Se suele decir que con el Decreto del Incendio del Reichstag
empezó la dictadura en Alemania, al ser conculcadas las libertades democráticas
reconocidas en Weimar. No parece correcta esta opinión, sobre todo si tenemos
en cuenta que las candidaturas del KPD pudieron presentarse a las elecciones
del 5 de marzo e incluso que, aun perdiendo votos, obtuvieron un resultado
aceptable que jamás habrían podido conseguir si se les hubiera impedido
realizar todo tipo de propaganda política e incluso si el partido hubiera sido
colocado fuera de la ley. No, el Decreto del Incendio del Reichstag, no fue el
inicio de la dictadura, sino algo muy diferente: era la expresión de un miedo
muy concreto generado por la actividad del partido comunista en los quince años
anteriores, desde la sublevación de los marineros de Hamburgo y desde “la
traición de noviembre de 1918” (un tema característico en la propaganda del
NSDAP), unido a un instinto de defensa del gobierno que percibía el riesgo de
mantener con todos los parabienes legales a una fuerza política que actuaba en
función de los intereses y las consignas de una potencia extranjera, el KPD (1).
Ambos factores alcanzaron su clímax cuando en la noche berlinesa fue iluminada
por las llamas del Reichstag.
La verdadera reforma legal que sí conllevó modificaciones profundas
en el sistema político alemán fue la abordada el 23 de marzo, una vez conocido
el resultado de las elecciones que confirmó el “gobierno de concentración
nacional” formado por el NSDAP + el DNVP. En efecto, el 15 de marzo se había
reunido el gobierno con la intención de aprobar la llamada Ley Habilitante.
Dado que conculcaba algunos artículos de la constitución era preciso para
aprobarla una mayoría de dos tercios en el parlamento y a pesar de haber
mejorado, como hemos visto, notablemente, el número de diputados
nacionalsocialistas, aun no se llegaba a ese porcentaje. Sobre 647 diputados,
los dos tercios suponían 432, pero, sumadas las fuerzas de los partidos que
integraban el “gobierno de concentración nacional” apenas llegaban a 340.
Faltaban pues 92 diputados. Hitler y Von Papen consiguieron que el Zentrum
apoyara en esa iniciativa al gobierno con lo que a los 340 diputados del NSDAP
+ DNVP se unían los 74 que aportaban los católicos. Con ellos iban también los
votos de los católicos bávaros que tenían partido propio, el BVP, Partido
Popular de Baviera, otros 18 votos. Ahora bien, en las elecciones habían sido
elegidos 81 diputados del KPD. Muchos de ellos se encontraban detenidos (2) o
en clandestinidad y, por tanto, no acudían a las sesiones parlamentarias, por
tanto, no se les contaría para alcanzar el quorum
que, sin ellos, sería de 378 votos.
El gobierno estaba interesado en que los partidos católicos,
especialmente el Zentrum, apoyara la iniciativa. El 20 de marzo, Hitler informó
a su gobierno que después de diversos encuentros tenía garantías de tal apoyo.
Hitler se había comprometido a respetar la educación católica en las escuelas,
llegar a un concordato con la Santa Sede y considerar a los credos religiosos
como “los factores más importantes para sustentar la nacionalidad alemana”. Así
pues, ya no había obstáculos para la aprobación de la Ley Habilitante: era
conocido que los diputados socialdemócratas votarían en contra, pero su
porcentaje no bastaba para impedir al gobierno llegar a los dos tercios
favorables al proyecto.
El 23 de marzo a las 15:00 horas Hitler pronunció en el
Reichstag un discurso de dos horas y media. Explicó las penosas condiciones en
las que se encontraba el país cuando el gobierno recibió el mandato de
Hindenburg de formar gobierno, repitió el programa que le había llevado al
triunfo electoral del 5 de marzo, poniendo especial énfasis en resaltar
aquellos puntos que podían satisfacer al Zentrum. Volvió a aludir a la política
armamentística y explicó que el tamaño de las fuerzas armadas no aumentaría si
se iniciaban conversaciones de desarme con las principales potencias.
