jueves, 7 de enero de 2021

Arde el Reichstag. Del 30 de enero al 5 de marzo de 1933 (2 de 8) - Llamas en el Reichstag

 

La impresionante mole del Reichstag es un edificio de planta y estilo muy habitual en Europa Central. Se había terminado de construir en 1894 en estilo neo–renacentista y fue diseñado por el arquitecto Paul Wallot. Se construyó en el barrio de Tiertergarden sobre el antiguo emplazamiento del palacio del conde Atanazy Raczynski y en febrero de 1882 se aprobó el proyecto, iniciándose la construcción dos años después con la colocación de la primera piedra. Un mal augurio, presentimiento de futuras catástrofes, fue que el martillo utilizado por el Kaiser para la ceremonia se rompió al asestar el golpe simbólico. La construcción de la cúpula fue particularmente problemática, modificándose el proyecto en varias ocasiones y terminando completamente diferente a cómo se había proyectado con 75 metros en lugar de los 85 originales. El Kaiser, poco a poco, fue albergando una creciente hostilidad hacia el edificio al que terminó llamando Reichsaffenhaus, literalmente “casa de monos del Imperio”. El hecho de que la cúpula fuera unos metros más alta que la del Palacio Imperial parecía sugerir que el poder de esta institución era mayor (1).

Desde finales del siglo XIX, el edificio había albergado las distintas legislaturas y había sido escenario de las más duras controversias entre conservadores y socialdemócratas, antes pacifistas y belicistas y a partir de 1927 entre diputados nacionalsocialistas y diputados comunistas. A pesar de haberse disuelto las cámaras, el parlamento seguía siendo frecuentado por los diputados de la anterior legislatura. Por la noche se cerraban las puertas y el edificio quedaba desierto, sin vigilancia interior. Marinus Van der Lubbe aprovechó para colarse por unos subterráneos situados en la parte trasera del inmueble, recorrer tranquilamente las salas del edificio y generar varios focos de fuego, tal como luego refirió en los interrogatorios. Este dato crucial es lo que ha sido utilizado para tratar de demostrar que al haber varios focos, los incendiarios debían haber sido varios, así pues, el comunista holandés no habría actuado en solitario (2).

El 24 de febrero había ocurrido un episodio que vale la pena señalar antes de seguir adelante en la descripción del incendio. En efecto, ese día tuvo lugar un registro policial por sorpresa en la sede central del KPD, en la llamada Karl–Liebknecht–Haus. La policía encontró almacenadas octavillas llamando a la población a la rebelión armada (3). Se suele decir que Göring, cuando dio la noticia a los medios de comunicación, exageró notoriamente (lo que, probablemente es cierto), añadiendo que habían aparecido listas negras de personas que debían ser fusiladas, edificios a ocupar e incluso nombres de esposas y familiares de dirigentes políticos que deberían ser asesinados. Parece que, en aquel momento, el KPD estaba dividido entre la posibilidad de lanzarse a la insurrección o subordinar esta a los resultados electorales. Si no se habían decidido hasta entonces era porque no había una orden expresa de la Internacional y para valorar la situación se encontraba en Berlín, Georgi Dimitrov comisionado por Moscú para evaluar la situación. A esto hay que añadir que no hacía mucho, a principios de diciembre de 1932 a Reichswehr había tenido que movilizarse ante la posibilidad de una huelga general decretada por los sindicatos (4).

A las 21:00 horas de la noche del 27 de febrero, un estudiante regresaba a su casa tras haber pasado la tarde en la biblioteca preparando unos exámenes. Al pasar a la altura del Reichstag, escuchó un ruido de cristales rotos y creyó ver a alguien en el interior del edificio. Avisó a un policía de servicio en los alrededores quien no encontró a nadie, sin embargo, a las 21:15 ese mismo policía descubrió las primeras llamas y llamó a los bomberos (5). Estos acudieron, pero solamente estuvieron en condiciones de desplegar mangueras a presión a las 21:40 al no poder acceder los vehículos al edificio por estar cerradas las cancelas exteriores de hierro forjado. Cuando penetraron en el interior, las dotaciones de los 60 coches de bomberos no pudieron hacer gran cosa: la cúpula estaba actuando a modo de chimenea y la sala de plenos con el piso y los recubrimientos de las paredes de madera, ardían intensamente sin que nada ni nadie pudiera ya apagar las llamas.

