jueves, 28 de enero de 2021

La concepción estratégica de Ramiro Ledesma (1 DE 8) - Objetivos y métodos del fascismo español

La lucha política no es esencialmente diferente de las concepciones militares. Si un jefe guerrero para afrontar una campaña debe de plantearse objetivos, estrategia y táctica, así mismo un jefe político debe de plantearse esos mismos conceptos. De hecho, “dirigir” en política, supone elegir entre distintas concepciones estratégicas para alcanzar los objetivos propuestos previamente. Un “movimiento político”, en la práctica no es más que la suma de seis factores: una doctrina (cristalizada en una declaración de principios), una clase política dirigente (el grupo de cuadros políticos que encarnan y asumen la doctrina y están decididos a llevarla a la práctica), unos objetivos políticos (allí a dónde se quiere llegar), una estrategia (el plan general de operaciones para alcanzar el objetivo político propuesto), unas tácticas (cada una de las fases de ejecución del plan estratégico) y, finalmente, un criterio organizativo (los principios de organización para estructurar todo el conjunto de afiliados, militantes, simpatizantes y cuadros).

Podemos decir, para aclarar un poco más estos conceptos, que si el viajero pretende ir de Madrid a Barcelona (equivalente al objetivo político), tendrá varias rutas a seguir (estrategia). O bien irá por la autopista que pasa por Zaragoza, o bien podrá optar por alcanzar Valencia y luego, por la autopista mediterránea dirigirse allí a la capital catalana. Ahora bien, una vez elegida la ruta, quedará elegir el medio de transporte concreto para cubrirla (táctica): se podrá viajar en avión, en coche, en tren, incluso a pie…

Por supuesto, podemos hablar de un objetivo político final (que no puede ser otro más que la conquista del poder) y de objetivos políticos intermedios, fraccionando el camino a recorrer en etapas pues, no en vano, la lucha política se compone de distintas etapas y el movimiento político está obligado a desarrollar su acción sobre un panorama política siempre cambiante. Es cierto que los partidos políticos parlamentarios suelen tener como único objetivo la victoria electoral en cada convocatoria, pero esto no es aplicable a los partidos de masas de los años 30, tanto a los fascistas como a los comunistas. En ambos casos, estas formaciones políticas pretendían un cambio en profundidad de las estructuras de poder de sus respectivos países. Querían hacer –y lo proclamaban- una “revolución” que sustituyera al régimen hasta ese momento existente por otro inspirado en sus propios principios doctrinales. Por eso, es habitual que unos y otros consideraran que su objetivo político final era la conquista del poder”, no como un fin en sí mismo sino como un medio para alcanzar un fin: la transformación de la sociedad.

Estos conceptos valen igualmente para el fascismo español, el entorno en el que Ramiro Ledesma desarrolló su andadura política. Y es de aquí de donde vamos a partir.


Curzio Malaparte y el fascismo español


Es fácil intuir cuáles fueron los principales inspiradores de las concepciones estratégicas de Ramiro Ledesma: las propias de su tiempo; eran elementos diversos que bullían en el clima de finales de los años 20 y la primera mitad de los 30. Ledesma fue muy permeable a todas estas corrientes del pensamiento europeo, especialmente a dos: Georges Sorel y Curzio Malaparte. La influencia leninista, si existe, es mínima. Es posible que Ledesma hubiera leído el ¿Qué hacer? de Lenin y aunque no es indudable que conociera otras obras del “técnico” del marxismo, es evidente que la influencia de la izquierda comunista fue mínima en las concepciones estratégicas de Ledesma (1).