Al acabar, el líder socialdemócrata, Otto Wels tomó la
palabra: denuncia la “atmósfera amenazadora” y defendió los “principios de
humanidad, justicia, libertad y socialismo” (3). Hitler le replicó con dureza
entre aplausos del resto de los partidos salvo del SPD: el respeto a la
legalidad vigente hasta ese momento había demostrado que no bastaba para sacar
a Alemania del caos, el gobierno podría aprobado por decreto–ley el proyecto de
Ley Habilitante (4), pero había preferido buscar el consenso de las “fuerzas
sanas” del país. Llegó incluso a expresar –entre abucheos de los
socialdemócratas– que el gobierno ni siquiera quería que el SPD hubiera votado
a favor de la Ley: “Alemania llegará a ser libre, pero no a través vuestro”,
les dijo. Luego, tomó la palabra Prälat Kaas en nombre del Zentrum. Antes del
pleno del parlamento, los diputados católicos habían dado muestras de división
y el propio Kaas les había animado a hacerlo asegurando que “la Patria se halla
en gravísimo peligro. No podemos fallar”. Votaron en bloque a favor de la ley
que resultó finalmente aprobada con 441 votos, frente a 94 socialdemócratas, el
83% de los votos parlamentarios. La Ley para solucionar los peligros que
acechan al Pueblo Alemán y del Reich, de manera abreviada Ley Habilitante,
entró en vigor al día siguiente.
¿Qué planteaba esta ley? En realidad era, como se indica en
su primer párrafo una “enmienda constitucional” compuesta por cinco artículos
extremadamente concisos. Ningún partido, por tanto, podía ignorar lo que estaba
votando: se establecía en el artículo 1º que las leyes también pueden ser
emitidas por el gobierno del Reich sin necesidad de someterse al trámite
parlamentario, modificando los artículos 85 y 87 de la constitución. Las leyes
aprobadas por el gobierno pueden entrar en contradicción con la Constitución
mientras no supongan un menoscabo para el Reichstag y el Reichsrat (5). Así
mismo, los poderes del Presidente no se modificaban. En el artículo 3º se
trataba de los mecanismos para la aprobación de las leyes: debían ser
“promulgadas por el Canciller y publicadas en el diario oficial del Reich”. El
artículo siguiente establecía que los acuerdos internacionales del Reich no
precisarán la aprobación de las cámaras legislativas. Finalmente, el último artículo,
el 5º establecía que la ley entraría en vigor al día siguiente de su
publicación y quedaría sin vigencia el 1 de abril de 1937. Es decir, se daba a
la ley un plazo de aplicación de cuatro años como había propuesto Hitler a la
sociedad alemana en la campaña electoral: “Dadnos cuatro años y luego
juzgadnos”.
Lo que ocurrió en Alemania en esos cuatro años no es
cuestión de analizarse en esas páginas, pero a tenor de la última frase, la
sensación que se tiene es que, efectivamente, el pueblo alemán concedió cuatro
años al gobierno de Hitler y en 1937. El 1º de abril de 1937, Alemania se
encontraba demasiado enfervorizada con su nueva situación de potencia emergente
en Europa y con su etapa de prosperidad. Acababan de celebrarse los Juegos
Olímpicos, Renania había sido recuperada y el Reich se encontraba en vías de
reunificación. La prensa daba cuenta de la desarticulación de células
comunistas de tanto en tanto, pero la opinión pública parecía ya muy poco
interesada por todo esto que pertenecía al pasado. Los cuatro años habían
pasado y el pueblo alemán juzgó que el NSDAP había hecho una buena gestión a
tenor de las comparaciones que podían establecerse con el pasado inmediato.
NOTAS
(1) Describiendo el clima en el que se
desarrolló la reunión del Secretariado Ejecutivo del KPD inmediatamente después
del incendio, Kan Valtin explica la intervención de Dimitrov ante las dudas
sobre la posibilidad de convocar una huelga general contra el “gobierno de
concentración nacional”. La gran razón aportada por Dimitrov para una operación
tan problemática era “El camarada Westerman debe comprender que Hitler marchará
contra la Unión Soviética si se le permite consolidar su gobierno. El
hitlerismo significa guerra. Hablo con toda conciencia cuando digo ahora más
que nunca que es necesario ante todo defender nuestra patria socialista. Sin
una Unión Soviética, nunca tendremos una Alemania Soviética” (op. cit., pág. 265). El libro de Heleno
Saña, La Internacional Comunista
1919–1945 (Dos volúmenes, Editorial ZYX, Madrid 1972) está repleta de datos
que demuestran que el Komintern actuó especialmente en Alemania en función de
los intereses político–económicos de la URSS. Entre otros datos Saña aporta la
reacción de Komintern ante la crítica que le deparó Paul Levi, Secretario
General del KPD: “Este conflicto entre Paul Levi y la Ejecutiva de la
Internacional Comunista se convirtió en el punto de partida de un proceso de
gran trascendencia: la transformación de los partidos comunistas en agencias de
la Internacional dominada por los comunistas rusos” (Vol. I, pág. 49). Saña
cuenta que en 1921 la URSS se encontraba en graves dificultades interiores de
abastecimiento y, cita un texto de Paul Levi escrito después de haber hablado
con Matthias Rakosi y con Clara Zetkin, dirigentes e la Internacional: “Rusia
se halla en una situación extremadamente difícil. Es absolutamente necesario
que Rusia sea aliviada por medio de movimientos revolucionarios en el
hemisferio occidental y por este motivo, el KPD debe entrar en acción
inmediatamente” (idem, pág. 51). La
Internacional ordenó la llamada “acción de marzo”, verdadera intentona golpista
suicida que costó la detención y muerte de varios centenares de miembros del KPD.