Se sabe perfectamente cómo se enteró la cúpula del Reich de la noticia. Ernst “Putzi” Hanfstaengl (6),  un rico editor de arte alemán y de madre norteamericana que había conocido a Hitler a poco de iniciar su carrera política en Munich, vivía en esos momentos en una habitación en la residencia oficial de Göring, con quien mantenía una estrechísima amistad. Esa noche, precisamente, tenía que haber cenado con Hitler y con Goebbels en casa de éste, pero a lo largo del día se había visto aquejado por un fuerte catarro y tenía fiebre elevada, así que excusó su presencia y se fue pronto a la cama. A las 21:20 fue despertado por los gritos del mayordomo de la casa y por él supo que el Reichstag estaba ardiendo. El propio Hanfstaengl vio las llamas desde su ventana y llamó a Goebbels al que dio la noticia del incendio para que se la transmitiera a Hitler. Goebbels no se lo tomó muy en serio y decidió investigar antes de dar la noticia al Führer, sólo entonces, a esos de las 21:45 Hitler fue informado cuando se encontraba con Goebbels así que ambos se dirigieron con su escolta al edificio del Reichstag al que ya había llegado Göring dando las primeras órdenes para abrir la investigación.

El hallazgo de las octavillas en la Karl–Liebknecht–Haus, el recuerdo reciente del llamamiento a la huelga general de diciembre de 1932 y la memoria de las insurrecciones espartaquistas de principios de los años 20, hicieron que las llamas del Reichstag fueran consideradas por los dirigentes del “Gobierno de concentración nacional” como el signo de un nuevo intento insurreccional del KPD. Esto explica el sesgo que tomaron los acontecimientos a partir de ese momento.

Marinus van der Lubbe: historia de un comunista

Cuando todavía las llamas del Reichstag distaban mucho de haberse extinguido, había resultado detenido un individuo oscuro en unos corredores situados en el subsuelo del edificio, Marinus van der Lubbe, “que había confesado por iniciativa propia proclamando su protesta” (7). Es importante este dato: no fue torturado, ni siquiera interrogado, simplemente, una vez detenido, confesó la autoría e incluso añadió que el 25 de febrero, había intentado incendiar otros dos edificios oficiales en Berlín, sin conseguir que los fuegos prendieran. ¿Qué le movía? El deseo de “hacer algo espectacular en solitario como un acto de rebeldía y de protesta contra el gobierno de concentración nacional para galvanizar a la clase obrera en la lucha contra la represión a la que se veía sometida” (8).

¿Quién era Marinus van der Lubbe? Se trataba, sin duda, de un individuo marginal incluso dentro del Partido Comunista. Había nacido en Leiden (Holanda) en 1909. La familia se desintegró pronto por el abandono del padre del hogar y la muerte de la madre cuando él apenas tenía 12 años; se crió en un orfanato y su vida no fue fácil. Sin embargo era un tipo corpulento de 1,80 m de estatura y 90 kilos, de aspecto macizo, inteligente y fuerte. Cesar González Ruano pudo entrevistarlo brevemente cuando, acompañado por la policía y el juez instructor, se desplazaron a los restos del Reichstag incendiado y lo describe como “Grande y pesado. Ojos pequeños y rasgos, florecen, muy hundidos, en una topografía fisonómica montañosa. Grandes pómulos salientes. La nariz grande y aplastada. El pelo, cayendo sobre la frente abultada. Parece un eslavo. Mejor aún, un campesino medio oriental, de esos que en las fotos de propaganda soviética nos sirven a cada momento” (9). A los 14 años empezó a trabajar e inmediatamente tuvo contacto con el Partido Comunista de los Países Bajos en el que se integró en 1925. Sufrió dos accidentes de trabajo que disminuyeron su visión haciéndose acreedor de una pensión cuya escasa cuantía compensaba con trabajos esporádicos. Era un tipo polémico que pronto entró en disidencia con el Partido que abandonó en 1929. En aquel tiempo, el ideal de todos los comunistas del mundo era integrarse en la construcción del socialismo en la URSS y Van del Lubbe intentó llegar a la meca del comunismo, pero no consiguió dinero suficiente para el visado a Moscú. Utilizó su fortaleza física para intentar ganar un premio de 5.000 florines cruzando a nado el Canal de la Mancha, pero fracaso en el intento. En 1933 su vista empeoró y se quedó casi ciego, sin embargo, su evolución ideológica le llevó a integrarse en la tendencia de Anton Pannekoek, el llamado “comunismo de los consejos”.