La influencia de Sorel fue sobre todo ideológica y contribuyó a perfilar algunas ideas (el papel del sindicalismo como posibilidad revolucionaria y la idea de “nacionalizar” a las masas obreras), pero la influencia de Curzio Malaparte sería muchísimo más decisiva. No es por casualidad que el título de la primera revista de Ledesma, La Conquista del Estado, remite a la revista quincenal que publicó Malaparte a partir de 1924, La Conquista dello Stato (2). Lo reconoce, entre otros, el que fuera próximo colaborador de Ledesma en aquella época, Juan Aparición quien en el curso de una conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid en el aniversario de la aparición del primer número del semanario explica: “El título de nuestro semanario traducía una cabecera utilizada ya por Curzio Malaparte en una revista suya –“La Conquista dello Stato”- en los albores del fascismo. Era un rótulo tal vez pretencioso e insolente como toda la retórica malapartiana, pero significando la necesidad de una lucha, de una férrea batalla, cuyo botín final sería el predominio de la minoría victoriosa encima del Estado” (3)

Justo cuando aparece La Conquista del Estado, Malaparte acaba de publicar su obra Técnica del Golpe de Estado. A pesar de que no hay referencias a que Ledesma hubiera leído la obra, todo induce a pensar que así fue. La obra de Malaparte es un inteligente resumen de distintas estrategias de acceso al poder. Analiza los “golpes de Estado”, revolucionarios y reaccionarios, que se habían producido en los 13 años anteriores a 1931 (fecha de la primera edición). En los dos primeros capítulos analiza los sucesos revolucionarios en Rusia: la estrategia leninista, las concepciones revolucionarias de Trotsky y la lucha de este contra Stalin. Analiza luego el golpe de Kapp y los distintos golpes de Estado que tuvieron lugar en Polonia a lo largo de los años 20. Dedica unas cuantas páginas al golpe de Primo de Rivera y, por supuesto, a la Marcha sobre Roma y a los episodios de la Revolución Fascista. El último capítulo está dedicado a Hitler hacia quien Malaparte no alberga excesivas simpatías, sin duda, a causa de su origen judío. Sí, porque el verdadero nombre de “Curzio Malaparte Falconi” era Kurt Erich Suckert, uno de los mejores escritores italianos del siglo XX.

Fascista de primera hora, Malaparte-Suckert había participado en la Marcha sobre Roma y dos años después lanzaba su publicación La Conquista dello Stato. Cuando un comando fascista incontrolado asesinó al dirigente socialista Matteoti, Malaparte apoyó al sector más intransigente y realizó una campaña de extrema violencia contra los sectores opuestos al régimen (4). Sin embargo, en los años siguientes, Malaparte se sintió “decepcionado” con el régimen fascista al que le reprochaba que no hiciera la “revolución social”. Lo que primero fue una polémica entre una revista y el régimen, se convirtió en una crítica cada vez más agria que terminó con una razonada hostilidad hacia el fascismo en el capítulo VII de Técnica del Golpe de Estado. El régimen no estaba dispuesto a tolerar una crítica interior así que lo desterró a la isla de Lípari de 1933 a 1938 después de expulsarlo del Partido Nacional Fascista. Italo Balbo se preocupó de que permaneciera en la isla y no pudiera publicar artículos. La intervención del propio Mussolini y de su yerno y ministro de exteriores, Galeazzo Ciano, sirvió para que recuperara la libertad. Sin embargo, sufrió nuevos arrestos en 1939, 1941 y 1943 siendo encarcelado en la cárcel romana de Regina Coeli (5). Fue enviado al frente ruso como corresponsal de guerra para el Corriere della Sera. Algunas de sus crónicas fueron censuradas, pero al acabar el conflicto se publicaron con el nombre de El Volga nace en Europa (6) Al producirse la capitulación de Badoglio, Malaparte tomó partido contra Mussolini y colaboró como enlace con los aliados. Fruto de sus experiencias posteriores a la capitulación italiana fueron sus dos obras más famosas, Kaputt (7) y La piel (8). Tras el conflicto simpatizó con el comunismo afiliándose al PCI. Viajó a China y se identificó por el maoísmo hacia donde seguramente hubiera evolucionado de no ser porque durante su estancia en aquel país salió a la superficie un cáncer que, finalmente, se lo llevaría a la tumba en 1956.

