lunes, 18 de enero de 2021

2021 QUIZÁS SEA PEOR DE LO QUE HABÍAMOS PREVISTO (3 DE 4) – notas sobre LO QUE HABRÁ DESPUÉS DE TRUMP.

Probablemente desde el 11-S nunca habíamos asistido a un espectáculo tan descarado de difusión de una “verdad oficial” como la que se ha desarrollado durante el proceso electoral norteamericano. Hemos visto un asalto al congreso de los EEUU, como hace veinte años vimos desplomarse a las “Torres Gemelas”. Se ha difundido una “verdad oficial” imposible de contrastar, pero de la que -razonablemente- podemos sospechar que no tiene nada que ver con lo ocurrido realmente. Sabemos lo que siguió a los ataques del WTC (el Acta Patriótica, el miedo como presión para aceptar las guerras coloniales de Afganistán e Irak, etc.). Queda por saber las consecuencias que tendrá el asalto al Congreso de los EEUU. Pero podemos anticipar algunas.

Llama la atención que, en ambos casos, 11-S y asalto al congreso, lo que ha ocurrido esté directamente relacionado con el proceso electoral presidencial. George W. Bush -vale la pena recordarlo- inició su mandato muy debilitado y bajo sospecha: en efecto, su oponente, Al Gore, obtuvo el 48,38% de los votos, mientras que el vencedor, George W. Bush, se hacía con un 47,87%, es decir, con un porcentaje menor y con menos medio millón de votos menos que Gore. Todo se dirimía en Florida, Estado gobernado… por el hermano de George W. Bush. Se produjeron disturbios durante el recuento de votos y actos de violencia contra los funcionarios que realizaban el recuento pedido por Gore (ver “Disturbios de Brooks Brothers”). La polémica duró semanas hasta que, sin que apareciera ningún motivo visible para cambiar de actitud Gore “reconoció” la victoria de su oponente.

Así pues, la presidencia de Bush se inició bajo la sospecha de amaño electoral. Era, por tanto, una presidencia “debilitada”. La estrella de Bush solamente resplandeció al producirse los ataques del 11-S y verse el país envuelto en una oleada de dolor por las imágenes mil veces repetidas de los “30.000 muertos” en los ataques (en realidad, no llegaron a 3.000), el miedo que siguió en los tres meses posteriores (a causa del asunto del ántrax), las alarmas continuas de nuevos ataques terroristas que generaban sensación de asedio y, finalmente, la respuesta patriótica presidencial: la Acta Patriótica (en la que una sociedad acepta el recorte a sus libertades para garantizar una “seguridad” que realmente no estaba en peligro) y las guerras coloniales declaradas para satisfacer las necesidades del complejo militar-petrolero-industrial y que solamente beneficiaron a éste: Irak y Afganistán.

¿Y ahora qué ocurrirá? Por que la presidencia de Joe Biden está tocada por mucho que los grandes consorcios mediáticos y las grandes acumulaciones de capital (es decir, todo lo que responde al nombre de “stablishment”) estén a su favor.

- No estamos muy seguros de que EEUU esté en condiciones de embarcarse ahora en un nuevo conflicto colonial: el país, interiormente, está roto en dos. Recurrir a un nuevo 11-S correría el riesgo de dividirlo aún más. Y, por lo demás, ¿contra qué enemigo luchar? En Siria, la guerra iniciada con el apoyo del “premio nobel de la paz” (somos conscientes de las minúsculas) Barak Obama está liquidada. Irán es una potencia regional demasiado fuerte que en menos de 10 años se convertirá en hegemónica en la zona y con muy buena diplomacia internacional. No es lo mismo atacar a un país de cabreros como Afganistán, o a un Saddam Hussein aislado internacionalmente, que al gobierno de Irán en buenas relaciones con todas las demás grandes potencias… salvo con EEUU. ¿Corea del Norte? Demasiado cerca de China y la economía norteamericana depende hoy, no lo olvidemos, de las inversiones chinas en bolsas norteamericanas que, si bien es cierto que disminuyeron tras la crisis bancaria de 2008, no es menos cierto que existe entre 1 y 2 billones de dólares chinos que, de retirarse, implicarían el caos económico en EEUU. No hay escenarios internacionales que permitan otra guerra colonial.