Pannekoek era un raro espécimen generado por el marxismo holandés. Había empezado su militancia en la socialdemocracia y en posiciones próximas a Rosa Luxemburg, luego formó parte de la izquierda comunista holandesa y rompió con el bolchevismo soviético. Junto a Paul Mattich formó el Grupo de los Comunistas Internacionales de Holanda que consideraba al régimen de la URSS como una forma deformada de socialismo, un “capitalismo de Estado” (10). Van der Lubbe, tras abandonar el Partido Comunista se adhirió a esta corriente y como militante internacionalista acudió a Alemania cuando se formó el “gobierno de concentración nacional”. Así pues, la acción fue la de un iluminado. Pannekoek, en ningún momento recomendó el terrorismo a los integrantes de su corriente (aunque frecuentemente, en los medios de extrema–izquierda, todos los terroristas hasta los años 70 lo hubieran leído).

Lo que indujo a Van der Lubbe a entrar en Alemania fue precisamente el nombramiento de Hitler como canciller: estaba convencido de que las masas obreras alemanas declararían la huelga general revolucionaria y lo desalojarían del poder. Había leído mucho, da la sensación de que mucho más de lo que podía asimilar. Era austero en las costumbres: abstemio, no fumaba, sin vicios conocidos, pero con una obsesión social: la de que se aproximaba un mundo nuevo y que era necesario “ayudarle a nacer”. Vagabundeando, había recorrido a pie Checoslovaquia, Polonia y Hungría. Vendía tarjetas postales de pueblo en pueblo y entre ellas distribuía propaganda comunista. Pero se sintió decepcionado por lo que vio: muchos antiguos comunistas se habían integrado en las Secciones de Asalto y otros se estaban afiliando apresuradamente. Los socialdemócratas parecían resignados y en cuando al KPD, dudaba de la actitud a tomar como su hubiera aprendido la lección de los fracasos de las acciones insurreccionales en la primera mitad de los años 20.

Todas estas decepciones le indujeron a crear él mismo una situación que obligara al proletariado alemán a reaccionar. Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar y a lo que han sugerido los miembros de la izquierda a la vista de las fotografías del juicio y de la detención de Van der Lubbe, en las que se ve con aspecto desaliñado, la cabeza caída casi en ángulo recto sobre el pecho, no era ni un deficiente mental, ni alguien manipulable, ni siquiera un loco, simplemente alguien que había asumido la tarea mesiánica de despertar a la clase obrera. Nuevamente recurrimos al testimonio de González–Ruano: “Los interrogatorios suelen ser largos y, según me dicen ahora, el holandés se comporta en ellos nada menos que como un polemista. Contra lo que creíamos al principio, Van der Lubbe no es un imbécil. Ni mucho menos” (11).

El día 25 de febrero había intentado incendiar el Palacio Imperial y luego una oficina de desempleo, fracasando en ambos. A poco de iniciarse el incendio, cuando la policía rodeó el edificio y penetró en él: “… detuvieron a un muchacho semidesnudo, un holandés llamado Marinus van der Lubbe. Lo llevaron a la comisaría más próxima. Interrogado hasta la madrugada del día siguiente, dio una explicación completa de lo que había hecho. Los motivos no quedaron claros. Por lo visto, intervino algún tipo de vago resentimiento y la creencia de que el incendio del edificio serviría como “faro de la insurrección”. El detenido impresionó a los interrogadores por su claridad e inteligencia. Describió dónde había comprado el petróleo y las mechas y cómo se había quitado la mayor parte de la ropa a fin de empaparla en petróleo (12), repartir las prendas por los distintos lugares y pegarles fuego. La policía comprobó los detalles de la declaración, verificó que eran ciertos. Los expertos de los bomberos corroboraron que técnicamente el resultado era posible, teniendo en cuenta la distribución del edificio y la presencia de la cúpula central, que había funcionado a manera de chimenea. Esto, en combinación con el linimento habitualmente utilizado para limpiar el entarimado, favoreció la propagación del fuego. En realidad, la elección del lugar era ideas. Se admitió la versión de que Van der Lubbe en el sentido de que había actuado solo, sin intervención alguna por parte del partido comunista (13).