La publicación en Francia de Thecnique du coup d’Etat y el primer número de La Conquista del Estado en España, aparecen casi simultáneamente a principios de 1931. La obra de Malaparte había causado impacto al ser publicada en Francia y no en Italia y acarrear sobre el autor las iras de los fieles a Mussolini. En aquel momento, Malaparte era el símbolo del fascismo disidente, inconformista, fiel a sus orígenes y contrario a los aspectos del culto a la personalidad que se manifestaron a mediados del Ventennio. Era el viejo fascismo revolucionario de los orígenes el que parecía hablar por boca de Malaparte. El antimarxismo estaba atenuado y el bolchevismo quedaba analizado como fenómeno revolucionario a la misma altura que el nazismo o el fascismo. Es más, la inclusión de los episodios históricos de Pildsudsky y Primo de Rivera, permitía hablar de los movimientos autoritarios como “fenómeno europeo”, una idea que recuperará inmediatamente Ramiro Ledesma el cual elije, repetimos, como título de su revista, La Conquista del Estado intentando establecer una similitud y un paralelismo entre lo que quiere construir y lo que se está moviendo en torno a Malaparte.

En los 23 números de La Conquista del Estado, Ledesma no alude ni una sola vez a Malaparte, ni a su libro, ni a su revista. Como si Ledesma quisiera ocultar que su proyecto es, ideológica y políticamente, tributario del capitaneado por el escritor italiano. No hacía falta que lo afirmara explícitamente, muchos otros, en realidad todos, los que se han preocupado por biografiar a Ledesma y a su obra política, la han emparentado con la de Malaparte (9). Quien sí lo menciona es Giménez Caballero (10) en un artículo titulado Comprensión de Lenin en donde hace referencia al libro de Malaparte Europa bárbara que preludia a Técnica del Golpe de Estado. En número 5 se publicó el artículo de Malaparte Inteligencia de Lenin, traducido por Giménez Caballero (11). Las referencias a Malaparte cesarán poco después de la proclamación de la II República cuando la redacción anuncie “Giménez Caballero ya no pertenece a La Conquista del Estado” (12).

Pero Ledesma conocía, no sólo la obra de Malaparte, que le inspiró el título de su semanario, sino también su Técnica del Golpe de Estado y, si hemos de creer, a Juan Aparicio –que debía saberlo por figurar entre los primeros colaboradores de Ledesma-, figuró entre sus primeros lectores. Aludiendo a Malaparte, escribe Aparicio: “Al considerar bélicamente la política, el florentino de Prato tenía que escribir después, como un tratadista militar, su “Técnica del golpe del Estado”, cuyas primicias en España publicamos nosotros, como asimismo varios capítulos de su otro libro: “Comprensión de Lenin” (13). 

Antes de la aparición de La Conquista del Estado, las concepciones estratégicas de Ledesma no parecían muy completas. No estaba claro, ni a qué grupo social se iba a dirigir, ni siquiera cuál iba a ser la estrategia del movimiento. En realidad, en el momento fundacional de la revista no estaba claro qué es lo que iban a hacer los redactores, además de tener apunto la edición todas las semanas. Es posible que Ledesma hubiera estudiado la historia del Partido Nacional Fascista y el proceso de fundación de los Fascios di Combatimento (14) y hubiera concluido que el origen del movimiento había sido la redacción del diario Il Popolo d’Italia. Así mismo, en aquel momento era suficientemente conocido que Lenin había hecho de la redacción de Iskra (15) (La Chispa), como núcleo “duro” del Partido Bolchevique donde se forjó el equipo que alumbró la revolución de Octubre. Así mismo, el núcleo del que partiría lo esencial del NSDAP-OP (Organización Política, en contraste con el NSDAP-SA) se forjó en torno al Völkischer Beobachter (16). Ledesma, que había estudiado los orígenes de todos estos movimientos de alternativa al liberal-capitalismo, debía, pues, concluir, que la mejor forma de formar un “equipo revolucionario” era la redacción de una revista. A partir de ahí, la observación atenta de los acontecimientos políticos y la mera actividad periodística debía de garantizar la creación de una línea política y de un equipo revolucionario. Y tal fue el esquema que intentó trasladar a España. Y la revista se llamaría La Conquista del Estado… la misma que fundara Curzio Malaparte.