- EEUU en 2021 no es el mismo que en 2001 y, no solamente, porque el país está partido en dos entre conservadores trumpistas y liberales políticamente correctos, sino porque el mundo de hoy ya no es lo que era hace 20 años. En 2011, EEUU podía declarar impunemente la guerra a otros países, porque Rusia estaba todavía debilitada por los años en los que la presidencia estuvo en manos del borracho promovido internacionalmente por EEUU: Boris Eltsin. Y, China, en aquel momento, todavía no había alcanzado la hegemonía económica y estaba aún lejos de la militar. Pero hoy la situación es muy diferente: China ha alcanzado la hegemonía (es la única economía mundial que ha crecido casi un 3% en el año del Covid, cuando todas las economías mundiales han entrado en recesión: y esto gracias a que es la “factoría mundial”) y militarmente el gigante asiático está ya en situación de paridad con los EEUU en el terreno militar y estratégico.

Por tanto, ya no habrá más aventuras exteriores, como máximo, algún pequeño tanteo para mantener contento al Pentágono.

Por tanto, todo nos induce a pensar que la debilidad política de Biden se resolverá en clave interior: el tánden Biden-Harris solamente puede ofrecer una cosa: ultracorrección política, grandes metas ecológicas, aplicación de leyes para acallar cualquier oposición (Trump se verá empantanado de un proceso a otro para evitar que pudiera presentarse a las elecciones de 2024) y dar armas a los censores digitales (Twiter, Facebook, Google, especialmente) para reforzar las “verdades oficiales” y controlar la disidencia. Y, aun así, no está del todo claro, que su victoria sea neta. Y si no lo es, EEUU camina hacia el desplome interior como resultado de:

- un desfase entre el sistema político del siglo XVIII y la realidad del siglo XXI que, cada vez se muestra más susceptible de fraudes electorales.

- una falta de credibilidad de los portavoces del “stablishment” que olvidan que el país está en situación de “fractura vertical” entre dos tipos de “creencias”: la ultraprogresista y la ultraconservadora.

- una desigualdad absoluta de desarrollo económico entre las distintas partes del país: un norte industrial clásico en disminución, una costa Oeste paraíso de las nuevas tecnologías, una “América profunda”, tradicionalmente agrícola y ganadera, en crisis absoluta, una costa Este en el que el narcotráfico y los servicios se disputan la hegemonía.

- un complejo petrolero-militar-industrial que exige beneficios (el capital no invertido o que no produce se convierte en inútil) como sea y al precio que sea.

- una sociedad multiétnica en la que cada ladrillo étnico está aislado e incomunicado con los demás y en guerra étnica unos contra otros.

- una situación de aislamiento creciente internacional a causa de errores pasados y de la sospecha de que, ante la situación actual en el interior de los EEUU, su potencia está muy debilitada y resulta incapaz de apoyar a aliados con problemas.

- un dólar sobrevalorado históricamente gracias a la presencia de los marines en bases esparcidas por todo el mundo y que depende hoy de las inversiones chinas en los EEUU, con una deuda pública de casi 20 billones de dólares (que, por cierto, se detuvo e incluso disminuyó durante los años del trumpismo, de 21,5 a 20).

- con un stablishment que solamente es sólido y unitario en algunos de sus planteamientos (búsqueda del máximo beneficio), pero que está muy dividido en cuanto a alternativas, propuestas, salidas y, orientaciones futuras.

El resultado de todo esto en los próximos cuatro años, solamente puede ser el desplome interior y el aumento de la inestabilidad. EEUU está entrando en un proceso similar al que se desarrolló en la URSS desde finales de los años 70: un aumento creciente de sus problemas que, finalmente, formaron una “tormenta perfecta” que entrañó su disolución. En EEUU, siendo realistas, y a tenor del carácter americano y de los millones de armas en poder de los ciudadanos, esa “tormenta perfecta” solamente puede adquirir el aspecto de guerra civil, que será, a la vez, étnica, social y religiosa, es decir, una guerra de “creencias” y no de “valores” (la creencia es un conjunto de criterios irracionales anidados en el cerebro, imposibles de someter a discusión o a razonamientos lógicos, mientras que los “valores” son actitudes espontáneas ante la vida que si pueden ser sometidas a razonamiento y a argumentación).