Lo habían detenido en una especie de corredor subterráneo en donde parecía haberse perdido a causa de su visión gravemente disminuida, en la parte posterior del Reichstag. Los primeros interrogadores se llevaron la impresión de que el incendio era obra de un extremista descolgado de cualquier organización, las críticas que Van der Lubbe realizada a los “revisionistas” del KPD les convencieron de ello, así como la inexistencia de una organización “consejista y pannekoekista” en Alemania. Y esa fue la impresión con la que Rudolf Diels (14) comunicó los datos que tenía al Führer ante las mismas llamas del Reichstag.

Cuando en el curso de la reconstrucción del incendio, Van der Lubbe fue trasladado a las cenizas del Reichstag, González–Ruano consiguió hacerle algunas valiosas preguntas:

– En realidad, ¿qué fin perseguía usted? ¿Qué consecuencias podía tener el incendio del Reichstag?

Me mira con sus ojos oblicuos y profundos y contesta como un médium, en su alemán difícil y recargado:

– El mundo nuevo va a llegar… Pero menos de prisa que debiera… Necesitamos ayudarle.

– ¿Quiénes, los comunistas?

– Los vagabundos. Los que vemos llegar el mundo nuevo.

Otra pregunta de pega que no me da resultado. Marinus se escurre siempre.

– Ver der Lubbe, usted, sin querer, ha hecho un gran daño a su partido.

– Estas cosas no pueden comprenderlas ni los socialistas ni los comunistas.

– ¿Es usted anarquista, entonces?

Pero Marinus Van der Lubbe es un maestro de la evasión dialéctica:

– Hay que empujar al mundo viejo.

– ¿Y por qué empujar el mundo desde Alemania?

Marinus deja caer sus palabras:

Der hertz von Europa ist! (Es el corazón de Europa)

Su voz es muy dulce y muy lejana. Hay momentos en que parece que detrás de este hombre taciturno y pesado, con aire bárbaro, misterioso y profundo, habla una mujer espectral (15) mientras él mueve simplemente los labios.

– ¿Ha pensado usted en cuál será su suerte?

Se encoje de hombros. Su postura no es nueva. Pertenece al tipo de anarquista iluminado que tiene siempre una gran indiferencia pro cuanto pueda ocurrirle. Lo que importa es lo que él ha hecho, no lo que puedan hacer con él. Probablemente da a su acción unas proporciones desmedidas. Está encariñado con “su obra”. Tomás de Quincey hubiera podido hacer una buena crónica sobre este tipo: Marinus, artista incendiario. Sin embargo, su papel baja un poco al revelar cierto optimismo:

– Unos años de cárcel… vendrá una guerra y saldré otra vez por los caminos.

– ¿Se arrepiente siquiera un poco?

– La cúpula… no salió bien del todo… Debió derrumbarse… Una cúpula es un símbolo (16).

Tras ser detenido, la policía alemana pensó que su pasaporte y su identidad eran falsos. Así que intentó confirmar los datos que había dado con la municipalidad de su ciudad natal. A los pocos días llegó a Berlín la respuesta de las autoridades de Leiden: efectivamente, Marinus Van der Lubbe era ciudadano holandés provisto de pasaporte número 31.896. La única discrepancia era que su apellido no se escribía “Lübbe” con diéresis, tal como habían enviado las autoridades alemanas, sino Lubbe…

 

NOTAS

(1) Una completa historia del Reichstag en castellano puede encontrarse on line en http://es.wikipedia.org/wiki/Edificio_del_Reichstag, con reservas en la parte relativa al incendio.