En junio de 1924 había aparecido el primer número de la revista de Malaparte. En aquel momento, el escritor italiano atravesaba su período de “escuadrismo intransigente”. Al año siguiente su prestigio aumentó entre el régimen cuando estampó su firma sobre el Manifiesto de los Intelectuales (17). En su revista, Malaparte y sus colaboradores se esforzaron por hacerse portavoces del “fascismo revolucionario” de la primera hora, insistiendo especialmente en una orientación antiburguesa. Hacia finales de la década empezó a tomar distancias del régimen mussoliniano cuando percibió que sus esperanzas de revolución social se estaban difuminando. Con ese ánimo abordó la redacción de su obra Técnicas del golpe de Estado.

En la primera etapa de La Conquista del Estado, Giménez Caballero, amigo de Ledesma, cuyas colaboraciones había publicado en La Gaceta Literaria, tuvo un papel destacado en aquellos pasos tambaleantes del fascismo español. Giménez Caballero (que solía utilizar el seudónimo de GeCé) mantenía relaciones personales y por correspondencia con Curzio Malaparte, así que es fácil pensar que fue él quien se lo recomendó a Ledesma (18).

Hacia 1928, GeCé había asumido las tesis del fascismo italiano y llamaba a Malaparte “mi Virgilio en esta visita italiana”. Ese año, Gecé había realizado un largo periplo por Europa que le llevó a dar conferencias en Italia, Alemania, Holanda y Bélgica de las que dará cumplida cuenta en los artículos que aparecieron en La Gaceta Literaria entre julio y noviembre del mismo año (19). Giménez Caballero conoció a Malaparte en el curso de su viaje a Italia. Se daba, además, la circunstancia de que “el escritor italiano había vivido, desde la infancia, en el mismo inmueble de la ciudad de Prato donde habitaba la futura mujer de GeCé, Edith Sironi, quien siempre le recordaría con el aura del joven héroe que volvía condecorado de la guerra” (20). GeCé aspiraba desde entonces a que apareciera en España un movimiento parecido al fascismo italiano y se preguntaba, después de proponer que las ediciones de La Gaceta Literaria publicaban la traducción del Italia contra Europa: “¿Cuándo tendremos nosotros una España contra Europa?” (21).

El silogismo que realizamos es fácil de asumir: 1) premisa mayor: Giménez Caballero es introductor de Curzio Malaparte en España, 2) premisa menor: Ramiro Ledesma mantiene íntima amistad con Giménez Caballero, 3) conclusión: luego, es Giménez Caballero quien sitúa a Ledesma en la senda de las concepciones de Malaparte. Este silogismo queda reforzado por algunos datos objetivos:

- Quienes financian los primeros números de La Conquista del Estado y los que han financiado previamente la revista de GeCé, La Gaceta Literaria, son los mismos (22).

- Los primeros colaboradores de La Conquista del Estado proceden, mayoritariamente de La Gaceta Literaria: Ledesma, Iglesias Parga, Mateos, Giménez Caballero, Juan Aparicio.

Esto le permite afirmar a F. Gallego: “La Conquista del Estado es inexplicable sin La Gaceta Literaria, como Ledesma lo es sin GeCé” (23). Así pues, estamos obligados a pensar que cuando se publicó en París Técnicas del golpe de Estado, tanto Ledesma como GeCé lo leyeron ávidamente (24). A fin de cuentas, se trataba de un libro en el que se analizaban la estrategia de los distintos golpes de Estado que habían tenido lugar en Europa desde el 18 Brumario de Napoleón Bonaparte, hasta el golpe de Primo de Rivera, pasando por el golpe de Kapp, el de Pildsudsky, la Marcha sobre Roma o el golpe de la cervecería de Múnich en 1923. Un saber técnico y una guía de estrategia para los revolucionarios de los años 30. ¡Cómo iba Ledesma a no leer esta obra y a no sentirse influenciado por ella! En realidad, cuando se leen los entrefilets de La Conquista o algunos juicios de Ledesma sobre el fascismo, su exaltación unísona de comunismo, fascismo y nazismo, se creería que ha hecho una lectura rápida de la obra de Malaparte y comparte su estado de ánimo en 1931: cuando sigue fiel a los principios del fascismo revolucionario, del escuadrismo juvenil, pero se siente decepcionado por algunas de las componendas que el movimiento ha hecho con la monarquía y con el capital. A la luz de la rebeldía de Malaparte en relación al Duce, puede entenderse también la frase de Ledesma escrita a través de su alter ego “Roberto Lanzas” en la que afirmaba que al fundador de La Conquista del Estado le “convenía más la camisa roja de Garibaldi que la negra de Mussolini” (25).