Desde los años de la Guerra Fría, se han ido realizando experimentos de “control mental” (existe una amplia literatura científica en unos casos, conspiracionistas en otros, y conspiranoica en su franja más difundida, por lo que hay que tener cuidado a la hora de estudiar el estado de la cuestión). En 1948, ya se realizaban con prisioneros de las SS capturados. En los 50 se pasó al estudio de las técnicas sub-liminales. En los 60 a la utilización de drogas psicodélicas. En los 70 se pasó a “experimentos sociológicos” y, a partir de los 80 se fueron incorporando nuevas técnicas que avanzaban con la tercera revolución industrial que se iniciaba en aquellos momentos. A pesar de la falta de información e, incluso, de las informaciones contradictorias, damos por supuesto que todos esos experimentos han continuado y que se han aplicado y se están aplicando, especialmente en escenarios bélicos, pero también entre las poblaciones para alejar riesgos de inestabilidad interior, disturbios y focos de resistencia efectivos contra el sistema.

Pues bien, a pesar de todos esos experimentos que se hayan podido dar, lo cierto es que no han resuelto el gran problema al que se enfrenta el stablishment mundial:

- el mundo es demasiado complejo como para pensar que pueden controlarse los distintos aspectos que entran en juego.

- el ser humano es demasiado complejo como para pensar que todos los seres humanos pueden manipularse y dirigirse.

- la economía mundial es demasiado compleja para pensar que puede globalizarse en un mundo desigualmente desarrollado y con sistemas fiscales, económicos, sociales y políticos diferentes.

- la cultura mundial es demasiado compleja para creer que el “mestizaje” y la “fusión” bastarán para crear una “cultura mundial” sin raíces.

- el cerebro humano es demasiado rico y sorprendente como para pensar que controlando el inconsciente (se podrá controlar el “cerebro límbico”, pero no el “neocórtex” en el que anida la reflexión y el raciocinio, incluso el llamado cerebro “reptiliano” que garantiza la supervivencia y es la parte más primitiva de la masa encefálica, son imposibles de condicionar permanentemente y en la totalidad de seres humanos).

Resumiendo, la victoria de la “corrección política”, de la “globalización”, del “mundialismo”, de todo lo que controla y domina el “stablishment”, es una victoria pírrica: no podrá mantenerse durante mucho tiempo:

- en primer lugar, porque el “stablishment” no es un bloque monolítico, sino que está multidivido. Se reconoce en un único interés: la ley del máximo beneficio en el menor tiempo, pero más allá de este objetivo, las estrategias para alcanzarlo están muy diversificadas.

- en segundo lugar, porque la ciencia tiende siempre a seguir caminos propios que no coinciden necesariamente con los del “stablishment”. A pesar de que el “stablishment” intenta convertir la ciencia y la técnica en su aliada (el período que media entre el 2020 y el 2050 va a ser el más rico en avances y progreso científico y tecnológico que se haya visto jamás), se trata de una alianza temporal.

Vale la pena recordar unas palabras de René Guénon:

“Sea como sea, con eso hemos llegado al último término de la acción antitradicional que debe conducir a este mundo hacia su fin; después de ese reino pasajero de la «contratradición», para llegar al momento último del ciclo actual, ya no puede haber más que el «enderezamiento» que, al reponer súbitamente todas las cosas en su sitio normal cuando la subversión parecía completa, preparará inmediatamente la «edad de oro» del ciclo futuro”.

Dicho con palabras más accesibles para los que no conocen el sentido de la obra de René Guénon: cuanto más desorden exista en el mundo, cuanto más sensación de caos se haya extendido, cuanto más negra sea la noche, más próximos estaremos al nuevo amanecer. Ocurre como en una función asindótica como la del gráfico en la que y = 1/x. La curva que jamás en su caída toca el eje de abcisas (y) y que se hunde en su mitad negativa, es sucedida por otra curva que parte jamás toca al mismo eje (y) pero que parte de su mitad positiva, mientras que el eje de ordenadas (x) señala el tiempo que transcurre


Matemáticamente, después de un período de hundimiento generalizado y crisis absoluta, solamente puede suceder un nuevo período áureo. Esta es la buena noticia…