(2) El juez Wogt que llevó la instrucción del caso no terminó de creer que Van der Lubbe hubiera actuado en solitario. González–Ruano explica que al reconstruir el incendio en el escenario mismo del Reichstag que: “El juez Wogt está tan persuadido de que [Van der Lubbe] miente que apenas le hace caso. En todo momento, Vander Lubbe insiste en que el incendio lo ha realizado sin cómplices. Decididamente. Wogt no cree una palabra. Se dirige a nosotros –un periodista alemán y yo– y dice: –Es imposible que este hombre solo hiciera lo que ha hecho. Si todas las cosas estuvieran tan claras… (Cfr. González–Ruano, op. cit., pág. 287).

(3) I. Kershaw, op. cit., pág. 451.

(4) Lo que ocasionó, precisamente, la caída del gobierno presidido por Von Papen.

(5) Cfr. Lo que oculta la historia, Ed Rayner y Ron Stapley, Editorial Swing, Barcelona, 2008, págs. 99–100.

(6) “Putzi” (apodado así por ser extremadamente alto y desgarbado) no ingresaría en el NSDAP hasta 1931, pero ya desde la primera ocasión en la que vio a Hitler hablar en Munich en 1922, fue consciente de su potencial político: “Lo que Hitler fue capaz de hacer a una multitud en dos horas y media no se repetirá nunca en 10.000 años”, escribió. Se presentó a Hitler después del discurso y así comenzó una estrecha amistad hasta el punto de que cuando fracasó el golpe de Munich, Hitler buscó refugio en la casa de “Putzi”, en Uffing, a 57 km de Munich, e incluso una versión cuenta que Helene, su esposa, impidió que Hitler se suicidara cuando la policía llegó a detenerlo. “Putzi” presentó a Hitler a la alta sociedad de Munich y financió la publicación del Mein Kampf y del Völkischer Beobachter. Hitler fue padrino de Egon, hijo de Hanfstaengl. Al llegar al poder, “Putzi”, nombrado jefe de la oficina de Prensa Extranjera, tuvo varios conflictos de competencias con Goebbels y perdió influencia. En 1936 se divorció y Unity Midford, amiga de la pareja y de Hitler, le expuso a éste sus dudas sobre las verdaderas convicciones de Hanfstaengl. De esa época datan las primeras sospechas de que trabajara para la inteligencia norteamericana. Al parecer –es Albert Speer quien lo cuenta en sus memorias escritas posteriormente a su liberación de la cárcel de Spandau en 1965, Albert Speer, Inside the Third Reich, Sphere Books, 1971, Capítulo 9, págs. 188-9– Hanfstaengl, durante un vuelo, recibió un sobre con órdenes del Führer en la que se le conminaba a saltar en paracaídas sobre territorio español con poderes para negociar. Se trataba de una broma hundida por alguien –todo apunta al fino humor de Goebbels como autor de la iniciativa– porque el avión, a pesar de las localizaciones que el piloto le estaba dando y que indicaban que estaba sobre España, no había salido de territorio alemán. Con la excusa de un aterrizaje de emergencia, el avión se posó en Leipzig. “Putzi” entendió el mensaje y poco después se refugió en Suiza. Luego se trasladó a Inglaterra y a partir de 1942 trabajó con el OSS norteamericano aportando datos personales sobre Hitler y concretamente un dossier de 62 páginas en el que se describía detalladamente su personalidad, gustos y reacciones. Aparte de estos servicios para la inteligencia norteamericana, “Putzi” es autor de Hitler: The Missing Years, Arcade Publishing, Nueva York, 1994. La biografía más completa actualmente accesible sobre Ernst Hanfstaengl es la escrita por Peter Conradi, Hitler's Piano Player: The Rise and Fall of Ernst Hanfstaengl, Confidant of Hitler, Carol and Graf Publishers, Nueva York, 2004.

(7) Ningún historiador “serio” y reconocido ha dudado nunca de que la autoría del incendio correspondió a Marinus van der Lubbe, el texto que hemos citado pertenece a I. Kershaw, op. cit., pág. 451. Mas adelante veremos de dónde surgió la leyenda de que el Reichstag había sido incendiado por los nazis y quién hizo correr el rumor.