En los años siguientes, especialmente tras su confinamiento en la isla de Lípari, Malaparte aumentará la hostilidad contra Mussolini. En el momento en el que se produzca la defección de Italia, será oficial de enlace del ejército de Badoglio con las tropas anglosajonas y con posterioridad a la guerra se situará en las inmediaciones del Partido Comunista acaso para hacerse personar aquellos años en los que su revista fue faro y guía del escuadrismo fascista más radical. Pero cuando Ledesma lanzaba el primer número de La Conquista y aparecía casi simultáneamente en París, Malatesta era todavía considerado como un “fascista revolucionario” o bien un “fascista crítico”.

Ledesma seguía en la época de La Conquista del Estado la trayectoria de Curzio Malaparte e incluso llega a anunciar la publicación de la traducción de su libro Comprensión de Lenin del que dice que está escrito “Por el gran pensador y polemista del fascismo” (26). Por entonces la andadura (y las dificultades) del semanario ya estaba muy avanzada. El dato demuestra que Ledesma seguía teniendo en muy alta consideración la obra de Malaparte cuando Técnica del Golpe de Estado ya se había publicado y seguramente él lo había leído.

NOTAS

(1) Había escrito en uno de sus más brillantes artículos publicados en La Conquista del Estado: Teóricamente no ha sido aún superada la civilización burguesa. Pero, de hecho, sí. Lenin, contra la opinión socializante del mundo entero, imprimió al triunfo bolchevique un magnífico sentido antiburgués y antiliberal. Disciplinado y heroico. De lucha y de guerra. Mussolini, en Italia, hizo algo análogo, logrando que un pueblo que en la gran guerra dio muestras de cobardía y de vileza, adore hoy la bayoneta y los «fines de imperio». Hay que decir con alegría y esperanza, como paso a las victorias que se avecinan: El individuo ha muerto”. (Ramiro Ledesma. El individuo ha muerto. La Conquista del Estado, Madrid, 23 de mayo de 1931. número 11 página 3). Pero la lectura de este texto da la sensación de que a Ledesma le interesaba mucho más el resultado del proceso revolucionario leninista que las ideas del mismo Lenin a las que no alude, ni critica en lugar alguno de sus escritos o artículos. En La Conquista del Estado, Ledesma y Giménez Caballero aludieron a Lenin en varios artículos desde el primer número de la revista. También escribió algunos elogios a marxistas-revolucionarios como Joaquín Maurín (véase el comentario al libro de este último Los hombres de la Dictadura, publicada en La Conquista del Estado, nº 4, 4 de abril de 1931, pág. 4). En otros números suele colocar a la misma altura a Lenin, Hitler y Mussolini (véanse los entrefilets publicados desde el primer número del semanario: “Viva la Rusia de Stalin, Viva la Alemania de Hitler, Viva la Italia de Mussolini”). A pesar del sindicalismo de Ledesma, éste fue siempre impermeable a las concepciones marxistas sobre la clase obrera considerada como clase objetivamente revolucionaria. Con todo, las escasas opiniones de Ledesma sobre Lenin dan la sensación de que no conoció directamente su obra, sino que lo hizo a través de divulgadores y comentaristas, analistas y exégetas de su obra, como Curzio Malaparte, a quien aludiremos a continuación. El sindicalismo de Ledesma es deudor de la obra de Georges Sorel y éste no podía sino ser denostado por Lenin que en ¿Qué hacer? cargó contra la “desviación sindicalista”, considerando que el sindicato solamente podía ser la correa de transmisión del partido, o de lo contrario se agotaría en meras reivindicaciones laborales que jamás lograrían cambiar las relaciones de poder. El sindicalismo-revolucionario, con la idea de “huelga general” intentaba transformar lo que, en principio era meramente reivindicativo, en potencia revolucionaria contra el Estado.

