendio del Parlamento de Berlín, ocurrido el 27 de febrero de 1933. Dimitrov fue juzgado por el Tribunal Supremo Alemán y se efectuó un careo entre él y Göring, al que interrogó como si él mismo Dimitrov– fuese el presidente de la sala [en realidad, Dimitrov actuaba como su propio abogado y el “careo” fue en realidad un interrogatorio al que Dimitrov-abogado sometió a Göring-testigo. NdA]; gracias a Dimitrov, todos los acusados, salvo Lubbe, fueron absueltos. Su comportamiento le mereció la admiración del mundo entero, sin excluir a Alemania. La gente solía decir: “En Alemania tan solo queda un hombre de veras, y esta hombre es búlgaro”…

(3) Sin olvidar que en el juicio estuvieron presentes 120 periodistas (La Vanguardia, edición del 22 de septiembre de 1933, pág. 27).

(4) Otra versión que circuló en aquellos momentos sostenía, así mismo, de manera muy imaginativa que los escritores franceses André Malraux y André Malraux, se habían entrevistado con Goebbels en 1934, intercediendo a favor de Dimitrov. Se trata de una confusión y jamás existió tal reunión. Malraux había participado en la primera reunión de la Association des Écrivains et Artistes Révolutionnaires que presidía Gide… ignorando que la asociación estaba manipulada por uno de los mejores agentes de Moscú, Willi Münzenberg, el principal responsable de la versión que implicaba a las SA en el incendio. En enero de 1934, Malraux y Gide fueron a Alemania pero no fueron recibidos ni por Hitler ni por Goebbels, es más, en el momento en que celebran su viaje, el proceso de Leipzig ya ha sido cerrado y Dimitrov está absuelto, en libertad y en Moscú (André Malraux, une vie, Olivier Todd, Éd. Gallimard, 2001, pág. 131). El malentendido procede de que en su viaje a Alemania, Malraux y Gide escribieron una carta abierta a Goebbels fechada el 4 de enero de 1934 en su calidad de presidentes del Comité Dimitrov.

(5) Cfr. La Vanguardia, idem. Sobre las risas, al día siguiente quedó establecido que se debía a la hilaridad que le causó algunas conclusiones del informe sobre sus actividades políticas, en concreto su relación con el NSDAP de Drocjwitz.

(6) Ese mismo día habían sido detenidos en Leipzig dos periodistas soviéticos que habían resultado detenidos durante siete horas. El día anterior, Pravda había publicado: “El gobierno fascista se ha esforzado en ocultar a la opinión pública el fracaso del proceso de Leipzig” y el Izvestia, al que pertenecía el otro corresponsal detenido, insinuaba que “pueden rebelarse muchas cosas y comprometer a sus iniciadores”, sugiriendo que el incendio había sido obra del gobierno (La Vanguardia, edición del 23 de septiembre de 1933, pág. 23).

(7) La Vanguardia, 23 de septiembre de 1933, pág. 23. Curiosamente, ese mismo día y en esa misma página se incluía una declaración del enviado del Reich a Londres quien declaró que Albert Einstein “nada tenía que temer del régimen hitleriano y que sólo sería perseguido por falsa propaganda en el extranjero”.

(8) La Vanguardia, 24 de septiembre de 19933, pág. 23.

(9) El alegato de Dimitrov está incluido en Ante los tribunales nazis, Vanguardia Obrera, Madrid 1898, pág. 29–75.

ENLACES:

Arde el Reichstag 1Del 30.01.33 al 5.03.33, semanas decisivas
Arde el Reichstag 2 – Llamas en el Reichstag
Arde el Reichstag 3 – La conspiración indemostrable
Arde el Reichstag 4 – Las elecciones de marzo de 1933
Arde el Reichstag 5 – Las modificaciones constitucionales
Arde el Reichstag 6 – El juicio, absoluciones y condenas
Arde el Reichstag 7 – Moscú miente y la mentir se institucionaliza
Arde el Reichstag 8 – Conclusión