(8) I. Kershaw, op. cit., pág. 450.

(9) Memorias: mi medio siglo se confiesa a medias, César González–Ruano, Editorial Renacimiento, Madrid 2004, Pág. 287.

(10) Hay otra vertiente del trabajo de Pannekoek no menos importante. Como científico estudió la distribución de las estrellas en la Vía Láctea y la estructura de las galaxias, la naturaleza y la evolución de las estrellas. Se le considera el fundador de la astrofísica en Holanda. Realizó viajes y expediciones para observar eclipses solares y escribió un libro sobre la historia de la astronomía. Uno de los cráteres de la Luna lleva su nombre así como el asteroide 2378 Pannekoek. Recibió varios galardones internacionales y fue mucho más conocido y respetado por su tarea científica que por sus escritos políticos que, sin embargo, influyeron especialmente en los movimientos contestatarios y revolucionarios de los años 60. En España, el Movimiento Ibérico de Liberación al que perteneció Salvador Puig Antich la última persona ejecutada a garrote vil, estaba en buena medida influido por los escritos de Pannekoek.

(11) Cfr. González–Ruano, op. cit., pág. 287.

(12) En realidad Van der Lubbe utilizó un producto inflamatorio, el Kohlenanzüd, que se vendía en todas las droguerías al precio de veinticinco pfnnige. Se sirvió de manteles y servilletas que encontró en un armario para provocar los distintos focos del incendio y cuando las agotó, utilizó su propia ropa.

(13) En rescate de la historia, Ed Rayner y Ron Stapley, Robinbook, Barcelona, 2007, Pág. 105.

(14) Diels era en aquel momento jefe de la Gestapo en Berlín, abogado de carrera y OberFührer de las SS, no era, sin embargo, un hombre afecto a Heinrich Himmler sino a Hermann Göring. Voluntario en la Primera Guerra Mundial, a partir de 1930 fue uno de los protegidos de Göring en la administración prusiana. Actuó como fiscal en el juicio por el incendio del Reichstag. Posteriormente, cuando la lucha entre Himmler y Göring por el control de la policía se saldó a favor del primero, Diels fue despedido personalmente por el jefe de las SS. Fue detenido, pero no juzgado ni condenado, por el atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944 y pasó en la cárcel hasta el final de la guerra. Fallecería en 1957 víctima de un accidente de caza.

(15) Se ha dicho que Van der Lubbe era homosexual: “El presunto incendiario, Marinus van der Lubbe, además de sus simpatías por los comunistas, fue acusado de homosexual. La prensa insistía en su homosexualidad: “Van der Lubbe es esencialmente un homosexual, muchos testimonios lo confirman, sus maneras son afeminadas, su reserva y timidez en presencia de mujeres, su gusto por las amistades masculinas es notorio”  (Diccionario AKAL de la Homofobia, Louis–George Tin, Ediciones AKAL, Madrid, 2012, Pág. 144). Lamentablemente no se cita la fuente del párrafo entrecomillado y así mismo ocurre en todas las demás fuentes que citan la supuesta o real homosexualidad de Marinus Van der Lubbe (sobre la que volveremos a insistir más adelante). Otro tanto ocurre con su condición de judío que se ha repetido en algunas ocasiones pero que no aparece documentada ni durante su detención ni durante el juicio que siguió. La referencia de González–Ruano, sin embargo, iría en esa dirección al recordar su “voz dulce” que le evoca a una “mujer espectral”…

(16) González–Ruano, op. cit., pág. 288–289.

ENLACES:

Arde el Reichstag 1Del 30.01.33 al 5.03.33, semanas decisivas
Arde el Reichstag 2 – Llamas en el Reichstag
Arde el Reichstag 3 – La conspiración indemostrable
Arde el Reichstag 4 – Las elecciones de marzo de 1933
Arde el Reichstag 5 – Las modificaciones constitucionales
Arde el Reichstag 6 – El juicio, absoluciones y condenas
Arde el Reichstag 7 – Moscú miente y la mentir se institucionaliza
Arde el Reichstag 8 – Conclusión