(2) Puede leerse una biografía de Malaparte y de sus colaboradores en La Conquista dello Stato,  Historia de la Literatura Italiana (II). Desde la unidad nacional hasta nuestros días, Jesús Graciliano González Miguel, Publicaciones de la Universidad de Salamanca, Salamanca 1993,  pág. 293 y sigs.

(3) Conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid el día 21 de abril de 1951,  Aniversario de la Conquista del Estado, Juan Aparicio, Publicaciones Españolas, Madrid 1951, pág. 29-30.

(4) Cfr. Storia dell’Italia moderna: Il Fascismo e le sue guerre, Giorgio Candeloro,  Giangiacomo Feltrinelli, Milán 1991 , Pág. 194

(5) Existen diversas obras publicadas actualmente que contienen datos biográficos sobre Malaparte: Malaparte: Vite e leggende, Maurizio Serra, I Nodi Marsilio, Venecia 2012. En la obra L’arcitaliano, vita di Curzio Malaparte de Giordano Bruno Guerri (Ed. Mondadori, Roma, 2000), accesible fácilmente en la actualidad, pueden encontrarse datos biográficos muy completos sobre Renato Curzio. Otra obra recientemente publicada y que contiene abundantes datos biográficos y un análisis crítico de su obra literaria y periodística es Curzio Malaparte, 1898-1957 (Francesca Di Pace, Biblioteca Comunale de Milán, 2000) catálogo de la exposición de sus obras. Una breve descripción de la personalidad de Malaparte en castellano, puede leerse en la obra de César González Ruano, Memorias. Mi medio siglo se confiesa a medias,  Editorial Renacimiento, 2004, págs. 390-391.

(6) Curzio Malaparte, El Volga nace en Europa, Editorial Luis de Caralt, Barcelona 1967.

(7) Curzio Malaparte, Kaputt, Galaxia Gutemberg, Madrid 2012.

(8) Curzio Malaparte, La piel, Galaxia Gutemberg, Madrid 2010.

(9) Es posible que Ledesma eludiera hablar de Malaparte al conocer sus raíces judías. A pesar de que el antisemitismo no ocupara un lugar central en su planteamiento político, hay referencias suficientes como para poder afirmar que existía en él un poso de desconfianza hacia los judíos (que en Onésimo Redondo era una verdadera brecha al tratarse de un antisemita de inspiración católica). Ya, en su novela de juventud, El sello de la muerte, Ledesma había lanzado alguna puya puntual contra los judíos (“[Metternich] se quejaba diciendo: el orden social está perturbado, los judíos y los periodistas son los amos del mundo. ¡Pobre hombre! Sus quejas representaban, en medio de los problemas del último siglo, toda una anticipación”. El Sello de la Muerte, edición digital, pág. 8). Del discurso que Ledesma intentó pronunciar en el Ateneo de Madrid (2.04.32) el diario El Socialista rescató la frase: “Sólo la conciencia de un judío como Marx podía imaginar la destrucción de los valores nacionales”. A pesar de que el fallecido José Cuadrado Costa dedicara un escrito a Ramiro Ledesma y la “cuestión judía”, parece indudable que el problema judío apenas era considerado por él sino de manera muy secundaria. En alguno de sus escritos llega a decir que en “España el problema judío no existe”, Escritos Políticos – JONS (1933-1934), Madrid, Ed. De Trinidad Ledesma, 1985, pág. 70. Pero la realidad era que entre sus partidarios existían muchos admiradores del nacionalsocialismo alemán (y, por tanto, antisemitas) y el propio Onésimo Redondo y el grupo de las JONS de Valladolid lo eran a machamartillo, por tanto debía de mantener el equilibrio. El razonamiento de Cuadrado Costa es el siguiente: aprovechando cuatro referencias a los judíos dispersas por los textos de Ramiro Ledesma, realiza el siguiente razonamiento: Premisa mayor: Ramiro Ledesma era “anticapitalista y anticomunista”. Premisa menor: el capitalismo y el comunismo son “inventos judíos”. Conclusión: luego, Ledesma era antisemita. El razonamiento es erróneo porque el análisis de Ledesma sobre el capitalismo y el comunismo estaba muy lejos de la simplificación abusiva de reducirlo a “inventos judíos”. En nuestra opinión, no existen textos suficientes como para afirmar que Ledesma fuera antisemita y, menos aún, para considerarlo como pro-semita, si bien el antisemitismo estaba indudablemente presente en las JONS.                                                  