Paul Levi escribió: “El primer impulso para esta acción no surgió del partido
alemán… No era la primer vez que los delegados del Comité Ejecutivo del
Komintern rebasaban sus atribuciones” (idem,
pág. 53)
(2) Sobre el número de detenciones se
han dado cifras diversas que no queremos ni podemos entrar a valorar, sin
embargo, es importante destacar que no se trató de detenciones clandestinas, ni
de centros ilegales o desconocidos para la población. Por el contrario, la
población alemana solía denunciar a la policía a presuntos terroristas o
infractores de la ley. En marzo y abril se suele aceptar que se produjeron
10.000 detenciones entre comunistas y socialistas y su número aumentó al
aprobarse la Ley de Prácticas Dolosas de 21 de marzo de 1933. Al día siguiente,
el 22 de marzo, se inauguró en una fábrica de pólvora abandonada, el campo de
concentración de Dachau a 20 km de Munich. Se trató del primer campo de
concentración y los medios de comunicación dieron amplia información sobre su
emplazamiento y finalidad. El propio Himmler apareció en los medios anunciando
que allí habían sido llevados 200 presos y que su capacidad era de 5.000. Allí
irían a parar los detenidos comunistas, los miembros del Reichbanner (la
milicia armada socialdemócrata) y cualquier otro terrorista. Se suele decir que
la difusión de estos datos tuvo un “efecto disuasorio” entre la izquierda (I.
Kershaw, op. cit., pág. 457) lo cual es rigurosamente cierto. Lo que se
elude decir es que la población alemana era desde entonces –marzo de 1933–
conocedora de la existencia de campos de concentración para detenidos políticos
y, en su mayoría, estaba de acuerdo en que era una forma de retornar al orden
perdido.
(3) I. Kershaw, op. cit., pág. 461
(4) “Apelamos
en esta hora al Reichstag alemán para que nos otorgue lo que podríamos habernos
otorgado nosotros mismos de todos modos”. Véase la totalidad del discurso
pronunciado por Hitler en esa ocasión y reproducido íntegramente en Obras Completas de Adolf Hitler, Volumen
I, versión on line. El discurso de Hitler del 23 de marzo: págs. 27–41; la
respuesta de Otto Wells, líder del SPD: págs. 42–43; y la réplica de Hitler a
las palabras de Wells, págs. 44–50. La lectura de estas tres piezas es
fundamental para entender la política del “gobierno de concentración nacional”
y la situación de inferioridad estratégica a la que había llegado el SPD.
(5) Órgano representativo compuesto por delegados electos en los Länders, era una especie de cámara regional que había sucedido en la República de Weimar a la Bundesrat, equivalente a la Cámara Alta inglesa. Era una institución dotada de amplios poderes y todas las leyes aprobadas en el Reichstag debían ser refrendadas por el Reichsrat.
ENLACES:
Arde el Reichstag 1 – Del
30.01.33 al 5.03.33, semanas decisivas
Arde
el Reichstag 2 – Llamas en el Reichstag
Arde
el Reichstag 3 – La conspiración indemostrable
Arde
el Reichstag 4 – Las elecciones de marzo de 1933
Arde
el Reichstag 5 – Las modificaciones constitucionales
Arde
el Reichstag 6 – El juicio, absoluciones y condenas
Arde
el Reichstag 7 – Moscú miente y la mentir se institucionaliza
Arde
el Reichstag 8 – Conclusión