(10) Cfr. Comprensión de Lenin, Giménez Caballero, en La Conquista del Estado, nº 1, pág. 3

(11) Cfr. Inteligencia de Lenin, traducido por Giménez Caballero, en La Conquista del Estado, nº 5, pág. 3

(12) Cfr. La Conquista del Estado, nº 7, pág. 1. A partir de ese momento, se anunciará solamente la próxima publicación de Comprensión de Lenin de Malaparte y solamente en el número 20 (3 de octubre de 1931, pág. 3) publicará un capítulo de Técnica del Golpe de Estado, el dedicado a ¿Cómo se apoderó Trotsky del poder?, que proseguirá en el número siguiente y concluirá en el número 21. Resulta evidente que Ledesma, no solamente había leído sino incluso traducido algunos capítulos del libro. Así mismo, en el número 9, correspondiente a mayo de 1931 aparece en la página 5 un artículo de Philipe Lamour titulado Fascismo, sovietismo, racismo. Lamour se situaba en aquella época en una línea fascista también próxima a Malaparte y, de hecho, el análisis que hace de los tres movimientos “catilinarios” es idéntico al que realiza Malaparte. Sobre Philip Lamour véase artículo Georges Valois, el Círculo Proudhom y Le Faisceau, Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº VIII, págs. 4-57, especialmente 45-48.

(13) Cfr. Juan Aparicio, op. cit., pág. 30

(14) Véase el artículo Fascismo uno y trino, Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº III, febrero 2011, págs. 48-97

(15) Iskra (La Chispa), nombre que fue tomado de la frase del poeta Odoievski: "de la chispa nacerá la llama". Pero el Iskra no nacería en Suiza, sino en Münich, Alemania, ya que Lenin pensaba que era una ciudad menos peligrosa y más comunicada con Rusia. Gracias al Iskra, se fue creando poco a poco un grupo compacto de revolucionarios rusos muy preparados (Eugenio del Río, Lenin para principiantes, Editorial Grijalbo, Madrid 1981, pág. 23-24). (16) Cfr. The Occult Roots of Nazism: Secret Aryan Cults and Their Influence on Nazi, Nicholas Goodrick-Clarke, New York University Press, Nueva York, 1985, pág. 48, 119 y 116. El autor describe el proceso de transformación del Münchener Beobachter al Völkischer Beobachter.

(17) El nombre completo del documento era el Manifiesto de los intelectuales fascistas a los intelectuales de todo el mundo y fue redactado en el curso del Congreso por la Cultura Fascista celebrado en Bolonia el 29 y 30 de marzo de 1925. El 21 de abril se publicó en Il Popolo d’Italia, portavoz del Partido Nacional Fascista. El texto se redactó a partir de una conferencia del entonces ministro de educación Giovanni Gentile titulada Libertad y liberalismo. Asistieron cuatrocientos intelectuales de los que comunicaron la adhesión al documento doscientos cincuenta. La intención del documento era aportar al fascismo una base doctrinal. Cfr. Emilio Gentile, Le origini dell'ideologia fascista (1918-1925)

, Roma-Bari, Laterza, 1975

(18) De todas formas, en ese momento, la obra de Malaparte era suficientemente conocida en España y era difundida en los mismos circuitos filosóficos frecuentados por Ledesma. En la Revista de Occidente, 20, LVIII, correspondiente a abril de 1928, en la pág. 134, se puede leer el artículo de Ángel Sánchez Rivero, “Curzio Malaparte: L’Italie contre l’Europe”. No sin cierta brillantez, Sánchez Rivero escribía que “Si Marinetti es el paradigma del escritor fascista, Curzio Malaparte lo es del fascista escritor, cosa no del todo equivalente”

(19) Las agrupará luego bajo el epígrafe 12.302 kilómetros de literatura y las incluirá en su libro Circuito Imperial (La Gaceta Literaria, Madrid 1929). Véase también Prosa vanguardista en la generación del 27, Miguel Ángel Gernando, Prensa Española, Madrid 1975, págs. 125-128.

(20) Cfr. Ferrán Gallego en Fascismo en España: ensayo sobre los orígenes sociales y culturales del  fascismo, Editorial Viejo Todo, Barcelona 2005, pág. 93

(21) Cfr. F. Gallego, op. cit., pág. 93.

(22) Cfr. Los amigos vascos de Ramiro Ledesma, Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº 14, septiembre de 2012, págs. 4-95

(23) Cfr. F. Gallego, op. cit., pág. 100, trasladando el artículo de Ismael Sanz “Tres acotaciones a propósito de los orígenes, desarrollo y crisis del fascismo español”, publicado en la Revista de Estudios Políticos, 50 (marzo-abril de 1986), pág. 193: “… el brusco cambio producido en la trayectoria política y existencial de Ramiro Ledesma debe bastante más a la guía de Giménez Caballero que a sus anteriores experiencias literarias y filosóficas. “

(24) Esa es también la opinión de Stanley Payne cuando alude a las primeras consignas del semanario: “La Conquista del Estado subrayaba que “el individuo ha muerto” y que su meta era el “Estado colectivista” y confiaba en ganar a sectores de la izquierda para un nacionalismo revolucionario en lo social (…) Es posible que Ledesma incluso se hubiera dado cuenta de que, como él mismo, algunos anarquistas se habían sentido atraídos por el libro de Malaparte La técnica del golpe de Estado” (Stanley Payne, El extraño caso del fascismo español, capítulo Ramiro Ledesma y el nacimiento del nacional-sindicalismo, Franco y José Antonio. Editorial Planeta, Barcelona 1997, pág 145.

(25) Ramiro Ledesma (a) “Roberto Lanzas”, Fascismo en España, edición digital http://es.scribd.com/doc/76753555/%C2%BFFascismo-en-Espana-Ramiro-Ledesma-Ramos

(26) La Conquista del Estado,  nº 12,  30 de mayo de 1931, pág. 5. También se anuncia la publicación de otros libros que la falta de medios económicos de Ledesma y de los suyos impidió, pero que, en cualquier caso, demuestran por dónde iban las influencias y los “gustos” del pequeño equipo de la revista: “Mi Batalla” (que Ledesma aspiraba a poder editar y que posteriormente se editó con el nombre de Mi Lucha) de Adolf Hitler, Reflexiones sobre la violencia de Georges Sorel, Memorias políticas de Félix Orsini (el dirigente carbonario que atentó contra Napoleón III)


ENLACES DE LA SERIE:

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (1 de 8) – Objetivos y métodos del fascismo español

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (2 de 8) – Paralelismos entre Ledesma y la Técnica del Golpe de Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (3 de 8) – Las cuatro etapas en la evolución estratética de Ledesma

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (4 de 8) – La etapa “nuclear”: La Conquista del Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (5 de 8) – La etapa de construcción del partido: las JONS

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (6 de 8) – La etapa de unión del “fascismo español”. La fusión con Falange

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (7 de 8) – La pérdida de la iniciativa estratégica: de la ruptura del Falange al final de La Patria Libre

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (8 de 8) – Las dudas finales: ¿construcción del partido o lucha armada?

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA – Conclusión